El culto
Los ojos de Chávez son el mayor logro del adoctrinamiento de estos años
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GUSTAVO LINARES BENZO | EL UNIVERSAL
sábado 8 de marzo de 2014
Luego de catorce años de oír y ver a Chávez día y noche, el contraste es abrumador. A pesar de las cadenas y de la propaganda oficial, alguna normalidad ha vuelto, ya todos somos iguales, simples mortales. Sin embargo, la hegemonía comunicacional continua la construcción de un mito, de una leyenda.
Esa propaganda ha alcanzado niveles insólitos, casi ridículos. Maduro llegó a decir el día del aniversario que Chávez era el "Cristo Redentor de América Latina" (sic). Frente a esta desenfrenada campaña publicitaria, hay que preguntarse si se hubiera llegado a estos ritos y a estas alabanzas si el expresidente siguiera vivo. Pregunta nada despreciable porque es esencial para el juicio que merezca Chávez.
Como nunca había ocurrido en nuestra historia, ni siquiera en los momentos de mayor adulación, quizás con Guzmán Blanco y Gómez, alguien había permitido o alentado lo que se decía de Hugo Chávez en vida. En Venezuela se estaba construyendo el primer culto a la personalidad de América Latina, salvo el de Fidel Castro. Obviamente, solo a los vivos puede rendirse ese culto, porque ya muertos ningún poder político tienen; el culto a Bolívar, verdadera religión laica venezolana, no sería así un culto a la personalidad. Porque lo grave, lo nefasto de ese culto es que logra la mayor concentración de poder, de hecho, de poderes cuasi divinos, propios de quienes son objeto de adoración.
Si el culto es algo religioso, rendírselo a un ser humano significa, primero, darle todo el poder y, luego, darle la supremacía. El líder adorado no puede ser controlado por nadie. La otra cara de estos cultos es la degradación máxima de los sometidos, que dejan de ser ciudadanos y se convierten en fieles de una religión. Pues todas estas consecuencias ya se estaban dando. La prueba es que, muerto Chávez, hay que tenerle lealtad, fidelidad. Términos que se reservan bien para la familia, la patria o Dios. Nada de esto es compatible con una democracia; de hecho, ni siquiera con una monarquía occidental, porque por encima del Rey estaba Dios.
La divinización del caudillo en vida es una insuperable garantía de dominio, pues ante la divinidad, pánico. Los ojos de Chávez que nos han colocado por todas partes no son benévolos, son inquisidores: te están vigilando. Ese efecto es inversamente proporcional a la educación y la cultura, los ojos de Chávez son el mayor logro del adoctrinamiento de estos años, sus herederos saben que el comandante se hacía temer. Miedo es la pasión más elemental, la más primitiva; el proyecto de la modernidad es reducirlos, eliminarlos si fuera posible. El chavismo es muy primitivo.
Estas ideas son parte importante de la matriz para hacer un análisis de Hugo Chávez. La pregunta que hoy se hace con frecuencia, ¿con Chávez hubiéramos llegado a esto?, es más o menos coyuntural, el desastre de la seguridad o de la economía están dentro de la ineptitud galáctica que se sabía llegaría al gobierno de los golpistas del 92.
Pero la construcción de una figura sobrehumana, de un soberano en el sentido más monárquico, que fueron estos años, es el verdadero legado de Hugo Chávez. Que era de izquierda, que era comunista, que su gobierno sería militar, ya se sabía. Lo verdaderamente novedoso, el núcleo del chavismo, es construirlo todo alrededor de una persona, que ya ni siquiera es un caudillo, sino más.
La soberanía reside en Hugo Chávez Frías. Ese es el chavismo. Para lograrlo, hubo que destruir la economía, empeñando trillones de dólares en crear a los fieles del nuevo culto, acostumbrándolos a recibirlo todo del comandante. Hubo que colonizar el Estado hasta hacerlo una simple excrecencia del líder. Hasta hubo que cambiar al pueblo, que ya no éramos todos, sino los de él, "el soberano" (¡qué paradoja!), los demás eran "escuálidos". El líder supremo de la revolución estaba en camino de convertirse en una deidad totalitaria. Un Lenin o un Stalin o un Mao, pero tropical.
Que esa deidad ya no esté no quita nada a la gravedad de lo que estaba ocurriendo. Que ahora el culto se fomente con todo el aparato estatal sigue siendo gravísimo, pero al menos puede haber varios pontífices del mismo dios, digamos Nicolás y Diosdado, enfrentados entre sí y por lo tanto limitados. Pero un cristo presidente, un cristo comandante en jefe o administrador de la Hacienda Pública sería el mejor camuflaje para el totalitarismo. Y no sería Cristo.
Nada hay más peligroso que hacer de la política una religión.
@glinaresbenzo
Esa propaganda ha alcanzado niveles insólitos, casi ridículos. Maduro llegó a decir el día del aniversario que Chávez era el "Cristo Redentor de América Latina" (sic). Frente a esta desenfrenada campaña publicitaria, hay que preguntarse si se hubiera llegado a estos ritos y a estas alabanzas si el expresidente siguiera vivo. Pregunta nada despreciable porque es esencial para el juicio que merezca Chávez.
Como nunca había ocurrido en nuestra historia, ni siquiera en los momentos de mayor adulación, quizás con Guzmán Blanco y Gómez, alguien había permitido o alentado lo que se decía de Hugo Chávez en vida. En Venezuela se estaba construyendo el primer culto a la personalidad de América Latina, salvo el de Fidel Castro. Obviamente, solo a los vivos puede rendirse ese culto, porque ya muertos ningún poder político tienen; el culto a Bolívar, verdadera religión laica venezolana, no sería así un culto a la personalidad. Porque lo grave, lo nefasto de ese culto es que logra la mayor concentración de poder, de hecho, de poderes cuasi divinos, propios de quienes son objeto de adoración.
Si el culto es algo religioso, rendírselo a un ser humano significa, primero, darle todo el poder y, luego, darle la supremacía. El líder adorado no puede ser controlado por nadie. La otra cara de estos cultos es la degradación máxima de los sometidos, que dejan de ser ciudadanos y se convierten en fieles de una religión. Pues todas estas consecuencias ya se estaban dando. La prueba es que, muerto Chávez, hay que tenerle lealtad, fidelidad. Términos que se reservan bien para la familia, la patria o Dios. Nada de esto es compatible con una democracia; de hecho, ni siquiera con una monarquía occidental, porque por encima del Rey estaba Dios.
La divinización del caudillo en vida es una insuperable garantía de dominio, pues ante la divinidad, pánico. Los ojos de Chávez que nos han colocado por todas partes no son benévolos, son inquisidores: te están vigilando. Ese efecto es inversamente proporcional a la educación y la cultura, los ojos de Chávez son el mayor logro del adoctrinamiento de estos años, sus herederos saben que el comandante se hacía temer. Miedo es la pasión más elemental, la más primitiva; el proyecto de la modernidad es reducirlos, eliminarlos si fuera posible. El chavismo es muy primitivo.
Estas ideas son parte importante de la matriz para hacer un análisis de Hugo Chávez. La pregunta que hoy se hace con frecuencia, ¿con Chávez hubiéramos llegado a esto?, es más o menos coyuntural, el desastre de la seguridad o de la economía están dentro de la ineptitud galáctica que se sabía llegaría al gobierno de los golpistas del 92.
Pero la construcción de una figura sobrehumana, de un soberano en el sentido más monárquico, que fueron estos años, es el verdadero legado de Hugo Chávez. Que era de izquierda, que era comunista, que su gobierno sería militar, ya se sabía. Lo verdaderamente novedoso, el núcleo del chavismo, es construirlo todo alrededor de una persona, que ya ni siquiera es un caudillo, sino más.
La soberanía reside en Hugo Chávez Frías. Ese es el chavismo. Para lograrlo, hubo que destruir la economía, empeñando trillones de dólares en crear a los fieles del nuevo culto, acostumbrándolos a recibirlo todo del comandante. Hubo que colonizar el Estado hasta hacerlo una simple excrecencia del líder. Hasta hubo que cambiar al pueblo, que ya no éramos todos, sino los de él, "el soberano" (¡qué paradoja!), los demás eran "escuálidos". El líder supremo de la revolución estaba en camino de convertirse en una deidad totalitaria. Un Lenin o un Stalin o un Mao, pero tropical.
Que esa deidad ya no esté no quita nada a la gravedad de lo que estaba ocurriendo. Que ahora el culto se fomente con todo el aparato estatal sigue siendo gravísimo, pero al menos puede haber varios pontífices del mismo dios, digamos Nicolás y Diosdado, enfrentados entre sí y por lo tanto limitados. Pero un cristo presidente, un cristo comandante en jefe o administrador de la Hacienda Pública sería el mejor camuflaje para el totalitarismo. Y no sería Cristo.
Nada hay más peligroso que hacer de la política una religión.
@glinaresbenzo
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