El ángel exterminador
El Nacional 25 DE AGOSTO 2014 - 00:01
1. The Gilded Age
Son legendarias las polémicas despertadas en esta ciudad por ciertos restauradores del patrimonio urbano que han hecho de los cambios de color en los monumentos históricos su más notoria divisa. Gracias a ellos hemos visto mutar a la blanca Caracas en la Caracas de los colores populares, especialmente del más célebre: el “amarillo alcaldía” (Pantone 124C), seguido muy de cerca por su metálica versión para estatuaria, el dorado.
La palabra “cala” ha sido la primera herramienta de las transformaciones. Ella es usada con éxito para acabar con la discusión cada vez que aparece un ciudadano memorioso o experto en la materia que recuerda unas tonalidades distintas para este o aquel edificio u obra de arte, generalmente más suaves, más neutras, o sencillamente el color del material original. “La cala estratigráfica dio amarillo”, alega el lego. “Oh, ¿en serio?”, suspira, derrotado, el memorioso. Y el asunto se da por terminado.
El impulso restaurador en la ciudad, por supuesto, no tiene nada de malo. Al contrario: estos nuevos ángeles patrimoniales han ido exterminando años de abandono del patrimonio en la fábrica urbana. El problema es que ese mismo poderoso impulso, esa misma potestad cuasi divina con que exterminan el polvo, la herrumbre, las grietas, el óxido y la humedad, ha terminado por exterminar también algunas veces sus propios escrúpulos, materia sumamente importante en una profesión cuyos resultados, por públicos, afectan a toda la colectividad, y por lo cual está tan necesitada de rigor histórico y apertura a la discusión.
El hecho es que le hemos ido siguiendo la pista a uno de estos angélicos personajes, quien avistamos por vez primera en 2010 en el Calvario luego de que le aplicase una abundante dosis de color cobre a la estatuas y relieves del Arco de la Federación (Emilio Gariboldi, 1895), que quedaron, desde entonces, jaspeadamente bronceados. Viendo el resultado, no nos quedaron dudas de que acabar con la “monotonía” cromática del histórico arco le fue algo absolutamente irresistible; en su labor, aún tuvo tiempo para demorarse en pintar de tricolor el relieve del escudo nacional, abriendo así una nueva era para la estatuaria en la ciudad: la del libro infantil para colorear donde se le da rienda suelta a la imaginación.
Esta nueva era tiene su más completo logro en un hasta hace poco abandonado monumento de la Plaza Madariaga, en El Paraíso: el Monumento a la Victoria (circa 1910). Allí creemos ver de nuevo la mano de nuestro patrimonial ángel, exterminando la herrumbre, el polvo, el hollín, exterminando todo… hasta la pátina del bronce. La estatua tiene de nuevo su brazo en su sitio (restituyéndole el que le cortara la rama de un árbol y que un piadoso vecino guardara por años), pero ahora sus ropajes lucen un dorado rosé que se recorta delicadamente contra el rutilante oro de su cuerpo. Solo falta pintarle los celestiales ojos de azul, y alguno que otro carmín en las mejillas… ¡y habrá quien diga que hasta le gusta! Pero, ¿es eso lo importante?
Observando con qué libertad se ha sustituido la heráldica trompeta de bellas líneas que la estatua empuñaba en su mano izquierda por una especie de objeto que asemeja un destapador de cañerías, como se han olvidado de rehacer la corona de laurel de bronce que alzaba con la otra mano y de reconstruir el pedestal neoclásico sobre el que se levantaba el monumento, no cabe sino preguntarse: primero, ¿hasta dónde podemos permitir que llegue la licencia de un restaurador? Y segundo: ¿dónde está la cala?
2. El Angel del Paraíso
Hagamos memoria urbana. El "Monumento a la Victoria", o Ángel del Paraíso, fue erigido para las fiestas del Centenario en 1910 en la Plaza 19 de Abril (hoy Plaza Madariaga), junto a la Avenida del Paraíso (hoy Avenida Páez).4 Justamente en la puerta oriental de la urbanización.
Es imposible no identificarlo sino como el Arcángel Gabriel, el ancestral guardián de las puertas del Paraíso, quien también fuera el ángel de la Anunciación (de allí la trompeta en su mano derecha). Además, por ser la trompeta el instrumento de los cánticos de la victoria y llevar una corona, a este tipo de monumentos se les llama "triunfo".
Todo esto nos habla que el barrio El Paraíso de fines del siglo diecinueve era un verdadero Jardín del Edén, como una ciudad prometida, una nueva Jerusalén. Y revela a unos ciudadanos que por su cultura urbana tenían entonces mucho de arcángeles, palabra que viene de Arc Angel, que etimológicamente esta compuesta por arco, "el que dirige" y angel, "el mensajero". Dulces heraldos e ilustrados arquitectos, los caraqueños de El Paraíso erigieron este monumento para dirigirnos un mensaje. Salve, parece que le dijera el ángel a la ciudad. "Llena eres de gracia".5 En vez de anunciar la caída de Babilonia, resguarda vigilante un portal de alabastro.
Al este de su Edén, el Ángel del Paraíso sigue allí, un siglo después, como escribiera John Milton en El paraíso perdido, "contento con la esperanza / de encontrar a quien guiar en su vuelo errante / hasta el Paraíso".
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