Los laberintos
ANDRÉS VOLPE | EL UNIVERSAL
miércoles 26 de junio de 2013 12:00 AM
Nos encontramos sumidos en laberintos. Así como Octavio Paz describió a los mexicanos como sumidos en un laberinto a causa de una crisis de identidad, nosotros nos vemos en otro laberinto denso muy parecido al laberinto publicado en 1950.
La historia política venezolana es un laberinto lleno de minotauros. Por ello, la historia del país no avanza, sino que se mantiene en un péndulo oscilante de dictaduras y revoluciones. El laberinto es tan profundo que incluso el novísimo movimiento chavista y su actual exponente Maduro son reflejos de personajes recurrentes en la historia. Realmente, al leer la historia política venezolana, podría cuestionarse la noción de originalidad. Las cuestiones ontológicas no han sido aún respondidas. Carecemos de una conceptualización coherente sobre lo que hay en nosotros. Es así como responder a la pregunta de ¿qué somos?, todavía desalienta a la mayoría. Todo caudillo ha hecho un esfuerzo ontológico para llenar conceptos sobre la nación y la venezolanidad, pero todos terminan siendo encausados en nociones abstractas que buscan la denominación de todo un pueblo en una personificación dudosa de Simón Bolívar. La utilización mística de un hombre para definir las infinitas generaciones de un pueblo es un error maldito. Confusión y bastardía es lo que han causado estos esfuerzos por sufrir de una falacia traducida como [arar en el mar].
Es una paradoja que en una cultura política tan personalista se haya atacado tanto a la concepción individualista del ser humano. Todo personalismo caudillista se ha apoyado en el legado de los padres fundadores de la república, así como para satisfacer esa deuda eterna que se le tiene a los militares de una época. Todo Presidente o Dictador se ha empeñado en recordarle a las generaciones infinitas que son pertenencia de los que lucharon para liberarlos. Esto es un culto de servidumbre que impide la realización del presente. Es un culto a la lucha eterna por liberarnos de ataduras imaginarias para suplantarlas por una deuda histórica. Es la fabricación descarada de excusas para impedir la confrontación de la realidad ¿Cuándo se dejará de repetir la historia? ¿Cuándo empezaremos a crearla?
Habría que empezar a salir del laberinto intentando entender qué somos. Habría que empezar por entender que Venezuela no es democrática y nunca lo ha sido. Aún tenemos que definir lo que sería la democracia en Venezuela, bajo nuestras particularidades culturales y limitaciones implícitas. Más importante aun, todavía queda por elucidar qué es la democracia venezolana desprovista de la educación marxista. Los años de democracia en el país fueron el momento pendular que transcurre entre los dos extremos del movimiento oscilante.
Así existe hoy en día el chavismo como la expresión más auténtica de la repetición de nuestra historia política. Todo ha vuelto a ocurrir como ocurrió: el ataque al Congreso por los Monagas, las infinitas modificaciones constitucionales para perpetuarse en el poder, los interminables alzamientos, la continua violación de las leyes, los endeudamientos descarados ¿o se olvida el bloqueo de 1902?, los cultos a la personalidad de Guzmán Blanco, y la constante amenaza de la muerte republicana.
Todo ello se ha vuelto a revivir en el presente y seguirá ocurriendo. Nuestro presente carece de originalidad, porque es solo una repetición. Seguimos y seguiremos en los laberintos de nuestra historia política, confundidos, extraviados y resilientes. Pero para liberarnos del pasado se debe asumir la individualidad y definir nuestra identidad afrontando las fatalidades que conlleva tomar consciencia de uno mismo. Sólo así podremos empezar a derruir las paredes del laberinto.
@andresvolpe
La historia política venezolana es un laberinto lleno de minotauros. Por ello, la historia del país no avanza, sino que se mantiene en un péndulo oscilante de dictaduras y revoluciones. El laberinto es tan profundo que incluso el novísimo movimiento chavista y su actual exponente Maduro son reflejos de personajes recurrentes en la historia. Realmente, al leer la historia política venezolana, podría cuestionarse la noción de originalidad. Las cuestiones ontológicas no han sido aún respondidas. Carecemos de una conceptualización coherente sobre lo que hay en nosotros. Es así como responder a la pregunta de ¿qué somos?, todavía desalienta a la mayoría. Todo caudillo ha hecho un esfuerzo ontológico para llenar conceptos sobre la nación y la venezolanidad, pero todos terminan siendo encausados en nociones abstractas que buscan la denominación de todo un pueblo en una personificación dudosa de Simón Bolívar. La utilización mística de un hombre para definir las infinitas generaciones de un pueblo es un error maldito. Confusión y bastardía es lo que han causado estos esfuerzos por sufrir de una falacia traducida como [arar en el mar].
Es una paradoja que en una cultura política tan personalista se haya atacado tanto a la concepción individualista del ser humano. Todo personalismo caudillista se ha apoyado en el legado de los padres fundadores de la república, así como para satisfacer esa deuda eterna que se le tiene a los militares de una época. Todo Presidente o Dictador se ha empeñado en recordarle a las generaciones infinitas que son pertenencia de los que lucharon para liberarlos. Esto es un culto de servidumbre que impide la realización del presente. Es un culto a la lucha eterna por liberarnos de ataduras imaginarias para suplantarlas por una deuda histórica. Es la fabricación descarada de excusas para impedir la confrontación de la realidad ¿Cuándo se dejará de repetir la historia? ¿Cuándo empezaremos a crearla?
Habría que empezar a salir del laberinto intentando entender qué somos. Habría que empezar por entender que Venezuela no es democrática y nunca lo ha sido. Aún tenemos que definir lo que sería la democracia en Venezuela, bajo nuestras particularidades culturales y limitaciones implícitas. Más importante aun, todavía queda por elucidar qué es la democracia venezolana desprovista de la educación marxista. Los años de democracia en el país fueron el momento pendular que transcurre entre los dos extremos del movimiento oscilante.
Así existe hoy en día el chavismo como la expresión más auténtica de la repetición de nuestra historia política. Todo ha vuelto a ocurrir como ocurrió: el ataque al Congreso por los Monagas, las infinitas modificaciones constitucionales para perpetuarse en el poder, los interminables alzamientos, la continua violación de las leyes, los endeudamientos descarados ¿o se olvida el bloqueo de 1902?, los cultos a la personalidad de Guzmán Blanco, y la constante amenaza de la muerte republicana.
Todo ello se ha vuelto a revivir en el presente y seguirá ocurriendo. Nuestro presente carece de originalidad, porque es solo una repetición. Seguimos y seguiremos en los laberintos de nuestra historia política, confundidos, extraviados y resilientes. Pero para liberarnos del pasado se debe asumir la individualidad y definir nuestra identidad afrontando las fatalidades que conlleva tomar consciencia de uno mismo. Sólo así podremos empezar a derruir las paredes del laberinto.
@andresvolpe
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