Ivana: "sufrir cansa"
Esa carta está dirigida a ustedes, a Hugo, a Nicolás, a Cilia, a Luisa Estela y a Luisa...
GERARDO BLYDE | EL UNIVERSAL
viernes 1 de febrero de 2013 12:00 AM
Hay que tener el corazón bien duro para no haberse conmovido con la carta que la joven Ivana Simonovis, de apenas 15 años de edad, dirigió a los "Señores del Estado Venezolano", es decir, a todos aquellos que ocupan posiciones de poder y que tienen en sus manos la posibilidad de ordenar se acuerden las medidas necesarias para que el infierno vivido durante todos estos años por Iván Simonovis y su familia cese.
Estaba por salir de casa, tomando los últimos sorbos de mi café el pasado miércoles cuando, a las 7:15 am, con la radio encendida, escuché a César Miguel Rondón comenzar la lectura de esta carta. Me quedé, como imagino debe haberle sucedido a miles de oyentes en todo el país, paralizado. Cada frase, cada palabra nos habla de lo que nos ha sucedido como país, como sociedad. Cuánto dolor en esta joven, cuánta impotencia tras años de lucha por los derechos de su padre.
"Sufrir cansa. Llorar cansa. Extrañar al padre de uno cansa. Siento que soy demasiado joven para estar tan cansada". Imagina Hugo que esto lo hubiera escrito una de tus hijas a las que tanto quieres. Imagina Nicolás que este dolor y este llanto lo estuviera sufriendo alguien tuyo. Imaginen ustedes las Luisas del sistema judicial venezolano que quien estuviera cansada de sufrir, de llorar y de extrañar fuera alguien de sus familias. Hoy no me dirijo a ustedes por los cargos que ocupan, me dirijo a los seres humanos que son y por eso los llamo con sus nombres.
"Me parece injusto que la política me arruine la vida. Todos los días me asomo con susto en el espejo, porque siento que tengo canas en mi cabello. No las veo, pero las siento. Y tengo 15 años. Es muy rara esta sensación". Y es que el padre de Ivana no es -y nunca ha sido- político. Ocupó un cargo de seguridad ciudadana, no un cargo político y, sin embargo, la política lo alcanzó, la división del país lo arropó y lo arrojó a un calabozo. Injustamente, la política le está arruinando la vida a Ivana, porque le arruinó la salud a su papá.
"Ya mi sonrisa no es la que sale en las fotos de los álbumes de la familia. Mi sonrisa se quiebra a cada rato, como una galleta. Porque así están los huesos de mi papá. Se han vuelto una galleta por tanto encierro, por tanto no moverse, por tanta sombra. Por favor, les pido, devuélvanle el Sol. Devuélvanle un poquito de vida. Ya bastante ha pagado lo que Uds. consideraron que debía pagar. Su salud está tan deteriorada que tengo miedo -mucho miedo- de que mi papá termine paralítico, en una silla de ruedas. Y más así. Solo. Sin su gente... ".
¿Por qué la saña? Iván no constituye amenaza alguna para ninguno de ustedes. Que él reciba una medida humanitaria que lo regrese a los suyos no va a desestabilizar al Gobierno, ni al sistema judicial, ni a nada de lo que ustedes hagan o deshagan con su revolución. Si ustedes lo consideraron un símbolo que sirvió para demostrar la fuerza que tienen en el ejercicio del poder, ¿por qué ahora no hacerlo un símbolo de humildad, de humanidad, de grandeza de alma?
¿No dices, Hugo, que tu revolución es amor? ¿No exclamas, Nicolás, que ustedes son un gobierno humanista? ¿No tiene esta joven derecho a sonreír sin sentir tanta tristeza en su corazón? Ya sus vidas quedaron eternamente marcadas, la de ella y la de toda su familia.
Piensen si vale la pena tanto dolor, expresado en las líneas que les escribió Ivana. Esas palabras van dirigidas a ustedes, no a mí ni a ninguno de quienes al escucharlas por la radio se nos arrugó el corazón y se nos formó, por un momento, un grueso nudo en la garganta que nos dificultó tragar el sorbo de café.
Nosotros no tenemos forma de ayudar para que el dolor de Ivana cese. Tú, Hugo; tú, Nicolás; tú, Cilia, ustedes, Luisas, sí tienen ese poder en sus manos. Una orden de ustedes es lo único que se necesita para que Iván, Ivana y toda su familia recuperen la sonrisa y no se sientan culpables por sonreír. Ustedes tienen el poder de hacer que Ivana, de 15 años, vuelva a soñar y no se levante pensando que al mirarse al espejo lucirá vieja, canosa de tanto sufrir.
Pocas veces he leído, en tan cortas palabras, tanto dolor. Que provengan esas palabras de una muchacha venezolana, de una compatriota nuestra, tiene que hacernos reflexionar mucho sobre el país que tenemos y lo que la política puede generar. Si había algo que pagar, esta familia ha pagado con creces.
Esa carta dirigida a ustedes, a Hugo, a Nicolás, a Cilia, a Luisa Estela y a Luisa, finaliza así: "no tengo más argumentos. Solo un exceso de dolor. Gracias. Ivana Simonovis".
gblyde@gmail.com / @GerardoBlyde
Notitarde 15/06/2013 .
Estaba por salir de casa, tomando los últimos sorbos de mi café el pasado miércoles cuando, a las 7:15 am, con la radio encendida, escuché a César Miguel Rondón comenzar la lectura de esta carta. Me quedé, como imagino debe haberle sucedido a miles de oyentes en todo el país, paralizado. Cada frase, cada palabra nos habla de lo que nos ha sucedido como país, como sociedad. Cuánto dolor en esta joven, cuánta impotencia tras años de lucha por los derechos de su padre.
"Sufrir cansa. Llorar cansa. Extrañar al padre de uno cansa. Siento que soy demasiado joven para estar tan cansada". Imagina Hugo que esto lo hubiera escrito una de tus hijas a las que tanto quieres. Imagina Nicolás que este dolor y este llanto lo estuviera sufriendo alguien tuyo. Imaginen ustedes las Luisas del sistema judicial venezolano que quien estuviera cansada de sufrir, de llorar y de extrañar fuera alguien de sus familias. Hoy no me dirijo a ustedes por los cargos que ocupan, me dirijo a los seres humanos que son y por eso los llamo con sus nombres.
"Me parece injusto que la política me arruine la vida. Todos los días me asomo con susto en el espejo, porque siento que tengo canas en mi cabello. No las veo, pero las siento. Y tengo 15 años. Es muy rara esta sensación". Y es que el padre de Ivana no es -y nunca ha sido- político. Ocupó un cargo de seguridad ciudadana, no un cargo político y, sin embargo, la política lo alcanzó, la división del país lo arropó y lo arrojó a un calabozo. Injustamente, la política le está arruinando la vida a Ivana, porque le arruinó la salud a su papá.
"Ya mi sonrisa no es la que sale en las fotos de los álbumes de la familia. Mi sonrisa se quiebra a cada rato, como una galleta. Porque así están los huesos de mi papá. Se han vuelto una galleta por tanto encierro, por tanto no moverse, por tanta sombra. Por favor, les pido, devuélvanle el Sol. Devuélvanle un poquito de vida. Ya bastante ha pagado lo que Uds. consideraron que debía pagar. Su salud está tan deteriorada que tengo miedo -mucho miedo- de que mi papá termine paralítico, en una silla de ruedas. Y más así. Solo. Sin su gente... ".
¿Por qué la saña? Iván no constituye amenaza alguna para ninguno de ustedes. Que él reciba una medida humanitaria que lo regrese a los suyos no va a desestabilizar al Gobierno, ni al sistema judicial, ni a nada de lo que ustedes hagan o deshagan con su revolución. Si ustedes lo consideraron un símbolo que sirvió para demostrar la fuerza que tienen en el ejercicio del poder, ¿por qué ahora no hacerlo un símbolo de humildad, de humanidad, de grandeza de alma?
¿No dices, Hugo, que tu revolución es amor? ¿No exclamas, Nicolás, que ustedes son un gobierno humanista? ¿No tiene esta joven derecho a sonreír sin sentir tanta tristeza en su corazón? Ya sus vidas quedaron eternamente marcadas, la de ella y la de toda su familia.
Piensen si vale la pena tanto dolor, expresado en las líneas que les escribió Ivana. Esas palabras van dirigidas a ustedes, no a mí ni a ninguno de quienes al escucharlas por la radio se nos arrugó el corazón y se nos formó, por un momento, un grueso nudo en la garganta que nos dificultó tragar el sorbo de café.
Nosotros no tenemos forma de ayudar para que el dolor de Ivana cese. Tú, Hugo; tú, Nicolás; tú, Cilia, ustedes, Luisas, sí tienen ese poder en sus manos. Una orden de ustedes es lo único que se necesita para que Iván, Ivana y toda su familia recuperen la sonrisa y no se sientan culpables por sonreír. Ustedes tienen el poder de hacer que Ivana, de 15 años, vuelva a soñar y no se levante pensando que al mirarse al espejo lucirá vieja, canosa de tanto sufrir.
Pocas veces he leído, en tan cortas palabras, tanto dolor. Que provengan esas palabras de una muchacha venezolana, de una compatriota nuestra, tiene que hacernos reflexionar mucho sobre el país que tenemos y lo que la política puede generar. Si había algo que pagar, esta familia ha pagado con creces.
Esa carta dirigida a ustedes, a Hugo, a Nicolás, a Cilia, a Luisa Estela y a Luisa, finaliza así: "no tengo más argumentos. Solo un exceso de dolor. Gracias. Ivana Simonovis".
gblyde@gmail.com / @GerardoBlyde
El país cayó en un “letargo”
Simonovis: Cada año pienso éste será el último Día del Padre preso
- Iván Simonovis (cortesía / )
Caracas, junio 15.- Con motivo de la celebración hoy domingo del Día del Padre, Iván Simonovis pidió hacer públicas sus reflexiones, en las que envía su felicitación, desde la cárcel de Ramo Verde, a los padres que puedan disfrutar de su condición y expresa su frustración porque cada año se dice a sí mismo que será el último que pasará la efemérides preso. Además, en la misiva el ex comisario advierte que el país está inmerso en el letargo, mientras el gobierno sigue secuestrando las libertades democráticas.
A continuación la carta:
“Hoy desperté y hacía un espléndido día de sol. Era uno de esos días en los que provoca salir a la calle, pasear por la ciudad, caminar entre la gente, comprar el periódico o una buena revista, quizás hacer un poco de deporte, subir al Ávila, sencillamente, gozar del placer de sentirse vivo.
Ese rayo de sol que nos calienta en la mañana en ese paseo, en esa charla con la familia y los amigos... es en esos días donde se siente que la felicidad viene de pequeños placeres, del disfrute de las cosas cotidianas que están allí, a tu alcance, y que muchas veces no las ves.
Pero algunos, lo único que podremos ver, a través de una reja, será cómo la mañana se convierte en noche, cómo el día se desvanece y, con él, las esperanzas de compartir verdaderos momentos familiares.
¿Saben cuántos padres el día de hoy no tendrán nada que celebrar porque no tienen empleo? ¿Cuántos padres no estarán con sus hijos porque se los arrebató el hampa? ¿Cuántos no estarán con sus hijos por estar presos o ser exiliados o perseguidos políticos?”.
Cada año tras las rejas pienso “éste será el último Día del Padre en estas circunstancias”, pero van nueve celebraciones y nada cambia. Quiero ver a mis hijos y esposa en la “vida real” y confieso que estoy harto de estar con ellos “en espíritu”, como un muerto en vida, harto que una justicia infame nos tenga condenados a solo mirar atrás, que el futuro sea una incógnita. A mí, este “sistema de justicia”, inmoral e injusto, me sigue aplicando una pena de muerte en cámara lenta. Se me ha negado tener la vida que me corresponde, se me ha convertido en un proscrito per se.
Lamento decir esto, pero veo que el país ha sucumbido en un inexplicable letargo mientras el poder adquisitivo y las vidas de los venezolanos desaparecen a diario. Por otro lado, aquí lo urgente sustituye lo importante y nosotros “los proscritos” no somos ni urgentes ni importantes.
La lucha por la libertad y los derechos civiles es más que discursos y mensajes de redes sociales. No se puede permitir que un grupo, por ruidoso que sea, frustre la voluntad de millones de venezolanos. Es hora de serenidad, pero ha sido con perseverancia y contundencia que los pueblos han elevado su voz hasta conseguir igualdad, derechos y la libertad que por ley les corresponde.
Con estas palabras no busco generar violencia, sino conciencia. Toda mi solidaridad con los estudiantes universitarios y el periodista Leocenis García.
Feliz Día del Padre a quienes lo puedan disfrutar. (Con información de El Universal)
A continuación la carta:
“Hoy desperté y hacía un espléndido día de sol. Era uno de esos días en los que provoca salir a la calle, pasear por la ciudad, caminar entre la gente, comprar el periódico o una buena revista, quizás hacer un poco de deporte, subir al Ávila, sencillamente, gozar del placer de sentirse vivo.
Ese rayo de sol que nos calienta en la mañana en ese paseo, en esa charla con la familia y los amigos... es en esos días donde se siente que la felicidad viene de pequeños placeres, del disfrute de las cosas cotidianas que están allí, a tu alcance, y que muchas veces no las ves.
Pero algunos, lo único que podremos ver, a través de una reja, será cómo la mañana se convierte en noche, cómo el día se desvanece y, con él, las esperanzas de compartir verdaderos momentos familiares.
¿Saben cuántos padres el día de hoy no tendrán nada que celebrar porque no tienen empleo? ¿Cuántos padres no estarán con sus hijos porque se los arrebató el hampa? ¿Cuántos no estarán con sus hijos por estar presos o ser exiliados o perseguidos políticos?”.
Cada año tras las rejas pienso “éste será el último Día del Padre en estas circunstancias”, pero van nueve celebraciones y nada cambia. Quiero ver a mis hijos y esposa en la “vida real” y confieso que estoy harto de estar con ellos “en espíritu”, como un muerto en vida, harto que una justicia infame nos tenga condenados a solo mirar atrás, que el futuro sea una incógnita. A mí, este “sistema de justicia”, inmoral e injusto, me sigue aplicando una pena de muerte en cámara lenta. Se me ha negado tener la vida que me corresponde, se me ha convertido en un proscrito per se.
Lamento decir esto, pero veo que el país ha sucumbido en un inexplicable letargo mientras el poder adquisitivo y las vidas de los venezolanos desaparecen a diario. Por otro lado, aquí lo urgente sustituye lo importante y nosotros “los proscritos” no somos ni urgentes ni importantes.
La lucha por la libertad y los derechos civiles es más que discursos y mensajes de redes sociales. No se puede permitir que un grupo, por ruidoso que sea, frustre la voluntad de millones de venezolanos. Es hora de serenidad, pero ha sido con perseverancia y contundencia que los pueblos han elevado su voz hasta conseguir igualdad, derechos y la libertad que por ley les corresponde.
Con estas palabras no busco generar violencia, sino conciencia. Toda mi solidaridad con los estudiantes universitarios y el periodista Leocenis García.
Feliz Día del Padre a quienes lo puedan disfrutar. (Con información de El Universal)
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