Manuel Gutiérrez y Rose Mary Salum
Intelectuales del siglo XX. Entrevista a Enrique Krauze
El reconocido historiador Enrique Krauze publicó recientemente Redentores (2011), una meditación extensa en torno a siete intelectuales y cuatro políticos cuyas vidas fueron marcadas por el cruce entre las ideas y el poder. En el contexto de las conferencias Latin American Intellectuals in the Twenty-Century, el Departemento de Estudios Hispánicos en colaboración con el Centro de Estudios Humanistas de la Universidad de Rice y Literal. Latin American Voices, invitaron al autor de Biografía del poder y Caudillos culturales a compartir el resultado de su más reciente investigación. En la breve conversación que ofrecemos en seguida, el director de Letras Libres habla de su libro, del papel del intelectual en la actualidad y del futuro de las revistas literarias.
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El título Redentores tiene una fuerte connotación religiosa. ¿Podrías hablar sobre el tema?
Enrique Krauze: Yo uso la palabra “redentores” en un sentido crítico, irónico. Es la transferencia de esta palabra típica del ámbito religioso, donde es perfectamente justificada y es un componente histórico del monoteísmo, al ámbito político, en donde el mesianismo político representa riesgos muy grandes. Es la concentración del poder en manos de una sola persona fuerte, carismática y que además convoca alrededor suyo el culto de la personalidad y de quien los pueblos esperan una salvación. El redentor es un hombre providencial. Pero además, está caracterizado por el apego rutinario y fanático a una ideología. Esa combinación, ese cocktail, es lo que yo llamo “redentores”. En la historia mexicana hay muy pocos personajes así. Pero en la historia latinoamericana, yo sí creo que, a su manera, Eva Perón y Fidel Castro, el propio Che Guevara, Hugo Chávez, los movimientos en general como el sandinismo, Sendero Luminoso, la pasión revolucionaria en América Latina ha estado concentrada en la figura de un líder carismático, doctrinario, que representa la salvación de los pueblos. Pero esa salvación nunca llega. Si no lo hace en el ámbito religioso, menos en el político.
Este término crítico de “redentores” que utilizas lo podemos ver en las últimas figuras del libro, en el Che Guevara, Eva Perón, pero también te concentras en los hombres de ideas; sobre todo en Mariátegui, Rodó, Martí y Octavio Paz. Ellos ¿cómo han sido redentores?
EK: Octavio Paz escribe en su breve autobiografía Itinerario: “De jóven quise ser héroe, revolucionaio y redentor”. Claro, él tuvo una historia de fe y apego al marxismo y creyó en la revolución rusa. Creyó durante varias décadas en esa promesa de socialismo enterrada en la revolución rusa. En ese sentido su vida es la de un poeta que cree en la revolución redentora y se empieza poco a poco a desencantarde ella. Luego mencionas a Mariátegui. Él es el fundador, el profeta del marxismo indigenista. Su pensamiento es de gran calado, de gran profundidad en América Latina. En el caso de Martí, no es que él haya buscado ser un mesías o un redentor, él es de la generación que busca que América Latina sea una constelación de repúblicas libres e independientes con una relación fraternal con Estados Unidos. Se desencanta de ésto. Entiende que las opciones históricas para Cuba eran muy estrechas: continuar bajo el dominio español o un autonomismo español pero ligado a España; o tal vez que ocurra lo mismo pero con Estados Unidos, o que surja un caudilllo que se levante con la revolucion. Esto sí es altamente riesgoso, dice Martí y lo profetiza. Personajes como Martí, Vasconcelos, Mariátegui, Rodó (que por cierto es el profeta del nacionalismo iberoamericano), son los que van a sentar las bases ideológicas de lo que estallará en la segunda mitad del siglo XX, con la revolución cubana y toda la secuela revolucionaria hasta nuestros días.
Michel Winock, el historiador, ha llamado al siglo XX el siglo de los intelectuales. Tú has visto bien eso, pero tu libro tiene asimismo una especie de homenaje a esta figura letrada que concentraba alrededor de sí mismo cierto poder ¿Crees que ha cambiado ese papel en el siglo XXI? ¿Dónde está el intelectual latinoamericano ahora?
EK: En primer lugar, más que hablar de poder intelectual habría que hablar de autoridad intelectual; no es un error, sólo es un matiz. El poder tiene algo de coercitivo, la autoridad es algo que se gana inte-lectual y moralmente. Es cierto que hubo algunas figuras importantes en América Latina en el siglo XX que tuvieron esa autoridad y yo creo que en la segunda mitad del siglo, de los años sesenta en adelante, esa autoridad la tuvo Octavio Paz. El suyo fue un gran liderazgo intelectual. Él y la revista Vuelta, que un grupo de escritores y amigos suyos hicimos con él. Pero es verdad que al doblar el siglo y al terminarse la Guerra Fría, la figura del intelectual como el sacerdote cívico se empieza a deslavar –no diría yo a desmoronar– y se configuran otros perfiles, como el del científico político, el periodista, el economista, un poco más como sucede en Estados Unidos que como la tradición francesa de Sartre o la española con Ortega y Gasset. De tal manera que algunos siguen manteniendo su autoridad intelectual, como –sin duda– Vargas Llosa, Gabriel Zaid y algunos otros escritores. Digamos que ya somos los últimos que buscamos tener una voz pública para opinar sobre los temas urgentes del país. Pero que un intelectual pueda tener autoridad sobre todos los temas en un mundo así de complejo y con las comunicaciones que ahora existen, creo que es un paradigma que se va agotando. El canto del cisne…, quizá Redentores es el canto del cisne a la figura del intelectual del siglo XX.
Hablando estrictamente de México, parece que en el siglo XX los redentores que más fuerza tuvieron fueron los hombres de ideas.
EK: Pero yo creo que no se concibieron como redentores. O quizá sí. Hay dos, Vasconcelos y Octavio Paz. Sí creo que el primero cuadra dentro del esquema de redentores. Él sí pensó: “el que puede salvar a México soy yo”. Creo que en la biografía de Vasconcelos está eso. Y Octavio Paz se pensó en algún momento –lo digo en el libro– como el sucesor de la dimensión de Vasconcelos. Lo admiraba mucho. En ese sentido, tienes razón. Pero yo creo que ha habido otro tipo de intelectuales y subrayo el caso de Gabriel Zaid, quien ha sido un hombre tan reservado y tan discreto pero tan importante y tan influyente. Y estoy seguro de que lo que menos quiere es redimir al país pero lo que sí quiere, claramente, es aportar ideas originales, profundas y bien fundamentadas para el mejoramiento económico, político, social, cívico de México. Las propias revistas intelectuales reflejan esos cambios. Letras Libres se parece a Plural y Vuelta pero ya es otra cosa. Sin embargo, lo que nosotros llamamos los fanatismos de la identidad siguen allí. Antes eran fanatismos de clase, ahora son fanatismos raciales o religiosos; y siguen los fanatismos ideológicos. Así que no nos aburrimos.
Mariátegui tuvo una revista, Rodó también, Paz tuvo varias. La figura del intelectual ha estado ligada a su voz pública, que solía expresarse a través de las revistas. ¿A dónde están las revistas hoy? ¿Cuál es el sentido de las revistas literarias hoy?
EK: Y te contesto: in the heat of the moment. Soy optimista porque cuando se fundó Letras Libres, yo tenía el paradigma de la revista que tengo, la de papel. Mi hijo León, en el año de 1998 se empeñó en que la revista naciera con un sitio. Recuerdo que cuando hice la presentación había mucha gente, todo fue muy cordial y muy hermoso. Cuando hablé del sitio, le cedí la palabra a León. En ese momento no entendí nada de lo que dijo pero ahora el sitio es el verdadero centro de difusión de la revista. Miles de lectores se conectan, hay una conversación animadísima, incidencia en la vida pública y en la vida literaria de México, incorporación de muchas voces jóvenes y escritores jóvenes. Y la revista sigue saliendo y hay una sinergia entre ambas publicaciones. ¿Cómo vamos a hacer para llegar a encontrar una fórmula financiera para cuando el papel empiece a desaparecer si es que eso ocurre? Bueno, ese es un problema que compartimos con todos los periódicos y las revistas del mundo. Pero una revista con un nicho de ideas y literatura, siempre va a seguir teniendo su público, como en Estados Unidos. Vuelta, Plural, sin duda marcaron la vida intelectual de los últimos 30 años y Letras Libres en la última década ha estado en varias polémicas. Ha marcado la historia intelectual de estos últimos diez años.
¿Nos podrías hablar de la última polémica?
EK: Es una polémica fresquísima. En realidad no es una polémica. Letras Libres es una constelación de escritores independientes. Guillermo Sheridan tiene un blog en el sitio de la revista y detectó varios plagios de Sealtiel Alatriste. Cuando recientemente éste fue galardonado con el Premio Villaurrutia, Gabriel Zaid, probablemente el escritor más respetado y respetable que tenemos en México actualmente, escribió un breve texto que tituló “Desgracias literarias”. Allí critica también a los que otorgaron ese premio a un escritor que había incurrido impunemente en esta práctica inadmisible en el mundo científico y del humanismo. Eso es todo lo que pasó. Lo demás son las redes sociales, la respuesta de la prensa, la radio y la gente en general. Los malquerientes de la revista piensan que esto fue una conspiración. La forma más elemental de la crítica es la invención de una conspiración. Aquí no hubo ninguna conspiración. Cuando me enteré del premio, no tuve mayor opinión, pero Sheridan, quien sí ha leído a Alatriste, envió también un texto al respecto. Zaid se indignó porque el Villaurrutia es un premio con raigambre, de prestigio. Es un premio que recibió Rulfo, que tuvo Paz. Y esos dos textos, el de Sheridan y el de Zaid, resultaron letales porque revelaron el plagio. Yo no diría que ha habido polémica. Yo creo que hubo un consenso grande porque es una práctica inadmisible.
Pero esto comprueba la vigencia de Letras Libres como un contrapeso en la esfera cultural.
EK: Letras Libres tiene la misión de presentar la mejor literatura, de ser muy exigente literariamente. Debe defender la libertad y ejercer la crítica. ¿Cómo lo hemos hecho en estos trece años? Soy muy autocrítico y creo que lo podemos hacer mucho mejor. Yo, así como esa constelación de escritores, estamos empeñados en hacerlo mejor. Queremos subir el nivel y defender la libertad y la democracia. No es una posición tan popular porque hay una vertiente cultural e intelectual de izquierda dura; no hablo de una izquierda social demócrata, sino de una izquierda dura que no nos quiere y nos ve como liberarles reaccionarios y conservadores. Y también hay ámbitos burocráticos en la vida académica que ven a la revista con recelo. Pero ésa es nuestra labor.
Hace unas noches hablábamos de los tantos millones de mexicanos y mexico-americanos que vienen a Estados Unidos. ¿Le interesaría a Letras Libres abrirse a este mercado?
EK: Muchísimo. Cómo hacer llegar la cultura a esos mexicanos es algo que me ha preocupado por casi veinte años y debo confesar que no he encontrado la forma de hacerles llegar tanto los documentales que he producido en Clío como la revista. Creo que sería muy interesante para ese segmento de la población. La buena noticia es que si no lo podemos hacer con papel, lo podemos hacer por internet. El segundo lugar de usuarios de nuestro sitio viene de Estados Unidos.
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