El Islam y el 6D
DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL
miércoles 2 de diciembre de 2015 12:00 AM
A pocos días del 6D es casi imposible no hablar sobre los resultados electorales; sin embargo, llegaremos a ellos por una vía distinta al de su abordaje directo: reflexionando sobre los sucesos de París los pasados días.
El movimiento islámico guerrero que declaró la guerra o yijad a Occidente, es una facción musulmán perteneciente a los sectores radicales islámicos movidos por un fanatismo religioso que no da lugar al diálogo, sino al exterminio, proscribe la tolerancia y aboga por el sometimiento a sus convicciones o la muerte a quienes se les oponga pues el Islam es la única verdad y ésta debe ser universalmente adoptada por las buenas o las malas por todos los vivientes. Las sectas terroristas de Al Qaeda, ISIS, Hamas y muchas más, son los brazos ejecutores de esta suerte de teología política cuyo objetivo es islamizar a su manera los territorios conquistados. Las sociedades musulmanas, fuertemente conservadoras, habían iniciado un proceso de modernización a la manera occidental, con tendencia hacia la igualdad social femenina, liberalidad en el vestir y otras desrigidizaciones de unas costumbres que mantenían sometida a la mujer. Iniciaron ensayos de democracia y convivencia tolerante con otros credos, entre otras facetas que acercaban a estas sociedades a los estilos de vida occidentales. Este proceso de modernización implicaba uno de secularización, tal como lo experimentaron las sociedades occidentales. Por secularización se entiende un retroceso de lo religioso como determinante de la vida social y su sustitución por la preeminencia de lo laico, lo no religioso en la vida social, cultural y política de estas sociedades. Esta progresión se ha visto interrumpida gracias a las posturas intolerantes de una minoría radical que propugna el regreso a las viejas costumbres, la búsqueda de la instauración del califato universal, la destrucción de los infieles, y la fusión de la política y la fe mediante una autocracia religiosa.
El mundo musulmán tiene cerca de un mil seiscientos millones de personas. Se estima que el grupo de los radicales alcanza un veinte por ciento de esa población. El ochenta por ciento restante es una población pacífica pero menos efectiva que los radicales. Estamos acostumbrados a pensar el mundo musulmán en el Medio Oriente y parte de Asia, pero la verdad es que hoy día una parte importante de Europa es musulmana, se estiman en 54 millones de creyentes musulmanes y por su crecimiento representarán el 25 por ciento de la población europea en el 2027. Algunos demógrafos estiman que a final de siglo Europa será predominantemente musulmana debido a su mayor tasa de reproducción en relación con los europeos de origen no musulmán. En muchas ciudades europeas la mayoría de la población menor a 18 años es musulmana. Esta presencia demográfica está creando la coexistencia espacial de dos culturas que no son permeables. En las ciudades europeas se están constituyendo ghettos regidos por sus propias leyes y costumbres, que se comportan de modo intransigente con la cultura que los ha recibido. A título de ejemplo, las mujeres europeas no pueden pasar con rostros descubiertos por barriadas musulmanas, son llamadas prostitutas por su forma de vestir. Se producen agresiones a europeos que beben alcohol el día del Ramadán y vender carne de cerdo puede resultar ofensivo para estos creyentes. En pocas palabras, la cultura europea está en retroceso demográfico y espacial en su propio patio.
Esta situación está colocando a la propia civilización occidental en un dilema de consistencia con sus propios principios: debe ser tolerante con una cultura intolerante, ha de ser permisiva con una cultura que pregona que solo la nueva debe existir en razón de una visión cerrada que la misma Europa superó durante los últimos setecientos años, pero que ahora renace importada desde el exterior.
Hoy Europa está en guerra contra los ataques de un fanatismo con el cual es imposible dialogar, coexistir, porque uno de los dos plantea guerrear a muerte. Es difícil imaginarse una Europa donde el cristianismo y el judaísmo no estén presentes, un Vaticano desaparecido, una Mona Lisa y Venus de Milo destrozadas, una Atenas no helénica. Pero eso ya no es una posibilidad descabellada.
Para quienes creemos que es la paz la mejor condición para el progreso humano, que la guerra es más destructiva que creativa, la situación actual europea nos resulta deplorable. La pluralidad religiosa, política, cultural y, en general, de puntos de vista alternativos y coexistentes en un ambiente de tolerancia, es la condición de vida que aspiramos. En lo político es el debate y su expresión electoral mediante comicios libres, la garantía para una paz basada en la comprensión de no ser las diferencias el problema, sino la falta de entendimiento. Una derrota electoral no debe ser el inicio de una yijad desconocedora de la voluntad popular, ni tampoco de una triunfalista vengadora.
dh.asuaje@gmail.com
@signosysenales
El movimiento islámico guerrero que declaró la guerra o yijad a Occidente, es una facción musulmán perteneciente a los sectores radicales islámicos movidos por un fanatismo religioso que no da lugar al diálogo, sino al exterminio, proscribe la tolerancia y aboga por el sometimiento a sus convicciones o la muerte a quienes se les oponga pues el Islam es la única verdad y ésta debe ser universalmente adoptada por las buenas o las malas por todos los vivientes. Las sectas terroristas de Al Qaeda, ISIS, Hamas y muchas más, son los brazos ejecutores de esta suerte de teología política cuyo objetivo es islamizar a su manera los territorios conquistados. Las sociedades musulmanas, fuertemente conservadoras, habían iniciado un proceso de modernización a la manera occidental, con tendencia hacia la igualdad social femenina, liberalidad en el vestir y otras desrigidizaciones de unas costumbres que mantenían sometida a la mujer. Iniciaron ensayos de democracia y convivencia tolerante con otros credos, entre otras facetas que acercaban a estas sociedades a los estilos de vida occidentales. Este proceso de modernización implicaba uno de secularización, tal como lo experimentaron las sociedades occidentales. Por secularización se entiende un retroceso de lo religioso como determinante de la vida social y su sustitución por la preeminencia de lo laico, lo no religioso en la vida social, cultural y política de estas sociedades. Esta progresión se ha visto interrumpida gracias a las posturas intolerantes de una minoría radical que propugna el regreso a las viejas costumbres, la búsqueda de la instauración del califato universal, la destrucción de los infieles, y la fusión de la política y la fe mediante una autocracia religiosa.
El mundo musulmán tiene cerca de un mil seiscientos millones de personas. Se estima que el grupo de los radicales alcanza un veinte por ciento de esa población. El ochenta por ciento restante es una población pacífica pero menos efectiva que los radicales. Estamos acostumbrados a pensar el mundo musulmán en el Medio Oriente y parte de Asia, pero la verdad es que hoy día una parte importante de Europa es musulmana, se estiman en 54 millones de creyentes musulmanes y por su crecimiento representarán el 25 por ciento de la población europea en el 2027. Algunos demógrafos estiman que a final de siglo Europa será predominantemente musulmana debido a su mayor tasa de reproducción en relación con los europeos de origen no musulmán. En muchas ciudades europeas la mayoría de la población menor a 18 años es musulmana. Esta presencia demográfica está creando la coexistencia espacial de dos culturas que no son permeables. En las ciudades europeas se están constituyendo ghettos regidos por sus propias leyes y costumbres, que se comportan de modo intransigente con la cultura que los ha recibido. A título de ejemplo, las mujeres europeas no pueden pasar con rostros descubiertos por barriadas musulmanas, son llamadas prostitutas por su forma de vestir. Se producen agresiones a europeos que beben alcohol el día del Ramadán y vender carne de cerdo puede resultar ofensivo para estos creyentes. En pocas palabras, la cultura europea está en retroceso demográfico y espacial en su propio patio.
Esta situación está colocando a la propia civilización occidental en un dilema de consistencia con sus propios principios: debe ser tolerante con una cultura intolerante, ha de ser permisiva con una cultura que pregona que solo la nueva debe existir en razón de una visión cerrada que la misma Europa superó durante los últimos setecientos años, pero que ahora renace importada desde el exterior.
Hoy Europa está en guerra contra los ataques de un fanatismo con el cual es imposible dialogar, coexistir, porque uno de los dos plantea guerrear a muerte. Es difícil imaginarse una Europa donde el cristianismo y el judaísmo no estén presentes, un Vaticano desaparecido, una Mona Lisa y Venus de Milo destrozadas, una Atenas no helénica. Pero eso ya no es una posibilidad descabellada.
Para quienes creemos que es la paz la mejor condición para el progreso humano, que la guerra es más destructiva que creativa, la situación actual europea nos resulta deplorable. La pluralidad religiosa, política, cultural y, en general, de puntos de vista alternativos y coexistentes en un ambiente de tolerancia, es la condición de vida que aspiramos. En lo político es el debate y su expresión electoral mediante comicios libres, la garantía para una paz basada en la comprensión de no ser las diferencias el problema, sino la falta de entendimiento. Una derrota electoral no debe ser el inicio de una yijad desconocedora de la voluntad popular, ni tampoco de una triunfalista vengadora.
dh.asuaje@gmail.com
@signosysenales
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