Dentro de la unidad somos seres únicos y especiales. Lo importante es dejar brillar esa luz que llevamos dentro y que nos une en la frecuencia del amor incondicional y la consciencia.
Los ritmos del corazón los determinamos a libre albedrio; según nuestros sentimientos o emociones. Lo esencial es mantenernos en una vibración elevada y constante, una vibración rítmica que lleve la música de las esferas centrada y conectada a la fuente de origen, derramando ese amor universal que nos hace seres únicos y especiales.
Recuerda que cada gota de agua que fluye desde el interior de tu corazón, es esencia de tú alma. Por más diminuta que parezca la existencia, celebra y da gracias por cada amanecer, al abrir las puertas del manantial, notarás la frecuencia del amor que nos une a todos en un solo corazón. Haz de tu gota un manantial.
Te quiero mucho, gracias por ser y estar.
Besos del alma.
Por eso recuerdo a Hamilton Naki
Hamilton Naki, que murió el 29 de mayo a los 78 años, empezó de jardinero en la Universidad de Ciudad del Cabo. Luego limpió las jaulas del Departamento Médico y, más adelante, trabajó como anestesista de animales. Lo más importante es que su destreza hizo posible el primer trasplante de
corazón humano.
La muerte de Hamilton Naki, condenado durante casi cuatro décadas al anonimato por su condición de negro, nos recuerda uno de los episodios más vergonzosos de la medicina moderna.
En la Sudáfrica racista del apartheid, donde se establecían diferencias en el sistema jurídico en función del color de la piel, fue Christian Barnard -sudafricano blanco- quien en 1967 recibió todos los honores por llevar a cabo el primer trasplante de un corazón humano. Pero fue también Naki, el humilde autostopista, quien aquella noche hizo posible lo que durante siglos había supuesto un reto imposible para la medicina. (Ver apartheid en Sudáfrica)
UN HÉROE OLVIDADO, QUIEN FUE EL DR. NAKI?....
Hamilton Naki, un sudafricano negro de 78 años, murió a finales de mayo.
La noticia no figuró en los diarios, pero la historia de él es una de las más extraordinarias del siglo XX.
El cine lo bautizo como “El cirujano clandestino “
Naki era un gran cirujano. Fue él quien retiró del cuerpo de la dadora el corazón para ser transplantado en el pecho de Louis Washkanky en 1967, en la ciudad del Cabo, en África del Sur, en la primera operación de transplante cardíaco humano con buen resultado.
Es un trabajo delicadísimo. El corazón donado tiene que ser retirado y preservado con el máximo cuidado.
Naki era tal vez el segundo hombre más importante del equipo que hizo el primer transplante cardíaco de la historia.
Pero no podía aparecer porque era negro en el país del apartheid.
El cirujano-jefe del grupo, el blanco Christian Barnad, se transformó en una celebridad instantánea. Pero Hamilton Naki no podía salir en las fotografías del equipo.
Cuando apareció en una, por descuido, el hospital informó que era un empleado del servicio de limpieza.
Naki usaba chaleco y máscara, pero jamás estudió medicina o cirugía.
Había abandonado la escuela a los 14 años. Era jardinero en la Escuela de Medicina de la Ciudad del Cabo.
Pero aprendía de prisa y era curioso.
Cambió e hizo toda la clínica quirúrgica de la escuela, donde los médicos blancos practicaban las técnicas de transplantes en perros y cerdos Comenzó limpiando los chiqueros.
Aprendió cirugía presenciando experiencias con animales.
Se transformó en un cirujano excepcional, a tal punto que Barnard lo requirió para su equipo.
Era un quiebre para las leyes sudafricanas. Naki, negro, no podía operar pacientes ni tocar sangre de blancos. Pero el hospital hizo una excepción para él. Se transformó en un cirujano... pero clandestino Era el mejor.
Daba clases a los estudiantes blancos, pero ganaba salario de técnico de laboratorio, el máximo que el hospital podía pagar a un negro Hamilton Naki enseñó cirugía 40 años y se retiró con una pensión de jardinero, de 275 dólares por mes.
Pero eso no le importó. El siguió estudiando y dando lo mejor de sí, pese a su discriminación
Después que el apartheid acabó, ganó una condecoración y un diploma de médico honoris causa.
Nunca reclamó por las injusticias que sufrió en su vida entera.
Pese a su clandestinidad y discriminación Jamás dejó de dar lo mejor de sí... Su pasión por ayudar a vivir..
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