Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

jueves, 13 de junio de 2013

LA NORMALIZACIÓN DEL MALESTAR. Que no haya recursos económicos, ni talento humano para mejorar la gestión, ni liderazgo suficiente para atenuar las amenazas, ni credibilidad para generar la expectativa de un futuro mejor, son todos factores que conspiran contra "la normalización" de la cual se habla en los corredores políticos. Estremecida como se encuentra, la revolución sólo puede esperar un único tipo de "normalización": la de la queja, la del malestar, la del descontento y la impaciencia... Parte I

La represión y la censura no contendrán el repudio

"La normalización": las falsedades del "borrón y cuenta nueva"

Quienes simpatizan con "la normalización" omiten la profundidad de los problemas que con ella se procuran acallar y se hacen de la vista gorda con una trampa caza bobos, cuyo propósito es buscar una supuesta "pacificación" basada en la resignación

ARGELIA RÍOS |  EL UNIVERSAL
jueves 13 de junio de 2013  08:41 AM
El llamado "comandante eterno" siempre trató de evitar que el país lo percibiera como el presidente de un gobierno "normal".  Estaba convencido de la necesidad de que los venezolanos lo distinguieran como el jefe de una genuina revolución socialista. "La normalización" de la que tanto se habla por estos días en los cenáculos de la "sucesión" estaba reñida con la esencia de lo que Chávez había concebido como un proyecto de poder sin restricciones de algún tipo, incluyendo los obstáculos temporales de los que suelen ser alérgicos los regímenes perpetuistas.

El jefe del proceso bolivariano no deseaba que se le tuviera como a cualquiera de sus antecesores: no le bastaba ser tan sólo un mandatario, porque haberlo sido le habría impuesto barreras contradictorias con la desmedida megalomanía de la cual fue encarnación refinada. El afán de edificarse una épica particular  resultaba del todo coherente con su anhelo de trascender a quienes le precedieron en la primera magistratura. También, sobretodo, era consistente con la idea de resellarle al país que la suya no era siquiera una "gestión administrativa", tal cual como se conocen los períodos constitucionales republicanos.

LA "NORMALIDAD" ES ENEMIGA DEL TEATRO REVOLUCIONARIO. La obsesión de Chávez, para que los venezolanos asumieran su proyecto personal como una revolución  con todas las de la ley,  nunca estuvo guardada bajo llaves: era notoria su convicción de que llamándola de ese modo el país le conferiría la tolerancia y la indulgencia con que comúnmente los pueblos valoran los desastres causados por estos febriles ensayos políticos... Si "el gigante bolivariano" conforme lo han bautizado las atrevidas viudas que pronto ya han comenzado  a vulnerar su testamento ideológico hubiera consentido que se le tomara como la cabeza de una administración  normal y "normalizada", con certeza la población le habría evaluado como a cualquier presidente "normal", con la aspereza con la cual se tasan las gestiones desprovistas de eficiencia y decoro.

Chávez junto a su deshonesto aparato propagandístico bregó sin descanso para que sus seguidores le concedieran una confianza ciega, independiente de la calidad  y decencia del gobierno que condujo por catorce años. Tan ardua tarea la  hizo apelando con abuso a los más sofisticados mecanismos de manipulación, de esos que sólo son empleados en naciones donde el poder se conduce sin miramientos en el plano de los escrúpulos.  La agitación permanente y el tumulto callejero pieza vertebral de toda teatralidad revolucionaria contribuyeron  a postergar indefinidamente  las expectativas de una vida mejor para el pueblo ingenuo que con él se resteó con hambre y sin empleo.

LA POTABILIZACIÓN DEL "GRAN VIRAJE". El visceral rechazo que Chávez tuvo siempre por la "normalización" del país por ser ésta un contrasentido que descarrilaría a cualquier revolución ha sido hoy lanzado a la basura por los mismos que durante años mantuvieron a Venezuela agitada, simulando una revolución eximida en virtud de sus híper objetivos tácticos y estratégicos de rendirle cuentas a sus propios seguidores. Por donde se le mire, "la normalización" que hoy causa el  insomnio  de "los herederos", encubre la urgencia que éstos poseen de apaciguar las fallas de su legitimidad de origen y los efectos perniciosos del gran viraje económico que se han visto obligados a emprender, tras descubrir  que el legado del "comandante eterno" hoy devenido en responsable personalísimo de una desgracia económica sin precedentes   no es más que una herencia maldita, imposible de conducir desatendiendo cuando menos algunas mínimas y rígidas normas del mercado.

PAN PARA HOY, HAMBRE PARA MAÑANA. La preocupación, como es lógico, transita los corros de la tropósfera bolivariana, donde "la sucesión" es objeto de señalamientos subidos de tono, entre los que destaca la traición y  el perjurio. "Normalizar" al país, a contrapelo de los contenidos del Plan Nacional Simón Bolívar" que planteaba la construcción del Estado y de la economía comunal, eje de las ensoñaciones finales de Chávez , encarna un propósito claudicante que, en opinión de sus detractores psuvistas, echará por tierra la posibilidad de conservar el poder, tal como lo piensa la nueva jefatura de la revolución. Desde la perspectiva de sus críticos bolivarianos, la mira corta del plan que apenas persigue capear el fuerte temporal en medio del cual se ha inaugurado Maduro , no puede ser más evidente, aunque en el interregno  inmediatista pueda alcanzarse el propósito de evitar un follón  de dimensiones incontrolables, para un heredero de legitimidad cuestionada  y  menesteroso en materia de atributos propios. En dos platos, existe la certeza de que Maduro y el politburó sólo están pensando en el presente, pero no en el mañana del proyecto bolivariano.

LA RESIGNACIÓN NO ES ACEPTACIÓN En opinión de las voces levantiscas de la alianza patriótica, ganar unos cuantos meses de gracia, mientras continúa el agrietamiento de los pilares del "proceso", no suprimirá jamás los riesgos que seguirán reproduciéndose, aunque "la sucesión" haga todo cuanto hace para silenciar a los medios y sepultar el malestar popular, producto de demandas con las cuales no logró bregar ni el mismo "comandante eterno".  La comprobada destreza que Chávez tuvo para reciclar las expectativas de la gente humilde y así mantenerla amarrada siempre a su cintura hoy no está presente en esta coyuntura, donde la "normalización" surge como una opción orientada a enterrar como quien vende el sofá las quejas y la  pesadumbre causadas en apenas dos meses de gobierno, y a estimular una improbable resignación ante la ineficiencia y la crisis económica. Pensar que un país resignado es un país acrítico, representa una equivocación clave, en criterio de los alzados endógenos: la verdad, dicen,  es que, debajo de la prohibición de las noticias desagradables que el gobierno acalla con su puño de hierro, latirá siempre, y acechante, un repudio creciente que, inevitablemente, se ahondará  en la medida en que la intimidación y la generación de miedo procure seguir soterrando la irritación de las masas.   

El punto es claro y a ello responde el malestar en las filas radicales del "proceso": "la normalización" no supone en modo alguno una estabilización del presente instante político, ni del proyecto revolucionario, ni mucho menos una garantía para que éste brille en el largo plazo... Ella es tan sólo una arruga que se corre, un mientras tanto de mecha corta. 

NORMALIDAD Y LUCHA DE CLASES. Quienes desde el chavismo acusan hoy de estafadores a los miembros del politburó del "chavismo sin Chávez", lo hacen movidos por la misma inquietud que el "comandante eterno" computó al aferrarse a la idea de diferenciarse de los presidentes que le precedieron. Aunque el discurso de los herederos todavía contenga residuos del pasado reciente, una "normalización" de la vida política,  en la acepción con que se le usa por estos días, implica al menos mientras sea necesario la clausura formal de la revolución y de la agitación popular como herramienta de su pseudo empoderamiento. Supone, asimismo, la reducción de la muy alta intensidad de las agrias controversias con los enemigos internos y externos: nada menos que la nuez de una polarización que sólo rindió grandes ganancias al oficialismo, al abonar el terreno para la instigación  de una lucha de clases que sirvió de telón de fondo para que el país chavista evaluara la gestión de su líder, más por la hábil explotación de sus resentimientos, que por la valía y calidad de su gestión, o por el cumplimiento de sus incontables promesas olvidadas. 

LAS FALLAS SON TECTONICAS. La inflación, el desabastecimiento, la insuficiencia de los ingresos petroleros y el destino desconocido de los milmillonarios recursos de los fondos resguardados por las aves de rapiña de los que nadie habla, y la corrupción cuyos rostros ya se asoman en esta suerte de "destape" expresado en negocios concretados con dineros sucios son las líneas del boceto de una crisis a la cual se le pretende encarar "normalizando" un estilo de relacionamiento interno y externo, de suyo contaminado por las secuelas del implacable ciclo que falleció con la muerte de Chávez... El borrón y cuenta nueva que está implícito en el intento sólo puede ser sostenido en el mundo de la imaginación y de los laboratorios políticos, muy dados a diseñar laberintos bien plasmados en el papel, pero que tropiezan con las fallas tectónicas de realidades ya muy enraizadas. 

SÓLO SE CONSTRUYEN PERCEPCIONES. Imaginar que "la normalización" auspiciada por Maduro y los cubanos disolverá  los enconadísimos problemas que amenazan la estabilidad de "la sucesión" es poco más que ingenuo. Tanto como pensar que tal "normalización" evaporará por completo el riesgo de que la población quiebre los diques que hoy contienen su indignación, por causa de una inexplicable crisis económica en esta potencia petrolera nuestra que exalta los humores populares alrededor de la sordidez de la corrupción revolucionaria.  Creer que "la normalización" diluirá el recuerdo de las promesas olvidadas, en degrado del pueblo al que se le mintió sostenidamente, o que con ella el país olvidará los tantos ultrajes y abusos cometidos desde y por el poder, significa una gran incomprensión del momento y de la insuficiencia de este recurso al cual se apela para sofocar el drama "la sucesión". Tampoco sería suficiente la ofensiva propagandística en la que se ha embarcado "el chavismo sin Chávez" tratando de emular al "comandante supremo" con el cuento del "gobierno de calle" , ideada, como ya es habitual, no para presentar logros radiantes que justificarían la continuidad del "proceso", sino sólo para moldear las percepciones en torno a una gestión donde lo importante son  las "sensaciones" subjetivas, más que  las obras concretas y tangibles de la administración revolucionaria.   

LA NORMALIZACIÓN DEL MALESTAR. Que no haya recursos económicos, ni talento humano para  mejorar la gestión, ni liderazgo suficiente para atenuar las amenazas, ni credibilidad para generar la expectativa de un futuro mejor, son todos factores que conspiran contra "la normalización" de la cual se habla en los corredores políticos. Estremecida como se encuentra, la revolución sólo puede esperar un único tipo de "normalización": la de la queja, la del malestar, la del descontento y la impaciencia...  De la tragedia se habla en voz alta en las covachas rojas, donde se sabe que "el proceso" está boqueando y que la situación ya no acepta los manidos rituales propagandísticos y represivos, a los que se está invocando para enclaustrar el malestar popular. El problema es de una complejidad que supera los guiones ya conocidos: en especial, porque no es Hugo Chávez quien está al frente de los timones de una revolución que, en su ausencia, ha pasado a ser tan sólo un gobierno "normal". Un gobierno que, ciertamente, está consiguiendo que ya no se hable del fraude ni de la ilegitimidad de origen, pero que ahora enfrenta titulares mucho más "desestabilizadores": por ejemplo, los del desabastecimiento y el alto costo de la vida, en una nación donde los venezolanos fueron convencidos de tener "Patria", aunque paran cada día para conseguir los productos esenciales de su cesta básica.

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