Ángel Hurtado: Las políticas culturales están casadas con lo ideológico
El creador considera que no pertenecer al circuito expositivo caraqueño lo pone en desventaja. Sin embargo, prefiere mantenerse al margen de la capital, donde a su juicio prima el desastre
Ángel Hurtado no se esperaba que lo seleccionaran para ser el artista homenajeado de la Feria Iberoamericana de Arte de Caracas, que abrirá sus puertas el 27 de junio. ¿La razón? No pertenece al circuito de museos y galerías de Caracas, Mérida o Maracaibo, lo que a su juicio cuenta a la hora de recibir reconocimientos. Hace 18 años que decidió establecerse en Margarita. “Me aislé completamente de esta ciudad, que no aguanto. Es la capital más peligrosa y en estos 15 años de revolución se ha vuelto insoportable. Por eso creía que ya no me recordarían”, dice sentado en un sofá de la librería Kalathos.
Conocido por su obra como paisajista, el pintor dejó momentáneamente su autoexilio en la playa para participar en las actividades de promoción de la feria, que le dedicará una miniantología de su obra de los años cincuenta.
—¿Cómo fue su partida de Caracas?
—Me fui en 1954 a París. Allá estuve 12 años. Después fui a Estados Unidos y me quedé 25 años. Cuando me retiré del trabajo que tenía en el Museo de Arte de las Américas en Washington decidí venirme a Venezuela, pero al llegar a Caracas y ver el desastre en que se convirtió la ciudad decidí aislarme en la isla de Margarita. Compré una casita a orillas del mar, allí hice mi taller. Disfruto y pinto todos los días. Estoy exiliado. Vengo a Caracas ocasionalmente, cuando hay algún evento que vale la pena.
—¿Ese exilio voluntario del que habla repercute en la obra, en el reconocimiento que pueda tener como artista?
—En mi caso sí. Después de tanto tiempo viviendo en grandes ciudades, regresé a mi país con sed de la naturaleza. En esos 37 años que estuve afuera no había visto ni una estrella. Cuando llegué a Margarita y vi el cielo estrellado fue un shock, como si estuviera descubriendo el universo. Me gusta mucho vivir en medio de árboles, en un sitio aislado, lejos de la ciudad. De vez en cuando viajo a la Gran Sabana, que es motivo de inspiración para mi obra. Estoy trabajando en la serie de los tepuyes, explorando esos paisajes maravillosos que para mí son los más bellos del mundo.
—¿Un artista que vive y trabaja en el interior tiene las mismas oportunidades que uno que está en Caracas?
—Es necesario estar vinculado a las instituciones artísticas, que en su mayoría están en Caracas, para que lo reconozcan a uno, pero eso a mí me tiene sin cuidado. A mí lo que me interesa es trabajar. Por eso aprecio mucho que la gente de la FIA me fuera a sacar de mi cueva.
—¿Qué exhibirá en la feria?
—El curador Alberto Asprino iba a hacer una especie de retrospectiva de mi trabajo, pero lamentablemente el espacio que le dieron fue de solamente diez metros. Entonces él redujo la muestra a obras de los años cincuenta. Se limitó a elegir una decena representativa del trabajo que yo desarrollé en París. Sin embargo, un día antes de la inauguración de la FIA, el 26 de junio, expondré en el Trasnocho Cultural. Allí mostraré pinturas recientes de gran formato de la serie de los tepuyes. Tendré esas dos exhibiciones paralelas.
—Todavía hay quienes aseguran que la pintura ha muerto. ¿Qué tiene que decirles a los detractores del medio?
—Que están totalmente equivocados. Cada año la pintura tiene más repercusión. Empezó en la prehistoria con las obras halladas en la cueva de Altamira y hasta el día de hoy es un medio gráfico y directo de expresión del hombre. La pintura seguirá y sus grandes obras seguirán siendo eternas. El juicio final de Miguel Ángel, La Gioconda de Leonardo Da Vinci o cualquier Rembrandt son para toda la vida.
—¿Cómo evalúa las políticas culturales del Estado, sobre todo en materia de museos?
—Lamentables. En el momento actual no visito los museos porque me da miedo. Un amigo fue a la Galería de Arte Nacional hace unos días y al salir tres muchachos lo asaltaron. Insisto, en esta ciudad uno no puede vivir, a todos mis amigos de acá los han asaltado. Además, las políticas culturales están casadas con lo ideológico, tratando de imponer un pensamiento. Me parece aberrante que Venezuela haya llevado a la Bienal de Venecia el arte de los grafitis políticos. Me parece una cosa escandalosa y de mal gusto, totalmente fuera de lugar en el certamen más importante del arte internacional. Quedamos como un país subdesarrollado. Es lamentable la decisión del Gobierno. Respecto a los museos, creo que están tratando de convertirlos en espacios de exhibición de artesanías, cosa que me parece muy bien, pero el arte no puede desaparecer ante la artesanía.
—¿No cree, sin embargo, que se le ha abierto una ventana importante a los jóvenes en el Museo de Arte Contemporáneo y en el Museo Alejandro Otero?
—Sí se les han abierto puertas, pero a la larga en estas salas todo termina dependiendo de la ideología que tengan los artistas. Hay favoritos, no hay amplitud. Antes no había esta discriminación por la ideología. Todos nos comunicábamos. Ahora hay dos bandos en el arte, como todo en Venezuela. Es un país polarizado gracias a las políticas equivocadas del Gobierno.
—¿Esa politización no ha alcanzado al circuito privado?
—En todas partes se cuecen habas, pero en las galerías hay libertad, no hay procesos ideológicos. Son oficinas comerciales en las que los artistas pueden vender. Y son necesarias porque los artistas no podemos ir a la calle a vender nuestras obras.
—¿Y que pasa en un país cuando todo el arte se vuelve o comercial o ideológico?
—Se autodestruye el arte. No debería ser así. Es una cosa muy personal, de comunicar, de decir lo que uno quiere hacer. El arte tiene que decir algo, no creo que deba ser una criptografía que sólo la entienda el autor y la crítica especializada. El artista plástico es como un escritor que hace una novela. El público debe entenderla, porque de lo contrario no tiene sentido.
Tepuyes de luz y sombra
Ángel Hurtado se define como paisajista, pero eso no lo convierte automáticamente en un pintor figurativo y, menos aún, realista. Sus tepuyes son abstractos, porque no busca representar la realidad ni propone una pintura descriptiva. “Me interesa tratar los tepuyes como símbolos y abordar a partir de ellos las relaciones entre luces y sombras. Por eso, la exhibición que presentaré en la sala TAC del Trasnocho Cultural se titula Luces y penumbras. En mis obras evito todo lo que es hecho por el hombre. No verán casitas”.
El artista homenajeado de la FIA nació en El Tocuyo, Lara, en 1927. Estudió en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas y formó parte del Taller Libre de Arte. Además, estudió Cine en París. Es un destacado documentalista especializado en el campo de las artes visuales. Ese fue el oficio que alternó con su carrera como pintor y que le dio de comer durante varias décadas. “Ahora vivo de la pintura. Por eso siempre digo que los primeros 80 años son los más difíciles”.
@cvmendez90
cvmendez@el-nacional.com
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