Este Año Santo Extraordinario es un don de gracia. Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que recibe a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Así, lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de la misa celebrada en la misa en la solemnidad de la Inmaculada Concepción celebrada en la plaza de San Pedro, en la que además abrirá la Puerta Santa y dará así inicio al Jubileo Extraordinario de la Misericordia.
De este modo, el Santo Padre ha explicado que “será un año para crecer en la convicción de la misericordia”. Además, ha indicado que “debemos anteponer la misericordia al juicio y, en todo caso, el juicio de Dios será siempre a la luz de su misericordia”.
Atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, “nos hace sentir partícipes de este misterio de amor. Abandonemos toda forma de miedo y temor, porque no es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo”.
Durante la homilía, el Santo Padre ha explicado que cumplimos esto de abrir la Puerta Santa de la Misericordia, “a la luz de la Palabra de Dios que hemos escuchado, y que pone en primer plano el primado de la gracia”.
A propósito de la liturgia del día, Francisco ha recordado que la “Virgen María es llamada en primer lugar a regocijarse por todo lo que el Señor ha hecho en ella”. La plenitud de la gracia --ha precisado-- puede transformar el corazón, y lo hace capaz de realizar un acto tan grande que puede cambiar la historia de la humanidad.
Asimismo, el Santo Padre ha asegurado que “la fiesta de la Inmaculada Concepción expresa la grandeza del amor Dios”. Y ha añadido que “Él no es sólo quien perdona el pecado, sino que en María llega a prevenir la culpa original que todo hombre lleva en sí cuando viene a este mundo”. Es el amor de Dios el que previene, anticipa y salva, ha indicado Francisco. Por eso, el Papa ha explicado que “el inicio de la historia del pecado en el Jardín del Edén se resuelve en el proyecto de un amor que salva”.
Tal y como ha observado el Pontífice en su homilía, “siempre existe la tentación de la desobediencia, que se expresa en el deseo de organizar nuestra vida independientemente de la voluntad de Dios”. Sin embargo, “la historia del pecado solamente se puede comprender a la luz del amor que perdona. Si todo quedase relegado al pecado, seríamos los más desesperados entre las criaturas, mientras que la promesa de la victoria del amor de Cristo integra todo en la misericordia del Padre”. La Virgen Inmaculada --ha asegurado-- es ante nosotros testigo privilegiada de esta promesa y de su cumplimiento.
El Santo Padre, haciendo referencia a este aniversario, ha indicado que esta fecha no puede ser recordada solo por la riqueza de los documentos producidos, “que hasta el día de hoy permiten verificar el gran progreso realizado en la fe”.
De este modo, el Pontífice ha asegurado que en primer lugar el Concilio fue un encuentro. “Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero”, ha explicado. Un impulso misionero, por lo tanto, “que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo”.
Finalmente, el papa Francisco ha afirmado que “el jubileo nos provoca esta apertura y nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del concilio”. Cruzar hoy la Puerta Santa --ha concluido-- nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano.
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