El Rómulo Gallegos fue para una obra que visibiliza el Caribe
El narrador nacido en 1960 es también poeta, artista plástico y productor audiovisual
La historia de un personaje suspendido en la desesperanza de una ciudad caribeña que lo agobia y de su transformación al enamorarse de una obrera afectada por la revolución cultural china es el argumento de la obra Simone de Eduardo Lalo, que resultó ganadora del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos.
Es la primera vez, en 14 ediciones, que un autor de Puerto Rico se lleva el galardón que honra al escritor de Doña Bárbara.
La obra que inauguró la serie sobre literatura caribeña del sello argentino Ediciones Corregidor es una fiel muestra de las nuevas tendencias de la novela en castellano, apuntaron los tres miembros del jurado, reunido ayer en la Casa de Estudios Rómulo Gallegos. “Nos presenta un argumento que intercepta diversas experiencias históricas, sociales, culturales y estéticas de la situación contemporánea a partir de los encuentros y desencuentros azarosos del personaje narrador con una mujer enigmática”, leyó el académico venezolano Luis Duno Gottberg del acta del jurado, después de señalar que las finalistas de esta edición del premio evidencian que la literatura latinoamericana está abierta a nuevas sensibilidades.
Ricardo Piglia, ganador del año pasado con Blanco nocturno, agregó que se sentía satisfecho porque la narrativa latinoamericana está desplegando una potencia que la coloca entre las más renovadoras de las letras contemporáneas. “En el conjunto de las 200 novelas y en las finalistas encontramos una gama de poéticas y de formas narrativas muy variadas, que van desde los usos renovadores de los géneros tradicionales a los modos más renovadores de las experimentaciones narrativas. La obra que elegimos como ganadora en cierto sentido condensa muchas de estas cuestiones, porque tiene una mirada paranoica que puede asociarse a ciertas narrativas de género y avanza uniendo un contenido erótico con uno social y político”.
El tercer integrante del jurado, el también puertorriqueño Juan Duchesne Winter, indicó que le llama la atención de la novela que Lalo se refiere a ciertos “seres que son invisibles”, o más bien invisibilizados de la sociedad caribeña: “Como la propia protagonista de la novela, que es una obrera de restaurantes chinos. Puerto Rico ha sido un poco como esos seres invisibles y esta novela por cuenta propia reclamó el interés de todos los miembros de jurados, independientemente de que yo estuviera allí. Y, contradiciendo al autor, se hizo visible”.
Premio y política. La ausencia de escritores venezolanos de peso entre los participantes se hizo más evidente este año que en las dos ediciones anteriores. A excepción de Las puertas ocultas de José Napoleón Oropeza, editada por Bid & Co., ningún otro sello inscribió novelas de autores nacidos en el país.
Varios escritores nacionales se quejan de que, desde 2005, cuando ganó el español Isaac Rosa con la novela El vano ayer, el premio se politizó, y en consecuencia sólo se ha entregado a narradores afectos al chavismo. Quizá algo haya de eso, pues en 2007 fue para Elena Poniatowska y en 2009, para William Ospina, ambos admiradores declarados de Hugo Chávez. Al mismo Piglia, cuando vino a recibir el galardón, se le escuchó varias veces preguntar, muy animando, si tendría la oportunidad de conocer al entonces Presidente.
Ayer Roberto Hernández Montoya se refirió directamente a ello. En lugar de hablar de la calidad de las obras –porque los autores nombrados son todos de indiscutible importancia–, el presidente del Celarg, la institución que otorga el reconocimiento, prefirió enfatizar que el Rómulo Gallegos estuvo politizado desde el principio: “Tan politizado era que el propio Rómulo Gallegos fue Presidente de la República, de modo pues que ponerle su nombre al premio era comprometerlo políticamente, para bien o para mal”.
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