Desórdenes paranoidales de la personalidad: Es característico del comportamiento paranoico que las personas sean capaces de corregir relativamente el razonamiento y la discusión mientras tanto la conversación acarree con diferencias menores de opinión. Esto se detiene abruptamente en cuanto los argumentos del interlocutor comienzan a amenazar sus ideas sobrevaluadas, aplastan sus estereotipos de razonamiento arraigados desde hace tiempo, o las fuerza a aceptar una conclusión que ya habían rechazado antes inconscientemente. Tal estímulo deja correr por el otro interlocutor un torrente de palabras pseudos-lógicas, en gran parte para-moralísticas, por lo general palabras de insulto que siempre contienen un cierto grado de insinuación.
Palabras como éstas inspiran la aversión entre gente culta y lógica, pero esclavizan a mentes menos críticas, por ejemplo, gente con otros tipos de deficiencias psicológicas, que antes fueron el objeto de la influencia egoísta de individuos con desórdenes de la personalidad, y en particular gran parte de los jóvenes. […]
Hoy sabemos que el mecanismo psicológico de los fenómenos paranoicos tiene dos caras: una es causada por el daño en el tejido cerebral, la otra es funcional o conductual. […]
En personas que no sufren de lesiones cerebrales, tales fenómenos ocurren lo más frecuentemente como resultado de haber sido criadas por gente con una caracteropatía pananoidal, junto con el terror psicológico de su niñez. Dicha sustancia psicológica es luego asimilada creando los estereotipos rígidos de experiencias anormales. Esto dificulta que el pensamiento y la visión del mundo se desarrollen normalmente, y contenidos bloqueados por el terror se transforman en centros que permanentemente funcionan de forma congestiva. […]
Caracteropatía frontal: Las áreas frontales de la corteza cerebral (10A y B según la división de Brodmann) no están presentes en forma virtual en ninguna criatura excepto en el hombre; están compuestas por el tejido nervioso filogenéticamente más joven. Su citoestructura es similar a la de las áreas de proyección visual mucho más adultas, en el lado opuesto del cerebro. Esto sugiere algún tipo de similitud funcional. […] Como lo describen algunos investigadores, (Luria et. al.) las funciones de estas áreas - aceleración y coordinación del proceso de pensamiento – parecen provenir de esta función básica.
Un daño en esta área… ha sido reducido considerablemente gracias al progreso del cuidado médico de mujeres embarazadas y recién nacidos. El rol ponerológico espectacular que resulta de los trastornos de la personalidad causados por esto debe ser considerado como característico, de alguna manera, de las generaciones pasadas y de las culturas primitivas.
Daños en la corteza cerebral en estas áreas perjudican selectivamente las funciones mencionadas anteriormente sin perjudicar la memoria, la capacidad de asociación ni en particular esas sensaciones y funciones basadas en los instintos, como por ejemplo la capacidad de intuir una situación psicológica. Por lo tanto la inteligencia general de un individuo no se ve reducida en mucho. […]
La personalidad patológica de tales personas, conteniendo generalmente un componente de histeria, se desarrolla con el correr de los años. Las funciones psicológicas que no están dañadas se desarrollan de más para compensar, lo que significa que las reacciones instintivas y afectivas predominan. Gente relativamente vital se vuelve beligerante, feliz cada vez que toma algún riesgo, y bruta tanto en sus palabras como es sus hechos. Las personas con un talento innato para intuir situaciones psicológicas tienden a aprovecharse de este don de una manera egoísta y despiadada. En el proceso de razonamiento de dicha gente, se desarrolla un atajo, pudiendo evitar la función disminuida, por lo que esto lleva directamente de asociaciones a palabras, actos y decisiones que no son sujetos a disuasión alguna. Dichos individuos interpretan como un símbolo de su superioridad su talento para intuir situaciones y para tomar decisiones simplificadas por demás en fracciones de segundo, comparados con la gente normal, que necesita pensar durante mucho tiempo, experimentando dudas sobre uno mismo y motivaciones conflictivas. No es necesario deliberar durante un largo tiempo acerca del destino de tales criaturas.
Dichas “personalidades stalinísticas” trauman y hechizan a los demás, y a su influencia le es excepcionalmente fácil evitar el control del sentido común. Una gran proporción de gente tiende a acreditar poderes especiales a tales individuos, sucumbiendo por ende en sus creencias egoístas. Si un padre manifiesta un tal efecto, sin importar cuán mínimo éste sea, todos los niños en la familia presentarán pruebas de anomalías en el desarrollo de la personalidad.
El autor estudió a una generación entera de gente mayor educada, cuya fuente de tal influencia era la hermana mayor, quien sufría de un daño prenatal de los centros frontales. Desde la primera infancia sus cuatro hermanos menores asimilaron una sustancia psicológica alterada patológicamente, incluyendo el componente de histeria que iba incrementándose en su hermana. Retuvieron bien hasta sus sesenta años las deformidades de la personalidad y de la visión del mundo, así como las características histéricas causadas así, cuya intensidad disminuía en proporción a la mayor diferencia de edad. La selección de información subconsciente les hizo imposible concebir cualquier tipo de comentario acerca de la personalidad de su hermana, y además porque éste era capaz de ofender el honor de la familia. Sus hermanos aceptaron como reales los delirios y quejas de su hermana sobre su marido “malo” (que en realidad era una persona decente) y sobre su hijo, en quien su hermana encontró un chivo expiatorio para vengar sus fracasos. De ese modo participaron en un mundo de emociones vengativas, considerando a su hermana como una persona completamente normal a quien estaban preparados a defender – a través de métodos de lo más desagradables, si era necesario – ante cualquier insinuación acerca de su anormalidad. Pensaban que las mujeres normales eran insípidas e inocentes, buenas para nada pero conquistas sexuales. Ni siquiera uno de ellos llegó a crear una familia saludable o a desarrollar una sabiduría promedio acerca de la vida.
El desarrollo de la personalidad de estas personas también incluía muchos otros factores, que dependieron del momento y el lugar en el que fueron criadas: el giro del siglo, con un padre polaco patriótico y una madre alemana que obedecía las costumbres contemporáneas aceptando la nacionalidad de su marido, pero que aún seguía siendo una defensora del militarismo y del hecho de aceptar la histeria intensificada que cubría a Europa en aquella época. Esa fue la Europa de los tres Emperadores: el concepto del “honor” santificó al triunfo. Mirar fijamente a alguien durante demasiado tiempo alcanzaba como pretexto para un duelo. Estos hermanos fueron por lo tanto criados para ser luchadores llenos de cicatrices de sable; sin embargo, las cuchilladas que infligían sobre sus adversarios eran más frecuentes y peores. […]
[Dejando de lado toda consideración de tiempo y espacio] si la hermana no hubiese sufrido de un daño cerebral y si los factores patológicos no hubiesen existido, el mal [que estos hombres] sembraron tan abundantemente durante sus vidas no habría existido en lo absoluto, o bien habría sido reducido a un ámbito condicionado por factores patológicos más aislados. […]
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