El Papa pide a los cristianos centroafricanos ser artífices de la renovación humana y espiritual del país
FUENTE
La visita del Santo Padre a África concluye con la celebración eucarística en un Estadio de Bangui
“Ustedes, queridos centroafricanos, deben mirar sobre todo al futuro y, apoyándose en el camino ya recorrido, decidirse con determinación a abrir una nueva etapa en la historia cristiana de su País, a lanzarse hacia nuevos horizontes, a ir mar adentro, a aguas profundas”. Esta ha sido la última exhortación que el papa Francisco ha dejado al pueblo de República Centroafricana.
Lo ha hecho durante la celebración eucarística este lunes por la mañana en el Estadio “Barthélémy Boganda” de Bangui, República Centroafricana, como acto final de su viaje apostólico a África. Miles de personas han acudido para tener un último encuentro con el Pontífice.
En la homilía, el Santo Padre ha asegurado que “es bueno, sobre todo en tiempos difíciles, cuando abundan las pruebas y los sufrimientos, cuando el futuro es incierto y nos sentimos cansados, con miedo de no poder más” reunirse alrededor del Señor para gozar de su presencia, de su vida nueva y de la salvación que nos propone, como esa otra orilla hacia la que debemos dirigirnos.
De este modo, ha precisado que la otra orilla es “la vida eterna, el Cielo que nos espera”. La vida eterna --ha asegurado-- no es una ilusión, no es una fuga del mundo, sino una poderosa realidad que nos llama y compromete a perseverar en la fe y en el amor.
Pero esa otra orilla más inmediata que buscamos alcanzar, la salvación que la fe nos obtiene y de la que nos habla san Pablo, “es una realidad que transforma ya desde ahora nuestra vida presente y el mundo en que vivimos”.
Y así, el Pontífice ha invitado a dar las gracias al Señor “por su presencia y por la fuerza que nos comunica en nuestra vida diaria, cuando experimentamos el sufrimiento físico o moral, la pena, el luto”. También “por los gestos de solidaridad y de generosidad que nos ayuda a realizar; por las alegrías y el amor que hace resplandecer en nuestras familias, en nuestras comunidades, a pesar de la miseria, la violencia que, a veces, nos rodea o del miedo al futuro”. Así como “por el deseo que pone en nuestras almas de querer tejer lazos de amistad, de dialogar con el que es diferente, de perdonar al que nos ha hecho daño, de comprometernos a construir una sociedad más justa y fraterna en la que ninguno se sienta abandonado”.
El papa Francisco ha reconocido que “todavía no hemos llegado a la meta, estamos como a mitad del río y, con renovado empeño misionero, tenemos que decidirnos a pasar a la otra orilla”. Todo bautizado, ha observado, ha de romper continuamente con lo que aún tiene del hombre viejo, del hombre pecador, siempre inclinado a ceder a la tentación del demonio –y cuánto actúa en nuestro mundo y en estos momentos de conflicto, de odio y de guerra–, que lo lleva al egoísmo, a encerrarse en sí mismo y a la desconfianza, a la violencia y al instinto de destrucción, a la venganza, al abandono y a la explotación de los más débiles.
Al respecto, ha indicado que también las comunidades cristianas, llamadas a la santidad, les queda todavía un largo camino por recorrer. “Es evidente que todos tenemos que pedir perdón al Señor por nuestras excesivas resistencias y demoras en dar testimonio del Evangelio”, ha asegurado. Por eso, el Papa ha deseado que el Año Jubilar de la Misericordia ayude a ello.
Por otro lado, el Santo Padre ha invitado a los presentes a preguntarse sobre su relación personal con Jesús, y examinar “lo que ya ha aceptado –o tal vez rechazado– para poder responder a su llamado a seguirlo más de cerca”. Y ha recordado la invitación a perseverar con entusiasmo en la misión, una misión que necesita de nuevos mensajeros, más numerosos todavía, más generosos, más alegres, más santos. Todos y cada uno de nosotros --ha asegurado el Papa-- estamos llamados a ser este mensajero que nuestro hermano, de cualquier etnia, religión y cultura, espera a menudo sin saberlo.
Finalmente, el papa Francisco ha subrayado que “la otra orilla está al alcance de la mano, y Jesús atraviesa el río con nosotros”. Y ha concluído diciendo a los cristianos de Centroáfrica, que cada uno de ellos está llamado a ser, con la perseverancia de su fe y de su compromiso misionero, “artífice de la renovación humana y espiritual de su país”.
Francisco abre la Puerta Santa en la catedral de Bangui
Antes del Rito de Apertura, el Santo Padre ha asegurado que "Bangui, se convierte en capital espiritual del mundo"
El papa Francisco ha abierto la Puerta Santa de la catedral de Bangui, como una antelación al Año Jubilar de la Misericordia, que inicia el próximo 8 de diciembre.
Ha sido en la tarde de este domingo, cuando el Santo Padre se ha dirigido a la catedral de Bangui, para presidir la celebración eucarística. Dentro del templo le esperaban muchos cientos de personas entre sacerdotes, consagrados y catequistas. Y fuera de la catedral, miles de jóvenes han seguido la celebración desde pantallas gigantes.
La santa misa en el Primer Domingo de Adviento ha iniciado con el Rito de Apertura de la Puerta de la Misericordia. Después de la fórmula de apertura el Papa se ha detenido en oración silenciosa en el umbral, y ha entrado solo y en primer lugar dentro de la catedral.
Antes del Rito de Apertura, el Santo Padre ha improvisado unas palabras:
"Bangui, se convierte en capital espiritual del mundo. El Año Santo de la Misericordia llega con antelación a esta tierra. Una tierra que sufre desde hace años la guerra, el odio, la incomprensión, la falta de paz. En esta tierra sufriente también están todos los países del mundo que están pasando por la cruz de la guerra. Bangui se convierte en la capital espiritual de la oración por la misericordia del Padre. Todos nosotros pedimos paz, misericordia, reconciliación, perdón, amor. Por Bangui, por toda la República Centroafricana y por todos los países del mundo que sufren la guerra, pedimos la paz. Y todos juntos pidamos amor y paz. Todos juntos. Y ahora, con esta oración, empezamos el Año Santo, aquí, en esta capital espiritual del mundo hoy”.
El Papa: ‘Estamos llamados a ser artífices de una paz fundada en la justicia’
El papa Francisco ha abierto la Puerta Santa de la catedral de Bangui, como una antelación al Año Jubilar de la Misericordia, que inicia el próximo 8 de diciembre.
Ha sido en la tarde de este domingo, cuando el Santo Padre se ha dirigido a la catedral de Bangui, para presidir la celebración eucarística. Dentro del templo le esperaban muchos cientos de personas entre sacerdotes, consagrados y catequistas. Y fuera de la catedral, miles de jóvenes han seguido la celebración desde pantallas gigantes.
La santa misa en el Primer Domingo de Adviento ha iniciado con el Rito de Apertura de la Puerta de la Misericordia. Después de la fórmula de apertura el Papa se ha detenido en oración silenciosa en el umbral, y ha entrado solo y en primer lugar dentro de la catedral.
Antes del Rito de Apertura, el Santo Padre ha improvisado unas palabras:
"Bangui, se convierte en capital espiritual del mundo. El Año Santo de la Misericordia llega con antelación a esta tierra. Una tierra que sufre desde hace años la guerra, el odio, la incomprensión, la falta de paz. En esta tierra sufriente también están todos los países del mundo que están pasando por la cruz de la guerra. Bangui se convierte en la capital espiritual de la oración por la misericordia del Padre. Todos nosotros pedimos paz, misericordia, reconciliación, perdón, amor. Por Bangui, por toda la República Centroafricana y por todos los países del mundo que sufren la guerra, pedimos la paz. Y todos juntos pidamos amor y paz. Todos juntos. Y ahora, con esta oración, empezamos el Año Santo, aquí, en esta capital espiritual del mundo hoy”.
"Bangui, se convierte en capital espiritual del mundo. El Año Santo de la Misericordia llega con antelación a esta tierra. Una tierra que sufre desde hace años la guerra, el odio, la incomprensión, la falta de paz. En esta tierra sufriente también están todos los países del mundo que están pasando por la cruz de la guerra. Bangui se convierte en la capital espiritual de la oración por la misericordia del Padre. Todos nosotros pedimos paz, misericordia, reconciliación, perdón, amor. Por Bangui, por toda la República Centroafricana y por todos los países del mundo que sufren la guerra, pedimos la paz. Y todos juntos pidamos amor y paz. Todos juntos. Y ahora, con esta oración, empezamos el Año Santo, aquí, en esta capital espiritual del mundo hoy”.
En la celebración eucarística en la capital de República Centroafricana el Santo Padre recuerda que una de las exigencias de la vocación a la perfección es el amor a los enemigos, que previene de la venganza y de las represalias sin fin
El papa Francisco ha lanzado un llamamiento a todos los que empuñan injustamente las armas de este mundo: “Depongan estos instrumentos de muerte; ármense más bien con la justicia, el amor y la misericordia, garantías de auténtica paz”.
Lo ha dicho el Santo Padre al finalizar la homilía de la misa celebrada este domingo en Bangui, capital de República Centroafricana, poco después de que abierto la Puerta Santa, como antelación del Año de la Misericordia.
También ha hecho una petición a los discípulos de Cristo, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos en este país que lleva un nombre tan sugerente, situado en el corazón de África, y que está llamado a descubrir al Señor como verdadero centro de todo lo que es bueno: “la vocación de ustedes es la de encarnar el corazón de Dios en medio de sus conciudadanos”.
Durante la homilía, Francisco ha asegurado que su corazón y su mente “se extiende con afecto a todos los sacerdotes, consagrados y agentes de pastoral de este país, unidos espiritualmente a nosotros en este momento”. Y por medio de ellos, ha saludado también a todos los centroafricanos, a los enfermos, a los ancianos, a los golpeados por la vida. Algunos de ellos --ha observado-- tal vez están desesperados y no tienen ya ni siquiera fuerzas para actuar, y esperan sólo una limosna, la limosna del pan, la limosna de la justicia, la limosna de un gesto de atención y de bondad. Y todos esperamos la limosna de la paz.
El Papa ha recordado que “Jesús no nos manda solos a la otra orilla, sino que en cambio nos invita a realizar la travesía con Él, respondiendo cada uno a su vocación específica”. Añadió que “tenemos que ser conscientes de que si no es con Él no podemos pasar a la otra orilla, liberándonos de una concepción de familia y de sangre que divide, para construir una Iglesia-Familia de Dios abierta a todos, que se preocupa por los más necesitados”.
De este modo, ha asegurado que “no se trata principalmente de una cuestión de medios económicos, sino de compartir la vida del pueblo de Dios, dando razón de la esperanza que hay en nosotros” y siendo testigos de la infinita misericordia de Dios que es bueno y enseña el camino a los pecadores”.
Asimismo, Francisco ha subrayado que “después de haber experimentado el perdón, tenemos que perdonar”. A propósito ha explicado que una de las exigencias fundamentales de esta vocación a la perfección es el amor a los enemigos, que nos previene de la tentación de la venganza y de la espiral de las represalias sin fin.
Y así, ha asegurado que los agentes de evangelización han de ser ante todo artesanos del perdón, especialistas de la reconciliación, expertos de la misericordia.
Haciendo referencia a los textos litúrgicos de este domingo, el Papa ha subrayado que descubrimos en ellos algunas características de esta salvación que Dios anuncia, y que se presentan como otros puntos de referencia para guiarnos en nuestra misión. “Ante todo, la felicidad prometida por Dios se anuncia en términos de justicia”, ha indicado.
El Salvador, “viene a hacer fecundas nuestras historias personales y colectivas, nuestras esperanzas frustradas y nuestros deseos estériles”. Y nos manda --ha añadido-- a anunciar, sobre todo a los oprimidos por los poderosos de este mundo, y también a los que sucumben bajo el peso de sus pecados.
Por otro lado, ha insistido que Dios es justicia, y por eso los cristianos “estamos llamados a ser en el mundo los artífices de una paz fundada en la justicia”.
La salvación que se espera de Dios tiene también el sabor del amor. En efecto, ha explicado, preparándonos a la Navidad, “hacemos nuestro de nuevo el camino del pueblo de Dios para acoger al Hijo que ha venido a revelarnos que Dios no es sólo Justicia sino también y sobre todo Amor”. El Pontífice ha recordado que donde reina la violencia, el odio, la injusticia y la persecución, “los cristianos estamos llamados a ser testigos de este Dios que es Amor”.
Por último, el Papa ha subrayado que la salvación de Dios proclamada tiene el carácter de un poder invencible que vencerá sobre todo. Dios es más fuerte que cualquier otra cosa. Esta convicción --ha observado el Papa-- da al creyente serenidad, valor y fuerza para perseverar en el bien frente a las peores adversidades. Y ha asegurado que “incluso cuando se desatan las fuerzas del mal, los cristianos han de responder al llamado, de frente, listos para aguantar en esta batalla en la que Dios tendrá la última palabra. Y será una palabra de amor”.
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