La Arquidiócesis de Filadelfia es una arquidiócesis de la Iglesia Católica ubicada en el sureste de Pensilvania, Estados Unidos. Esta diócesis abarca la Ciudad y el Condado de Filadelfia, tanto como los Condados Bucks,Chester, Delaware y Montgomery. La diócesis fue erigida por el Papa Pío VII el 8 de abril de 1808, desde territorios de la Arquidiócesis de Baltimore. La diócesis fue elevada a la dignidad de arquidiócesis metropolitana el 12 de febrero de 1875. La sede del arzobispado es la Catedral Basílica de los Santos Pedro y Pablo.La historia de la Arquidiócesis de Filadelfia se remonta a la época deWilliam Penn, el 8 de abril de 1808, las diócesis sufragáneas de Boston,Nueva York, Filadelfia y Louisville fueron erigidas por el papa Pío VII del territorio de la Diócesis de Baltimore, que fue elevada al mismo tiempo al rango de arquidiócesis. Michael Egan fue nombrado como el primer obispo, siendo consagrado como tal el 28 de octubre de 1810, por el arzobispoJohn Carroll.
En 1868, la Diócesis de Harrisburg, Scranton, y Wilmington (Delaware) se erigieron desde el territorio de la diócesis. La Diócesis de Filadelfia fue elevada a sede arzobispal el 12 de febrero de 1875, con Harrisburg yScranton como diócesis sufragáneas.
En Filadelfia, el papa Francisco
le pidió a la Iglesia "creatividad
para adaptarse a los cambios"
El Sumo Pontífice ofició una Santa Misa en la Catedral de San Pedro
y San Pablo; participaron obispos y representantes religiosos de
Pensilvania
y San Pablo; participaron obispos y representantes religiosos de
Pensilvania
SÁBADO 26 DE SEPTIEMBRE DE 2015
"Sabemos que el futuro de la Iglesia en una sociedad que cambia rápidamente, reclama desde ahora una participación de los laicos mucho más activa," le dijo el Papa a los obispos presentes.El papa Francisco brindó una Santa Misa en la Catedral de San Pedro y San Pablo de la ciudad de Filadelfia, como parte de su gira por EE.UU. De la ceremonia participaron obispos y representantes religiosos de Pensilvania.
"Esto no significa renunciar a la autoridad espiritual que se nos confió, sino discernir y emplear sabiamente los múltiples dones que el espíritu derrama sobre la iglesia," agregó.
El Papa llamó a "comunicar la alegría del Evangelio a los jóvenes", citando el caso de Santa Catalina Drexel, quien "entendió que al final todo cristiano hombre o mujer en virtud del bautismo ha recibido una misión".
"Esto requiere creatividad para adaptarse a los cambios de las situaciones transmitiendo el legado del pasado. No solo a través del mantenimiento de instituciones útiles sino abriéndose a las posibilidades que el espíritu nos descubre. Mediante la comunicación de la alegría del evangelio todos los días", dijo.
Dentro de estos cambios, el Papa se refirió a la relación de las parroquias con las familias y sus "nuevas necesidades".
"Les pediría que reflexionen sobre nuestro servicio a la familias, a las parejas que se preparan para el matrimonio y a nuestros jóvenes. Se lo mucho que se hace para responder a las nuevas necesidades de las familias y para brindarles apoyo en su camino de fe", dijo, y agregó: "Les pido que oren fervientemente por ellas así como por las deliberaciones del próximo sínodo sobre la familia".
Además, hizo un nuevo llamado a brindar apoyo a las familias inmigrantes. "Esta ciudad tiene un gran legado que hay que enriquecer y a transmitir. Durante 200 años los católicos han ayudado a los pobres y a los inmigrantes, generaciones de católicos comprometidos que han salido a las periferias y construido comunidades para el servicio a la sociedad", dijo.
Francisco arribó a Filadelfia a las 9:42 hora local (10:42 hora argentina) en un avión de American Airlines procedente de Nueva York.
Ayer, el líder de la Iglesia Católica brindó un discurso en la Asamblea de las Naciones Unidas en donde hizo un llamado para cuidar el medio ambiente, y efectuó unamultitudinaria misa en el Madison Square Garden donde instó a las grandes urbes a "escuchar a los excluidos".
La parada en Filadelfia es la última de la gira del Papa por EE.UU y Cuba. Mañana, Francisco tiene programadas otras actividades en la ciudad y a las 20 hora local partirá de regreso hacia Roma.
Francisco en la catedral de Filadelfia: 'Y tú ¿qué harás?'
Recordando a santa Catalina Drexel, pide más participación de los laicos, con creatividad y abriéndose al Espíritu y a la alegría del evangelio
Por Redacción
Roma, 26 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Roma, 26 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
El santo padre Francisco celebró este sábado la santa misa en la Catedral de Filadelfia, dedicada a los apóstoles Pedro y Pablo. Proveniente de Nueva York, donde ayer viernes habló ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, se embarcó en un vuelo American Airlines que desde el aeropuerto J.F. Kennedy le llevó a Filadelfia. Se trata de la quinta ciudad más grande de Estados Unidos, capital de Pensilvania y un importante centro industrial del país.
En el interior de la Catedral le esperaban unas dos mil personas, entre obispos, clero, religiosos, además de unos 500 fieles en la capilla lateral, para celebrar la misa que fue celebrada en latín, inglés y español. Al llegar el Papa saludó al gobernador y fue acogido por un coro de niños y algunas familas.
El Santo Padre en su homilía indicó que viendo el templo dedicado a los apóstoles Pedro y Pablo, le gustaba pensar no solo en la historia de su construcción, sino en las generaciones de católicos comprometidos que "han salido a las periferias y construido comunidades para el culto, la educación, la caridad y el servicio a la sociedad en general".
Elogió por ello el esfuerzo de todos los que "han atendido a las necesidades espirituales de los pobres, los inmigrantes, los enfermos y los encarcelados", así como los centenares de escuelas para niños. Un gran legado "que ustedes han recibido y que están llamados a enriquecer y transmitir".
Citó entonces a santa Catalina Drexel, una de las grandes santas de Iglesia de Pensilvania, que cuando le habló al Papa León XIII de las necesidades de las misiones, el Papa le preguntó intencionadamente: «¿Y tú qué vas a hacer?» Palabras que cambiaron la vida de Catalina.
En el interior de la Catedral le esperaban unas dos mil personas, entre obispos, clero, religiosos, además de unos 500 fieles en la capilla lateral, para celebrar la misa que fue celebrada en latín, inglés y español. Al llegar el Papa saludó al gobernador y fue acogido por un coro de niños y algunas familas.
El Santo Padre en su homilía indicó que viendo el templo dedicado a los apóstoles Pedro y Pablo, le gustaba pensar no solo en la historia de su construcción, sino en las generaciones de católicos comprometidos que "han salido a las periferias y construido comunidades para el culto, la educación, la caridad y el servicio a la sociedad en general".
Elogió por ello el esfuerzo de todos los que "han atendido a las necesidades espirituales de los pobres, los inmigrantes, los enfermos y los encarcelados", así como los centenares de escuelas para niños. Un gran legado "que ustedes han recibido y que están llamados a enriquecer y transmitir".
Citó entonces a santa Catalina Drexel, una de las grandes santas de Iglesia de Pensilvania, que cuando le habló al Papa León XIII de las necesidades de las misiones, el Papa le preguntó intencionadamente: «¿Y tú qué vas a hacer?» Palabras que cambiaron la vida de Catalina.
«¿Y tú?» "Me gustaría hacer hincapié en dos aspectos" dijo el Papa: transmitir la alegría del Evangelio y edificar la Iglesia, ya sea como sacerdotes, diáconos o miembros de institutos de vida consagrada.
Porque "uno de los grandes desafíos de la Iglesia en este momento es fomentar en todos los fieles el sentido de la responsabilidad personal en la misión de la Iglesia, y capacitarlos para que puedan cumplir con tal responsabilidad como discípulos misioneros".
Reconoció que "esto requiere creatividad para adaptarse a los cambios de las situaciones, transmitiendo el legado del pasado, no solo a través del mantenimiento de las estructuras e instituciones, que son útiles, sino sobre todo abriéndose a las posibilidades que el Espíritu nos descubre y mediante la comunicación de la alegría del Evangelio, todos los días y en todas las etapas de nuestra vida".
Porque una sociedad que cambia rápidamente, reclama una participación de los laicos mucho más activa.
"Los animo --añadió el Papa-- a que renueven la alegría de ese primer encuentro con Jesús y a sacar de esa alegría renovada fidelidad y fuerza". Y con motivo del Encuentro Mundial de las Familias, les pidió más servicio a las familias, a las parejas que se preparan para el matrimonio y a nuestros jóvenes.
Porque "uno de los grandes desafíos de la Iglesia en este momento es fomentar en todos los fieles el sentido de la responsabilidad personal en la misión de la Iglesia, y capacitarlos para que puedan cumplir con tal responsabilidad como discípulos misioneros".
Reconoció que "esto requiere creatividad para adaptarse a los cambios de las situaciones, transmitiendo el legado del pasado, no solo a través del mantenimiento de las estructuras e instituciones, que son útiles, sino sobre todo abriéndose a las posibilidades que el Espíritu nos descubre y mediante la comunicación de la alegría del Evangelio, todos los días y en todas las etapas de nuestra vida".
Porque una sociedad que cambia rápidamente, reclama una participación de los laicos mucho más activa.
"Los animo --añadió el Papa-- a que renueven la alegría de ese primer encuentro con Jesús y a sacar de esa alegría renovada fidelidad y fuerza". Y con motivo del Encuentro Mundial de las Familias, les pidió más servicio a las familias, a las parejas que se preparan para el matrimonio y a nuestros jóvenes.
Texto completo de la homilía del Papa en la Basílica de Filadelfia
En el primer encuentro en la última ciudad que Francisco visita en Estados Unidos, ha celebrado la eucaristía con los obispos, clero, religiosos y religiosas de Pensilvania en la Catedral de Filadelfia y recuerda que 'uno de los grandes desafíos de la Iglesia en este momento es fomentar en todos los fieles el sentido de la responsabilidad personal en la misión de la Iglesia'
Por Redacción
Ciudad del Vaticano, 26 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Ciudad del Vaticano, 26 de septiembre de 2015 (ZENIT.org)
Publicamos a continuación la homilía del Santo Padre en la Basílica de Filadelfia en la mias con obispos, clero, religiosos y religiosas de Pensilvania:
Esta mañana he aprendido algo sobre la historia de esta hermosa Catedral: la historia que hay detrás de sus altos muros y ventanas. Me gusta pensar, sin embargo, que la historia de la Iglesia en esta ciudad y en este Estado es realmente una historia que no trata solo de la construcción de muros, sino también de derribarlos. Es una historia que nos habla de generaciones y generaciones de católicos comprometidos que han salido a las periferias y construido comunidades para el culto, la educación, la caridad y el servicio a la sociedad en general.
Esa historia se ve en los muchos santuarios que salpican esta ciudad y las numerosas iglesias parroquiales cuyas torres y campanarios hablan de la presencia de Dios en medio de nuestras comunidades. Se ve en el esfuerzo de todos aquellos sacerdotes, religiosos y laicos que, con dedicación, durante más de dos siglos, han atendido a las necesidades espirituales de los pobres, los inmigrantes, los enfermos y los encarcelados. Y se ve en los cientos de escuelas en las que hermanos y hermanas religiosas han enseñado a los niños a leer y a escribir, a amar a Dios y al prójimo y a contribuir como buenos ciudadanos a la vida de la sociedad estadounidense. Todo esto es un gran legado que ustedes han recibido y que están llamados a enriquecer y transmitir.
La mayoría de ustedes conocen la historia de santa Catalina Drexel, una de las grandes santas que esta Iglesia local ha dado. Cuando le habló al Papa León XIII de las necesidades de las misiones, el Papa –era un Papa muy sabio– le preguntó intencionadamente: «¿Y tú?, ¿qué vas a hacer?». Esas palabras cambiaron la vida de Catalina, porque le recordaron que al final todo cristiano, hombre o mujer, en virtud del bautismo, ha recibido una misión. Cada uno de nosotros tiene que responder lo mejor que pueda al llamado del Señor para edificar su Cuerpo, la Iglesia.
«¿Y tú?». Me gustaría hacer hincapié en dos aspectos de estas palabras en el contexto de nuestra misión particular para transmitir la alegría del Evangelio y edificar la Iglesia, ya sea como sacerdotes, diáconos o miembros de institutos de vida consagrada.
En primer lugar, aquellas palabras –«¿Y tú?»– fueron dirigidas a una persona joven, a una mujer joven con altos ideales, y cambiaron su vida. Le hicieron pensar en el inmenso trabajo que había que hacer y la llevaron a darse cuenta de que estaba siendo llamada a hacer algo al respecto. ¡Cuántos jóvenes en nuestras parroquias y escuelas tienen los mismos altos ideales, generosidad de espíritu y amor por Cristo y la Iglesia! ¿Los desafiamos? ¿Les damos espacio y les ayudamos a que realicen su cometido? ¿Encontramos el modo de compartir su entusiasmo y sus dones con nuestras comunidades, sobre todo en la práctica de las obras de misericordia y en la preocupación por los demás? ¿Compartimos nuestra propia alegría y entusiasmo en el servicio al Señor?
Uno de los grandes desafíos de la Iglesia en este momento es fomentar en todos los fieles el sentido de la responsabilidad personal en la misión de la Iglesia, y capacitarlos para que puedan cumplir con tal responsabilidad como discípulos misioneros, como fermento del Evangelio en nuestro mundo. Esto requiere creatividad para adaptarse a los cambios de las situaciones, transmitiendo el legado del pasado, no solo a través del mantenimiento de las estructuras e instituciones, que son útiles, sino sobre todo abriéndose a las posibilidades que el Espíritu nos descubre y mediante la comunicación de la alegría del Evangelio, todos los días y en todas las etapas de nuestra vida.
«¿Y tú?». Es significativo que esas palabras del anciano Papa fueran dirigidas a una mujer laica. Sabemos que el futuro de la Iglesia, en una sociedad que cambia rápidamente, reclama ya desde ahora una participación de los laicos mucho más activa. La Iglesia en los Estados Unidos ha dedicado siempre un gran esfuerzo a la catequesis y a la educación. Nuestro reto hoy es construir sobre esos cimientos sólidos y fomentar un sentido de colaboración y de responsabilidad compartida en la planificación del futuro de nuestras parroquias e instituciones. Esto no significa renunciar a la autoridad espiritual que se nos ha confiado; más bien, significa discernir y emplear sabiamente los múltiples dones que el Espíritu derrama sobre la Iglesia. De manera particular, significa valorar la inmensa contribución que las mujeres, laicas y religiosas, han hecho y siguen haciendo a la vida de nuestras comunidades.
Esa historia se ve en los muchos santuarios que salpican esta ciudad y las numerosas iglesias parroquiales cuyas torres y campanarios hablan de la presencia de Dios en medio de nuestras comunidades. Se ve en el esfuerzo de todos aquellos sacerdotes, religiosos y laicos que, con dedicación, durante más de dos siglos, han atendido a las necesidades espirituales de los pobres, los inmigrantes, los enfermos y los encarcelados. Y se ve en los cientos de escuelas en las que hermanos y hermanas religiosas han enseñado a los niños a leer y a escribir, a amar a Dios y al prójimo y a contribuir como buenos ciudadanos a la vida de la sociedad estadounidense. Todo esto es un gran legado que ustedes han recibido y que están llamados a enriquecer y transmitir.
La mayoría de ustedes conocen la historia de santa Catalina Drexel, una de las grandes santas que esta Iglesia local ha dado. Cuando le habló al Papa León XIII de las necesidades de las misiones, el Papa –era un Papa muy sabio– le preguntó intencionadamente: «¿Y tú?, ¿qué vas a hacer?». Esas palabras cambiaron la vida de Catalina, porque le recordaron que al final todo cristiano, hombre o mujer, en virtud del bautismo, ha recibido una misión. Cada uno de nosotros tiene que responder lo mejor que pueda al llamado del Señor para edificar su Cuerpo, la Iglesia.
«¿Y tú?». Me gustaría hacer hincapié en dos aspectos de estas palabras en el contexto de nuestra misión particular para transmitir la alegría del Evangelio y edificar la Iglesia, ya sea como sacerdotes, diáconos o miembros de institutos de vida consagrada.
En primer lugar, aquellas palabras –«¿Y tú?»– fueron dirigidas a una persona joven, a una mujer joven con altos ideales, y cambiaron su vida. Le hicieron pensar en el inmenso trabajo que había que hacer y la llevaron a darse cuenta de que estaba siendo llamada a hacer algo al respecto. ¡Cuántos jóvenes en nuestras parroquias y escuelas tienen los mismos altos ideales, generosidad de espíritu y amor por Cristo y la Iglesia! ¿Los desafiamos? ¿Les damos espacio y les ayudamos a que realicen su cometido? ¿Encontramos el modo de compartir su entusiasmo y sus dones con nuestras comunidades, sobre todo en la práctica de las obras de misericordia y en la preocupación por los demás? ¿Compartimos nuestra propia alegría y entusiasmo en el servicio al Señor?
Uno de los grandes desafíos de la Iglesia en este momento es fomentar en todos los fieles el sentido de la responsabilidad personal en la misión de la Iglesia, y capacitarlos para que puedan cumplir con tal responsabilidad como discípulos misioneros, como fermento del Evangelio en nuestro mundo. Esto requiere creatividad para adaptarse a los cambios de las situaciones, transmitiendo el legado del pasado, no solo a través del mantenimiento de las estructuras e instituciones, que son útiles, sino sobre todo abriéndose a las posibilidades que el Espíritu nos descubre y mediante la comunicación de la alegría del Evangelio, todos los días y en todas las etapas de nuestra vida.
«¿Y tú?». Es significativo que esas palabras del anciano Papa fueran dirigidas a una mujer laica. Sabemos que el futuro de la Iglesia, en una sociedad que cambia rápidamente, reclama ya desde ahora una participación de los laicos mucho más activa. La Iglesia en los Estados Unidos ha dedicado siempre un gran esfuerzo a la catequesis y a la educación. Nuestro reto hoy es construir sobre esos cimientos sólidos y fomentar un sentido de colaboración y de responsabilidad compartida en la planificación del futuro de nuestras parroquias e instituciones. Esto no significa renunciar a la autoridad espiritual que se nos ha confiado; más bien, significa discernir y emplear sabiamente los múltiples dones que el Espíritu derrama sobre la Iglesia. De manera particular, significa valorar la inmensa contribución que las mujeres, laicas y religiosas, han hecho y siguen haciendo a la vida de nuestras comunidades.
Queridos hermanos y hermanas, les doy las gracias por la forma en que cada uno de ustedes ha respondido a la pregunta de Jesús que inspiró su propia vocación: «¿Y tú?». Los animo a que renueven la alegría de ese primer encuentro con Jesús y a sacar de esa alegría renovada fidelidad y fuerza. Espero con ilusión compartir con ustedes estos días y les pido que lleven mi saludo afectuoso a los que no pudieron estar con nosotros, especialmente a los numerosos sacerdotes y religiosos ancianos que se unen espiritualmente.
Durante estos días del Encuentro Mundial de las Familias, les pediría de modo especial que reflexionen sobre nuestro servicio a las familias, a las parejas que se preparan para el matrimonio y a nuestros jóvenes. Sé lo mucho que se está haciendo en sus iglesias particulares para responder a las necesidades de las familias y apoyarlas en su camino de fe. Les pido que oren fervientemente por ellas, así como por las deliberaciones del próximo Sínodo sobre la Familia.
Con gratitud por todo lo que hemos recibido, y con segura confianza en medio de nuestras necesidades, dirijámonos a María, nuestra Madre Santísima. Que con su amor de madre interceda por la Iglesia en América, para que siga creciendo en el testimonio profético del poder que tiene la cruz de su Hijo para traer alegría, esperanza y fuerza a nuestro mundo. Rezo por cada uno de ustedes, y les pido que, por favor, lo hagan por mí.
Katharine Marie Drexel (26 de noviembre de 1858 – 3 de marzo de 1955) fue una religiosa estadounidense, santa católica.Fue hija del banquero de Filadelfia Francis Anthony Drexel y de Hannah Jane Langstroth, su primera esposa. El 12 de febrero de 1891, Katharine fundó las Hermanas del Santísimo Sacramento para indios y gente de color. Desde los 33 años hasta su muerte en 1955, dedicó su vida y su fortuna personal de 20 millones de dólares a su trabajo. En 1894, la Madre Drexel formo parte de la inauguración de la primera escuela de las Hermanas del Santísimo Sacramento para indios americanos, la escuela india de Santa Catherine en Santa Fe, Nuevo México. A esta le siguieron otras escuelas para los indios americanos del este del rio Mississippi, y para losAfroamericanos del sur de los Estados Unidos. En 1915 también fundó laXavier University en Luisiana y la Xavier University Preparatory School enNueva Orleans.
Durante estos días del Encuentro Mundial de las Familias, les pediría de modo especial que reflexionen sobre nuestro servicio a las familias, a las parejas que se preparan para el matrimonio y a nuestros jóvenes. Sé lo mucho que se está haciendo en sus iglesias particulares para responder a las necesidades de las familias y apoyarlas en su camino de fe. Les pido que oren fervientemente por ellas, así como por las deliberaciones del próximo Sínodo sobre la Familia.
Con gratitud por todo lo que hemos recibido, y con segura confianza en medio de nuestras necesidades, dirijámonos a María, nuestra Madre Santísima. Que con su amor de madre interceda por la Iglesia en América, para que siga creciendo en el testimonio profético del poder que tiene la cruz de su Hijo para traer alegría, esperanza y fuerza a nuestro mundo. Rezo por cada uno de ustedes, y les pido que, por favor, lo hagan por mí.
Katharine Marie Drexel (26 de noviembre de 1858 – 3 de marzo de 1955) fue una religiosa estadounidense, santa católica.Fue hija del banquero de Filadelfia Francis Anthony Drexel y de Hannah Jane Langstroth, su primera esposa. El 12 de febrero de 1891, Katharine fundó las Hermanas del Santísimo Sacramento para indios y gente de color. Desde los 33 años hasta su muerte en 1955, dedicó su vida y su fortuna personal de 20 millones de dólares a su trabajo. En 1894, la Madre Drexel formo parte de la inauguración de la primera escuela de las Hermanas del Santísimo Sacramento para indios americanos, la escuela india de Santa Catherine en Santa Fe, Nuevo México. A esta le siguieron otras escuelas para los indios americanos del este del rio Mississippi, y para losAfroamericanos del sur de los Estados Unidos. En 1915 también fundó laXavier University en Luisiana y la Xavier University Preparatory School enNueva Orleans.
St. Katharine también fundó muchas capillas, conventos, y monasterios. Cuando murió en 1955 había más de 500 Hermanas enseñando en 63 escuelas en todo el país.
En 1935, Katharine sufrió un severo ataque al corazón, y en los siguientes 20 años vivió retirada. Murió el 3 de marzo de 1955 a la edad de 96 años en el convento de St. Elizabeth en Bensalem Township, Pennsylvania.Katharine fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 20 de noviembre de 1988.
Fue canonizada por Juan Pablo II el 1 de octubre del año 2000 para convertirse en la segunda santa nacida en Estados Unidos.
Su día es el 3 de marzo, el aniversario de su muerte. Está enterrada en Bensalem Township.
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