Continuemos con este re-descubrir los sacramentos a la luz
de lo humano, de lo contemporáneo, de lo universal; e
integrarlos a nuestro vivir.
Les confieso que esta reflexión que les comparto, me ha
ayudado a comprender muchas cosas en mí y en aquellos
con quienes trabajo y amo.
La Comunión, esa visión sensible de nosotros y del mundo
que nos une, nos cose a lo que nos rodea, a lo que sentimos,
a lo que vivimos, y que nos permite sentirnos realmente parte
de un todo que nos hará comulgar con cada experiencia, con
cada sentir y pensar. De allí, y sólo de este espacio sagrado,
brotarán espontáneamente valores humanos como la compasión,
el amor, la plenitud, la quietud que desesperadamente buscamos
afuera, esperando que ellos nos unan dentro, cuando realmente nos
dividen, nos disocian cada día más con el vivir. La comunión de un
gobernante con su pueblo, de un ciudadano con su ciudad, de un
residente con su hogar, de un miembro con su familia, de eso se trata.
Es una conexión sagrada con lo que realmente nos importa y nos dará
como consecuencia, esa coherencia de cada paso a un ritmo de amor.
La necesidad de cultivar la comunión, no se trata de otra cosa que de unir
más allá del deseo, del poder, del orgullo, de la vanidad, con aquello que
sentimos inevitablemente nuestro, no por un problema de propiedad, sino
por una necesidad de trascender y hacernos parte sensible de eso que
elegimos.
La Confirmación, es ese saber que estamos y somos. Ese detenernos
en cada paso, en cada visión y saber que ahí estoy yo, no sólo una parte
de mí. Es eso que nos regala la conexión, que nos deja a nuestra
responsabilidad el saber que cada paso, cada palabra, cada gesto, cada
decisión, cada intención tendrá un movimiento, y éste dará lugar a algo,
lo queramos o no. Constituye una instancia muy rica en el acto que nos
define como seres vivos, humanos y pensantes: la reflexión.
La Confirmación es un asiento muy fértil y florido de la propia estima, del amar.
Imagínense en una relación cuando perdemos la confirmación constante de lo
amado, de lo decidido, de lo comulgado y asumido con la otra persona.
Será allí cuando los celos desmedidos, las invasiones territoriales, los
improperios, la necesidad de controlar y de ganar poder tomarán el sitial
de confirmadores del amor. Hemos dejado que nuestros espacios más
inconscientes y sombríos se encarguen de algo con lo que comulgamos
en un momento.
Con todo lo hasta ahora expresado, no debería extrañarnos como el
Matrimonio lo vemos de capa caída, imaginemos un matrimonio, una
unión sagrada que tenga débil, en los seres que lo asumen, su Bautismo,
su Comunión, su Confesión y su Confirmación, por lo tanto, podríamos intuir
por dónde se nos cuela la savia que lo podría nutrir. Esto se los dejo para
una próxima entrega.
Hasta la próxima sonrisa, continuaremos…
Carlos Fraga
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