Las Anotaciones de Antonio Sánchez García
“El pasado es uno de los caminos, entre varios, que el autor explora para entender y explicar nuestra situación hoy”
A pesar de su título, que pareciera sugerir una aspiración limitada, las preguntas que guían este nuevo ensayo de Antonio Sánchez García son las siguientes: “¿Qué es Venezuela? ¿Por qué sus dictaduras? ¿Por qué el chavismo?”. Con característico arrojo el autor indica que busca descubrir “La verdad última” de la Venezuela contemporánea. Y es cierto. Si bien Sánchez García realiza un ambicioso recorrido por la historia venezolana desde la Independencia, deteniéndose a hacer reveladoras semblanzas de algunas de las más destacadas figuras del acontecer del país hasta nuestros días, todo su esfuerzo se dirige al final a indagar sobre el presente y sus acuciantes dilemas. El pasado es uno de los caminos, entre varios, que el autor explora para entender y explicar nuestra situación hoy.
Corresponderá a cada lector decidir si en su particular opinión Antonio alcanza el desafiante propósito que formula al inicio de su ensayo. De mi lado, al aceptar la cordial solicitud de escribir una breve presentación para su nueva obra, optaré por concentrarme en otro aspecto: ¿Cuáles son las motivaciones que impulsan estas páginas? Adelanto que a mi modo de ver son cuatro: el afecto, la perplejidad, la decepción y la esperanza en Venezuela y su porvenir.
Conocí personalmente a Antonio Sánchez hace ya unos cuantos años, a raíz de un civilizado intercambio de pareceres que sostuvimos en la prensa sobre la figura de Salvador Allende y la llamada vía chilena al socialismo. En esa oportunidad Antonio se comunicó gentilmente conmigo y le invité a casa a conversar en torno a un café. No tardé en percibir su personalidad llena de pasión hacia la política y de afecto y fervor hacia el país –Venezuela– que le había eventualmente acogido con amplitud y generosidad, luego de su peregrinaje por otros lugares del mundo como consecuencia precisamente del fracaso de la experiencia allendista.
Recuerdo con claridad que ante la evidencia del profundo compromiso de Antonio con Venezuela, así como de su decisión de enfrascarse en lucha frontal contra el régimen despótico que Hugo Chávez empezaba a establecer, me atreví a alertarle acerca de la importancia de no cifrarse excesivas expectativas sobre una próxima culminación de la denominada Revolución Bolivariana. Este episodio ocurrió, si mi memoria no falla, en 2001 o quizás 2002. Le hablé con sinceridad, convencido de que “un pesimista es un optimista bien informado”, y el nuevo amigo optó por escucharme sin mayores comentarios en lo referente a este punto. Lo que busqué entonces fue evitarle en lo posible otra decepción, de esas que el quehacer político en Venezuela produce con frecuencia, y creo que lo agradeció, aunque por suerte no me hizo demasiado caso.
Las pruebas del afecto que el autor de este ensayo siente por Venezuela son patentes en sus escritos, en sus empeños políticos e intelectuales y en los lazos humanos y sólidas amistades que ha forjado a lo largo de décadas. Antonio ha corrido los riesgos que persiguen a toda persona que se enfrente abiertamente a un despotismo como el que impera en Venezuela. Lo ha hecho con tenacidad y perseverancia y ello le enaltece.
Ahora bien, con ese afecto y ese fervor que Antonio mantiene incólumes ha crecido igualmente la perplejidad. Sánchez García es chileno y venezolano, lo es de manera racional y emocional y le resulta imposible dejar de mirar a Venezuela, al menos en cierta medida, a través del prisma de sus originales vivencias personales y políticas en su país de origen. Su perplejidad ante lo que percibe como una “falta de seriedad” en no pocas de las actitudes y manifestaciones de la existencia venezolana resalta de forma evidente en su ensayo. Es una perplejidad genuina y legítima y en modo alguno ofensiva para su país de adopción y sus gentes. Tal perplejidad, tal asombro ante “la claudicación moral de hombres e instituciones” que nos ha conducido al punto en que hoy nos hallamos, no es un invento de la imaginación del autor y tiene su base en la verdad, aunque no sea toda la verdad. Carl Schmitt, pensador político al que Antonio cita en su ensayo, también se quejaba de la falta de seriedad de las doctrinas y posturas políticas que no entienden ni asumen el carácter existencial, es decir, raigal y decisivo, de determinados retos históricos.
Esa perplejidad, ese sentido de extrañeza que se asoma en algunos recodos de su nuevo ensayo, genera la decepción que también es posible captar en estas páginas a la vez lúcidas y controversiales. La decepción del autor tiene que ver de manera específica –aunque no única– con la postura tomada por una parte predominante de la dirigencia de oposición democrática venezolana en sus lidias frente al despotismo revolucionario. Según argumenta con destreza y honda convicción el autor, la dirigencia opositora, con excepciones que son bien conocidas, ha asumido una postura no pocas veces equívoca, ambigua y carente de la claridad y la fuerza que reclama la naturaleza del régimen. Es precisamente la ausencia de una comprensión cabal de lo que está en juego, lo que en su opinión ha contribuido a debilitar a la oposición en coyunturas cruciales, extraviándola por rumbos inciertos y llevándola a confundir la táctica con la estrategia y a perderse en una especie de laberinto, del que todavía no logra emerger.
Estas Anotaciones no se ocupan de especular con excesivo detalle acerca de qué puede depararle el futuro a la convulsionada Venezuela. Pienso que es lo mejor, dada la angustiosa incertidumbre que caracteriza el actual momento del país. No obstante, y sin menoscabo del dolor que acosa a tantos venezolanos de estos tiempos y que es perceptible en el ensayo de Antonio Sánchez, el autor no se doblega ante las sombras y rescata una esperanza.
Algunos lectores experimentarán tal vez una especie brecha entre el análisis del autor, que induce más bien al pesimismo, y la exposición en las últimas páginas de su obra acerca de la sociedad civil y su potencial para derrotar el despotismo y reconstruir el país. No critico esta actitud de parte de Antonio Sánchez, actitud que trae a la memoria el lema de Gramsci: “Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad”. Para ser justos en la evaluación histórica de esta etapa venezolana, resulta imperativo tener siempre presente la heroica resistencia de tantas mujeres y hombres de diversas generaciones, que han mantenido encendida en sus espíritus la llama de la libertad.
No sabemos qué nos depara el porvenir, pero sí sabemos qué debemos hacer ahora y qué valores deben guiarnos para sostener nuestra dignidad y rescatar la independencia y la libertad de Venezuela. En ese sentido este nuevo ensayo de Antonio Sánchez García es testimonio elocuente de que los reveses y desencantos de estos años no nos han vencido, de que ha existido y existe una voluntad indoblegable en el corazón de millones de venezolanos, una voluntad inspirada por el anhelo de ser libres.
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