David Bowie, el extravagante
El rockero que se reinventó durante cinco décadas no descansó de provocar. Su álbum, Blackstar, lanzado dos días antes de su fallecimiento, era en sí mismo una lidia con la muerte, ante la que finalmente cedió este lunes, víctima del cáncer.
por NÉSTOR LUIS LLABANERO | LUNES 11 DE ENERO DE 2016
Llámenlo transgresor, una etiqueta que viste su alma. Rompió el paradigma musical. Lo dice Madonna, para quien, en su admiración en silencio, David Bowie era una suerte de maestro.
Ciertamente, se dice que con el músico rockero nacía una nueva forma de pop. Un desprendimiento del rock. Un pop alado donde la estridencia queda relegada a la propuesta conceptual.
El músico londinense también rompió los convencionalismos humanos. En 1972, con 35 años de edad, se presentó ante el mundo con una proclama: Soy homosexual.
Como era de esperarse, su manifiesto generó reacciones. No todas estuvieron a su favor. Prácticamente, el Reino Unido acababa de ‘discriminalizar' la condición.
Aun así, David Bowie echó para atrás su autodefinición. Y, entonces, el mundo lo recibió, ahora con la cara de bisexual. La confesión vino acompañada con Duncan, el primero de sus dos hijos, que para el momento era solo un bebé, hoy tiene 44 años.
El emblemático artista declaró que tanta verdad al mundo había sido solo un ‘error' de su parte. Por eso, no resultó destemplado leer posteriormente que, para atenuar tanta bulla en el camino, Bowie, el rockero que puso su intelecto a favor de su música, se hizo llamar heterosexual de closet. Así era: extravagante. En esos puntos extremos se movía quien hoy es considerado una leyenda.
David Bowie tuvo claras las estrategias para hacerse una personalidad. Cuando decidió que su carrera musical era un camino largo, cambió su nombre, para que no lo confundieran con Davy Jones, del grupo musical Los Monkees. Ya no sería David Jones, nombre con el cual había nacido en un hogar de un padre caritativo y una madre camarera.
Esas aparentes penurias económicas, sin embargo, no disminuyeron su aliento artístico. En su niñez se hizo experto en la ejecución de la flauta y el saxofón. En su biografía se recuerda la vistosidad con que se presentaba en los coros del colegio. Era, de algún modo, su búsqueda.
Fue en ese seno familiar donde escuchó los discos de Elvis Presley, de quien más tarde diría que era la voz de Dios.
Con tanto por hacer, tanto por explorar, el aún joven conoció la fama en 1969, con el tema Space Oddity, y, poco después, se transmutó en su personaje de Ziggy Stardust, su alter ego. Todo un regalo para la cultura pop. Aparecía con su cabello rojo y, cómo no, su extravagancia, ahora más acentuada. Su vida era, por propia decisión, una escenificación de la vida.
"Fuera del escenario soy un robot. En el escenario consigo emocionarme. Eso probablemente explica por qué prefiero disfrazarme de Ziggy a ser David", habría dicho durante los tempranos años de 1970.
Dispuesto a no pasar desapercibido, su aire andrógino se hizo mundial. Resultaron comentadas sus apariciones vestido con trajes femeninos. La industria tenía su mejor bocado para provocar a los conservadores.
David Bowie pasaba también del rock sinfónico al rock más duro. En ocasiones, se devolvía en ese compás. Estaba dispuesto a no renunciar a sus sensaciones para hacer su música.
Se dio licencia en la actuación. En 1976 protagonizó la película británica El hombre que cayó a la tierra, sobre un extraterrestre que busca agua para para su planeta Anthea.
Luego personificaría a Poncio Pilatos en La última tentación de Cristo, dirigida por Martin Scorsese.
En 1980 se divorcia de Angela Barnett y se producen alianzas artísticas con Queen, la banda cuyo líder Freddy Mercury recibe un homenaje de Bowie en 1992, el mismo año de su segundo matrimonio con la súper modelo Imán.
Bowie, miembro del Salón de la Fama del Rock, suspendió una de sus más grandes giras en 2004, cuando fue intervenido quirúrgicamente por afecciones cardíacas.
Aunque bajó el ritmo, su carrera siguió. En 2016, el mismo día que cumplía 69 años (8 de enero) fue presentado su disco Blackstar.
Para muchos, una producción con sonido agónico. Un manifiesto de su muerte, ocurrida dos días después en Nueva York. Padecía cáncer. Y sin ser del todo claro, como fue su manejo de su imagen, la opinión pública desconocía sobre su enfermedad.
Lazarus, el último vídeo presentado, es una recreación del llamado de Jesús al moribundo cuando le ordena: Levántate y anda. Bowie aparece en una cama de manicomio, luchando con un espíritu que desciende del cielo. Una muerte inminente que nadie supo advertir.
@llabanero
Ciertamente, se dice que con el músico rockero nacía una nueva forma de pop. Un desprendimiento del rock. Un pop alado donde la estridencia queda relegada a la propuesta conceptual.
El músico londinense también rompió los convencionalismos humanos. En 1972, con 35 años de edad, se presentó ante el mundo con una proclama: Soy homosexual.
Como era de esperarse, su manifiesto generó reacciones. No todas estuvieron a su favor. Prácticamente, el Reino Unido acababa de ‘discriminalizar' la condición.
Aun así, David Bowie echó para atrás su autodefinición. Y, entonces, el mundo lo recibió, ahora con la cara de bisexual. La confesión vino acompañada con Duncan, el primero de sus dos hijos, que para el momento era solo un bebé, hoy tiene 44 años.
El emblemático artista declaró que tanta verdad al mundo había sido solo un ‘error' de su parte. Por eso, no resultó destemplado leer posteriormente que, para atenuar tanta bulla en el camino, Bowie, el rockero que puso su intelecto a favor de su música, se hizo llamar heterosexual de closet. Así era: extravagante. En esos puntos extremos se movía quien hoy es considerado una leyenda.
David Bowie tuvo claras las estrategias para hacerse una personalidad. Cuando decidió que su carrera musical era un camino largo, cambió su nombre, para que no lo confundieran con Davy Jones, del grupo musical Los Monkees. Ya no sería David Jones, nombre con el cual había nacido en un hogar de un padre caritativo y una madre camarera.
Esas aparentes penurias económicas, sin embargo, no disminuyeron su aliento artístico. En su niñez se hizo experto en la ejecución de la flauta y el saxofón. En su biografía se recuerda la vistosidad con que se presentaba en los coros del colegio. Era, de algún modo, su búsqueda.
Fue en ese seno familiar donde escuchó los discos de Elvis Presley, de quien más tarde diría que era la voz de Dios.
Con tanto por hacer, tanto por explorar, el aún joven conoció la fama en 1969, con el tema Space Oddity, y, poco después, se transmutó en su personaje de Ziggy Stardust, su alter ego. Todo un regalo para la cultura pop. Aparecía con su cabello rojo y, cómo no, su extravagancia, ahora más acentuada. Su vida era, por propia decisión, una escenificación de la vida.
"Fuera del escenario soy un robot. En el escenario consigo emocionarme. Eso probablemente explica por qué prefiero disfrazarme de Ziggy a ser David", habría dicho durante los tempranos años de 1970.
Dispuesto a no pasar desapercibido, su aire andrógino se hizo mundial. Resultaron comentadas sus apariciones vestido con trajes femeninos. La industria tenía su mejor bocado para provocar a los conservadores.
David Bowie pasaba también del rock sinfónico al rock más duro. En ocasiones, se devolvía en ese compás. Estaba dispuesto a no renunciar a sus sensaciones para hacer su música.
Se dio licencia en la actuación. En 1976 protagonizó la película británica El hombre que cayó a la tierra, sobre un extraterrestre que busca agua para para su planeta Anthea.
Luego personificaría a Poncio Pilatos en La última tentación de Cristo, dirigida por Martin Scorsese.
En 1980 se divorcia de Angela Barnett y se producen alianzas artísticas con Queen, la banda cuyo líder Freddy Mercury recibe un homenaje de Bowie en 1992, el mismo año de su segundo matrimonio con la súper modelo Imán.
Bowie, miembro del Salón de la Fama del Rock, suspendió una de sus más grandes giras en 2004, cuando fue intervenido quirúrgicamente por afecciones cardíacas.
Aunque bajó el ritmo, su carrera siguió. En 2016, el mismo día que cumplía 69 años (8 de enero) fue presentado su disco Blackstar.
Para muchos, una producción con sonido agónico. Un manifiesto de su muerte, ocurrida dos días después en Nueva York. Padecía cáncer. Y sin ser del todo claro, como fue su manejo de su imagen, la opinión pública desconocía sobre su enfermedad.
Lazarus, el último vídeo presentado, es una recreación del llamado de Jesús al moribundo cuando le ordena: Levántate y anda. Bowie aparece en una cama de manicomio, luchando con un espíritu que desciende del cielo. Una muerte inminente que nadie supo advertir.
@llabanero
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