Cronología de un desastre: cuatro
preguntas que los venezolanos
deben responder
Hay cuatro preguntas que la sociedad venezolana debe responder
No escribo como representante de la oposición venezolana. Escribo como venezolano angustiado por lo que sucede en mi país y sin pretensiones de imparcialidad. Escribo para abordar cuatro preguntas que necesitamos urgentemente responder como sociedad.
Los orígenes de la Revolución Bolivariana
Para algunos, la Revolución Bolivariana (RB) es un error histórico provocado por la torpeza de la dirigencia política tradicional y por la extraordinaria habilidad de Hugo Chávez para manipular a las masas. Creo que esta es una visión extremadamente limitada de nuestra realidad.
En primer lugar, Chávez y la RB son la consecuencia y no la causa de nuestro fracaso como sociedad. Nuestro fracaso se inicia en los años 70 y se extiende hasta finales de los 90 del siglo pasado. Durante este período, Venezuela tuvo el peor desempeño económico y social de América Latina y los sectores más pobres en particular sufrieron de un terrible y sostenido deterioro en su calidad de vida. Al ver el desmoronamiento del Estado, los sectores más ricos optaron por resolver su problema individual y no el problema colectivo: protegieron a sus hijos con colegios privados, a sus familias con pólizas privadas de salud, a sus hogares con vigilancia privada y a su riqueza sacando sus ahorros en el exterior. En pocas palabras, se metieron en una burbuja para proteger su modo de vida mientras los más pobres se hundían más y más en la miseria, generando así las condiciones ideales para una revolución.
Orígenes de la crisis actual
Capturado por las élites económicas del país, la reacción inicial del establishment político opositor fue la de proteger su burbuja de la injerencia gubernamental. En efecto, la primera gran manifestación opositora ocurre en defensa de la autonomía de la educación privada bajo la consigna “Con mis hijos no te metas”. Desde el inicio, la actitud belicosa y radical de la dirigencia de ambos bandos condujo inevitablemente al conflicto. La RB, ayudada sin duda por los errores -y por los horrores- de la oposición, fue tomando el control de los poderes clave del Estado: el poder militar luego del golpe de Estado, el poder económico luego de la huelga de PDVSA, el poder legislativo -y con él los poderes electoral y judicial- luego del boicot de las elecciones de la Asamblea Nacional y el poder mediático a través de la coerción, cierre o adquisición de los medios de comunicación. Todos los poderes se colocaron a la entera discrecionalidad del Jefe de Estado para que impusiera un modelo de sociedad contrario a la democracia y a la Constitución, con innumerables abusos como el despojo de las competencias de alcaldes, gobernadores y diputados de la oposición, expropiaciones sin el debido proceso e inhabilitaciones, detenciones y sentencias judiciales por razones políticas.
El éxito político de la RB estuvo soportado en buena medida por un aumento espectacular y sostenido de los precios del petróleo. Canalizado a través de aumentos en el gasto público y en importaciones baratas, el consumo privado creció de manera espectacular, particularmente en los sectores de menos ingresos, y con él, la popularidad del gobierno. Décadas después de fracasar estrepitosamente en otros países de la región, el populismo económico parecía reaparecer triunfante en Venezuela. Eventualmente, sin embargo, los precios del petróleo dejaron de subir. Obligado a ganar elecciones, el gobierno acudió al endeudamiento, al atraso en los pagos y luego a la impresión de dinero. A la inflación resultante, el gobierno respondió con controles de precios que provocaron escasez.
Precisamente cuando las consecuencias de los excesos comenzaban a expresarse a través de la inflación, la escasez y la brecha entre el tipo de cambio negro y el oficial, Chávez salió de la escena. La respuesta de Nicolás Maduro como presidente encargado en campaña electoral fue la de arreciar los controles y acompañarlos con confiscaciones, incitaciones al saqueo, toma de medios de comunicación y bloqueos informativos.
Al cóctel de descontento provocado por el estallido de la crisis económica, el atropello político y la pérdida de la libertad de expresión, se ha unido sin duda el asedio de la inseguridad. Venezuela es hoy el tercer país más violento del mundo. El discurso agresivo y la descomposición institucional liderada desde arriba ha contribuido sin duda con el aumento sostenido de la violencia y la criminalidad en el país. Amparados por una impunidad casi total han aumentado los crímenes tradicionales y han aparecido nuevas modalidades. En las cárceles, en los barrios y crecientemente en el resto del territorio nacional, el Estado ha ido cediendo aceleradamente el monopolio de la violencia a los grupos irregulares, muchos de ellos promovidos desde el gobierno.
Dónde estamos hoy
Dada la ausencia de canales para expresar su descontento, a los estudiantes, a los políticos y al resto de la sociedad venezolana no le ha quedado otro camino que la protesta en las calles. Algunos dirigentes comenzaron a ubicar estas manifestaciones como parte de una estrategia orientada a provocar la salida del gobierno. El grueso de la dirigencia opositora, sin embargo, ha venido insistido en la necesidad de mantener una protesta activa pero pacífica y democrática, con objetivos claros asociados a problemas compartidos por todos los venezolanos, particularmente en los sectores populares.
La respuesta del gobierno a estas manifestaciones ha sido la de ordenar su represión brutal por intermedio de los cuerpos de seguridad del Estado y la de sembrar terror en la población a través de la actuación de grupos irregulares armados. Y aunque el gobierno intenta ocultar o disfrazar sus consecuencias en términos de muertes, heridos y pérdidas materiales, ellas son de conocimiento público gracias al poder de las redes sociales. Hoy más que nunca, Venezuela necesita de la solidaridad de personas, organizaciones y gobiernos preocupados por el respeto a los derechos humanos fundamentales.
Hacia dónde vamos
Dos elementos resultan particularmente preocupantes en la medida en que avanzamos hacia el colapso económico provocado por los excesos de la gestión gubernamental. En primer lugar, la intención del gobierno de aislar al liderazgo moderado de ambos lados con el objeto de radicalizar el conflicto. Y en segundo lugar, la existencia de expectativas irreales en la población situada en uno y otro bando.
Muchos de los que apoyan al chavismo aspiran a retornar al boom de consumo una vez superada la guerra económica promovida por los sectores opositores. Y muchos de los que apoyan a la oposición, a recuperar la burbuja en la que vivían antes de que llegara Chávez al poder. Ambas expectativas son inalcanzables. De allí la importancia de que hagamos todos los esfuerzos por abandonar las posiciones radicales en favor de un diagnóstico honesto y consensuado de nuestros problemas y de la discusión que el país ha evadido durante los últimos cuarenta años: la de buscar soluciones reales, colectivas -en lugar de individuales- que atiendan de manera sostenible las aspiraciones de todos los venezolanos y de los sectores más vulnerables en particular.
* Profesor de Economía y Consultor, economista senior de la Mesa de la Unidad Democrática y Coordinador del Programa de Gobierno de Henrique Capriles
* Profesor de Economía y Consultor, economista senior de la Mesa de la Unidad Democrática y Coordinador del Programa de Gobierno de Henrique Capriles
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