Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

viernes, 29 de agosto de 2014

La Guayaba de Pascal, además de un sello editorial, es el nombre de una agrupación literaria dedicada a indagar y a pensar el ensayo, bajo la experimentada guía del poeta y ensayista Armando Guardia. Claudia Márquez, Elsy Manzanares, José Rivera, Luisa Helena Calcaño, Norma Socorro, Omar Astorga, Ramón Peña Ojeda y Vilma García Salge, la integran. Huelga decirlo: reina la diversidad, los modos personalísimos de abordar el género. Hemos escogido cuatro piezas breves, de Astorga, Manzanares, Peña y Rivera, para ofrecerlas a los lectores del “Papel Literario”

Los ensayistas de La Guayaba de Pascal

La Guayaba de Pascal, además de un sello editorial, es el nombre de una agrupación literaria dedicada a indagar y a pensar el ensayo, bajo la experimentada guía del poeta y ensayista Armando Guardia. Claudia Márquez, Elsy Manzanares, José Rivera, Luisa Helena Calcaño, Norma Socorro, Omar Astorga, Ramón Peña Ojeda y Vilma García Salge, la integran. Huelga decirlo: reina la diversidad, los modos personalísimos de abordar el género. Hemos escogido cuatro piezas breves, de Astorga, Manzanares, Peña y Rivera, para ofrecerlas a los lectores del “Papel Literario”

CAMINANTES
Siempre me había encontrado en la salida de la autopista a un mendigo que arrastraba su bolsa al caminar.
Esta vez me detuve a observar su larga cabellera, enredada, llena del polvo contaminado de Caracas. Una cabellera espesa y sucia pero abundante que acompañaba a un rostro cenizo de cejas anchas, de barba semipoblada. Un cuerpo delgado, algo robusto más bien, y de andar parejo.
Realmente no sé si es un mendigo. Nunca lo he visto pidiendo. Siempre anda caminando, con la mirada concentrada en el camino, quizás pensando solo en su presente, escéptico, sin falsas esperanzas, quizás psicótico, quizás un cuerpo sabio, sin las presiones históricas de la gran ciudad.
Él no está sometido a las angustias que atormentan al caraqueño común, muchos ya calvos o rapados para esconder su calvicie prematura. Se asemeja más bien a un hombre de montaña que vive en la ciudad. No es el buen salvaje, pero tampoco es el hombre antinatural del cual hablaba Rousseau en su Discurso sobre la desigualdad. Lo he visto desde hace diez años y siempre se ve igual. Si es joven, no ha envejecido. Si es viejo, no se ha encanecido ni da muestras de tener la así llamada tercera edad.
Si alguien pretendiera insertarlo en la sociedad y convertirlo en ciudadano de una democracia, seguramente lo enfermaría, le haría perder su cabellera, su mirada limpia e intemporal, su manera de caminar. Quedaría lisiado de democracia y ciudadanía, símbolos que esconden la circulación perversa del dinero, del gozo alimentado por el egoísmo, del cálculo disfrazado de solidaridad.
Cuando leía hace poco a un grupo de filósofos invitados a pensar la “democracia en suspenso”, especialmente cuando se referían al fraude de la democracia convertida en formato político de un capitalismo que se consume a sí mismo, pensé en aquel hombre, lleno de vida, de su propia vida, sin espectáculos, sin el sonido del circo esta vez instalado en los medios, sin la angustia de no saber por qué se vive sin esperanza, sin futuro.
Pensé luego que quizás estaba cometiendo una desmesura, porque tampoco los caraqueños saben de ciudadanía y democracia. Con seguridad es así. Pero quizás llegarán retrasados a saber que esos conceptos ya empezaron a corroerse y mostrar su verdadero rostro en el seno mismo de la cultura que los vio nacer.
Volví a pensar en el hombre de la larga cabellera. Me llenó de paz y creo haber sentido el escepticismo en el que afortunadamente se refugió.
LA GUAYABA DE PASCAL. ENSAYOS
Ediciones La Guayaba de Pascal
Caracas, 2013

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