El Papa en Washington elogia la libertad religiosa e invita a defenderla
09.15 - El Santo Padre encuentra en la Casa Blanca al presidente Obama, a su consorte y a las autoridades
Por Sergio Mora
Roma, 23 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Roma, 23 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
En una mañana de sol, el papa Francisco llegó este miércoles a la Casa Blanca desde la sede de la nunciatura apostólica en Washington, en donde pasó la noche, proveniente de Cuba en donde concluyó ayer su viaje apostólico.
A la entrada en la Casa Blanca en un coche Fiat, el Papa fue saludado con trompetas. El presidente y su consorte Michel le saludaron y a continuación los dos hombres más importantes del mundo subieron a un estrado, mientras la banda interpretaba primero el himno del Vaticano y a continuación el de Estados Unidos, y no faltó un pequeño desfile histórico.
“Qué linda jornada, en nombre de Michel y mio, bienvenido a la Casa Blanca”, dijo Obama y saludó “al primer papa de las Américas”. Consideró importante mostrar lo que la fe católica hace para reforzar a Estados Unidos porque, cuando joven habiendo trabajado con las Iglesias de Chicago pudo constatar cómo dan de comer a los hambrientos, casa a los sin techo, instrucción a los niños, en todas las ciudades.Y que vale también para los refugiados que huyen o para quien busca una vida mejor, “esto significa compasión por los marginados y los que sufren”, dijo.
Indicó dirigiéndose a Francisco, que está convencido “de su rol como Papa y sus cualidades como persona, humildad, simplicidad y generosidad de espíritu, que vive de las enseñanzas de Jesús”.
Y concluyó considerando que “tenemos que luchar por algo mejor, sacudir nuestras conciencias y amar más, ser más justos y más libres”.
En sus palabras pronunciadas en inglés, el Santo Padre le agradeció al presidente Barack Obama “la bienvenida que me ha dispensado en nombre de todos los ciudadanos estadounidenses”, y recordó que “como hijo de una familia de inmigrantes, me alegra estar en este país, que ha sido construido en gran parte por tales familias”.
Precisó que los católicos estadounidenses, junto con sus conciudadanos, están comprometidos con la construcción de una sociedad verdaderamente tolerante e incluyente, en la que se salvaguarden los derechos de las personas y las comunidades, y se rechace toda forma de discriminación injusta”. Y elogió la libertad religiosa y la necesidad de defenderla”.
Consideró postivo el deseo del presidente de reducir las emisiones que dañan el ambiente, y añadió que “el cambio climático es un problema que no se puede dejar a la próxima generación” y alentó a “hacer los cambios necesarios para lograr 'un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar'".
Citando a Luther King dijo que hemos incumplido un pagaré y ahora es el momento de saldarlo.
Y que en la Laudato Si' señala que “la humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común” queremos “comprometernos con el cuidado consciente y responsable de nuestra casa común”.
Elogió también “los esfuerzos realizados recientemente para reparar relaciones rotas y abrir nuevas puertas a la cooperación dentro de nuestra familia humana”. Invitó así a proteger a los más vulnerables de nuestro mundo y para suscitar modelos integrales e inclusivos de desarrollo”, deseando que “gocen de la bendición de la paz y la prosperidad que Dios quiere para todos sus hijos”. Y tras agradecer al presidente Obama, pronunció la frase ¡Que Dios bendiga a América!
A la entrada en la Casa Blanca en un coche Fiat, el Papa fue saludado con trompetas. El presidente y su consorte Michel le saludaron y a continuación los dos hombres más importantes del mundo subieron a un estrado, mientras la banda interpretaba primero el himno del Vaticano y a continuación el de Estados Unidos, y no faltó un pequeño desfile histórico.
“Qué linda jornada, en nombre de Michel y mio, bienvenido a la Casa Blanca”, dijo Obama y saludó “al primer papa de las Américas”. Consideró importante mostrar lo que la fe católica hace para reforzar a Estados Unidos porque, cuando joven habiendo trabajado con las Iglesias de Chicago pudo constatar cómo dan de comer a los hambrientos, casa a los sin techo, instrucción a los niños, en todas las ciudades.Y que vale también para los refugiados que huyen o para quien busca una vida mejor, “esto significa compasión por los marginados y los que sufren”, dijo.
Indicó dirigiéndose a Francisco, que está convencido “de su rol como Papa y sus cualidades como persona, humildad, simplicidad y generosidad de espíritu, que vive de las enseñanzas de Jesús”.
Y concluyó considerando que “tenemos que luchar por algo mejor, sacudir nuestras conciencias y amar más, ser más justos y más libres”.
En sus palabras pronunciadas en inglés, el Santo Padre le agradeció al presidente Barack Obama “la bienvenida que me ha dispensado en nombre de todos los ciudadanos estadounidenses”, y recordó que “como hijo de una familia de inmigrantes, me alegra estar en este país, que ha sido construido en gran parte por tales familias”.
Precisó que los católicos estadounidenses, junto con sus conciudadanos, están comprometidos con la construcción de una sociedad verdaderamente tolerante e incluyente, en la que se salvaguarden los derechos de las personas y las comunidades, y se rechace toda forma de discriminación injusta”. Y elogió la libertad religiosa y la necesidad de defenderla”.
Consideró postivo el deseo del presidente de reducir las emisiones que dañan el ambiente, y añadió que “el cambio climático es un problema que no se puede dejar a la próxima generación” y alentó a “hacer los cambios necesarios para lograr 'un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar'".
Citando a Luther King dijo que hemos incumplido un pagaré y ahora es el momento de saldarlo.
Y que en la Laudato Si' señala que “la humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común” queremos “comprometernos con el cuidado consciente y responsable de nuestra casa común”.
Elogió también “los esfuerzos realizados recientemente para reparar relaciones rotas y abrir nuevas puertas a la cooperación dentro de nuestra familia humana”. Invitó así a proteger a los más vulnerables de nuestro mundo y para suscitar modelos integrales e inclusivos de desarrollo”, deseando que “gocen de la bendición de la paz y la prosperidad que Dios quiere para todos sus hijos”. Y tras agradecer al presidente Obama, pronunció la frase ¡Que Dios bendiga a América!
Texto completo del papa Francisco en la Casa Blanca
Ante el presidente Obama y autoridades el Santo Padre habla de defender la libertad religiosa y ser custodios de la creación
Por Redacción
Roma, 23 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Roma, 23 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El Santo Padre dirigió el 23 de septiembre las siguientes palabras en la Casa Blanca, en su viaje apostólico a Estados Unidos.
Señor Presidente:
Le agradezco mucho la bienvenida que me ha dispensado en nombre de todos los
ciudadanos estadounidenses. Como hijo de una familia de inmigrantes, me alegra estar en este país, que ha sido construido en gran parte por tales familias. En estos días de encuentro y de diálogo, me gustaría escuchar y compartir muchas de las esperanzas y sueños del pueblo norteamericano.
Durante mi visita, voy a tener el honor de dirigirme al Congreso, donde espero, como un hermano de este País, transmitir palabras de aliento a los encargados de dirigir el futuro político de la Nación en fidelidad a sus principios fundacionales. También iré a Filadelfia con ocasión del Octavo Encuentro Mundial de las Familias, para celebrar y apoyar a la institución del matrimonio y de la familia en este momento crítico de la historia de nuestra civilización.
Señor Presidente, los católicos estadounidenses, junto con sus conciudadanos, están comprometidos con la construcción de una sociedad verdaderamente tolerante e incluyente, en la que se salvaguarden los derechos de las personas y las comunidades, y se rechace toda forma de discriminación injusta. Como a muchas otras personas de buena voluntad, les preocupa también que los esfuerzos por construir una sociedad justa y sabiamente ordenada respeten sus más profundas inquietudes y su derecho a la libertad religiosa. Libertad, que sigue siendo una de las riquezas más preciadas de este País. Y, como han recordado mis hermanos Obispos de Estados Unidos, todos estamos llamados a estar vigilantes, como buenos ciudadanos, para preservar y defender esa libertad de todo lo que pudiera ponerla en peligro o comprometerla.
Señor Presidente, me complace que usted haya propuesto una iniciativa para reducir la contaminación atmosférica. Reconociendo la urgencia, también a mí me parece evidente que el cambio climático es un problema que no se puede dejar a la próxima generación. Con respecto al cuidado de nuestra «casa común», estamos viviendo en un momento crítico de la historia. Todavía tenemos tiempo para hacer los cambios necesarios para lograr «un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar» (Laudato si’, 13). Estos cambios exigen que tomemos conciencia seria y responsablemente, no sólo del tipo de mundo que podríamos estar dejando a nuestros hijos, sino también de los millones de personas que viven bajo un sistema que les ha ignorado. Nuestra casa común ha formado parte de este grupo de excluidos, que clama al cielo y afecta fuertemente a nuestros hogares, nuestras ciudades y nuestras sociedades. Usando una frase significativa del reverendo Martin Luther King, podríamos decir que hemos incumplido un pagaré y ahora es el momento de saldarlo.
La fe nos dice que «el Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común» (Laudato si', 13). Como cristianos movidos por esta certeza, queremos comprometernos con el cuidado consciente y responsable de nuestra casa común.
Los esfuerzos realizados recientemente para reparar relaciones rotas y abrir nuevas puertas a la cooperación dentro de nuestra familia humana constituyen pasos positivos en el camino de la reconciliación, la justicia y la libertad. Me gustaría que todos los hombres y mujeres de buena voluntad de esta gran Nación apoyaran las iniciativas de la comunidad internacional para proteger a los más vulnerables de nuestro mundo y para suscitar modelos integrales e inclusivos de desarrollo, para que nuestros hermanos y hermanas en todas partes gocen de la bendición de la paz y la prosperidad que Dios quiere para todos sus hijos.
Señor Presidente:
Le agradezco mucho la bienvenida que me ha dispensado en nombre de todos los
ciudadanos estadounidenses. Como hijo de una familia de inmigrantes, me alegra estar en este país, que ha sido construido en gran parte por tales familias. En estos días de encuentro y de diálogo, me gustaría escuchar y compartir muchas de las esperanzas y sueños del pueblo norteamericano.
Durante mi visita, voy a tener el honor de dirigirme al Congreso, donde espero, como un hermano de este País, transmitir palabras de aliento a los encargados de dirigir el futuro político de la Nación en fidelidad a sus principios fundacionales. También iré a Filadelfia con ocasión del Octavo Encuentro Mundial de las Familias, para celebrar y apoyar a la institución del matrimonio y de la familia en este momento crítico de la historia de nuestra civilización.
Señor Presidente, los católicos estadounidenses, junto con sus conciudadanos, están comprometidos con la construcción de una sociedad verdaderamente tolerante e incluyente, en la que se salvaguarden los derechos de las personas y las comunidades, y se rechace toda forma de discriminación injusta. Como a muchas otras personas de buena voluntad, les preocupa también que los esfuerzos por construir una sociedad justa y sabiamente ordenada respeten sus más profundas inquietudes y su derecho a la libertad religiosa. Libertad, que sigue siendo una de las riquezas más preciadas de este País. Y, como han recordado mis hermanos Obispos de Estados Unidos, todos estamos llamados a estar vigilantes, como buenos ciudadanos, para preservar y defender esa libertad de todo lo que pudiera ponerla en peligro o comprometerla.
Señor Presidente, me complace que usted haya propuesto una iniciativa para reducir la contaminación atmosférica. Reconociendo la urgencia, también a mí me parece evidente que el cambio climático es un problema que no se puede dejar a la próxima generación. Con respecto al cuidado de nuestra «casa común», estamos viviendo en un momento crítico de la historia. Todavía tenemos tiempo para hacer los cambios necesarios para lograr «un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar» (Laudato si’, 13). Estos cambios exigen que tomemos conciencia seria y responsablemente, no sólo del tipo de mundo que podríamos estar dejando a nuestros hijos, sino también de los millones de personas que viven bajo un sistema que les ha ignorado. Nuestra casa común ha formado parte de este grupo de excluidos, que clama al cielo y afecta fuertemente a nuestros hogares, nuestras ciudades y nuestras sociedades. Usando una frase significativa del reverendo Martin Luther King, podríamos decir que hemos incumplido un pagaré y ahora es el momento de saldarlo.
La fe nos dice que «el Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común» (Laudato si', 13). Como cristianos movidos por esta certeza, queremos comprometernos con el cuidado consciente y responsable de nuestra casa común.
Los esfuerzos realizados recientemente para reparar relaciones rotas y abrir nuevas puertas a la cooperación dentro de nuestra familia humana constituyen pasos positivos en el camino de la reconciliación, la justicia y la libertad. Me gustaría que todos los hombres y mujeres de buena voluntad de esta gran Nación apoyaran las iniciativas de la comunidad internacional para proteger a los más vulnerables de nuestro mundo y para suscitar modelos integrales e inclusivos de desarrollo, para que nuestros hermanos y hermanas en todas partes gocen de la bendición de la paz y la prosperidad que Dios quiere para todos sus hijos.
Señor Presidente, una vez más, le agradezco su acogida, y tengo puestas grandes esperanzas en estos días en su País. ¡Que Dios bendiga a América!
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