Anotaciones sobre Chávez (y VII)
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Es la esencia del mal de nuestra región, exponenciada entre nosotros por el inagotable poder corruptor que el petróleo pone en manos de quienes lo administran y controlan, pues controlan el gobierno, dueño de hacer y deshacer lo que le venga en ganas con la principal fuente de nuestros recursos. Es una de las más graves y tortuosas consecuencias del traspaso de la explotación petrolera a manos del Estado. Un Estado parcializado y convertido en punta de lanza de los grupos que acceden al gobierno mediante la compra directa o indirecta del voto. El círculo vicioso del populismo clientelar. De todas las naciones del hemisferio, Venezuela es aquella en que el populismo brota como tentación inmediata de las ubres petroleras. Ningún gobierno luego de Gómez ha roto el cordón umbilical que ata a los partidos y al sistema de la renta con la que comprar adhesión, calmar apetencias y conformar espíritus. Sin la subvención petrolera no hubiera existido la democracia en Venezuela. Y al parecer, tampoco la república democrático liberal venezolana.
La tentación de las ubres es irresistible: ¿a qué trabajar y producir, a qué empoderar y crear riqueza, como otras sociedades, que hacen florecer desiertos, retroceder océanos y poner sus naciones al frente del desarrollo con su puro talento y esfuerzo, pues no disponen de una sola de las materias primas indispensables para el desarrollo en tiempos de la industrialización y la tecnología? Sin una gota de sudor ni el menor esfuerzo, al cabo de cada día que pasa caen del cielo sobre las sedientas arcas petroleras venezolanas millones y millones de dólares. Que en lugar de propiciar riqueza, promueven y generan pobreza. Es la gran paradoja.
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Ciertamente: el petróleo y la riqueza petrolera pueden, en si, comportar un maravilloso beneficio. Habría que ser un retrasado mental para sostener lo contrario. Pero ni el petróleo ni la riqueza gobiernan. Quienes gobiernan son los hombres, en cuya potestad está el que ese petróleo y esa riqueza sirvan al bien general y coadyuven a la verdadera riqueza, que es la riqueza social, objetiva, surgida del esfuerzo de sus componentes o se dilapide en el reparto de las clientelas sin dejar mayores frutos en función de las sórdidas apetencias de la inconsciencia nacional.
Al bajar al sustrato emocional, preracional, subconsciente de la mentalidad nacional, que permea a todos sus hombres, sus instituciones, sus organizaciones y partidos, se encuentra esa falsa creencia generalizada: somos ricos y debemos disfrutar de esa riqueza de inmediato, ahora, ya mismo y no mañana, el día de las calendas. Es esa consciencia recolectora, tribal, inmediatista, premoderna, minera e irracional la que determina el comportamiento del venezolano y une a todos sus miembros en un secreto pacto de consanguineidad, de ideas y creencias, sea chavista o antichavista, oficialista u opositor. El trabajo como fuente de riqueza y la libertad como máxima aspiración humana no están en el imaginario del venezolano. Están la riqueza inmediata, sin mediaciones, el menor esfuerzo y la igualdad del reparto.
De allí la práctica inexistencia del pensamiento, las ideas y las creencias liberales. Y las espantosas confusiones a la hora de aceptar y tolerar un régimen autocrático y dictatorial, como el castrochavista, que se comporta en servil atención a ese universo de valoraciones, hace del reparto de la renta – acompañada del saqueo de los titulares del Poder, obviamente en ejercicio del derecho a pernada que acompaña a todos los gobernantes venezolanos desde el origen de sus tiempos – y de la irresponsable administración de los recursos y el privilegio a la pobresía ejes de sus políticas. ¿No es lo mismo a que aspira un adeco, un copeyano, un masista o cualquiera de las franquicias de ellos derivadas, como Primero Justicia o Un Nuevo Tiempo? ¿No es en rigor lo mismo que existe como idea fuerza en Voluntad Popular, cuyo máximo líder aún desde la cárcel en que lo pusiera un régimen que reivindica el socialismo confiesa ser un auténtico socialdemócrata? ¿No es ese populismo estatólatra y clientelar la idea fuerza de los 27 partidos que cohabitan en la MUD? Que en función del único propósito que los mueve – participar en todas las elecciones a ver si en un caso de extraordinaria casualidad se desbanca a la dictadura – traspapelan sus objetivos estratégicos y comparten el desayuno con el diablo.
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No existe oposición en Venezuela. Si por oposición se entiende un movimiento social y político con ideas y programas diametralmente alternativos a los hasta ahora impulsados por la dictadura y los anteriores gobiernos que derivaran en este naufragio generalizado. Así el régimen dictatorial que reina desde hace dieciséis años haya ofrecido todos los flancos para que ya se hubieran conformado algunas organizaciones liberales, defensoras de la propiedad privada y el libre mercado, del emprendimiento, la libertad y el desarrollo, de la supremacía del individuo por sobre la tiranía del Estado. Esa boa constrictor, cuya aniquilación fuera incluso la suprema aspiración del marxismo originario y sin cuya superación no sería posible alcanzar la emancipación del sujeto y el reino de la felicidad. Si ciento cincuenta años después no se lo ha alcanzado, por lo menos la historia se ha encargado de demostrar que donde el Estado, lejos de desaparecer y contrariando la teleología marxiana se convirtió en el ogro filantrópico, la ruina, el envilecimiento y el fracaso fueron el destino inevitable de las respectivas sociedades. El brutal fracaso del socialismo soviético y sus derivados es la prueba palpable. Mientras que en donde más coto le impusieran las fuerzas del emprendimiento creativo, mayor fue el desarrollo económico, la riqueza y la prosperidad de sus pueblos.
¿Cómo habría de surgir una oposición liberal y democrática si el propio empresariado se presta a ser comparsa de la devastación del sistema de libre mercado que debiera fundamentarlo? Basta una mirada a la historia para comprobar que la iniciativa privada ha sido la única fuerza motriz generadora de libertad, estabilidad y riqueza en el mundo. Mientras absolutamente todos los experimentos de economías dirigidas y centralizadas, en manos del Estado, socialistas y colectivistas, han terminado en un torrente de sangre y sufrimientos, de genocidios y hambrunas, de persecución y mazmorras, en la más inocultable pobreza. Hasta desmoronarse por su incompetencia dejando décadas de sacrificios en el cementerio o el basurero de las inutilidades.
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“El principal obstáculo que – desde el Siglo de las Luces hasta el tiempo presente – han encontrado las ideologías progresistas en América Latina ha sido éste: la devoción está más arraigada que la razón" escribió Jacques Lafaye en un importante estudio sobre nuestras determinaciones genético culturales: Mesías, cruzadas, utopías. Si así fuera, y soy del convencimiento de que así es, pues la historia de cinco siglos nos demuestra que desde la llegada de los 12 de la fama, ese grupo de misioneros franciscanos que llegó a México inmediatamente después de la conquista de Tenochtitlán por Hernán Cortés, la devoción por los Mesías, las cruzadas y las utopías ha arrasado con todos los esfuerzos por asentar la razón, la sensatez y la lógica en el comportamiento político de los latinoamericanos. El liberalismo como expresión política del ejercicio de la razón fundada en el respeto al individuo frente a la omnipotencia las más de las veces arbitraria del poder del Estado, no ha sido bienvenido en la conciencia de nuestra cultura.[1]
Esta forma de liberalismo conductual, producto de la realidad misma, perfectamente diferenciado del liberalismo clásico en tanto sistema de ideas económicas y de construcciones propiamente ideológicas como el socialismo, este liberalismo racional y progresista, encuentra feroces obstáculos en el quehacer político de América Latina.[2] Al extremo que cuesta encontrar un solo representante entre quienes deciden desde los partidos del establecimiento la dirección de las luchas de la sociedad civil venezolana – profundamente liberal ella misma, aunque lo sea inconscientemente. En esta contradicción entre el liberalismo de la oposición civil y la estatolatría populista y clientelar de los partidos que desde la llamada Mesa de Unidad Democrática reclaman su representación exclusiva, ha entorpecido desde siempre las luchas contra la dictadura.
El fuerte de los combates anti dictatoriales, los sacrificios, la cárcel y las muertes han corrido por cuenta de esa sociedad civil libertaria y liberal. Sus conquistas han sido cuestionadas más de una vez y en momentos cruciales por la intromisión de los intereses parcelarios de los partidos y sus hombres.. Como sucediera durante las dos grandes crisis sociopolíticas del régimen: el 11 de abril del 2002 y el 18 de febrero de 2014.
No se resolverá ésta, la más grave crisis de la Venezuela del último siglo, sin que se imponga el liberalismo consustancial a nuestra tradición libertaria y la sociedad civil encabece las luchas por sacudirse el Leviatán de la dictadura.
@sangarccs
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