Una reina vestida de pueblo
La fe y devoción de los zulianos para con la Chinita se ha plasmado a lo largo de su historia en las ofrendas de amor que han hecho posible la construcción de su casa, su coronación y ahora su ofrenda en flores cada año
por HÉCTOR GALBÁN | DOMINGO 15 DE NOVIEMBRE DE 2015
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Bajo una lluvia de flores se pasea una princesa y San Juan de Dios le reza cánticos de poesía... En la voz del inmortal Ricardo Aguirre quedó grabado este verso de la gaita Reina Morena que recrea la magnitud del fervor mariano por la Chinita que se vive en el Zulia. Desde la renovación de la reliquia, el 18 de noviembre de 1709, el corazón de los zulianos fue robado por la advocación mariana y en todas las épocas no han puesto reparo cuando la Chinita necesita algo para su decoro y el de su casa. Se puede decir -con toda propiedad- que todos los elementos importantes de gran valor que rodean la sagrada reliquia fueron adquiridos por la colaboración sincera de los fieles devotos.
Antes de la llegada de la sagrada reliquia la ermita estaba dedicada a la devoción a San Juan de Dios y era de palmas. Luego de la renovación y reconocimiento de la iglesia sobre la autenticidad de la imagen esta es trasladada a la ermita y Don Joseph Gutiérrez de Vergara es nombrado mayordomo de la virgen, quien se dedica a reunir las limosnas que los fieles depositaban frente a la virgen. Con este dinero comenzó la transformación de la antigua capilla. El sacerdote José de Jesús Romero, quien en 1835 se desempeñaba como sacerdote de la iglesia de San Juan de Dios, sin tener ningún capital reunido decide confiar en la fe del pueblo y la protección de la Virgen de Chiquinquirá para comenzar la construcción de un gran templo para la veneración de la reliquia.
No le faltó al sacerdote quien quisiera ayudar con dinero, materiales y trabajo para lograr la ambiciosa obra que no era nada según el mismo relata en sus escritos: "no tengo nada, absolutamente nada pero cuento con poderosos recursos: con la divina providencia que se vale de instrumentos débiles para grandes obras; cuento con la protección de la santísima Virgen del Rosario de Chiquinquirá y ¿qué hay imposible para ella? Cuento con la piedad de los fieles de Maracaibo cuya devoción a la Señora es bien decidida y fervorosa", apunta en sus cartas con el obispo de Maracaibo, para entonces Monseñor Juan Hilario Boset. Varias remodelaciones ha sufrido el templo pero todas sobre la base de este templo de 1835.
Las joyas
Todas las piezas de finos metales y piedras preciosas que ostenta la madre de los zulianos son otra ofrenda amorosa que su pueblo le dio. Ya habían transcurrido 213 años desde que el Zulia profesaba una fe inquebrantable hacia la Virgen del Rosario de Chiquinquirá; entonces, en 1916 el sacerdote Antonio María Soto eleva una petición al Papa Benedicto XV para la coronación canónica de la reliquia. Con fecha del 16 de julio de 1917 el Papa responde la misiva y le hace saber por carta a Monseñor Arturo Celestino Álvarez Obispo del Zulia que es aprobada la coronación y le manda a que en persona le coloque una corona de oro puro a la imagen según el rito de coronación prescrito por la iglesia.
En 1921 se instituye la Corporación Zuliana para la Coronación, encabezada por el Padre Soto, comenzando con los preparativos para tal acontecimiento. El acto se celebró el 18 de noviembre de 1942 en el llamado campo de la coronación, el cual quedó establecido en La Ciega. La corona pesa alrededor de 10 kilos, fue elaborada por el joyero alemán Alberto Bischoff, todo el oro utilizado es de 18 quilates. Tiene una altura de 43 centímetros. No se requirió comprar el oro ni las piedras preciosas que tiene la corona ya que todos los zulianos de manera espontánea contribuyeron con sus prendas de oro, desde anillos de matrimonio hasta herencias familiares fueron entregadas para lograr la pieza. En voz de los historiadores de la virgen esta es una de las mayores ofrendas de amor y piedad del pueblo zuliano a su excelsa patrona y reina.
A las 7:00 de la mañana del 18 de noviembre de 1942 salió la corona en procesión desde la Basílica y detrás de ella la reliquia de la virgen. A las 9:00 de la mañana el enviado Papal presidió la misa y una vez finalizada la misma Monseñor Marcos Sergio Godoy -revestido para la ocasión- tomó en sus manos la corona y la colocó sobre la tablita y la dejó reposando en las manos de los ángeles de plata. La imagen coronada quedó expuesta a la veneración de los fieles en el campo de la coronación hasta las 7:30 de la noche cuando fue conducida hasta el templo.
30.000 flores
Cada vez que la virgen necesita de su pueblo, este se apremia por asistirle sin vacilaciones. Desde hace tres años el Grupo Santa Eduviges, encargado de la ornamentación de las fiestas patronales, promueve la campaña de recolección de flores para las celebraciones. "Notábamos que la gente abarrotaba los pies de la Virgen de flores que se perdían y decidimos hacer una campaña para que las ofrendas florales fueran más organizadas y pudiesen ser utilizadas de la mejor forma. Otra de las razones es que la gente pueda depositar las flores aquí en la basílica y así no sobrecargar con peso el mesón y trono durante la procesión", detalla el Padre Eleuterio Cuevas, párroco de la Basílica.
Cada año son más las flores que llegan a la iglesia para las fiestas religiosas y que van cargadas de todo el fervor y amor que el pueblo le profesa a la Madre del Dios. Dos son las grandes jornadas de recolección: la primera tiene lugar para el último sábado de octubre con motivo de la bajada de la virgen y la segunda desde el 17 de noviembre en la mañana para la decoración de la fiesta principal. Las personas pueden hacer sus donaciones en metálico o llevar las flores hasta la Basílica.
Esta campaña ha reavivado el deseo del pueblo de ayudar en todo lo necesario para la logística de la celebración. Por tanto, adicional a la recolección de flores, las personas de manera voluntaria se ofrecen para ayudar en las múltiples tareas que se requieren llevar adelante en los días centrales. Para mayor organización de este ejército de devotos se ha establecido un sistema de padrinazgo que permite que cada nuevo voluntario es asignado a uno experimentado para que le vaya instruyendo en las diferentes tareas que se deben adelantar para que el 18 de noviembre todo este en punto cuando la Reina del Saladillo salga a pasear por sus calles y el pueblo le renueve su fe.
@hectorgalbanc
Antes de la llegada de la sagrada reliquia la ermita estaba dedicada a la devoción a San Juan de Dios y era de palmas. Luego de la renovación y reconocimiento de la iglesia sobre la autenticidad de la imagen esta es trasladada a la ermita y Don Joseph Gutiérrez de Vergara es nombrado mayordomo de la virgen, quien se dedica a reunir las limosnas que los fieles depositaban frente a la virgen. Con este dinero comenzó la transformación de la antigua capilla. El sacerdote José de Jesús Romero, quien en 1835 se desempeñaba como sacerdote de la iglesia de San Juan de Dios, sin tener ningún capital reunido decide confiar en la fe del pueblo y la protección de la Virgen de Chiquinquirá para comenzar la construcción de un gran templo para la veneración de la reliquia.
No le faltó al sacerdote quien quisiera ayudar con dinero, materiales y trabajo para lograr la ambiciosa obra que no era nada según el mismo relata en sus escritos: "no tengo nada, absolutamente nada pero cuento con poderosos recursos: con la divina providencia que se vale de instrumentos débiles para grandes obras; cuento con la protección de la santísima Virgen del Rosario de Chiquinquirá y ¿qué hay imposible para ella? Cuento con la piedad de los fieles de Maracaibo cuya devoción a la Señora es bien decidida y fervorosa", apunta en sus cartas con el obispo de Maracaibo, para entonces Monseñor Juan Hilario Boset. Varias remodelaciones ha sufrido el templo pero todas sobre la base de este templo de 1835.
Las joyas
Todas las piezas de finos metales y piedras preciosas que ostenta la madre de los zulianos son otra ofrenda amorosa que su pueblo le dio. Ya habían transcurrido 213 años desde que el Zulia profesaba una fe inquebrantable hacia la Virgen del Rosario de Chiquinquirá; entonces, en 1916 el sacerdote Antonio María Soto eleva una petición al Papa Benedicto XV para la coronación canónica de la reliquia. Con fecha del 16 de julio de 1917 el Papa responde la misiva y le hace saber por carta a Monseñor Arturo Celestino Álvarez Obispo del Zulia que es aprobada la coronación y le manda a que en persona le coloque una corona de oro puro a la imagen según el rito de coronación prescrito por la iglesia.
En 1921 se instituye la Corporación Zuliana para la Coronación, encabezada por el Padre Soto, comenzando con los preparativos para tal acontecimiento. El acto se celebró el 18 de noviembre de 1942 en el llamado campo de la coronación, el cual quedó establecido en La Ciega. La corona pesa alrededor de 10 kilos, fue elaborada por el joyero alemán Alberto Bischoff, todo el oro utilizado es de 18 quilates. Tiene una altura de 43 centímetros. No se requirió comprar el oro ni las piedras preciosas que tiene la corona ya que todos los zulianos de manera espontánea contribuyeron con sus prendas de oro, desde anillos de matrimonio hasta herencias familiares fueron entregadas para lograr la pieza. En voz de los historiadores de la virgen esta es una de las mayores ofrendas de amor y piedad del pueblo zuliano a su excelsa patrona y reina.
A las 7:00 de la mañana del 18 de noviembre de 1942 salió la corona en procesión desde la Basílica y detrás de ella la reliquia de la virgen. A las 9:00 de la mañana el enviado Papal presidió la misa y una vez finalizada la misma Monseñor Marcos Sergio Godoy -revestido para la ocasión- tomó en sus manos la corona y la colocó sobre la tablita y la dejó reposando en las manos de los ángeles de plata. La imagen coronada quedó expuesta a la veneración de los fieles en el campo de la coronación hasta las 7:30 de la noche cuando fue conducida hasta el templo.
30.000 flores
Cada vez que la virgen necesita de su pueblo, este se apremia por asistirle sin vacilaciones. Desde hace tres años el Grupo Santa Eduviges, encargado de la ornamentación de las fiestas patronales, promueve la campaña de recolección de flores para las celebraciones. "Notábamos que la gente abarrotaba los pies de la Virgen de flores que se perdían y decidimos hacer una campaña para que las ofrendas florales fueran más organizadas y pudiesen ser utilizadas de la mejor forma. Otra de las razones es que la gente pueda depositar las flores aquí en la basílica y así no sobrecargar con peso el mesón y trono durante la procesión", detalla el Padre Eleuterio Cuevas, párroco de la Basílica.
Cada año son más las flores que llegan a la iglesia para las fiestas religiosas y que van cargadas de todo el fervor y amor que el pueblo le profesa a la Madre del Dios. Dos son las grandes jornadas de recolección: la primera tiene lugar para el último sábado de octubre con motivo de la bajada de la virgen y la segunda desde el 17 de noviembre en la mañana para la decoración de la fiesta principal. Las personas pueden hacer sus donaciones en metálico o llevar las flores hasta la Basílica.
Esta campaña ha reavivado el deseo del pueblo de ayudar en todo lo necesario para la logística de la celebración. Por tanto, adicional a la recolección de flores, las personas de manera voluntaria se ofrecen para ayudar en las múltiples tareas que se requieren llevar adelante en los días centrales. Para mayor organización de este ejército de devotos se ha establecido un sistema de padrinazgo que permite que cada nuevo voluntario es asignado a uno experimentado para que le vaya instruyendo en las diferentes tareas que se deben adelantar para que el 18 de noviembre todo este en punto cuando la Reina del Saladillo salga a pasear por sus calles y el pueblo le renueve su fe.
@hectorgalbanc
Los mantos
Los mantos que cada año utiliza la reliquia para las fiestas y las réplicas que peregrinan todo el año son ofrenda del pueblo. Una larga lista de feligreses se apunta a diario para dar los mantos a la virgen. Importantes diseñadores de moda y artistas plásticos, entre otros, han tenido la oportunidad de vestir a la virgen. Personas sencillas, fieles devotos, han aprendido a coser y bordar para con sus propias manos confeccionar las ornamentadas piezas que lucirá la virgen como muestra de su agradecimiento y devoción sincera.
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