Francisco: 'El viaje a Cuba no fue político, sino pastoral'
Antes de la llegada a Estados Unidos, el Santo Padre dijo a los periodistas del vuelo papal que no tuvo noticia sobre los arrestos de los disidentes. Con Fidel Castro se trató de un encuentro informal y espontáneo
Por Redacción
Madrid, 23 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Madrid, 23 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
En su encuentro con los periodistas durante el vuelo de Santiago de Cuba a Washington, el papa Francisco ha manifestado este martes que no tuvo noticia sobre los arrestos de los opositores. “Estaba claro que yo no habría dado ninguna audiencia privada, no solo a los disidentes, sino también a los demás, incluidos algunos líderes de Estado que habían pedido una”, ha añadido.
El Santo Padre ha reconocido también que “sé que de la Nunciatura se hicieron llamadas telefónicas a algunos disidentes para decirles que, al llegar a la Catedral de La Habana, los habría saludado con gusto. Saludé a todos, pero nadie se identificó como disidente”.
El Pontífice ha dejado claro que la Iglesia en Cuba hace todo lo posible por ayudarles y, concretamente, “ha trabajado para hacer listas de prisioneros a los que hay que dar el indulto”, una medida que ha beneficiado a más de 3.500 presos por delitos comunes. “La Iglesia ha trabajado y está trabajando para pedir indultos, y lo seguirá haciendo”, ha insistido.
A la pregunta sobre si Fidel Castro le había manifestado algún arrepentimiento por el modo en que ha gobernado la Isla, el Papa ha afirmado que “el arrepentimiento es algo muy íntimo, de consciencia”.
Asimismo, ha explicado que la conversación con el líder de la revolución cubana “fue un encuentro informal, espontáneo”. “Hablamos solo sobre el colegio de los jesuitas y sobre cómo lo ponían a trabajar. Después hablamos mucho sobre la encíclica Laduato si’. Él está muy interesado por el tema de la ecología y está preocupado por el medio ambiente”, ha señalado Francisco.
En esta misma línea, el Santo Padre ha comentado que no entró en temas políticos porque “en Cuba el viaje era pastoral, mis intervenciones fueron homilías. Fue un lenguaje más pastoral”.
A la observación de que quizá haya estado más blando con el comunismo que con el capitalismo, el Pontífice ha respondido que “en los discursos en Cuba siempre aludí a la doctrina social de la Iglesia. Las cosas que hay que corregir las dije claramente, no de manera perfumada”.
Sobre el viaje a Estados Unidos, el Papa ha adelantado que en su discurso al Congreso no pedirá el levantamiento del embargo sino que los dos países continúen avanzando en la mejora de las relaciones mutuas. “Hablaré en general sobre los acuerdos como un signo de progreso en la convivencia”, ha revelado.
El Santo Padre ha reconocido también que “sé que de la Nunciatura se hicieron llamadas telefónicas a algunos disidentes para decirles que, al llegar a la Catedral de La Habana, los habría saludado con gusto. Saludé a todos, pero nadie se identificó como disidente”.
El Pontífice ha dejado claro que la Iglesia en Cuba hace todo lo posible por ayudarles y, concretamente, “ha trabajado para hacer listas de prisioneros a los que hay que dar el indulto”, una medida que ha beneficiado a más de 3.500 presos por delitos comunes. “La Iglesia ha trabajado y está trabajando para pedir indultos, y lo seguirá haciendo”, ha insistido.
A la pregunta sobre si Fidel Castro le había manifestado algún arrepentimiento por el modo en que ha gobernado la Isla, el Papa ha afirmado que “el arrepentimiento es algo muy íntimo, de consciencia”.
Asimismo, ha explicado que la conversación con el líder de la revolución cubana “fue un encuentro informal, espontáneo”. “Hablamos solo sobre el colegio de los jesuitas y sobre cómo lo ponían a trabajar. Después hablamos mucho sobre la encíclica Laduato si’. Él está muy interesado por el tema de la ecología y está preocupado por el medio ambiente”, ha señalado Francisco.
En esta misma línea, el Santo Padre ha comentado que no entró en temas políticos porque “en Cuba el viaje era pastoral, mis intervenciones fueron homilías. Fue un lenguaje más pastoral”.
A la observación de que quizá haya estado más blando con el comunismo que con el capitalismo, el Pontífice ha respondido que “en los discursos en Cuba siempre aludí a la doctrina social de la Iglesia. Las cosas que hay que corregir las dije claramente, no de manera perfumada”.
Sobre el viaje a Estados Unidos, el Papa ha adelantado que en su discurso al Congreso no pedirá el levantamiento del embargo sino que los dos países continúen avanzando en la mejora de las relaciones mutuas. “Hablaré en general sobre los acuerdos como un signo de progreso en la convivencia”, ha revelado.
Por último, Francisco ha hablado sobre las críticas a su magisterio: “Lo que digo está en la doctrina social de la Iglesia”. “¿Me preguntan si soy católico? Si sirve, puedo recitar el Credo…”, ha concluido.
El Papa y Fidel hablan de pobreza y medio ambiente
21/09/2015 06:34 Fabiola Guarneros / Fotos: Reuters y AP
El tan criticado encuentro versó sobre la Encíclica "Laudato Si" y el cambio de clima
"El arrepentimiento es una cosa muy íntima" dijo el papa Francisco a propósito de su
conversación con Fidel Castro.
"El arrepentimiento es una cosa muy íntima" dijo el papa Francisco a propósito de su
conversación con Fidel Castro.
Momento esperado. Francisco estrecha la mano de Fidel Castro durante la visita del pontífice al líder revolucionario.LA HABANA, 21 de septiembre.- Fidel Castro se reunió con el papa Francisco en un encuentro privado e informal, en la residencia del comandante y que duró entre 30 y 40 minutos.
El vocero del Papa, Federico Lombardi, informó de la reunión que se efectuó después de la misa de Francisco en la Plaza de la Revolución.
El Papa primero fue a la Nunciatura y después a casa de Fidel Castro, quien lo recibió con su esposa, Dalia Soto del Valle, sus hijos y nietos.
El Pontífice le regaló cuatro libros y dos CD con las palabras del jesuita Armando Llorente, tutor de Fidel Castro. Entre los obsequios estaban dos libros de Alessandro Pronzato, experto en catequesis, en la Biblia y divulgador teológico, uno de ellos titulado Evangelios molestos y otro llamado La boca que nos llenó de risas, sobre la relación entre humor
y religión.
y religión.
También le regaló ejemplares de la exhortación apostólicaEvangelii Gaudium y su encíclica sobre temas medioambientales Laudato si.
El expresidente cubano le obsequió al Papa el libro Fidel y la religión, la entrevista que el teólogo brasileño Frei Betto le hizo al comandante en 1985, y le escribió una dedicatoria:
“Para el papa Francisco en ocasión de su fraternal visita a Cuba. Con admiración y respeto del pueblo cubano”.
Al Papa lo acompañó una comitiva pequeña de no más de 15 personas, como el nuncio en Cuba, Giorgio Lingua.
Y según Lombardi, durante el intercambio informal hablaron de las preocupaciones del Papa en el mundo, como la pobreza, la exclusión y el deterioro del medio
ambiente.
ambiente.
El vocero recordó que cuando vino Benedicto XVI, el diálogo se dio más a manera de preguntas de Fidel al Papa, y en esta ocasión fue una conversación fluida por el idioma español.
El Papa a las familias cubanas: 'En el calor del hogar la fe empapa cada rincón'
11:00 - Santiago de Cuba. En el encuentro con las familias ha recordado que en casa prendemos la fraternidad, la solidaridad, el no ser avasalladores, experimentams el perdón
Por Rocío Lancho García
Ciudad del Vaticano, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Ciudad del Vaticano, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Las familias no son un problema, son principalmente una oportunidad. Una oportunidad que tenemos que cuidar, proteger, acompañar. Mucho se discute sobre el futuro, sobre qué mundo queremos dejarle a nuestros hijos, qué sociedad queremos para ellos. Creo que una de las posibles respuestas se encuentra en mirarlos a ustedes: dejemos un mundo con familias. Por ello ha pedido que "cuidemos a nuestras familias".
Así lo ha asegurado el santo padre Francisco este martes a las familias, en su último encuentro en Cuba, en la Catedral de Santiago, tras llegar desde el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, distante 19 kilómetros.
Al iniciar el evento, monseñor Dionisio Guillermo García Ibáñez ha explicado que “la familia es la institución más valorada por los cubanos y, precisamente por eso, es la que más preocupa debido a tantos factores que atentan contra su unidad, su bienestar, su significado, y el sentido del matrimonio en la sociedad actual”.
Las familias jóvenes desean tener hijos --ha indicado-- pero muchas veces este proyecto se vive como un problema, pues hay una significativa emigración principalmente de jóvenes, separación por motivos laborales, dificultades económicas, escasez de viviendas; el resultado es una fuerte caída de la natalidad y de la estabilidad familiar.
A continuación una familia cubana ha dirigido unas palabras pidiendo al Santo Padre que “ore por nosotros para que podamos llevar adelante nuestra misión de Iglesias domésticas donde se aprenda a amar sin condiciones, a respetarnos los unos a los otros teniendo en cuenta las legítimas diferencias que nos enriquecen, a apoyar y potenciar el logro de las aspiraciones de cada uno de sus miembros y así todos crecer como personas, a tener la capacidad de perdonar y reconciliar para ser instrumentos de paz y misericordia en el seno de la familia y la sociedad”.
El Papa ha recordado en su discurso que “estamos en familia” y “cuando uno está en familia se siente en casa”. Por eso ha dado las gracias a los cubanos por hacerle sentir “todos estos días en familia, por hacerme sentir en casa”.
Haciendo referencia a las bodas de Caná, el Pontífice ha asegurado que “las bodas son momentos especiales en la vida de muchos”. Para los más veteranos “es una oportunidad para recoger el fruto de la siembra”. Acompañar a los hijos, sostenerlos, estimularlos --ha añadido-- para que puedan animarse a construir sus vidas, a formar sus familias, es un gran desafío para todos los padres. A su vez se ve la alegría de los jóvenes esposos. “Todo un futuro que comienza, todo tiene 'sabor' a casa nueva, a esperanza”, ha observado.
Por otro lado ha precisado que Jesús se manifiesta también en las comidas, en las cenas. “Comer con diferentes personas, visitar diferentes casas fue un lugar privilegiado por Jesús para dar a conocer el proyecto de Dios”, ha señalado.
El Papa ha recordado que la cena es el momento del día en el que las familias se encuentran, por eso ha insistido en que “Jesús elige estos momentos para mostrarnos el amor de Dios, Jesús elige estos espacios para entrar en nuestras casas y ayudarnos a descubrir el Espíritu vivo y actuando en nuestras cosas cotidianas”. Y así ha asegurado que es en casa donde “aprendemos la fraternidad, la solidaridad, el no ser avasalladores”, “a recibir y a agradecer la vida como una bendición y que cada uno necesita a los demás para salir adelante”, “experimentamos el perdón, y somos continuamente invitados a perdonar, a dejarnos transformar”. En casa no hay lugar para las caretas, ha asegurado.
Asimismo ha recordado que “en el calor del hogar es donde la fe empapa cada rincón, ilumina cada espacio, construye comunidad”.
De este modo, el Pontífice ha advertido que “en muchas culturas hoy en día van despareciendo estos espacios”. Entonces “no se sabe esperar, no se sabe pedir permiso ni perdón, ni decir gracias, porque la casa va quedando vacía”.
Ha asegurado que “la familia nos salva de dos fenómenos actuales: la fragmentación (la división) y la masificación”. En ambos casos, “las personas se transforman en individuos aislados fáciles de manipular y de gobernar”, ha observado el Papa.
En un gesto espontáneo, el Pontífice ha pedido a todas las mujeres embarazadas, las presentes y las que seguían el discurso por radio o televisión, que se tocaran el vientre y el Papa ha bendecido a los niños.
Francisco ha concluido su discurso pidiendo oración por el Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia y por el Sínodo de Obispos, “para que sepamos entre todos ayudarnos a cuidar a la familia”.
Francisco abre el 'Año Jubilar Mariano' en el Santuario de la Caridad del Cobre
10:00 - El arzobispo de Santiago de Cuba: “Los cubanos en la Patria o lejos de ella la llevamos en el corazón”, porque es “un símbolo evidente de cubanía”
Por Sergio Mora
Roma, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Roma, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
"Les deseo un feliz año jubilar, que la Virgen les bendiga y le conceda lo que más anela y desea. Y no se olviden de rezar por mí". Así concluyó este martes el santo padre Francisco la misa y ceremonia de apertura del Año Jubilar Mariano en elSantuario de la Virgen de la Caridad del Cobre.
Concluida la misa en cuya homilía invitó a 'crear puentes y derribar muros', el arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Dionisio García lbáñez, le dirigió unas palabras.
Le agradeció al Santo Padre “haber llegado como peregrino hasta este bello lomerío en el oriente cubano, a presidir la Eucaristía y a orar ante la bendita imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre”.
Le indicó que “estamos continuando una tradición de 400 años, la más antigua de las tradiciones cubanas, que permanece vigente, crece, se recrea y actualiza con el pasar de los años en medio de las cambiantes circunstancias sociales que ha vivido el país en su historia”.
“Los cubanos en la Patria o lejos de ella --recordó el arzobispo-- la llevamos en el corazón porque sabemos que es la madre de todos sin hacer distinción. Creyentes y no creyentes la consideramos un símbolo evidente de cubanía”.
Y le pidió al Papa “que abra solemnemente el Año Jubilar Mariano que celebraremos, comenzando el día de hoy y concluyendo el 24 de septiembre de 2016, con motivo de los 100 años de la proclamación de la Virgen de la Caridad como Patrona de Cuba, por el Papa Benedicto XV a petición de los mambises y de nuestro pueblo”.
Y le regaló un pergamino copia de la declaración de Independencia del país caribeño.
Concluido el evento religioso, el Pontífice partió a la catedral de la ciudad, para encontrar a las familias y bendecir la urbe. Por la tarde a las 16 horas locales, después de la ceremonia de despedida, el Santo Padre viajará hacia Estados Unidos.
Concluida la misa en cuya homilía invitó a 'crear puentes y derribar muros', el arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Dionisio García lbáñez, le dirigió unas palabras.
Le agradeció al Santo Padre “haber llegado como peregrino hasta este bello lomerío en el oriente cubano, a presidir la Eucaristía y a orar ante la bendita imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre”.
Le indicó que “estamos continuando una tradición de 400 años, la más antigua de las tradiciones cubanas, que permanece vigente, crece, se recrea y actualiza con el pasar de los años en medio de las cambiantes circunstancias sociales que ha vivido el país en su historia”.
“Los cubanos en la Patria o lejos de ella --recordó el arzobispo-- la llevamos en el corazón porque sabemos que es la madre de todos sin hacer distinción. Creyentes y no creyentes la consideramos un símbolo evidente de cubanía”.
Y le pidió al Papa “que abra solemnemente el Año Jubilar Mariano que celebraremos, comenzando el día de hoy y concluyendo el 24 de septiembre de 2016, con motivo de los 100 años de la proclamación de la Virgen de la Caridad como Patrona de Cuba, por el Papa Benedicto XV a petición de los mambises y de nuestro pueblo”.
Y le regaló un pergamino copia de la declaración de Independencia del país caribeño.
Concluido el evento religioso, el Pontífice partió a la catedral de la ciudad, para encontrar a las familias y bendecir la urbe. Por la tarde a las 16 horas locales, después de la ceremonia de despedida, el Santo Padre viajará hacia Estados Unidos.
El Papa invitó junto a María, a 'abatir murallas y crear puentes'
9:00 - Misa en el santuario de la Virgen de Caridad del Cobre. Francisco agradeció a las abuelas y madres que supieron transmitir la fe a pesar de las dificultades
Por Sergio Mora
Roma, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Roma, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Tras haber pernoctado en Santiago de Cuba la noche del lunes, en el Seminario San Basilio Magno, el papa Francisco concluye este martes por la tarde su visita a la Isla, y parte hacia Estados Unidos.
El Papa ha ido desde el seminario al Santuario de la Virgen de la Caridad de Cobre, donde ha presidido la celebración de la eucaristía con paramentos color crema. Una misa votiva en honor a la Madre de Dios, cuya imagen ha sido incensada por el Pontífice al inicio de la celebración en español, en este templo barroco colonial.
El coro ha entonado en polifónico cantos en español, algunos muy solemnes, otros más rítmicos. Entre los presentes, como en las demás misas, estaba el mandatario Raúl Castro. En el exterior del templo, varios miles de personas siguieron a la ceremonia a través de una pantalla gigante.
En su homilía el Papa recordó que "la presencia de Dios en nuestras vidas nos lleva a movernos". Porque "María lejos de creerse vaya a saber quien, fue a ayudar a su prima Elizabeth". Y el evangelio indica que Ella salió con premura, salió a visitar. Porque la Virgen en la historia ha protegido a aquellos que han luchado por los derechos de sus hijos, y nos trae ahora la palabra de Jesús.
También Cuba fue visitada por la Virgen de la Caridad, recordó el Papa, y Ella dio una forma propia a la fisionomía cubana. Al punto que hace cien años otros compatriotas la quisieron como patrona, y escribieron que la Virgen bendita siempre estuvo como "rocío consolador", y que fue "cubana por excelencia".
Venerada como madre de la Caridad --quiso precisar el papa Francisco-- Ella "cuida las raíces e identidad" para que no nos perdamos en las vías de las preocupaciones. "Una fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que la mantuvieron en las casas de familias", dijo, a través de "una fisura pequeña como un grano de mostaza".
La fuerza revolucionaria de la ternura y del afecto, a ésto nos invita la Virgen, que se vuelve proximidad, compasión, que nos involucra a servir en la vida de los otros. Para visitar al enfermo, al preso, a quien llora y a quien se alegra con las alegrías del vecino.
Queremos --concluyó el Papa-- ser como María, una Iglesia que sirve, que sale de sus templos, de sus casas, para sostener la esperanza. Para abatir murallas y crear puentes. Todos juntos, sirviendo, ayudando,"como hijos de María, de Dios, y de esta noble tierra cubana".
El Papa ha ido desde el seminario al Santuario de la Virgen de la Caridad de Cobre, donde ha presidido la celebración de la eucaristía con paramentos color crema. Una misa votiva en honor a la Madre de Dios, cuya imagen ha sido incensada por el Pontífice al inicio de la celebración en español, en este templo barroco colonial.
El coro ha entonado en polifónico cantos en español, algunos muy solemnes, otros más rítmicos. Entre los presentes, como en las demás misas, estaba el mandatario Raúl Castro. En el exterior del templo, varios miles de personas siguieron a la ceremonia a través de una pantalla gigante.
En su homilía el Papa recordó que "la presencia de Dios en nuestras vidas nos lleva a movernos". Porque "María lejos de creerse vaya a saber quien, fue a ayudar a su prima Elizabeth". Y el evangelio indica que Ella salió con premura, salió a visitar. Porque la Virgen en la historia ha protegido a aquellos que han luchado por los derechos de sus hijos, y nos trae ahora la palabra de Jesús.
También Cuba fue visitada por la Virgen de la Caridad, recordó el Papa, y Ella dio una forma propia a la fisionomía cubana. Al punto que hace cien años otros compatriotas la quisieron como patrona, y escribieron que la Virgen bendita siempre estuvo como "rocío consolador", y que fue "cubana por excelencia".
Venerada como madre de la Caridad --quiso precisar el papa Francisco-- Ella "cuida las raíces e identidad" para que no nos perdamos en las vías de las preocupaciones. "Una fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que la mantuvieron en las casas de familias", dijo, a través de "una fisura pequeña como un grano de mostaza".
La fuerza revolucionaria de la ternura y del afecto, a ésto nos invita la Virgen, que se vuelve proximidad, compasión, que nos involucra a servir en la vida de los otros. Para visitar al enfermo, al preso, a quien llora y a quien se alegra con las alegrías del vecino.
Queremos --concluyó el Papa-- ser como María, una Iglesia que sirve, que sale de sus templos, de sus casas, para sostener la esperanza. Para abatir murallas y crear puentes. Todos juntos, sirviendo, ayudando,"como hijos de María, de Dios, y de esta noble tierra cubana".
Viaje a Cuba: programa del Papa - martes 22
Último día en Cuba y llegada por la tarde a Estados Unidos
Por Redacción
Roma, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
-- 16:00 Llegada a Washington D.C. y recibimiento en la Fuerza Aérea de Andrews. (22:00 hora europea)
Roma, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Martes, 22 de septiembre
-- 8:00 Santa misa en la basílica menor del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre. (14:00 hora europea)
-- 11:00 Encuentro con familias en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción y bendición
de la ciudad de Santiago. (17:00 hora europea)
-- 12:15 Ceremonia de despedida en el aeropuerto Antonio Maceo, y salida hacia Washington D.C. (18:15 hora europea)
-- 16:00 Llegada a Washington D.C. y recibimiento en la Fuerza Aérea de Andrews. (22:00 hora europea)
Texto completo del Santo Padre a las familias en Santiago de Cuba
En su último acto del viaje a la Isla, el Papa se ha reunido con las familias e invitado a cuidarlas porque son verdaderas escuelas del mañana
Por Redacción
Ciudad del Vaticano, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Ciudad del Vaticano, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Publicamos a continuación el discurso del Santo Padre a las familias en la Catedral de Santiago de Cuba.
Estamos en familia. Y cuando uno está en familia se siente en casa. Gracias familias cubanas, gracias cubanos por hacerme sentir todos estos días en familia, por hacerme sentir en casa. Gracias. Este encuentro con ustedes es como «la frutilla de la torta». Terminar mi visita viviendo este encuentro en familia es un motivo para dar gracias a Dios por el «calor» que brota de gente que sabe recibir, que sabe acoger, que sabe hacer sentir en casa. Gracias a todos los cubanos.
Agradezco a Mons. Dionisio García, Arzobispo de Santiago, el saludo que me ha dirigido en nombre de todos y al matrimonio que ha tenido la valentía de compartir con todos nosotros sus anhelos y esfuerzos por vivir el hogar como una «iglesia doméstica».
El Evangelio de Juan nos presenta como primer acontecimiento público de Jesús las Bodas de Caná, en la fiesta de una familia. Ahí está con María su madre y algunos de sus discípulos compartiendo la fiesta familiar.
Las bodas son momentos especiales en la vida de muchos. Para los «más veteranos», padres, abuelos, es una oportunidad para recoger el fruto de la siembra. Da alegría al alma ver a los hijos crecer y que puedan formar su hogar. Es la oportunidad de ver, por un instante, que todo por lo que se ha luchado valió la pena. Acompañar a los hijos, sostenerlos, estimularlos para que puedan animarse a construir sus vidas, a formar sus familias, es un gran desafío para los padres. A su vez, la alegría de los jóvenes esposos. Todo un futuro que comienza, todo tiene «sabor» a casa nueva, a esperanza. En las bodas, siempre se une el pasado que heredamos y el futuro que nos espera. Hay memoria y esperanza. Siempre se abre la oportunidad para agradecer todo lo que nos permitió llegar hasta el hoy con el mismo amor que hemos recibido.
Y Jesús comienza su vida pública precisamente en una boda. Se introduce en esa historia de siembras y cosechas, de sueños y búsquedas, de esfuerzos y compromisos, de arduos trabajos que araron la tierra para que ésta dé su fruto. Jesús comienza su vida en el interior de una familia, en el seno de un hogar. Y es precisamente en el seno de nuestros hogares donde continuamente Él se sigue introduciendo, Él sigue siendo parte. Le gusta meterse en la familia.
Es interesante observar cómo Jesús se manifiesta también en las comidas, en las cenas. Comer con diferentes personas, visitar diferentes casas fue un lugar privilegiado por Jesús para dar a conocer el proyecto de Dios. Él va a la casa de sus amigos –Marta y María–, pero no es selectivo, no le importa si son publicanos o pecadores, como Zaqueo. No sólo Él actuaba así, sino cuando envió a sus discípulos a anunciar la buena noticia del Reino de Dios, les dijo: «Quédense en la casa que los reciba, coman y beban de los que ellos tengan» (Lc 10,7). Bodas, visitas a los hogares, cenas, algo de «especial» tendrán estos momentos en la vida de las personas para que Jesús elija manifestarse ahí.
Recuerdo en mi diócesis anterior que muchas familias me comentaban que el único momento que tenían para estar juntos era normalmente en la cena, a la noche, cuando se volvía de trabajar, donde los más chicos terminaban la tarea de la escuela. Era un momento especial de vida familiar. Se comentaba el día, lo que cada uno había hecho, se ordenaba el hogar, se acomodaba la ropa, se organizaban las tareas fundamentales para los demás días. Los chicos se peleaban, pero era el momento. Son momentos en los que uno llega también cansado y alguna que otra discusión, alguna que otra «pelea» entre marido y mujer aparecce. Pero no hay que tenerle mido. Yo le tengo más miedo a los matrimonios que nunca nunca tuvieron una discusión, es raro. Jesús elije estos momentos para mostrarnos el amor de Dios, Jesús elije estos espacios para entrar en nuestras casas y ayudarnos a descubrir el Espíritu vivo y actuando en nuestras cosas cotidianas. Es en casa donde aprendemos la fraternidad, donde aprendemos la solidaridad, donde aprendemos el no ser avasalladores. Es en casa donde aprendemos a recibir y a agradecer la vida como una bendición y que cada uno necesita a los demás para salir adelante. Es en casa donde experimentamos el perdón, y estamos invitados a perdonar, a dejarnos transformar. Es curioso, en casa no hay lugar para las «caretas», somos lo que somos y de una u otra manera estamos invitados a buscar lo mejor para los demás.
Por eso la comunidad cristiana llama a las familias con el nombre de iglesias domésticas, porque en el calor del hogar es donde la fe empapa cada rincón, ilumina cada espacio, construye comunidad. Porque en momentos así es como las personas iban aprendiendo a descubrir el amor concreto y operante de Dios.
En muchas culturas hoy en día van despareciendo estos espacios, van desapareciendo estos momentos familiares, poco a poco todo lleva a separarse, aislarse; escasean momentos en común, para estar juntos, para estar en familia. Entonces no se sabe esperar, no se sabe pedir permiso, no se sabe perdir perdón, no se sabe dar gracias, porque la casa va quedando vacía. No de gente, sino vacía de relaciones, vacía de contactos, vacía de encuentros. De padres, hijos, abuelos, nietos, hermanos. Hace poco, una persona que trabaja conmigo me contaba que su esposa e hijos se habían ido de vacaciones y él se había quedado solo porque le tocaba trabajar. El primer día, la casa estaba toda en silencio, en paz, estaba feliz, nada estaba desordenado. Al tercer día, cuando le pregunto cómo estaba, me dice: quiero que vengan ya todos de vuelta todos. Sentía que no podía vivir sin su esposa y sus hijos. Y eso es lindo.
Sin familia, sin el calor de hogar, la vida se vuelve vacía, comienzan a faltar las redes que nos sostienen en la adversidad, nos alimentan en la cotidianidad y motivan la lucha para la prosperidad. La familia nos salva de dos fenómenos actuales, dos cosas que suceden: la fragmentación (la división) y la masificación. En ambos casos, las personas se transforman en individuos aislados fáciles de manipular y de gobernar. Y entonces encontramos en el mundo sociedades divididas, rotas, separadas o altamente masificadas que son consecuencia de la ruptura de los lazos familiares; cuando se pierden las relaciones que nos constituyen como personas, que nos enseñan a ser personas. Uno se olvida de cómo se dice papá, mamá, hijo, hija, abuelo, abuela. Se van como olvidando esas relaciones que son el fundamento.
La familia es escuela de humanidad, escuela que enseña a poner el corazón en las necesidades de los otros, a estar atento a la vida de los demás. Cuando vivimos bien en familia los egoísmos quedan chiquitos, existen porque todos tenemos algo de egoísmo. Pero cuando no se vive una vida de familia se van engendrando esas personalidad que las podemos llamar así: yo, me, mí conmigo, para mí, totalmente centradas en sí mismo, que no saben de solidaridad, de fraternidad, de trabajo en común, de amor, de discusión entre hermanos, no saben.
A pesar de tantas dificultades como aquejan hoy a nuestras familias del mundo, no nos olvidemos de algo, por favor: las familias no son un problema, son principalmente una oportunidad. Una oportunidad que tenemos que cuidar, proteger, acompañar. Es una manera de decir que son una bendición, cuando vos empiezas a vivir la familia como un problema, te estancas, no caminas, estás muy centrado en vos mismo.
Mucho se discute sobre el futuro, sobre qué mundo queremos dejarle a nuestros hijos, qué sociedad queremos para ellos. Creo que una de las posibles respuestas se encuentra en mirarlos a ustedes: esta familia que habló a cada uno de ustedes. Dejemos un mundo con familias. Es la mejor herencia, dejemos un mundo con familias. Es cierto que no existe la familia perfecta, no existen esposos perfectos, padres perfectos, ni hijos perfectos, y si no se enojan yo diría suegra perfecta, no existe, pero eso no impide que no sean la respuesta para el mañana. Dios nos estimula al amor y el amor siempre se compromete con las personas que ama. El amor siempre se compromete con la persona que ama. Por eso, cuidemos a nuestras familias, verdaderas escuelas del mañana. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos espacios de libertad. Cuidemos a nuestras familias, verdaderos centros de humanidad. Y aquí me viene una imagen, cuando las audiencias de los miércoles paso a saludar a la gente, tantas tantas mujeres me muestran la panza y me dicen ‘padre me lo bendice’. Les voy a proponer algo, a todas aquellas mujeres que están embarazas de esperanza, porque un hijo es una esperanza, que en este momento se toquen la panza. Si hay alguna acá, que lo haga acá, o las que están escuchando por radio o televisión. Y yo a cada una de ellas, a cada chico o chica que está ahí dentro esperando, le doy la bendición, así que cada una se toca la panza, y yo le doy la bendición, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Y deseo que venga sano, que crezca bien, que lo pueda criar. Acaricien al hijo que están esperando.
No quiero terminar sin hacer mención a la Eucaristía. Se habrán dado cuenta que Jesús quiere utilizar como espacio de su memorial, una cena. Elige como espacio de su presencia entre nosotros un momento concreto en la vida familiar. Un momento vivido y entendible por todos, la cena.
La Eucaristía es la cena de la familia de Jesús, que a lo largo y ancho de la tierra se reúne para escuchar su Palabra y alimentarse con su Cuerpo. Jesús es el Pan de Vida de nuestras familias, Él quiere estar siempre presente alimentándonos con su amor, sosteniéndonos con su fe, ayudándonos a caminar con su esperanza, para que en todas las circunstancias podamos experimentar que es el verdadero Pan del cielo.
En unos días participaré junto a familias del mundo en el Encuentro Mundial de las Familias y en menos de un mes en el Sínodo de Obispos, que tiene como tema la Familia. Los invito a rezar especialmente por estas dos instancias, para que sepamos entre todos ayudarnos a cuidar a la familia, para que sepamos seguir descubriendo al Emmanuel, es decir al Dios que vive en medio de su Pueblo haciendo de cada familia y de todas las familias su hogar. Cuento con la oración de ustedes.
Texto de la homilía del papa Francisco en el Santuario de la Caridad del Cobre
En la misa votiva en honor de la patrona de Cuba
Por Redacción
Roma, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Roma, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El Evangelio que escuchamos nos pone de frente al movimiento que genera el Señor cada vez que nos visita: nos saca de casa. Son imágenes que una y otra vez somos invitados a contemplar. La presencia de Dios en nuestra vida nunca nos deja quietos, siempre nos motiva al movimiento. Cuando Dios visita, siempre nos saca de casa. Visitados para visitar, encontrados para encontrar, amados para amar.
Ahí vemos a María, la primera discípula. Una joven quizás de entre 15 y 17 años, que en una aldea de Palestina fue visitada por el Señor anunciándole que sería la madre del Salvador. Lejos de «creérsela» y pensar que todo el pueblo tenía que venir a atenderla o servirla, ella sale de casa y va a servir. Sale a ayudar a su prima Isabel. La alegría que brota de saber que Dios está con nosotros, con nuestro pueblo, despierta el corazón, pone en movimiento nuestras piernas, «nos saca para afuera», nos lleva a compartir la alegría recibida como servicio, como entrega en todas esas situaciones «embarazosas» que nuestros vecinos o parientes puedan estar viviendo. El Evangelio nos dice que María fue de prisa, paso lento pero constante, pasos que saben a dónde van; pasos que no corren para «llegar» rápido o van demasiado despacio como para no «arribar» jamás. Ni agitada ni adormentada, María va con prisa, a acompañar a su prima embarazada en la vejez. María, la primera discípula, visitada ha salido a visitar. Y desde ese primer día ha sido siempre su característica particular. Ha sido la mujer que visitó a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos, jóvenes. Ha sabido visitar y acompañar en las dramáticas gestaciones de muchos de nuestros pueblos; protegió la lucha de todos los que han sufrido por defender los derechos de sus hijos. Y ahora, ella todavía no deja de traernos la Palabra de Vida, su Hijo nuestro Señor.
Estas tierras también fueron visitadas por su maternal presencia. La patria cubana nació y creció al calor de la devoción a la Virgen de la Caridad. «Ella ha dado una forma propia y especial al alma cubana –escribían los Obispos de estas tierras– suscitando los mejores ideales de amor a Dios, a la familia y a la Patria en el corazón de los cubanos».
También lo expresaron sus compatriotas cien años atrás, cuando le pedían al Papa Benedicto XV que declarara a la Virgen de la Caridad Patrona de Cuba, y escribieron:
«Ni las desgracias ni las penurias lograron “apagar” la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a esa Virgen, sino que, en las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro, como rocío consolador…, la visión de esa Virgen bendita, cubana por excelencia… porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras esposas».
En este Santuario, que guarda la memoria del santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, María es venerada como Madre de la Caridad. Desde aquí Ella custodia nuestras raíces, nuestra identidad, para que no nos perdamos en los caminos de la desesperanza. El alma del pueblo cubano, como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores, penurias que no lograron apagar la fe, esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciendo posible, en lo cotidiano del hogar, la presencia viva de Dios; la presencia del Padre que libera, fortalece, sana, da coraje y que es refugio seguro y signo de nueva resurrección. Abuelas, madres, y tantos otros que con ternura y cariño fueron signos de visitación, de valentía, de fe para sus nietos, en sus familias. Mantuvieron abierta una hendija pequeña como un grano de mostaza por donde el Espíritu Santo seguía acompañando el palpitar de este pueblo.
Y «cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño» (Evangelii gaudium, 288).
Generación tras generación, día tras día, somos invitados a renovar nuestra fe. Somos invitados a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Somos invitados a «salir de casa», a tener los ojos y el corazón abierto a los demás. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre compasión y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones.
Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad. Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Como María, queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones «embarazosas» de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos.
Éste es nuestro cobre más precioso, ésta es nuestra mayor riqueza y el mejor legado que podamos dejar: como María, aprender a salir de casa por los senderos de la visitación. Y aprender a orar con María porque su oración es memoriosa, agradecida; es el cántico del Pueblo de Dios que camina en la historia. Es la memoria viva de que Dios va en medio nuestro; es memoria perenne de que Dios ha mirado la humildad de su pueblo, ha auxiliado a su siervo como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia por siempre.
Ahí vemos a María, la primera discípula. Una joven quizás de entre 15 y 17 años, que en una aldea de Palestina fue visitada por el Señor anunciándole que sería la madre del Salvador. Lejos de «creérsela» y pensar que todo el pueblo tenía que venir a atenderla o servirla, ella sale de casa y va a servir. Sale a ayudar a su prima Isabel. La alegría que brota de saber que Dios está con nosotros, con nuestro pueblo, despierta el corazón, pone en movimiento nuestras piernas, «nos saca para afuera», nos lleva a compartir la alegría recibida como servicio, como entrega en todas esas situaciones «embarazosas» que nuestros vecinos o parientes puedan estar viviendo. El Evangelio nos dice que María fue de prisa, paso lento pero constante, pasos que saben a dónde van; pasos que no corren para «llegar» rápido o van demasiado despacio como para no «arribar» jamás. Ni agitada ni adormentada, María va con prisa, a acompañar a su prima embarazada en la vejez. María, la primera discípula, visitada ha salido a visitar. Y desde ese primer día ha sido siempre su característica particular. Ha sido la mujer que visitó a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos, jóvenes. Ha sabido visitar y acompañar en las dramáticas gestaciones de muchos de nuestros pueblos; protegió la lucha de todos los que han sufrido por defender los derechos de sus hijos. Y ahora, ella todavía no deja de traernos la Palabra de Vida, su Hijo nuestro Señor.
Estas tierras también fueron visitadas por su maternal presencia. La patria cubana nació y creció al calor de la devoción a la Virgen de la Caridad. «Ella ha dado una forma propia y especial al alma cubana –escribían los Obispos de estas tierras– suscitando los mejores ideales de amor a Dios, a la familia y a la Patria en el corazón de los cubanos».
También lo expresaron sus compatriotas cien años atrás, cuando le pedían al Papa Benedicto XV que declarara a la Virgen de la Caridad Patrona de Cuba, y escribieron:
«Ni las desgracias ni las penurias lograron “apagar” la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a esa Virgen, sino que, en las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro, como rocío consolador…, la visión de esa Virgen bendita, cubana por excelencia… porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras esposas».
En este Santuario, que guarda la memoria del santo Pueblo fiel de Dios que camina en Cuba, María es venerada como Madre de la Caridad. Desde aquí Ella custodia nuestras raíces, nuestra identidad, para que no nos perdamos en los caminos de la desesperanza. El alma del pueblo cubano, como acabamos de escuchar, fue forjada entre dolores, penurias que no lograron apagar la fe, esa fe que se mantuvo viva gracias a tantas abuelas que siguieron haciendo posible, en lo cotidiano del hogar, la presencia viva de Dios; la presencia del Padre que libera, fortalece, sana, da coraje y que es refugio seguro y signo de nueva resurrección. Abuelas, madres, y tantos otros que con ternura y cariño fueron signos de visitación, de valentía, de fe para sus nietos, en sus familias. Mantuvieron abierta una hendija pequeña como un grano de mostaza por donde el Espíritu Santo seguía acompañando el palpitar de este pueblo.
Y «cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño» (Evangelii gaudium, 288).
Generación tras generación, día tras día, somos invitados a renovar nuestra fe. Somos invitados a vivir la revolución de la ternura como María, Madre de la Caridad. Somos invitados a «salir de casa», a tener los ojos y el corazón abierto a los demás. Nuestra revolución pasa por la ternura, por la alegría que se hace siempre projimidad, que se hace siempre compasión y nos lleva a involucrarnos, para servir, en la vida de los demás. Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones.
Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad. Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Como María, queremos ser una Iglesia que sepa acompañar todas las situaciones «embarazosas» de nuestra gente, comprometidos con la vida, la cultura, la sociedad, no borrándonos sino caminando con nuestros hermanos.
Éste es nuestro cobre más precioso, ésta es nuestra mayor riqueza y el mejor legado que podamos dejar: como María, aprender a salir de casa por los senderos de la visitación. Y aprender a orar con María porque su oración es memoriosa, agradecida; es el cántico del Pueblo de Dios que camina en la historia. Es la memoria viva de que Dios va en medio nuestro; es memoria perenne de que Dios ha mirado la humildad de su pueblo, ha auxiliado a su siervo como lo había prometido a nuestros padres y a su descendencia por siempre.
Cuba: disidentes detenidos para evitar que saluden al Papa
Tres opositoras estaban invitadas por la Nunciatura para saludar a Francisco. Varios grupos de la disidencia denunciaron decenas de arrestos durante la visita a la Isla del Santo Padre
Por Redacción
Madrid, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Madrid, 22 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Berta Soler, líder de las Damas de Blanco; Miriam Leiva, periodista independiente, y Martha Beatriz Roque, presa política de la Primavera Negra, fueron detenidas el sábado durante unas horas cuando se disponían a acudir a la sede diplomática del Vaticano, tras haber sido invitadas personalmente por la Nunciatura para que pudieran saludar al papa Francisco a su llegada al país.
Lo mismo volvió a suceder el domingo en el caso de Leiva y Roque cuando se trasladaban a la catedral, también invitadas por el secretario de la embajada de la Santa Sede.
Por su parte, Soler fue detenida durante unas horas junto a su marido, Ángel Moya, y otra veintena de Damas de Blanco cuando pretendían asistir a la misa en la Plaza de la Revolución de La Habana.
Preguntado por los periodistas, el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi no desmintió que la Nunciatura Apostólica hubiera contactado con estas personas, aunque recordó que en la agenda del viaje no estaba previsto un encuentro con miembros de la disidencia.
“No puedo desmentir una llamada telefónica con personas de la oposición, con la idea de que pudiese haber un saludo del Papa”, destacó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, subrayando que de todos modos “un encuentro particular y especial del Santo Padre” con la disidencia cubana “no está previsto”. “Esto es lo que puedo decir”, afirmó el padre Lombardi durante una rueda de prensa.
En una comparecencia anterior ante los medios de comunicación, el sacerdote jesuita recordó que además de discursos públicos, en las visitas papales hay también temas que se tratan en privado.
Varios grupos de la disidencia han denunciado decenas de detenciones y arrestos domiciliarios de opositores por parte de la Seguridad del Estado. Entre 50 y 100 opositores han sido detenidos estos días en todo el país, según cifras provisionales de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN).
Lo mismo volvió a suceder el domingo en el caso de Leiva y Roque cuando se trasladaban a la catedral, también invitadas por el secretario de la embajada de la Santa Sede.
Por su parte, Soler fue detenida durante unas horas junto a su marido, Ángel Moya, y otra veintena de Damas de Blanco cuando pretendían asistir a la misa en la Plaza de la Revolución de La Habana.
Preguntado por los periodistas, el portavoz del Vaticano, el padre Federico Lombardi no desmintió que la Nunciatura Apostólica hubiera contactado con estas personas, aunque recordó que en la agenda del viaje no estaba previsto un encuentro con miembros de la disidencia.
“No puedo desmentir una llamada telefónica con personas de la oposición, con la idea de que pudiese haber un saludo del Papa”, destacó el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, subrayando que de todos modos “un encuentro particular y especial del Santo Padre” con la disidencia cubana “no está previsto”. “Esto es lo que puedo decir”, afirmó el padre Lombardi durante una rueda de prensa.
En una comparecencia anterior ante los medios de comunicación, el sacerdote jesuita recordó que además de discursos públicos, en las visitas papales hay también temas que se tratan en privado.
Varios grupos de la disidencia han denunciado decenas de detenciones y arrestos domiciliarios de opositores por parte de la Seguridad del Estado. Entre 50 y 100 opositores han sido detenidos estos días en todo el país, según cifras provisionales de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN).
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