Albert Camus no fue al paraíso
21 DE AGOSTO 2013 - El Nacional
Ahora se rumora que Albert Camus podría haber muerto a manos de los servicios secretos de la Unión Soviética; así, el accidente donde el Facel-Vega en que viajaba se estrella espectacularmente contra un árbol podría haber sido provocado por el KGB. Bueno, nada de que extrañarse, asesinar oponentes es algo que los comunistas han hecho y continúan haciendo muy bien, no olvidar al presente a China, a Corea del Norte y, claro, a Cuba; viejo y eficiente oficio de los camaradas en cualquier tiempo y latitud.
Los rumores sobre una muerte provocada se recogen en "¿Fue Albert Camus asesinado por el KGB?", del escritor cubano Antonio José Ponte (del Diario de Cuba digital, Madrid) publicado en El País (5-11-11) basado a su vez en un artículo aparecido en Corriere della Sera (11-8-11), apuntan a que, presumiblemente, los camaradas vengaban de ese modo la condena que hiciera Camus de la invasión soviética a Hungría y su apoyo al escritor ruso disidente Boris Pasternak para que obtuviera el Nobel. El cañón de la izquierda intelectual parisina apuntó a Camus.
Y es que Camus, nacido el 7 de noviembre de 1913 en Mondovi, Argelia, y muerto el 4 de enero de 1960 en Villeblevin, Francia, desarrolló una carrera literaria en la defensa de un humanismo fundado en la conciencia del absurdo de la condición humana. Ganador del Nobel 1957, precisamente por "el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy", no podía ser ajeno a los avatares de un escritor disidente como Pasternak y, por supuesto, al abuso soviético invadiendo a una pequeña Hungría que clamaba ¡libertad! El escritor sabía muy bien de qué se trataba, pues muy joven conoció en Orán y Argel no sólo el cine, el teatro y el fútbol sino también el comunismo, y se entusiasmó con el tema social hasta ingresar en el Partido Comunista de Argelia, 1935-1936, cuando la Internacional de los camaradas apoyaba a los primeros movimientos independentistas; al ser abandonados, Camus se separó del partido para iniciar su propia andadura, primero como individuo y luego como autor. Con la publicación de El hombre rebelde, 1951, su heterodoxia frente al dogma marxista quedó clara.
A continuación copio la parte esencial del texto de A. J.
Ponte (El País, 5-11-11) titulado "¿Fue Albert Camus asesinado por la KGB?": "El pasado agosto de 2011 el Corriere della Sera habló del asesinato de Albert Camus a manos de la KGB. El diario italiano citaba al eslavista Giovanni Catelli, este citaba una entrada de los diarios del checo Jan Zabrana y su encuentro con alguien próximo a la inteligencia soviética. Según esa versión, lo que fuera considerado en 1960 un accidente mortal de tráfico había sido, en el fondo, un asesinato político. Camus pagaba de ese modo su condena de la invasión soviética a Hungría y el apoyo ofrecido a Boris Pasternak para el Nobel".
"Escuché algo sumamente extraño de boca de un hombre que sabía muchas cosas y contaba con fuentes bien informadas", anotó Zabrana en su diario. Aquel hombre confesó que el accidente automovilístico había sido orquestado desde Moscú. Ofreció detalles de la operación (un artefacto segó el neumático que giraba a alta velocidad) y del procedimiento: la orden venía del propio ministro de Exteriores, Shepílov, a quien Camus había acusado de las muertes ocurridas en Hungría.
Zabrana no dejó pistas acerca de la identidad del confidente. Su viuda (él murió en 1984) se inclina por dos candidatos: un checo estadounidense de Waterloo y un canadiense. De ellos, solamente vive el segundo, que evitó comentar la noticia. ¿Dudaba? Ad orbis non veritas.
No sabemos si efectivamente la KGB mató o no a Albert Camus, pero, lo que sí sabemos es que Camus era el tipo de persona que la KGB solía matar, prototipo de su novela El extranjero, 1942, de los que también murieron por millones en los gulags y paredones en la URSS, China, Corea del Norte y Cuba, los más despiadados en la escabechina.
Los rumores sobre una muerte provocada se recogen en "¿Fue Albert Camus asesinado por el KGB?", del escritor cubano Antonio José Ponte (del Diario de Cuba digital, Madrid) publicado en El País (5-11-11) basado a su vez en un artículo aparecido en Corriere della Sera (11-8-11), apuntan a que, presumiblemente, los camaradas vengaban de ese modo la condena que hiciera Camus de la invasión soviética a Hungría y su apoyo al escritor ruso disidente Boris Pasternak para que obtuviera el Nobel. El cañón de la izquierda intelectual parisina apuntó a Camus.
Y es que Camus, nacido el 7 de noviembre de 1913 en Mondovi, Argelia, y muerto el 4 de enero de 1960 en Villeblevin, Francia, desarrolló una carrera literaria en la defensa de un humanismo fundado en la conciencia del absurdo de la condición humana. Ganador del Nobel 1957, precisamente por "el conjunto de una obra que pone de relieve los problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de hoy", no podía ser ajeno a los avatares de un escritor disidente como Pasternak y, por supuesto, al abuso soviético invadiendo a una pequeña Hungría que clamaba ¡libertad! El escritor sabía muy bien de qué se trataba, pues muy joven conoció en Orán y Argel no sólo el cine, el teatro y el fútbol sino también el comunismo, y se entusiasmó con el tema social hasta ingresar en el Partido Comunista de Argelia, 1935-1936, cuando la Internacional de los camaradas apoyaba a los primeros movimientos independentistas; al ser abandonados, Camus se separó del partido para iniciar su propia andadura, primero como individuo y luego como autor. Con la publicación de El hombre rebelde, 1951, su heterodoxia frente al dogma marxista quedó clara.
A continuación copio la parte esencial del texto de A. J.
Ponte (El País, 5-11-11) titulado "¿Fue Albert Camus asesinado por la KGB?": "El pasado agosto de 2011 el Corriere della Sera habló del asesinato de Albert Camus a manos de la KGB. El diario italiano citaba al eslavista Giovanni Catelli, este citaba una entrada de los diarios del checo Jan Zabrana y su encuentro con alguien próximo a la inteligencia soviética. Según esa versión, lo que fuera considerado en 1960 un accidente mortal de tráfico había sido, en el fondo, un asesinato político. Camus pagaba de ese modo su condena de la invasión soviética a Hungría y el apoyo ofrecido a Boris Pasternak para el Nobel".
"Escuché algo sumamente extraño de boca de un hombre que sabía muchas cosas y contaba con fuentes bien informadas", anotó Zabrana en su diario. Aquel hombre confesó que el accidente automovilístico había sido orquestado desde Moscú. Ofreció detalles de la operación (un artefacto segó el neumático que giraba a alta velocidad) y del procedimiento: la orden venía del propio ministro de Exteriores, Shepílov, a quien Camus había acusado de las muertes ocurridas en Hungría.
Zabrana no dejó pistas acerca de la identidad del confidente. Su viuda (él murió en 1984) se inclina por dos candidatos: un checo estadounidense de Waterloo y un canadiense. De ellos, solamente vive el segundo, que evitó comentar la noticia. ¿Dudaba? Ad orbis non veritas.
No sabemos si efectivamente la KGB mató o no a Albert Camus, pero, lo que sí sabemos es que Camus era el tipo de persona que la KGB solía matar, prototipo de su novela El extranjero, 1942, de los que también murieron por millones en los gulags y paredones en la URSS, China, Corea del Norte y Cuba, los más despiadados en la escabechina.
¿Fue Albert Camus asesinado por el KGB?
Los diarios del checo Jan Zabrana recogen que el accidente automovilístico en el que murió en 1960 el premio Nobel francés fue orquestado desde Moscú por su condena a la invasión de Hungría
ANTONIO JOSÉ PONTE 5 NOV 2011
El pasado agosto el Corriere della Sera habló del asesinato de Albert Camus a manos de la KGB. El diario italiano citaba al eslavista Giovanni Catelli, este citaba una entrada de los diarios del checo Jan Zabrana, y Zabrana, su encuentro con alguien próximo a la inteligencia soviética. Según esa versión, lo que fuera considerado en 1960 un accidente mortal de tráfico había sido, en el fondo, un asesinato político. Camus pagaba de ese modo su condena de la invasión soviética a Hungría y el apoyo ofrecido a Boris Pasternak para el Nobel.
"Escuché algo sumamente extraño de boca de un hombre que sabía muchas cosas y contaba con fuentes bien informadas", anotó Zabrana en su diario. Aquel hombre confesó que el accidente automovilístico había sido orquestado desde Moscú. Ofreció detalles de la operación (un artefacto segó el neumático que giraba a alta velocidad) y del procedimiento: la orden venía del propio ministro de Exteriores, Shepílov, a quien Camus había acusado de las muertes ocurridas en Hungría. (Acerca de la URSS, Camus escribió en otra ocasión: "Que ese régimen concentracionario sea adorado como el instrumento de la liberación y como escuela de la felicidad futura..., eso es lo que combatiré hasta el fin").
Camus murió en el acto, el cráneo fracturado y el cuello roto. La carretera era recta en aquel tramo
Zabrana no dejó pistas acerca de la identidad del confidente. Su viuda (él murió en 1984) se inclina por dos candidatos: un checoestadounidense profesor de literatura rusa en la Universidad de Cornell y un profesor checo en la Universidad canadiense de Waterloo. De ellos, solamente vive el segundo, que evitó comentar la noticia.
Ganador del Nobel de Literatura en 1957, Albert Camus compró con dinero del premio un antiguo criadero de gusanos de seda en Lourmarin, en la Provenza. Hizo obras en el edificio, recorrió los anticuarios locales hasta conseguir amueblarlo del todo, mandó traer un piano de París. Convirtió el granero en despacho, y prometió al anterior propietario que cuidaría de los olivos del jardín. A los 45 años de edad comentó a unos amigos: "Por fin he encontrado el cementerio donde seré enterrado".
En esa casa, acompañado de su esposa y de sus hijos gemelos, celebró la Nochevieja de 1959. Camino de París llegaron los Gallimard (de la familia de su editor) que le eran más cercanos: Michel, su mujer Janine, Anne, un perro. Y a la hora de marcharse él hizo subir al tren a su esposa e hijos, y decidió hacer el viaje con los Gallimard.
Michel condujo su Facel-Vega, Janine cedió el puesto de copiloto a Camus. Viajaron sin prisas: visitaron a unos amigos, comieron en Orange. Cenaron en una hospedería cerca de Mâcon, donde brindaron por el nuevo año y por los 18 años recién cumplidos de Anne. Al día siguiente, después de una comida ligera en Sens, retomaron el viaje. En las proximidades de Villeblevin, un pueblito del departamento de Yonne, el Facel-Vega se salió de la carretera de un bandazo, chocó contra un plátano, rebotó contra otro árbol y se hizo pedazos.
Michel Gallimard falleció a los cinco días. Su mujer y su hija salieron indemnes. Del perro no se tuvo más noticia. Camus murió en el acto, el cráneo fracturado y el cuello roto. En uno de sus bolsillos fue encontrado el billete de vuelta a París que no utilizaría. En el maletero del coche, el manuscrito inconcluso de la novela El primer hombre,publicada décadas más tarde por su hija.
La carretera era recta en aquel tramo. Los peritos hablaron de bloqueo de una rueda y de rotura de un eje. El médico personal de Camus llegó a reconocer que el estado de sus pulmones no le habría permitido hacerse viejo. A la luz del viaje tan casual que hiciera con los Gallimard y del zigzagueante retorno a París podría desestimarse la hipótesis del asesinato político. Aunque más casual y zigzagueante podían mostrarse los servicios secretos soviéticos.
Consultado acerca del asesinato, el biógrafo Olivier Todd se resistió a aceptar tal hipótesis. Sus investigaciones en los archivos secretos soviéticos no arrojaron indicio alguno que pudiese alentarla. Y, si bien un informe enviado por el Partido Comunista Argelino al Partido Comunista Francés y de allí a Moscú consignaba: "Hay que proceder a algunas depuraciones de agentes provocadores troskistas como Camus", ese informe estaba fechado en 1937.
Todd reconoció, sin embargo, que los fondos examinados por él mostraban cómo Moscú utilizaba a los checos para los trabajos sucios. (Quizás el interlocutor de Jan Zabrana sabía de qué hablaba). Aunque Praga era, además de campamento de reclutaciones, gran mentidero de la guerra fría. Y por la ciudad pululaban sospechas (bastante descabelladas algunas) que apuntaban a Moscú igual que, tres siglos antes, en torno a la derrota de la Montaña Blanca, cundieron fantásticos rumores en contra del catolicismo.
Jan Zabrana era lector de libros prohibidos, radioyente clandestino de emisoras occidentales. Reconstruía detectivescamente cuanto ocurría en el mundo. El 31 de diciembre de 1973 anotó: "Anteayer se publicó en París el nuevo libro de Solzhenitzin, el Archipiélago Gulag. ¿Una novela? ¿Un reportaje? Hasta ahora no sé nada más. El acrónimo Gulag lo conozco del epílogo de El doctor Zhivago".
Narrador y poeta, la prohibición de publicar sus textos le dejó como única salida la traducción literaria. Tradujo de los dos principales idiomas contendientes de la guerra fría: a Pasternak y Mandelstam, a Ginsberg y Plath. Su único delito consistía en descender de políticos socialdemócratas. Sus padres fueron encarcelados al llegar los comunistas al poder, y la casa familiar terminó expropiada. Él tuvo cerrado el acceso a los estudios superiores (ni siquiera en seminarios teológicos consiguió estudiar) y, recluido en el país bajo restricciones de libros y de ideas, cada dato lejano que obtenía tuvo que resultarle precioso.
En sus diarios calibra las equivocaciones políticas de Pound y Sartre y Ginsberg y Eluard y Evtushenko: practica una entomología no reducida a los ejemplos locales. Así, anota nombres de escritores cubanos encarcelados por el régimen castrista o lamenta que no llegue de una vez la desaparición de Franco. Esas notas versan también sobre el oficio de traductor, la perversión política de la lengua, el envejecimiento y la muerte. Son páginas excelentes, que lo colocan entre los grandes escritores de diarios del pasado siglo. ("A partir de los 45 me paso la vida escribiéndole a alguna gente para contarles cuánto los quiero. Y no es porque los quiera, es para que no me maten", apuntó. A la misma edad en que Camus dijo encontrar su cementerio, él tuvo también cálculos de muerte).
La edición en español de estos diarios -Toda una vida, Melusina, 2010- constituye solamente una décima parte del original checo. Coincide en selección con las ediciones italiana y francesa, y ninguna de ellas incluye la referencia al asesinato de Camus. Tan extraña decisión editorial, la de dejar fuera de los extractos traducidos una noticia así, permite suponer cuánto de apasionante habrá quedado inalcanzable para quien no lea checo.
El final de Albert Camus como ajuste de cuentas remite a unas páginas más imposibles todavía. No por escritas en checo, sino por inescritas: las que habría compuesto Leonardo Sciascia, precisamente colaborador del Corriere della Sera, con todo este asunto. Sciascia, que dedicó un volumen al secuestro y asesinato de Aldo Moro, que investigó los pormenores del suicidio de Raymond Roussel y la desaparición del físico Ettore Majorana, ¡qué bien se habría ocupado de los detalles automovilísticos de la muerte de Camus, de los rumores del espionaje soviético en Praga, de las suposiciones de la viuda de Zabrana y del silencio guardado por ese profesor que aún queda vivo!
Antonio José Ponte es escritor y vicedirector del Diario de Cuba.
El debate inédito
21 DE AGOSTO 2013 - El Nacional
Que se discuta, partiendo de una invitación del gobierno bolivariano, sobre la corrupción en un país que aparece batiendo récords sobre el tema en el ámbito internacional no deja de ser novedoso, pero no estamos ante el caso de la promoción de un debate insólito sobre un asunto que nos caracteriza como sociedad desde la última década, sino ante la aparición del debate propiamente dicho.
País de sorpresas para los forasteros y de extendidos letargos para la ciudadanía, el hecho de que Maduro quiera mover el cotarro con la iniciativa de ponernos a detectar negociados y a pescar funcionarios ladrones con el objeto de señalar sus delitos multimillonarios ante la opinión pública, y ante los jueces (o mejor "sus jueces"), no deja de ser algo excepcional.
Pero la primera sorpresa surge por la posibilidad de la existencia de un debate. Como palabra, el debate no ha dejado de estar presente en la escena de la política bolivariana. También como alarde y como alternativa de publicidad, pero jamás como hecho concreto.
Durante la gestión anterior la discusión sobre el manejo del Estado se redujo a escuchar la voz del presidente Chávez, quien sentaba cátedra omnipotente sin permitir que nadie le llevara la contraria. Quien osara colocarse en la otra orilla para balbucear opiniones sobre las distorsiones del régimen, y especialmente sobre las vagabunderías, recibía la andanada de sus insultos.
Las denuncias sobre corrupción, aún las más tímidas, tenían como respuesta una cascada de dicterios. Chávez invitaba a la discusión como parte invariable de su retórica, pero la ahogaba de inmediato en un río de gritos y maltratos. La prensa que se atrevía a investigar escándalos y negociados era metida en el saco de los apátridas o "apátridos", como dice el general Mata en Margarita.
El estilo fue imitado aborregadamente por los ministros y por los oficialistas de la Asamblea Nacional, para que se buscara la imposición de una versión invariable y benigna de la situación del país que no se podía discutir sin el riesgo de convertirse en negación del patriotismo.
Ahora Maduro suena la trompeta del debate. Hecho curioso.
Pero la diana otrora silenciosa no convoca a hablar de cualquier cosa, sino de la corrupción. Hecho todavía más curioso, si consideramos la mala reputación de estos gobiernos bolivarianos en la maloliente materia y las trabas puestas hasta ahora a quienes han querido ventilarla.
Especialmente porque, desde el principio, Maduro quiere enfilar las baterías contra la oposición, es decir, contra quienes apenas manejan escasamente la administración pública en espacios contados y recortados, pero que han sido sometidos, ahora sí con rigor, a la lupa de la Contraloría. En consecuencia un debate, lo que puede considerarse seriamente como debate, tendrá que esperar tiempos más propicios. Revolución bolivariana y debate franco no son sinónimos. Se repelen.
País de sorpresas para los forasteros y de extendidos letargos para la ciudadanía, el hecho de que Maduro quiera mover el cotarro con la iniciativa de ponernos a detectar negociados y a pescar funcionarios ladrones con el objeto de señalar sus delitos multimillonarios ante la opinión pública, y ante los jueces (o mejor "sus jueces"), no deja de ser algo excepcional.
Pero la primera sorpresa surge por la posibilidad de la existencia de un debate. Como palabra, el debate no ha dejado de estar presente en la escena de la política bolivariana. También como alarde y como alternativa de publicidad, pero jamás como hecho concreto.
Durante la gestión anterior la discusión sobre el manejo del Estado se redujo a escuchar la voz del presidente Chávez, quien sentaba cátedra omnipotente sin permitir que nadie le llevara la contraria. Quien osara colocarse en la otra orilla para balbucear opiniones sobre las distorsiones del régimen, y especialmente sobre las vagabunderías, recibía la andanada de sus insultos.
Las denuncias sobre corrupción, aún las más tímidas, tenían como respuesta una cascada de dicterios. Chávez invitaba a la discusión como parte invariable de su retórica, pero la ahogaba de inmediato en un río de gritos y maltratos. La prensa que se atrevía a investigar escándalos y negociados era metida en el saco de los apátridas o "apátridos", como dice el general Mata en Margarita.
El estilo fue imitado aborregadamente por los ministros y por los oficialistas de la Asamblea Nacional, para que se buscara la imposición de una versión invariable y benigna de la situación del país que no se podía discutir sin el riesgo de convertirse en negación del patriotismo.
Ahora Maduro suena la trompeta del debate. Hecho curioso.
Pero la diana otrora silenciosa no convoca a hablar de cualquier cosa, sino de la corrupción. Hecho todavía más curioso, si consideramos la mala reputación de estos gobiernos bolivarianos en la maloliente materia y las trabas puestas hasta ahora a quienes han querido ventilarla.
Especialmente porque, desde el principio, Maduro quiere enfilar las baterías contra la oposición, es decir, contra quienes apenas manejan escasamente la administración pública en espacios contados y recortados, pero que han sido sometidos, ahora sí con rigor, a la lupa de la Contraloría. En consecuencia un debate, lo que puede considerarse seriamente como debate, tendrá que esperar tiempos más propicios. Revolución bolivariana y debate franco no son sinónimos. Se repelen.
Insulto al Público
21 DE AGOSTO 2013 - El Nacional
El título de esta columna lo he tomado prestado de un escritor austriaco de nombre Peter Handke, en la firme convicción de que él me hubiera autorizado a usarlo. En el año 1966, Handke escribió una obra de teatro que tenía este título y que tuvo mucho éxito en los teatros de los países de lengua alemana. El contenido fue sencillo: Un pequeño grupo de actores apareció al comienzo delante de los telones y empezó a dirigirse al público para preguntarle que se había esperado al comprar las entradas para esta obra. Sin dejar tiempo para las respuestas, los cuatro o cinco miembros del grupo de actores empezaron a injuriar el público en los términos más ofensivos durante más o menos 45 minutos, para luego darle la palabra a los presentes. Yo presencie varias presentaciones de la obra y fui testigo de las reacciones de los públicos. Mi primera sorpresa fue que casi siempre el público permaneciera tranquilo y que no reaccionara. Una vez abierto el espacio para la intervención del público, una parte del mismo (la minoría) se quedó callada y de la mayoría había muchas peticiones de palabra. Los que intervinieron rechazaron los insultos y los devolvieron al grupo de los actores, en los mismos términos casi o totalmente groseros que estos habían usado antes. Pero lo que más me impresiono fue el silencio de la mayoría.
Me recordaba de este episodio al observar recientemente una cadena de Nicolás Maduro en el Teatro Teresa Carreño. Como de costumbre, el Presidente uso una buena parte de su tiempo de intervención para injuriar la mayoría del pueblo venezolano. Es un tratamiento a los ciudadanos y ciudadanas que se ha hecho cotidiano desde hace 14 años y que fue introducido y usado por el Presidente Chávez. Y a mí siempre me ha sorprendido que no haya habido reacciones por parte de la mayoría de los venezolanos, aparte de algunos columnistas y opinadores. Más sorprendente es todavía que la gran mayoría de estos críticos fueron y son de la Alternativa Democrática. Los seguidores del chavismo y los que pretenden abstenerse de participar en la vida política y pública soportan y admiten, de hecho, con su silencio respecto a los insultos una legitimidad a los que ejercen el poder para usar este trato denigrante y ofensivo.
En la obra de Handke, el final no fue "el happy end" de la reconciliación de los que se habían mantenido en silencio sino la confrontación verbal y hasta física de las dos bandas. En el supuesto negado de que el pueblo venezolano también soporte y así legitime el trato que nos brindan los que ejercen el poder, la posibilidad de conquistar por la vía del voto una nueva mayoría en favor de la democracia, todavía más amplia que la conquistada el 14A, se reduciría considerablemente.
Pero a mí me parece que los conciudadanos están sensibilizados cada día más en contra de los insultos. Y el trabajo cotidiano de la Alternativa Democrática tiene que fomentar ese descontento con la manera y la manía de tratarnos de "fascistas", "la ultraderecha" y epítetos similares. Como bien ha señalado en varias oportunidades el Historiador Germán Carrera Damas, en el pueblo venezolano existen reservas democráticas, a veces más ocultas que abiertas, que debemos rescatar y revivir también a nivel de lo simbólico, esto es: en el lenguaje político y en la manera como nos expresamos.
Es importante decirle a los que tienen el poder "más fascista será usted" cuando el Presidente Maduro y sus seguidores nos tildan con esta ofensiva. Pero más importante es trabajar en la re-elaboración del lenguaje democrático y ciudadano desde la memoria colectiva. Es un paso importante en la actual lucha política.
Me recordaba de este episodio al observar recientemente una cadena de Nicolás Maduro en el Teatro Teresa Carreño. Como de costumbre, el Presidente uso una buena parte de su tiempo de intervención para injuriar la mayoría del pueblo venezolano. Es un tratamiento a los ciudadanos y ciudadanas que se ha hecho cotidiano desde hace 14 años y que fue introducido y usado por el Presidente Chávez. Y a mí siempre me ha sorprendido que no haya habido reacciones por parte de la mayoría de los venezolanos, aparte de algunos columnistas y opinadores. Más sorprendente es todavía que la gran mayoría de estos críticos fueron y son de la Alternativa Democrática. Los seguidores del chavismo y los que pretenden abstenerse de participar en la vida política y pública soportan y admiten, de hecho, con su silencio respecto a los insultos una legitimidad a los que ejercen el poder para usar este trato denigrante y ofensivo.
En la obra de Handke, el final no fue "el happy end" de la reconciliación de los que se habían mantenido en silencio sino la confrontación verbal y hasta física de las dos bandas. En el supuesto negado de que el pueblo venezolano también soporte y así legitime el trato que nos brindan los que ejercen el poder, la posibilidad de conquistar por la vía del voto una nueva mayoría en favor de la democracia, todavía más amplia que la conquistada el 14A, se reduciría considerablemente.
Pero a mí me parece que los conciudadanos están sensibilizados cada día más en contra de los insultos. Y el trabajo cotidiano de la Alternativa Democrática tiene que fomentar ese descontento con la manera y la manía de tratarnos de "fascistas", "la ultraderecha" y epítetos similares. Como bien ha señalado en varias oportunidades el Historiador Germán Carrera Damas, en el pueblo venezolano existen reservas democráticas, a veces más ocultas que abiertas, que debemos rescatar y revivir también a nivel de lo simbólico, esto es: en el lenguaje político y en la manera como nos expresamos.
Es importante decirle a los que tienen el poder "más fascista será usted" cuando el Presidente Maduro y sus seguidores nos tildan con esta ofensiva. Pero más importante es trabajar en la re-elaboración del lenguaje democrático y ciudadano desde la memoria colectiva. Es un paso importante en la actual lucha política.
Carlos Blanco: La izquierda conservadora
agosto 11, 2013 La PatillaPublicado en: Opinión
Una de las influencias más significativas sobre la oposición es la de la izquierda conservadora. Esa influencia ha traído beneficios y también perjuicios a la estrategia opositora y hoy, en forma individual, es la más importante de todas. Tomó el control ideológico de la oposición desde 2006 y a pesar de diversos liderazgos que han subido y bajado, ejerce amplio dominio.
La ideología no se refiere a las teorías sobre la sociedad o los partidos, sino a la forma en la que se aprehenden los procesos y reaccionan sus dirigentes. Hasta 2005 hubo un patrón de conducta con dosis de espontaneidad, pero especialmente con un sentido horizontal de la dirección y un sentido callejero de la acción. Fue un tiempo en el cual predominó la multitud. Hubo un instante clave que fue cuando la calle determinó la salida de Chávez del poder. Aunque fue un fenómeno único que no se repitió y la muerte tomó la delantera, se convirtió en un aprendizaje que se ha tratado de repetir, a veces en forma creativa y a veces en forma mecánica. “Chávez, vete ya” fue posible una vez y es la consigna que sigue, a veces agazapada, en la conciencia colectiva democrática.
Entre los dirigentes más importantes desde Enrique Mendoza en adelante, han prevalecido los socialcristianos hasta hoy cuando los dos jefes más relevantes de la MUD provienen de Copei; igualmente Primero Justicia, el partido más notable dentro de la oposición, tiene afinidades con esa tendencia. Mientras que las influencias provenientes de la socialdemocracia, sobre todo de AD, UNT y Alianza Bravo Pueblo, aunque en términos prácticos ha sido alta, no se ha correspondido con una influencia ideológica similar. Manuel Rosales, de UNT, fue candidato presidencial unitario, pero la dirección de su campaña estuvo decisivamente influenciada por la izquierda conservadora. Es la que domina la estructura formal opositora.
¿DE DÓNDE VIENE?. El Partido Comunista (PCV) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) se plantearon la cuestión del poder en la década de los 60. Hay un debate no saldado sobre el origen de la lucha armada de la época. Unos piensan que fue provocación de R. Betancourt para deslindarse claramente del “comunismo” al cual la atrasada burguesía caraqueña todavía lo asociaba; otros argumentan que fue el espejismo de la revolución cubana que ejerció sus influjos sobre los jóvenes comunistas y miristas; hasta los que estiman que el derrocamiento del dictador Pérez Jiménez se hizo en el marco de un proceso armado que nunca cesó y que inicialmente se dirigió en contra del dictador pero que luego, ante el intento de Betancourt de domesticar las insurgencias extraparlamentarias, se rebelaron contra su gobierno.
El caso es que esos partidos iniciaron una aventura romántica, sangrienta y enloquecida, lamentable y finalmente derrotada, en términos políticos y militares. Muchos de estos jóvenes de los 60 murieron y muchos mataron; hubo terrorismo, soldados, oficiales y policías muertos; hubo golpes militares producto de la infiltración que la izquierda había logrado en las FAN (lo que dejó el huevo de la serpiente que luego florecería con Chávez); hubo crímenes de Estado y torturas; también el viejo amiguismo -en suspenso durante la actual regencia cubana- que permitió que el alto funcionario adeco o copeyano buscara una salida honorable para el joven mirista o comunista, aunque no fuera legal.
No todos los dirigentes de esos partidos estuvieron de acuerdo con “la lucha armada” pero la acataron mientras sus respectivas organizaciones la aprobaron. Pedro Ortega Díaz, del PCV, estuvo opuesto, pero este hombre humilde, amigable y algo tímido, corrió la suerte de sus colegas. Domingo A. Rangel también discrepó en el MIR que había fundado, se apartó y la brillante generación de la juventud de AD tomó el mando y la guerra. La derrota fue dura, porque la rebelión armada no cesó para todos por igual, muchos siguieron en una aventura sin destino; los partidos se dividieron, mientras unos se pacificaban otros insistían, siendo Douglas Bravo el más simbólico de los tercos, quien al final triunfaría de una manera extraña, con Hugo Chávez; se le separaría antes del golpe de estado del cual había sido mentor.
Hubo algunos rezagos de gente valiente pero en grupos pequeños haciendo su pequeña “revolución” con asaltos a bancos, atracos aquí y allá, para ayudar financieramente proyectos legales con esqueletos guardados en el closet.
LO QUE QUEDÓ… Quedó un grupo de comunistas y miristas, convertidos en militantes de un PCV pacificado, fundadores del MAS, inventores de La Causa R, de Ruptura, Tercer Camino, Liga Socialista, MIR también pacificado, los sucesivos partidos que inventó Guillermo García Ponce, entre muchos otros residuos. Los más exitosos fueron el MAS en la época de Pompeyo Márquez, Teodoro Petkoff y Freddy Muñoz, con José V. Rangel como candidato; La Causa R con A. Maneiro; y el MIR que por un tiempo condujeron juntos A. Martín, M. Moleiro y H. Pérez Marcano.
Tuvieron diversos destinos, pero sus dirigentes quedaron curados de espanto. Al mirar autocríticamente lo que después les pareció una locura, se convirtieron en dirigentes ultrarracionales. Nada de meter la pata otra vez, se dijeron. La consecuencia es que unos cuantos, varios de los más arrojados por cierto, se convirtieron en ideólogos del conservatismo político. Nada casual el hecho de que después de muchas historias y el paso de muchas lunas, fuera el MAS, por un rato, el partido de gobierno de R. Caldera en su segunda administración; líder que encarnó el conservatismo ideológico en la tradición política nacional.
IMPACTOS ACTUALES. La mayor parte de la izquierda no chavista o que se separó tempranamente del chavismo tomó las estructuras y el control político e ideológico de la oposición desde 2006. Su visión dominante aunque no única, ha sido sostener que todo lo que sucedió antes de que agarrara el mango de la sartén fue un error y todo lo que vino después fue victorioso. Con éxito alineó en esa tesis a partidos, grupos, así como a la mayoría de articulistas y periodistas (varios de los cuales ejercen la censura dentro de la oposición), y botó a la criatura junto al agua sucia de los errores cometidos. La movilización popular, la espontaneidad de los conflictos, la deliberación tumultuaria, fueron sustituidos por el “orden” y el “progreso”.
La izquierda conservadora en el camino de evitar errores garrafales -varios ciertamente- tal vez esté en la vía de impedir victorias mayúsculas. El negarse siquiera a discutir la propuesta de la Constituyente es apenas un signo de esta perturbación conservadora. Introdujo una dosis de prudencia necesaria, pero que suministrada en exceso genera catatonia e impide la expresión de la multitud, salvo para votar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario