El viaje del Papa a EEUU: cambia la percepción sobre la Iglesia
Cientos de millones de televisores en Estados Unidos no cesaron de transmitir las imágenes del papa Francisco durante una semana, las 24 horas del día
Por Redacción
Washington, 29 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Washington, 29 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Fue una semana completa, sin descanso para el papa Francisco. Discursos en algunos de los lugares más importantes del mundo, y a la vez, encuentros con los más pobres, con los más desvalidos, con los más necesitados.
El impacto que produjo el Papa en Estados Unidos es muy significativo. No es que haya despertado una ola de conversiones masivas. No, no es el caso. Pero su blanca vestimenta y su rostro transparente inundaron tozudamente las pantallas de centenares de millones de televisores en este país las 24 horas del día, en casas de familia, en restaurantes y hoteles, en estaciones de servicio y salones de peinado, en aviones y aeropuertos. El efecto Francisco penetró la médula de un país en el que sólo un cuarto de su población es católica, y donde se desatara el más grande escándalo de abusos sexuales por parte de sacerdotes, que se tenga conocimiento en la historia de la Iglesia.
Su tono suave, su mirada sincera, su discurso integrador, su actitud humilde, su disponibilidad constante, sus demandas respetuosas y claras, calaron el alma de muchos de los consuetudinarios detractores de la Iglesia en Estados Unidos. Es que les hizo deponer las armas. Les dejó sin excusas. Les arrebató, con bondad y contundencia, todos sus argumentos.
No es que hoy la Iglesia haya llegado a un “punto ideal” (si es que éste existiera) de conversión personal y de compromiso solidario con el hermano, con el mundo, aunque sin duda hacia esa meta se dirige. Los críticos de la Iglesia lo eran contra su doctrina, por sus fallas, o por lo que fuera, bueno o malo, y el Papa solía ser el blanco predilecto de las granadas arrojadas por los medios de comunicación, en gran parte generadores de pensamiento masivo.
El papa Francisco logró que los medios en Estados Unidos y los internacionales, y por lo tanto, gran parte de la opinión pública mundial, perciban a la Iglesia desde otra perspectiva.
No en último lugar en razón de su humildad y simplicidad, llega a ser él el importante, el referente, el ejemplo a seguir para muchos católicos y no católicos. “Usted sacude nuestras conciencias”, le dijo conmovido Barack Obama al Papa el miércoles pasado en la Casa Blanca, luego de repasar públicamente varias de sus virtudes.
Siendo que su figura impacta fuertemente en el corazón de multitudes, siendo que su personalidad atrae incluso a rebeldes, siendo que su austeridad e ideas consistentes marcan caminos globales, hoy Francisco se ha tornado en el subconsciente de muchos en la imagen de la Iglesia.
Siempre el Papa ha sido la imagen visible de la Iglesia, pero hoy, como nunca, se produce una profunda integración afectiva y racional entre dos conceptos: Francisco e Iglesia. “Francisco es la Iglesia.” Y si este es el caso, ya no es imperativo defenestrar a la institución.
La idea que queda entre la gente misno entre la que no está de acuerdo con algunos o varios puntos esenciales de la Iglesia es: "Si Francisco nos tiende la mano, si surge como guía en las naciones, si sus palabras son sustentadas por un ejemplo radical de vida, pues entonces queremos unirnos a sus ideales y valores, porque apuntan al bien común y no excluyen los nuestros". Éste pareciera ser el proceso que va transformando el modo de percibir a la Iglesia por parte de los medios estadounidenses, y sin duda también de los internacionales, y por lo tanto, de una parte importante de la humanidad.
El impacto que produjo el Papa en Estados Unidos es muy significativo. No es que haya despertado una ola de conversiones masivas. No, no es el caso. Pero su blanca vestimenta y su rostro transparente inundaron tozudamente las pantallas de centenares de millones de televisores en este país las 24 horas del día, en casas de familia, en restaurantes y hoteles, en estaciones de servicio y salones de peinado, en aviones y aeropuertos. El efecto Francisco penetró la médula de un país en el que sólo un cuarto de su población es católica, y donde se desatara el más grande escándalo de abusos sexuales por parte de sacerdotes, que se tenga conocimiento en la historia de la Iglesia.
Su tono suave, su mirada sincera, su discurso integrador, su actitud humilde, su disponibilidad constante, sus demandas respetuosas y claras, calaron el alma de muchos de los consuetudinarios detractores de la Iglesia en Estados Unidos. Es que les hizo deponer las armas. Les dejó sin excusas. Les arrebató, con bondad y contundencia, todos sus argumentos.
No es que hoy la Iglesia haya llegado a un “punto ideal” (si es que éste existiera) de conversión personal y de compromiso solidario con el hermano, con el mundo, aunque sin duda hacia esa meta se dirige. Los críticos de la Iglesia lo eran contra su doctrina, por sus fallas, o por lo que fuera, bueno o malo, y el Papa solía ser el blanco predilecto de las granadas arrojadas por los medios de comunicación, en gran parte generadores de pensamiento masivo.
El papa Francisco logró que los medios en Estados Unidos y los internacionales, y por lo tanto, gran parte de la opinión pública mundial, perciban a la Iglesia desde otra perspectiva.
No en último lugar en razón de su humildad y simplicidad, llega a ser él el importante, el referente, el ejemplo a seguir para muchos católicos y no católicos. “Usted sacude nuestras conciencias”, le dijo conmovido Barack Obama al Papa el miércoles pasado en la Casa Blanca, luego de repasar públicamente varias de sus virtudes.
Siendo que su figura impacta fuertemente en el corazón de multitudes, siendo que su personalidad atrae incluso a rebeldes, siendo que su austeridad e ideas consistentes marcan caminos globales, hoy Francisco se ha tornado en el subconsciente de muchos en la imagen de la Iglesia.
Siempre el Papa ha sido la imagen visible de la Iglesia, pero hoy, como nunca, se produce una profunda integración afectiva y racional entre dos conceptos: Francisco e Iglesia. “Francisco es la Iglesia.” Y si este es el caso, ya no es imperativo defenestrar a la institución.
La idea que queda entre la gente misno entre la que no está de acuerdo con algunos o varios puntos esenciales de la Iglesia es: "Si Francisco nos tiende la mano, si surge como guía en las naciones, si sus palabras son sustentadas por un ejemplo radical de vida, pues entonces queremos unirnos a sus ideales y valores, porque apuntan al bien común y no excluyen los nuestros". Éste pareciera ser el proceso que va transformando el modo de percibir a la Iglesia por parte de los medios estadounidenses, y sin duda también de los internacionales, y por lo tanto, de una parte importante de la humanidad.
El Papa, emoción, razón y política
DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL
miércoles 30 de septiembre de 2015 12:00 AM
Solemos pensar que la política, y toda acción humana, a de ser racional. Los griegos predicaron que el hombre es un animal racional y postularon esa condición como su diferencia específica con el resto de los animales. Fue Max Weber quien encontró que la racionalidad instrumental, vale decir la adecuación de medios a fines, podía entrar en conflicto con la racionalidad de adecuación de la acción a valores, de esta manera si bien resulta "racional" ahorrar recursos para asegurar disponibilidad en el futuro, resulta "irracional" no gastar en prevención de salud por ahorrarse unos "cobres". Algunos economistas encontraron que racionalidades individuales podían producir resultados irracionales colectivos y es el caso de si todos son ahorrativos en una misma sociedad, pues el efecto es una contracción de la demanda global de esa economía con la consecuente reducción del empleo, la inversión y el ingreso y, por ende, del ahorro. Las paradojas o resultados irracionales derivadas de la acción racional se hacen patentes cuando observamos que por privilegiar la racionalidad ética por encima de la racionalidad instrumental podemos entrar en situaciones dilemáticas como sería el caso de alguien que asuma a rajatabla el quinto mandamiento de "no matar" y se encontrase en el disparadero de tener que ultimar a un asaltante para salvar a su familia. La sujeción a una racionalidad que privilegie los valores sobre los elementos de cálculo si bien puede ser muy testimonial puede conducir a situaciones de intolerancia radical, en razón de "que los principios no se negocian". Por ello lo peor que puede pasar en política es que los monjes o los fanáticos ideológicos sean los actores. Sería el riesgo a correr si recalcitrantes opositores se hacen del poder y por clamar por una justicia sin piedad hicieran negarse a las autoridades actuales avenirse a un proceso de transición negociada. Para un fundamentalista es imposible entender que el Papa Francisco haya hablado con los Castro en Cuba. El fundamentalismo religioso, político, ideológico o de cualquier tipo es ajeno a la tolerancia, una condición esencial de la democracia y un rasgo necesario en política porque esta es esencialmente negociación, a diferencia de la guerra cuya finalidad es el sometimiento, cuando no la aniquilación, del contrario. No se trata de ser permisivos con los delitos cometidos, es cosa de no olvidar que justicia no es lo mismo que venganza.
Solemos creer, y confiar, en una buena argumentación como recurso suficiente para convencer a alguien de nuestra opinión. Apelar a la razón, a la lógica y a la información de soporte ha sido la estrategia predilecta de los persuasores. De acuerdo con Descartes mientras más apegadas a los hechos sean las argumentaciones y más desapasionadas sean nuestras decisiones, mejor serían nuestras ejecutorias. Antonio Damasio, neurólogo premio Príncipe de Asturias, quebró este punto de vista al mostrar el carácter emocional de toda decisión, más aún, puso en evidencia la imposibilidad práctica de tomarlas sin un agregado emotivo. La evidencia clínica aportada por Damasio muestra como nuestras mejores decisiones primero pasan por el tamiz emocional y luego son postprocesadas por nuestro cerebro racional. Esta interacción es el origen de una buena inteligencia emocional.
La adhesión a un líder no escapa al procesamiento emocional. Se trata de una decisión principalmente emocional antes que lógico-racional. Esta condición contribuye a explicar el gran éxito de Chávez como líder de masas y el estruendoso fracaso de la oposición venezolana en la procura del favor del electorado. Mientras Chávez se despreocupaba de si su argumentación era o no consistente y se aseguraba de emocionar a sus seguidores, Salas Römer, Arias Cárdenas, Carmona Estanga, Rosales, Ortega y Mendoza trataron de convencer a los venezolanos, mientras Chávez los emocionaba. Capriles conectó con un sentimiento de esperanza cuando afirmó que había "un camino". Lo mismo hizo L. López al señalar "una salida", unido a un sentimiento de enojo también presente.
La dirigencia opositora se encuentra hoy día engolosinada con saber que más del 70 por ciento desaprueba a Maduro, y con su holgada ventaja en intención de voto para las parlamentarias. Muchos se solazan porque la "gente por fin tomó conciencia", perdiendo de vista que el liderazgo dentro del bloque opositor está fragmentado y que ninguno capitaliza ni emociona contundentemente a la mayoría de los electores. El racionalismo extremo es tan dañino como el fundamentalismo apoliticista. Insistir en darle razones al electorado sin conectarse con sus sentimientos puede que sea muy racional, pero es un suicidio político. Política sin corazón termina siendo juegos de palabras, mientras que política sin racionalidad, tolerancia ni negociación termina siendo un tsunami de pasiones y fanatismos descontrolados.
@signosysenales
dh.asuaje@gmail.com
Solemos creer, y confiar, en una buena argumentación como recurso suficiente para convencer a alguien de nuestra opinión. Apelar a la razón, a la lógica y a la información de soporte ha sido la estrategia predilecta de los persuasores. De acuerdo con Descartes mientras más apegadas a los hechos sean las argumentaciones y más desapasionadas sean nuestras decisiones, mejor serían nuestras ejecutorias. Antonio Damasio, neurólogo premio Príncipe de Asturias, quebró este punto de vista al mostrar el carácter emocional de toda decisión, más aún, puso en evidencia la imposibilidad práctica de tomarlas sin un agregado emotivo. La evidencia clínica aportada por Damasio muestra como nuestras mejores decisiones primero pasan por el tamiz emocional y luego son postprocesadas por nuestro cerebro racional. Esta interacción es el origen de una buena inteligencia emocional.
La adhesión a un líder no escapa al procesamiento emocional. Se trata de una decisión principalmente emocional antes que lógico-racional. Esta condición contribuye a explicar el gran éxito de Chávez como líder de masas y el estruendoso fracaso de la oposición venezolana en la procura del favor del electorado. Mientras Chávez se despreocupaba de si su argumentación era o no consistente y se aseguraba de emocionar a sus seguidores, Salas Römer, Arias Cárdenas, Carmona Estanga, Rosales, Ortega y Mendoza trataron de convencer a los venezolanos, mientras Chávez los emocionaba. Capriles conectó con un sentimiento de esperanza cuando afirmó que había "un camino". Lo mismo hizo L. López al señalar "una salida", unido a un sentimiento de enojo también presente.
La dirigencia opositora se encuentra hoy día engolosinada con saber que más del 70 por ciento desaprueba a Maduro, y con su holgada ventaja en intención de voto para las parlamentarias. Muchos se solazan porque la "gente por fin tomó conciencia", perdiendo de vista que el liderazgo dentro del bloque opositor está fragmentado y que ninguno capitaliza ni emociona contundentemente a la mayoría de los electores. El racionalismo extremo es tan dañino como el fundamentalismo apoliticista. Insistir en darle razones al electorado sin conectarse con sus sentimientos puede que sea muy racional, pero es un suicidio político. Política sin corazón termina siendo juegos de palabras, mientras que política sin racionalidad, tolerancia ni negociación termina siendo un tsunami de pasiones y fanatismos descontrolados.
@signosysenales
dh.asuaje@gmail.com
EEUU: atacan la tumba del santo hispano canonizado por el Papa
Francisco elevó a los altares en Washington al misionero español fray Junípero Serra, coincidiendo con su viaje apostólico
Por Redacción
Madrid, 29 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Madrid, 29 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
La tumba del religioso español Junípero Serra en la Misión de Carmel, en California, sufrió el ataque de unos vándalos apenas unos días después de que el papa Francisco lo proclamara santo durante su visita apostólica a Estados Unidos.
La Policía informó a los medios de comunicación locales que las tumbas y estatuas del cementerio y el exterior del templo de la misión donde yacen los restos del fraile franciscano amanecieron el domingo manchadas de pintura. Además, una de las lápidas decía: “Santo de genocidio”.
Fray Junípero Serra, el primer santo hispano de EEUU fue canonizado por el Pontífice el pasado miércoles en una ceremonia multitudinaria en Washington. Allí el Santo Padre garantizó que el misionero español siempre buscó defender la dignidad de los indígenas que evangelizó en esas tierras.
La Policía informó a los medios de comunicación locales que las tumbas y estatuas del cementerio y el exterior del templo de la misión donde yacen los restos del fraile franciscano amanecieron el domingo manchadas de pintura. Además, una de las lápidas decía: “Santo de genocidio”.
Fray Junípero Serra, el primer santo hispano de EEUU fue canonizado por el Pontífice el pasado miércoles en una ceremonia multitudinaria en Washington. Allí el Santo Padre garantizó que el misionero español siempre buscó defender la dignidad de los indígenas que evangelizó en esas tierras.
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