Los hechos hablan por sí solos
El Nacional 13 DE FEBRERO 2015 - 00:01
Las explicaciones sobran.
Lo que importa es que aquí se dicen y se hacen cosas: buenas, malas, regulares, injustas o ajustadas a las leyes. El hecho es que se ejecutan órdenes y no se discute su pertinencia. Se cumplen y punto. La base de todo es mantener vivo en el pueblo el concepto de que hay un gobierno que manda, sin tapujos ni cortapisas, sin ambages, sin nimiedades, sin consideraciones. No importa quién, ni cómo, ni dónde, lo que se debe destacar es qué se hizo. El Estado es el padre proveedor y es de él de donde proviene el bienestar, no de los dueños de empresas que pretenden disfrazar su éxito con dádivas y aparentes servicios a la comunidad, ni de los líderes políticos. Ellos son en realidad unos saboteadores del plan de socialización profunda y total de la nación.
El pueblo escogió a quienes considera sus representantes y mandantes en esta saga histórica. El fin justifica los medios y por tanto las conductas individuales de estos gobernantes son aceptadas sin cuestionamiento alguno y autodefendidas a ultranza, pues el principio básico del desarrollo del Estado socialista del siglo XXI es la aceptación indiscutida de las verdades construidas por los revolucionarios con base en las necesidades del momento: si hay que mentir, se miente; si hay que asociarse con la guerrilla o el narcotráfico, se hace; si hay que ir contra principios, valores, leyes y normas constitucionales, se irá; si hay que apartar a fulano o a mengano, se hará, y si hay que apropiarse de alguna empresa o servicio, se hará también. Todas las acciones del gobierno son válidas y convenientes por el solo hecho de ser acciones del gobierno.
La legitimidad de esas acciones es envolvente y fundamental, surge de improviso y del revestimiento íntimo personal del jefe, no son cuestionables excepto por las vías que permiten y señalan las leyes, pero la decisión judicial correspondiente será aquella que los jueces decidan o dejen de decidir, en cuyo caso el tiempo castigará con su guadaña al irrespetuoso ciudadano que osó oponerse o fue apresado por decisiones político-administrativas de sórdido nivel.
Bueno, en este breve discurso expuse, en el lenguaje más perlado del que fui capaz, la realidad actual de Venezuela, nada diferente de la de otros países que han atravesado por semejante prueba. Lo bueno es que no va a durar tanto como algunos creen, ni tan poco como otros deseamos. Lo peor es que el cambio va a señalar nuestras deficiencias sociales y personales de manera cruenta y recuperarnos de tal desgracia nos costará lágrimas, mucho esfuerzo, energía y tiempo, pero al final seremos un pueblo feliz, contento, entusiasmado y todos empujaremos en el mismo sentido con fuerza, acatando la Constitución y manifestando nuestro orgullo de ser un pueblo justo, trabajador, respetuoso de la diversidad y seguros de haber elegido nuevos gobernantes que muestren de manera humilde su vocación de servicio y su respeto por el pueblo y las leyes.
El ojo más caro
El Nacional 12 DE FEBRERO 2015 - 00:01
Parece una ironía pero el juego de chapitas de Hugo Chávez con el teniente Alejandro Andrade nos costó a los venezolanos mucho más que un ojo de la cara. Porque por encima de la anécdota sobre la manera en que el comandante de la revolución bolivariana protegió y consintió a su escolta y asistente por haberle herido un ojo en el popular juego, las revelaciones de Swiss Leaks sobre las cuentas ocultas en la sucursal suiza del banco HSBC, bajo la firma de Alejandro Andrade y Rodolfo Marco Torres, dan cuenta precisa de la manera como se llevó a cabo el saqueo más devastador y voraz de la historia venezolana. Corrupción administrativa ha habido y habrá siempre en el mundo del dinero y el poder. La codicia y la ambición son pasiones tan humanas como el amor y la compasión. Pero lo que más perturba e indigna de la corrupción chavista es la combinación de al menos tres factores que la convirtieron en un morbo social terminal: 1- La amigable y jocosa liviandad con que se llevó a cabo y fue aceptada por un pueblo festivo regocijado en su viveza y picardía. 2- La hipocresía y el cinismo de haberla ejercido en nombre de la dignidad del pueblo y como revolución de los excluidos. 3- La magnitud de las cantidades que rompieron todos los esquemas con que hasta 1998 se había percibido y medido la corrupción.
12 millardos de dólares manejados a discreción es mucho dinero, es más del doble de las reservas internacionales que tiene la nación en estos momentos. Pero no es asunto de indagar y denunciar qué parte de ese caudal fue convertido en aviones privados o en caballos en Hollow Creek Farms. La magnitud de la riqueza y la extravagancia de la boliburguesía han sido denunciadas reiteradamente de mil maneras sin producir el más mínimo efecto electoral. Lo que importa es comprender la magia y perversión del método bolivariano. Hasta que apareció Hugo Chávez en el panorama político con la promesa de reconstituir el poder moral y combatir la corrupción, esta última se había entendido como apropiación privada de lo público. Chávez encontró una fórmula prodigiosa para borrar la frontera entre lo público y lo privado. Se proclamó representante ungido del pueblo y usó el presupuesto de la nación como un dispendioso padre que usa y dispone como quiere del patrimonio familiar. En vez de las tajadas y comisiones de los adecos y copeyanos, Chávez dividió los ingresos de la nación en dos grandes partes, una asignada al presupuesto de la nación y otra para los amigos de la revolución.
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