Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 17 de agosto de 2014

Homilía de la Misa de beatificación: 'Tuvieron que elegir entre el mundo o ser católicos' El papa Francisco indicó en la homilí­a que los mártires nos llevan a poner a Cristo antes de todo y a no bajar a compromisos

Tercer día del Papa en Corea: miles en la misa de beatificación
El papa Francisco beatificó a Paul Yun Ji-Chung y sus 123 compañeros mártires, los primeros cristianos coreanos
Por H. Sergio Mora
ROMA, 16 de agosto de 2014 (Zenit.org) - El papa Francisco este sábado 16 de agosto ha iniciado el tercer día de su viaje apostólico a Corea, visitando a pocos kilómetros de Seúl el Santuario de los Mártires de Seo So Mun, el lugar del martirio de los 103 católicos coreanos canonizados por Juan Pablo II en 1984. A su llegada al santuario dos jóvenes le ayudaron a poner una corona de flores y el Santo Padre realizó una oración en silencio.
A continuación el Santo Padre llegó a la Puerta de Gwanghwamun en Seoul, lugar de la santa misa de beatificaciónde Paul Yun Ji-Chung y de 123 compañeros mártires en el papamóvil abierto con un discreto dosel y vestido de blanco. Allí pasó, en medio a una enorme multitud de personas que le saludaban con gran entusiasmo. No faltaron algunas oportunidades en las que la camioneta se detuvo y el Papa besó y bendijo a algún niño.
La ancha avenida contenía una multitud de unas 800 mil personas, cuando se esperaban unas 20 mil. El papa Francisco endosó para la misa paramentos rojos, el palio y la mitra crema y dorada. Los obispos que concelebraban vestían también de rojo. El altar delante de la puerta de Gwanghwamun contaba con dos pantallas gigantes a sus lados.
Antes del inicio de la misa le fue pedido al Santo Padre en latín y en coreano que inscribiera como beatos a Paul Yun Ji-Chung y de 123 compañeros mártires, a lo que el Pontífice dio su aceptación leyendo en latín, y despertando una ovación por parte de los presentes mientras tocaban el himno y se leía profunda satisfacción en el rostro del Pontífice.
El papa Juan Pablo II había canonizado a los mártires de segunda y tercera generación que conocieron los misioneros franceses, en cambio ahora Francisco ha beatificado a los de la primera generación, los cuales no habían sido estudiados ni había entonces documentación para beatificarlos.
Paul Yun Ji-Chung y de 123 compañeros mártires son los mártires de la primera generación de la Iglesia en Corea, los fundadores, que son padres o abuelos de los mártires de las generaciones ya canonizadas.
En el éremo en el que estos buscadores de la verdad vivían seguían aPaul Yun Ji-Chung comojefe y maestro. En el lugar de este éremo hay un santuario, meta de peregrinaje, en donde están las tumbas de ellos cinco de ellos, y que que fue visitado por el papa Francisco antes de la misa.
A continuación fue la celebración de la santa misa, en latín y con lecturas y cantos en coreano. La homilía del Pontífice fue en italiano y traducida cada parte fue en coreano a medida que la iba leyendo

El santo padre Francisco en la misa de beatificación de de Paul Yun Ji-Chung y de 123 compañeros mártires celebrada en Seúl este sábado 16 de agosto, en la Puerta de Gwanghwamun, dirigió su homilía a los cientos de miles de personas presentes. A continuación el texto de la homilía.


«¿Quién nos separará del amor de Cristo?». Con estas palabras, san Pablo nos habla de la gloria de nuestra fe en Jesús: no sólo resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo, sino que nos ha unido a él y nos ha hecho partícipes de su vida eterna. Cristo ha vencido y su victoria es la nuestra.
Hoy celebramos esta victoria en Pablo Yun Ji-chung y sus 123 compañeros. Sus nombres quedan unidos ahora a los de los santos mártires Andrés Kim Teagon, Pablo Chong Hasang y compañeros, a los que he venerado hace unos momentos. Vivieron y murieron por Cristo, y ahora reinan con él en la alegría y en la gloria. Con san Pablo, nos dicen que, en la muerte y resurrección de su Hijo, Dios nos ha concedido la victoria más grande de todas. En efecto, «ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor».
La victoria de los mártires, su testimonio del poder del amor de Dios, sigue dando frutos hoy en Corea, en la Iglesia que sigue creciendo gracias a su sacrificio. La celebración del beato Pablo y compañeros nos ofrece la oportunidad de volver a los primeros momentos, a la infancia –por decirlo así– de la Iglesia en Corea. Los invita a ustedes, católicos de Corea, a recordar las grandezas que Dios ha hecho en esta tierra, y a custodiar como un tesoro el legado de fe y caridad confiado a ustedes por sus antepasados.
En la misteriosa providencia de Dios, la fe cristiana no llegó a las costas de Corea a través de los misioneros; sino que entró por el corazón y la mente de los propios coreanos. En efecto, fue suscitada por la curiosidad intelectual, por la búsqueda de la verdad religiosa. Tras un encuentro inicial con el Evangelio, los primeros cristianos coreanos abrieron su mente a Jesús. Querían saber más acerca de este Cristo que sufrió, murió y resucitó de entre los muertos. El conocimiento de Jesús pronto dio lugar a un encuentro con el Señor mismo, a los primeros bautismos, al deseo de una vida sacramental y eclesial plena y al comienzo de un compromiso misionero. También dio como fruto comunidades que se inspiraban en la Iglesia primitiva, en la que los creyentes eran verdaderamente un solo corazón y una sola mente, sin dejarse llevar por las diferencias sociales tradicionales, y teniendo todo en común.
Esta historia nos habla de la importancia, la dignidad y la belleza de la vocación de los laicos. Saludo a los numerosos fieles laicos aquí presentes, y en particular a las familias cristianas, que día a día, con su ejemplo, educan a los jóvenes en la fe y en el amor reconciliador de Cristo. También saludo de manera especial a los numerosos sacerdotes que hoy están con nosotros; con su generoso ministerio transmiten el rico patrimonio de fe cultivado por las pasadas generaciones de católicos coreanos.
El Evangelio de hoy contiene un mensaje importante para todos nosotros. Jesús pide al Padre que nos consagre en la verdad y nos proteja del mundo.
Es significativo, ante todo, que Jesús pida al Padre que nos consagre y proteja, pero no que nos aparte del mundo. Sabemos que él envía a sus discípulos para que sean fermento de santidad y verdad en el mundo: la sal de la tierra, la luz del mundo. En esto, los mártires nos muestran el camino.
Poco después de que las primeras semillas de la fe fueran plantadas en esta tierra, los mártires y la comunidad cristiana tuvieron que elegir entre seguir a Jesús o al mundo. Habían escuchado la advertencia del Señor de que el mundo los odiaría por su causa; sabían el precio de ser discípulos. Para muchos, esto significó persecución y, más tarde, la fuga a las montañas, donde formaron aldeas católicas. Estaban dispuestos a grandes sacrificios y a despojarse de todo lo que pudiera apartarles de Cristo –pertenencias y tierras, prestigio y honor–, porque sabían que sólo Cristo era su verdadero tesoro.
En nuestros días, muchas veces vemos cómo el mundo cuestiona nuestra fe, y de múltiples maneras se nos pide entrar en componendas con la fe, diluir las exigencias radicales del Evangelio y acomodarnos al espíritu de nuestro tiempo. Sin embargo, los mártires nos invitan a poner a Cristo por encima de todo y a ver todo lo demás en relación con él y con su Reino eterno. Nos hacen preguntarnos si hay algo por lo que estaríamos dispuestos a morir.
Además, el ejemplo de los mártires nos enseña también la importancia de la caridad en la vida de fe. La autenticidad de su testimonio de Cristo, expresada en la aceptación de la igual dignidad de todos los bautizados, fue lo que les llevó a una forma de vida fraterna que cuestionaba las rígidas estructuras sociales de su época. Fue su negativa a separar el doble mandamiento del amor a Dios y amor al prójimo lo que les llevó a una solicitud tan fuerte por las necesidades de los hermanos. Su ejemplo tiene mucho que decirnos a nosotros, que vivimos en sociedades en las que, junto a inmensas riquezas, prospera silenciosamente la más denigrante pobreza; donde rara vez se escucha el grito de los pobres; y donde Cristo nos sigue llamando, pidiéndonos que le amemos y sirvamos tendiendo la mano a nuestros hermanos necesitados.
Si seguimos el ejemplo de los mártires y creemos en la palabra del Señor, entonces comprenderemos la libertad sublime y la alegría con la que afrontaron su muerte. Veremos, además, cómo la celebración de hoy incluye también a los innumerables mártires anónimos, en este país y en todo el mundo, que, especialmente en el siglo pasado, han dado su vida por Cristo o han sufrido lacerantes persecuciones por su nombre.
Hoy es un día de gran regocijo para todos los coreanos. El legado del beato Pablo Yun Ji- chung y compañeros –su rectitud en la búsqueda de la verdad, su fidelidad a los más altos principios de la religión que abrazaron, así como su testimonio de caridad y solidaridad para con todos– es parte de la rica historia del pueblo coreano. La herencia de los mártires puede inspirar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a trabajar en armonía por una sociedad más justa, libre y reconciliada, contribuyendo así a la paz y a la defensa de los valores auténticamente humanos en este país y en el mundo entero.
Que la intercesión de los mártires coreanos, en unión con la de Nuestra Señora, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de la perseverancia en la fe y en toda obra buena, en la santidad y la pureza de corazón, y en el celo apostólico de dar testimonio de Jesús en este querido país, en toda Asia, y hasta los confines de la tierra. Amén».

Papa beatifica a 124 mártires de Corea (Vídeo)
Fue uno de los momentos más esperados del viaje del Papa a Corea del Sur
Por Redacción
ROMA, 16 de agosto de 2014 (Rome Reports) - La Iglesia cuenta con 124 nuevos beatos y esta es la alegría de los peregrinos coreanos después de que el Papa pronunció la fórmula de beatificación.
Más de un millón de personas llenaron las calles de Seúl para asistir a la Misa de beatificación de Pablo Yun Ji-Chung y sus 123 compañeros mártires que fueron víctimas de la persecución religiosa de los siglos XVIII y XIX.
Para ver el vídeo hacer click aquí.

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