Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

martes, 19 de enero de 2016

Diosdado Cabello es, oficialmente desde hoy y dicho en el franco lenguaje de nuestra villanía, un soberano hablador de paja. Un bocón. Un cobarde. Un histérico dando patadas de ahogado. Y como bien se dice en sus esferas hamponiles: él y Cilia, los jefes de los cárteles de los Soles y los Flores agarraditos de la mano, habrán estado chorreados mientras las nuevas autoridades los ninguneaban desde el podio. Como se lo merecen. Gracias, Henry Ramos. Ni un paso atrás.






Diosdado el histérico o del derecho al pataleo

7 Enero, 2016
Definitivamente: Venezuela, para nuestra inmensa fortuna y algunas de nuestras desgracias, no es tierra de tragedias. Una dictadura de 17 años, responsable del asesinato de tantos venezolanos como los que provocaran la Independencia y la Guerra Federal juntas: 300.000 venezolanos, y de la devastación del país en dimensiones tan espantosas como lo fueran esos hechos fundacionales, parece estar pasando a la posteridad sin pena ni gloria. Y hasta este minuto: sin un rasguño. Nuestra soterrada virtud, nuestro manifiesto defecto: la seriedad no es nuestro principal atributo.
No flotan cadáveres en el Guaire tras un enfrentamiento histórico, que será registrado en los anales de nuestra posteridad como el fin y/o el inicio de un nuevo ciclo histórico: 5 de enero de 2016. Exactamente a 58 años del magno acontecimiento que diera origen a nuestra democracia. A Dios gracias. Lo dice un chileno que los vio hinchados, amoratados, a la deriva del Mapocho a partir del 11 de septiembre de 1973. Lo cual no quiere decir que no haya ensangrentadas lágrimas privadas: dos jóvenes hijos de un amigo radicado en España, que vinieron a pasar la navidad en Caracas, fueron brutalmente apuñaleados en su oficina de la Castellana, a primeras horas de una mañana prenavideña. Como para recordar el siniestro asesinato de nuestra amada amiga Mónica Spear y su esposo cuando regresaban de la playa hace exactamente dos años. También habían venido a pasar las fiestas navideñas en esta tierra hasta ayer sin Dios ni Ley. Un descampado en manos de sus pandillas de facinerosos. Pelos de la cola. Como la cifra récord de 28 mil asesinatos en este 2015, o más de 1 asesinato cada veinte minutos, que se nos van arrastrando a su paso la inmundicia rojo rojita que, aún no lo sabemos, puede que haga mutis como un fantasma hamletiano, pero sin mayores consecuencias. ¿Una sexta república?
Las amenazas no se cumplieron: Cabello es, oficialmente desde hoy y dicho en el franco lenguaje de nuestra villanía, un soberano hablador de paja. Un bocón. Un cobarde. Un histérico dando patadas de ahogado. Y como bien se dice en sus esferas hamponiles: él y Cilia, los jefes de los cárteles de los Soles y los Flores agarraditos de la mano, habrán estado chorreados mientras las nuevas autoridades los ninguneaban desde el podio. Como se lo merecen. Gracias, Henry Ramos. Ni un paso atrás.
Ganaban como fuera. Por las buenas o por las malas. Perdieron como fue, por las buenas. Saldría con Maduro a la calle a impedir la victoria opositora al frente de sus malhechores, los colectivos. Se escondieron. Correría sangre en el hemiciclo. No hubo un rasguño. Y sus esbirros, el feroz malandraje de los colectivos, se limitaron a agredir a un inofensivo y desarmado joven periodista de un medio de red. El temporal de terroríficas desgracias que anunciaron terminó en agua de borrajas. Y una inmensa, una gigantesca cola entre las piernas. Gracias a Dios.
Se confirma mi vieja tesis dictada por la experiencia: hampones de esquina, han mostrado durante 17 años la saña de los guapetones de barrio. Estiraron la cuerda mientras nadie les trancó el paso. Asesinaron a mansalva, en despoblado, en plena oscuridad, con alevosía. Contra santos inocentes. Como a Mónica Spear, su esposo, los los dos muchachos que vinieron a ofrendarse ante una banda de malhechores de la Cota 905 o los 28 mil humildes venezolanos que se ganaron la espantosa lotería del bandidaje. Bastardos y malnacidos. Que, no nos engañemos, acechan en sus guaridas. Mientras sus mandamases, los Maduro, los Cabello, los Aissami, los Rodríguez, se sabían apoyados – en el caso del cobardón de Sabaneta, por su cubano padre putativo y proxeneta, la chequera de Pdvsa y las Fuerzas Armadas – eran capaces de amenazar al planeta. Si bien, disfrazado de comandante supremo de nuestros ejércitos, asomado a la frontera y a la vista de sus enemigos colombianos, se resbalara en sus propias chorreaduras. Disminuidos a su verdadera dimensión, abandonados por el pueblo, sin caudales a que echar mano, y antes preocupados de los miles de millones de dólares saqueados y puestos a resguardo en bancos extranjeros que por el hambre y la miseria de nuestra pobresía, sienten en peligro de muerte si terminan presos por la DEA y condenados en La Haya. Histéricos y desamparados, dejaron el parlamento con la cola entre las piernas. Mientras la primera dama, a quien el shock de sus narco sobrinos encarcelados le cercenó la lengua, sólo balbucea para proclamar el triunfo de su ominosa derrota.
Eso era Cabello, el caudillo de Monagas: un pavo inflado. Eso eran sus esbirros. Unos decrépitos borrachines y unos bufones impertinentes. Ahora, cuando ya se han roto los diques y las aguas bajan torrentosas a encontrar sus viejos cauces, los quiero ver en estampida. Unos saltando la talanquera – como ayer lo hicieran algunos medios -, otros tomando las de Villadiego. Sólo me cabe decirles lo que anoche imaginé en sueños: Señores: hemos llegado a la estación Fracaso. Les rogamos descender urgentemente de los vagones…

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