En el contexto de este Año de la Misericordia y de la preparación para la Navidad, el papa Francisco ha presentado, en su discurso navideño a la Curia, un subsidio práctico para poder vivir fructuosamente este tiempo de gracia. No se trata, ha explicado, de un exhaustivo “catálogo de las virtudes necesarias” para quien presta servicio en la Curia y para todos aquellos que quieren hacer fértil su consagración o su servicio a la Iglesia. De este modo ha realizado una lista con el acróstico de la palabra ‘misericordia’, para que esta sea guía y faro.
Al inicio de su discurso, también ha recordado que en su primer encuentro con ellos, en el 2013, subrayó dos aspectos importantes e inseparables del trabajo curial: la profesionalidad y el servicio. El año pasado, afrontó algunas tentaciones y “enfermedades”, el “catálogo de las enfermedades curiales”. A propósito ha explicado que estas enfermedades requieren prevención, vigilancia, cuidado y, lamentablemente, en algunos casos, operaciones dolorosas y largas. Asimismo ha subrayado que “algunas de estas enfermedades se han manifestado durante este año, causando no poco dolor a todo el cuerpo e hiriendo a muchas almas”.
De este modo, el Santo Padre ha asegurado que esto ha sido y lo será siempre, objeto de sincera reflexión y medidas decisivas. “La reforma irá adelante con determinación, lucidez y resolución”, ha precisado el Papa.
En esta misma línea, ha observado que las enfermedades y los escándalos no podrán “esconder la eficiencia de los servicios, que la Curia Romana, con cansancio, con responsabilidad, con compromiso y dedicación hace al Papa y a toda la Iglesia, y esto es un verdadero consuelo”. También ha querido manifestar “un profundo agradecimiento y un necesario aliento a todas las personas íntegras y honestas que trabajan con dedicación, devoción, fidelidad y profesionalidad, ofreciendo a la Iglesia y al Sucesor de Pedro el consuelo de su solidaridad y obediencia, como también su generosa oración”. El Pontífice ha asegurado que “las resistencias, las fatigas y las caídas de las personas y de los ministros representan también lecciones y ocasiones de crecimiento y nunca de abatimiento”.
El Santo Padre ha reflexionado durante su discurso de “volver a lo esencial”, cuando “estamos iniciando la peregrinación del Año Santo de la Misericordia” y que representa “una fuerte llamada a la gratitud, a la conversión, a la renovación, a la penitencia y a la reconciliación”.
El primer punto del acróstico ha sido la “Misionariedad y pastoralidad”. El Santo Padre ha indicado que “la misionariedad es lo que hace y muestra a la curia fértil y fecunda; es prueba de la eficacia, la capacidad y la autenticidad de nuestro obrar”. La pastoralidad sana --ha añadido-- es una virtud indispensable de modo especial para cada sacerdote.
La Idoneidad y sagacidad en segundo lugar. El Papa ha explicado que “la idoneidad necesita el esfuerzo personal de adquirir los requisitos necesarios y exigidos para realizar del mejor modo las propias tareas y actividades, con la inteligencia y la intuición”. Esta --ha observado-- es contraria a las recomendaciones y los sobornos. Asimismo ha precisado que “la sagacidad es la prontitud de mente para comprender y para afrontar las situaciones con sabiduría y creatividad”.
Espiritualidad y humanidad. El Pontífice ha recordado que “la espiritualidad es la columna vertebral de cualquier servicio en la Iglesia y en la vida cristiana”. Esta alimenta todo nuestro obrar, lo corrige y lo protege de la fragilidad humana y de las tentaciones cotidianas. La humanidad --ha añadido-- es aquello que encarna la autenticidad de nuestra fe. Al respecto, el papa Francisco ha subrayado que la humanidad nos hace diferentes de las máquinas y los robots. Además ha advertido que “cuando nos resulta difícil llorar seriamente o reír apasionadamente, entonces ha iniciado nuestro deterioro y nuestro proceso de transformación de «hombres» a algo diferente”.
Ejemplaridad y fidelidad. Francisco ha hecho referencia a su antecesor, el beato Pablo VI, quien recordó a la Curia “su vocación a la ejemplaridad”. Ejemplaridad para evitar los escándalos que hieren las almas y amenazan la credibilidad de nuestro testimonio. Fidelidad a nuestra consagración, a nuestra vocación.
Racionalidad y amabilidad, ha proseguido el Papa. La racionalidad --ha indicado-- sirve para evitar los excesos emotivos, y la amabilidad para evitar los excesos de la burocracia, las programaciones y las planificaciones. Son dotes necesarias, ha añadido, para el equilibrio de la personalidad.
Inocuidad y determinación. La inocuidad, ha explicado Francisco, que nos hace cautos en el juicio, capaces de abstenernos de acciones impulsivas y apresuradas, es la capacidad de sacar lo mejor de nosotros mismos, de los demás y de las situaciones, actuando con atención y comprensión. Por otro lado, ha explicado que “la determinación es la capacidad de actuar con voluntad decidida, visión clara y obediencia a Dios”.
Caridad y verdad. A propósito de esto, el Santo Padre ha asegurado que “la caridad sin la verdad se convierte en la ideología del bonachón destructivo, y la verdad sin la caridad, en el afán ciego de judicializarlo todo”.
A continuación ha hablado sobre la Honestidad y madurez. “La honestidad es la rectitud, la coherencia y el actuar con sinceridad absoluta con nosotros mismos y con Dios”, ha afirmado Francisco. La madurez --ha añadido-- es el esfuerzo para alcanzar una armonía entre nuestras capacidades físicas, psíquicas y espirituales.
Respeto y humildad. El papa Francisco ha asegurado que “el respeto es una cualidad de las almas nobles y delicadas, de las personas que tratan siempre de demostrar la justa consideración a los demás, a la propia misión, a los superiores y a los subordinados, a los legajos, a los documentos, al secreto y a la discreción; es la capacidad de saber escuchar atentamente y hablar educadamente”. La humildad, en cambio, es la virtud de los santos y de las personas llenas de Dios, que cuanto más crecen en importancia, más aumenta en ellas la conciencia de su nulidad y de no poder hacer nada sin la gracia de Dios.
Sobre la Dadivosidad y atención, el Pontífice ha precisado que “seremos mucho más dadivosos de alma y más generosos en dar, cuanta más confianza tengamos en Dios y en su providencia, conscientes de que cuanto más damos, más recibimos”. La atención “consiste en cuidar los detalles y ofrecer lo mejor de nosotros mismos, y también en no bajar nunca la guardia sobre nuestros vicios y carencias”.
Impavidez y prontitud. El Papa ha indicado que ser impávido significa “no dejarse intimidar por las dificultades”, “actuar con audacia y determinación y sin tibieza” “ser capaz de dar el primer paso sin titubeos”. La prontitud, ha precisado Francisco, “consiste en saber actuar con libertad y agilidad, sin apegarse a las efímeras cosas materiales”.
Finalmente ha hablado de la Atendibilidad y sobriedad. “El atendible es quien sabe mantener los compromisos con seriedad y fiabilidad cuando se cumplen, pero sobre todo cuando se encuentra solo; es aquel que irradia a su alrededor una sensación de tranquilidad, porque nunca traiciona la confianza que se ha puesto en él”, ha indicado. Sobre la sobriedad ha explicado que “es la capacidad de renunciar a lo superfluo y resistir a la lógica consumista dominante”.
Para concluir su discurso, el Santo Padre ha recordado que “la misericordia no es un sentimiento pasajero”, sino la síntesis de la Buena Noticia. Por eso ha deseado que sea la misericordia “la que guíe nuestros pasos, la que inspire nuestras reformas, la que ilumine nuestras decisiones”, “el soporte maestro de nuestro trabajo”, “la que nos enseñe cuándo hemos de ir adelante y cuándo debemos dar un paso atrás”, “la que nos haga ver la pequeñez de nuestros actos en el gran plan de salvación de Dios y en la majestuosidad y el misterio de su obra”.
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