El papa Francisco sigue reflexionando sobre el Año Jubilar durante las catequesis de la audiencia general. Este miércoles, ha dado algunas claves sobre cómo vivir este año de la Misericordia. En la plaza de san Pedro, miles de personas esperaban con alegría y cánticos la llegada del Pontífice en el papamóvil. A su ingreso los peregrinos llegados de todas las partes del mundo, saludaban con entusiasmo cuando le veían pasar. Como es habitual, Francisco se ha detenido en algunas ocasiones para bendecir a los fieles, especialmente a los más pequeños.
En el resumen de la catequesis que el Santo Padre hace en español, ha explicado que “el Año Santo de la Misericordia ha comenzado en toda la Iglesia y se celebra en cada diócesis, como un signo visible del amor misericordioso del Padre y de la comunión universal”. De este modo, ha recordado que la Iglesia, que es “una”, vive la comunión con Dios mismo. “Este misterio de comunión hace crecer y madurar en nuestro corazón el amor de Dios, que se manifiesta en la misericordia y el perdón”, ha añadido. El papa Francisco ha asegurado que “amar y perdonar son el signo concreto y visible de que la fe ha cambiado nuestros corazones. Este gran signo de la vida cristiana se transforma después en muchos otros signos que son característicos del Jubileo, como el atravesar la Puerta Santa”.
Asimismo ha precisado que la Puerta simboliza al mismo a Jesús y “cuando pasamos por ella manifestamos nuestra confianza en él y el deseo de una verdadera conversión. Jesús nos anima a salir al encuentro de los demás para llevarles su amor”. Por otro lado, el Pontífice ha asegurado que “la confesión es también un signo importante del Jubileo”. Por eso ha observado que “acercarse al sacramento de la reconciliación es recibir directamente la misericordia divina y si nos abrimos a ella, también nosotros seremos capaces de perdonar a los demás”.
A continuación, el Santo Padre ha saludado “cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los que han venidos de España y Latinoamérica”. A ellos les ha animado “a abrir la puerta del corazón para dejar entrar a Cristo y ser portadores de su misericordia” y les ha deseado también “una buena preparación y una santa celebración de la Navidad”.
Después de los saludos en todas las lenguas, el Papa ha dirigido un saludo especial a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. “Encomendemonos a María, maestra de fe y modelo de obediencia al Señor”, ha invitado. A los jóvenes les ha pedido que vivan la Navidad “con la misma fe con la que María ha acogido el anuncio del arcángel Gabriel”. A los enfermos les ha exhortado a pedir a María “obtener esta paz íntima que Jesús ha llevado al mundo”. Y finalmente, el Papa ha pedido a los recién casados que imiten el ejemplo de la Madre de Jesús con la oración y las virtudes.
El Papa en Santa Marta: "Dios nos ama sin medida y sale a buscarnos"
En la homilía de este martes 20 de Octubre, el Santo Padre recuerda que “no es fácil, con nuestros criterios humanos”, pequeños y limitados, “entender el amor de Dios”
Dios siempre da con abundancia su gracia a los hombres, que en cambio tienen “la costumbre de medir las situaciones”: comprender la abundancia del amor divino es siempre fruto de una gracia. Ésta es la idea central de la homilía que el papa Francisco ha pronunciado durante la misa de hoy martes por la mañana, en la capilla de la Casa Santa Marta.
Abundante. El amor de Dios por el hombre es así. Una generosidad que al hombre en cambio se le escapa, demasiado acostumbrado a con gotero algo que él posee. El Santo Padre lee el pasaje de san Pablo en esta clave. La salvación traída por Jesús, que supera la caída de Adán, es una demostración de este darse con abundancia. Y la salvación, explica, “es la amistad entre nosotros y Él”.
“¿Cómo da Dios su amistad para nuestra salvación? Nos dará con una buena medida, apretada, colma, rebosante... Pero esto sugiere la abundancia y esta palabra 'abundancia', en este pasaje se repite tres veces. Dios da en abundancia hasta el punto de decir, Pablo, como resumen final: 'Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia'. Sobreabunda, todo. Y este es el amor de Dios: sin medida. Todo de sí mismo”.
Sin medida como el padre de la parábola del Evangelio, que todos los días mira hacia el horizonte para ver si su hijo decide regresar donde él. “El corazón de Dios --afirma el Pontífice-- no está cerrado: siempre está abierto. Y cuando llegamos, como aquel hijo, nos abraza, nos besa: un Dios que hace fiesta”.
“Dios no es un Dios mezquino: Él no conoce la mezquindad. Él da todo. Dios no es un Dios quieto que se queda mirando y esperando que nosotros nos convirtamos. Dios es un Dios que sale: sale a buscar, a buscar a cada uno de nosotros. ¿Pero esto es verdad? Todos los días Él nos busca, nos está buscando. Como ya lo ha hecho, como he dicho, en la parábola de la oveja perdida o de la moneda perdida: busca. Siempre es así”.
En el cielo, insiste el Papa, se hace “más fiesta” por un solo pecador que se convierte, que por cien que permanecen fieles. Y sin embargo --reconoce-- “no es fácil, con nuestros criterios humanos”, pequeños y limitados, “entender el amor de Dios”. Se entiende por una “gracia”, como lo había entendido --recuerda Francisco-- la monja de 84 años, conocida en su diócesis, que todavía recorría constantemente las salas del hospital para hablar con una sonrisa del amor de Dios a los enfermos. Ella, concluye el Santo Padre, tenía “el don de comprender este misterio, esta sobreabundancia” del amor de Dios, que a la mayoría se les escapa.
“Es cierto, siempre tenemos la costumbre de medir las situaciones, las cosas con las medidas que tenemos: y nuestras medidas son pequeñas. Por ello, haremos bien en pedir la gracia del Espíritu Santo, orar al Espíritu Santo, la gracia de acercarnos al menos un poco para entender este amor y tener el deseo de ser abrazados, besados con esa medida sin límites”.
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