El poder y los intelectuales
GUSTAVO BRICEÑO VIVAS | EL UNIVERSAL
martes 6 de agosto de 2013
Ciertamente, a través de la historia latinoamericana los intelectuales nunca han acompañado y mucho menos apoyado gobiernos militares. Ello se deduce de la simple mirada de los regímenes de Pinochet, Fujimori, Ortega, Castro o Chávez ya en nuestro país. Razones existen en cantidad, sin embargo, la más clara es que los intelectuales, escritores, artistas, pintores, etc., desean siempre desenvolverse en ambientes especiales, no solo de tranquilidad sino de libertad. Es incompatible, desde luego, que un artista plástico ocupe un espacio de su tiempo sin la libertad de imaginar y pintar lo deseado, porque con ello irradia y transcribe una idea de lo expresado, o un escritor que se aboca a escribir lo pretendido con límites derivados de una posición que le imponga las ideas acerca de lo que desea manifestar con su pluma. Yo diría, que lo intelectual es incompatible con la imposición exterior, sobre todo cuando ella proviene de una fuerza de carácter gubernamental.
El poder y los intelectuales es una frase inconciliable, por cuanto los intelectuales, en sus realidades personales, el poder no les atrae como necesidad inmediata; me explico, solo a los fines meramente económicos, de supervivencia, es posible entender o aceptar que un intelectual le agrade el poder. Ahora, qué razón indica lo contrario, es decir, ¿por qué no les agrada el poder? Porque lo contrario del poder es, para expresarlo muy nítidamente, el ejercicio de la libertad. El poder entendido como expresión de fuerza, implica y reconoce una subordinación a leyes y reglamentos, es decir, a normas jurídicas y sociales que actúan bajo un mundo de dependencia y subordinación. Mundo de dependencia y subordinación que es necesario, dado que se actúa para satisfacer necesidades más que todo colectivas, o para un número indeterminado o indeterminable de personas. El intelectual es más individualista, sin ser egocéntrico, más liberal; en fin, más democrático porque supone que el conocimiento y la sabiduría de los hombres solo pueden congeniar en una sociedad donde el consenso y la armonía sean las directrices ideales de sociedades que viven en constantes conflictos.
En Venezuela es muy difícil imaginarse que un intelectual pueda estar satisfecho con este gobierno. Un intelectual lucha consciente o inconscientemente contra toda manifestación ideológica militar. El análisis objetivo, sin ninguna consideración al margen, acaba en la síntesis de que el régimen actual es meramente militar, su conducción política, sus funcionarios altos y medios, sus interpretaciones relacionadas con los acontecimientos sociales responden a planteamientos de corte militar. Digamos, si no reconocen la Constitución como guía de un comportamiento político de forma sistemática, ¿reconocen a los intelectuales en sus manifestaciones libertarias? ¿Aceptan la crítica proveniente de los intelectuales? La respuesta es normalmente negativa, y digo normalmente porque como se expresa al principio de este artículo, existe un claro antagonismo entre el ser militar con poder y los intelectuales como seres auténticamente liberales.
gbricenovivas@gmail.com
El poder y los intelectuales es una frase inconciliable, por cuanto los intelectuales, en sus realidades personales, el poder no les atrae como necesidad inmediata; me explico, solo a los fines meramente económicos, de supervivencia, es posible entender o aceptar que un intelectual le agrade el poder. Ahora, qué razón indica lo contrario, es decir, ¿por qué no les agrada el poder? Porque lo contrario del poder es, para expresarlo muy nítidamente, el ejercicio de la libertad. El poder entendido como expresión de fuerza, implica y reconoce una subordinación a leyes y reglamentos, es decir, a normas jurídicas y sociales que actúan bajo un mundo de dependencia y subordinación. Mundo de dependencia y subordinación que es necesario, dado que se actúa para satisfacer necesidades más que todo colectivas, o para un número indeterminado o indeterminable de personas. El intelectual es más individualista, sin ser egocéntrico, más liberal; en fin, más democrático porque supone que el conocimiento y la sabiduría de los hombres solo pueden congeniar en una sociedad donde el consenso y la armonía sean las directrices ideales de sociedades que viven en constantes conflictos.
En Venezuela es muy difícil imaginarse que un intelectual pueda estar satisfecho con este gobierno. Un intelectual lucha consciente o inconscientemente contra toda manifestación ideológica militar. El análisis objetivo, sin ninguna consideración al margen, acaba en la síntesis de que el régimen actual es meramente militar, su conducción política, sus funcionarios altos y medios, sus interpretaciones relacionadas con los acontecimientos sociales responden a planteamientos de corte militar. Digamos, si no reconocen la Constitución como guía de un comportamiento político de forma sistemática, ¿reconocen a los intelectuales en sus manifestaciones libertarias? ¿Aceptan la crítica proveniente de los intelectuales? La respuesta es normalmente negativa, y digo normalmente porque como se expresa al principio de este artículo, existe un claro antagonismo entre el ser militar con poder y los intelectuales como seres auténticamente liberales.
gbricenovivas@gmail.com
Venezuela vuelve al "peor de los mundos"
CIPRIANO HEREDIA S. | EL UNIVERSAL
martes 6 de agosto de 2013
Los pensadores de la economía tuvieron como cierto durante muchas décadas, que el estancamiento de la producción y la inflación eran males que se excluían mutuamente. Se tenía como cierto que el alza de precios era una consecuencia indeseada del crecimiento económico, ya que la liquidez monetaria tendía a aumentar más rápido que la oferta de bienes, lo cual generaba presión sobre los precios. Sin embargo, mientras que el crecimiento fuera sostenido y la inflación se mantuviera en un nivel bajo (1 dígito), se asumía como un precio que se podía pagar por la expansión.
No obstante, para la década de los 70 del siglo pasado, ambos males (estancamiento e inflación), se habían asentado de manera simultánea en las grandes economías occidentales, causando estragos en el seno de la sociedad. Esto hizo surgir una nueva visión sobre estas patologías, dio lugar a la identificación de una nueva enfermedad económica que se llama Estanflación, e hizo emerger nuevas teorías que comprenderían de manera más eficaz la naturaleza del fenómeno y cómo atacarlo.
En el marco de esta dinámica, el Premio Nobel de Economía en 1977, James Meade, afirmaría de manera angustiante lo siguiente: "nuestra inquietud se debe a que durante los años setenta hemos experimentado un desempleo mucho más duro que en anteriores décadas y hemos combinado esto con unas tasas de inflación de precios más altas. Nos hemos procurado el peor de ambos mundos".
Pues bien, nuestro país sufrió de estanflación recientemente en los años 2009 y 2010, cuando producto de la arremetida de las expropiaciones contra la empresa privada y la caída de los precios del petróleo, el país decreció económicamente registrando -3,3% y -1,9% respectivamente, mientras que la inflación se mantuvo por encima del 25% ambos años.
No obstante, la montaña rusa del mercado internacional del crudo entró otra vez en subida desde finales del año 2010, por lo que pudimos mostrar cifras de crecimiento importantes en 2011 y 2012 con un barril de petróleo por encima de los $100, aunque con un nivel de producción mermado. Pero en 2013 hemos vuelto al "peor de ambos mundos", y esta vez lo insólito es que ocurre con el barril de crudo manteniéndose por encima de los $100. Es decir, no es porque somos otra vez víctimas de un nuevo ciclo de bajos precios del único bien que exportamos.
En cifras gruesas, la economía venezolana sólo creció 0,7% en el primer trimestre de 2013, y nada indica que haya podido mejorar en el segundo trimestre. Pero paralelo a ello registramos una inflación acumulada de 25% en lo que va de año, mientras que el promedio de escasez de productos se ubica en 20%.
Para salir de esto el Gobierno tendría que, por un lado, controlar el gasto público, y por el otro, impulsar de manera contundente la productividad interna. No obstante, ninguna de las dos cosas parece posible. La cercanía de unas nuevas elecciones y la manera descontrolada e irresponsable como se manejan los recursos públicos impiden una disminución del gasto para el segundo semestre del año. De igual forma, el Gobierno no termina de corregir los problemas estructurales que impiden el aumento de la producción interna, sino que parece conformarse por ahora con soltar unas cantidades pírricas de dólares mediante mecanismos poco transparentes y eficaces, para palear la crisis con importaciones selectas.
Es así como, con toda seguridad, este año 2013 será con creces el peor desde el punto de vista económico que haya vivido el país en décadas. Es un hecho que, aunado a la inseguridad personal, el desabastecimiento y el alto costo de la vida van minando la paciencia y el bolsillo de los venezolanos. Mientras, Giordani mira de lejos, Merentes toma el capote y salta al ruedo, y Nicolás escucha, pero no entiende ni pío.
Diputado al Consejo Legislativo de Miranda y Subsec. Gral. de ABP
cipriano.heredia@gmail.com
@CiprianoHeredia
No obstante, para la década de los 70 del siglo pasado, ambos males (estancamiento e inflación), se habían asentado de manera simultánea en las grandes economías occidentales, causando estragos en el seno de la sociedad. Esto hizo surgir una nueva visión sobre estas patologías, dio lugar a la identificación de una nueva enfermedad económica que se llama Estanflación, e hizo emerger nuevas teorías que comprenderían de manera más eficaz la naturaleza del fenómeno y cómo atacarlo.
En el marco de esta dinámica, el Premio Nobel de Economía en 1977, James Meade, afirmaría de manera angustiante lo siguiente: "nuestra inquietud se debe a que durante los años setenta hemos experimentado un desempleo mucho más duro que en anteriores décadas y hemos combinado esto con unas tasas de inflación de precios más altas. Nos hemos procurado el peor de ambos mundos".
Pues bien, nuestro país sufrió de estanflación recientemente en los años 2009 y 2010, cuando producto de la arremetida de las expropiaciones contra la empresa privada y la caída de los precios del petróleo, el país decreció económicamente registrando -3,3% y -1,9% respectivamente, mientras que la inflación se mantuvo por encima del 25% ambos años.
No obstante, la montaña rusa del mercado internacional del crudo entró otra vez en subida desde finales del año 2010, por lo que pudimos mostrar cifras de crecimiento importantes en 2011 y 2012 con un barril de petróleo por encima de los $100, aunque con un nivel de producción mermado. Pero en 2013 hemos vuelto al "peor de ambos mundos", y esta vez lo insólito es que ocurre con el barril de crudo manteniéndose por encima de los $100. Es decir, no es porque somos otra vez víctimas de un nuevo ciclo de bajos precios del único bien que exportamos.
En cifras gruesas, la economía venezolana sólo creció 0,7% en el primer trimestre de 2013, y nada indica que haya podido mejorar en el segundo trimestre. Pero paralelo a ello registramos una inflación acumulada de 25% en lo que va de año, mientras que el promedio de escasez de productos se ubica en 20%.
Para salir de esto el Gobierno tendría que, por un lado, controlar el gasto público, y por el otro, impulsar de manera contundente la productividad interna. No obstante, ninguna de las dos cosas parece posible. La cercanía de unas nuevas elecciones y la manera descontrolada e irresponsable como se manejan los recursos públicos impiden una disminución del gasto para el segundo semestre del año. De igual forma, el Gobierno no termina de corregir los problemas estructurales que impiden el aumento de la producción interna, sino que parece conformarse por ahora con soltar unas cantidades pírricas de dólares mediante mecanismos poco transparentes y eficaces, para palear la crisis con importaciones selectas.
Es así como, con toda seguridad, este año 2013 será con creces el peor desde el punto de vista económico que haya vivido el país en décadas. Es un hecho que, aunado a la inseguridad personal, el desabastecimiento y el alto costo de la vida van minando la paciencia y el bolsillo de los venezolanos. Mientras, Giordani mira de lejos, Merentes toma el capote y salta al ruedo, y Nicolás escucha, pero no entiende ni pío.
Diputado al Consejo Legislativo de Miranda y Subsec. Gral. de ABP
cipriano.heredia@gmail.com
@CiprianoHeredia
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