Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 21 de julio de 2013

“Las cosas más hermosas no pueden verse sino sentirse con el corazón”, fueron palabras de Keller y es la idea a la que apuesta el montaje protagonizado por Diana Volpe y la niña Ana Karina Castro. Se suman las actuaciones de Ana Melo, Gavo Figueira, Hernán Iturbe, Haydeé Faverola y Rafael Rodríguez.

Perseverar para derribar los muros de la soledad

“Aprendí muchas cosas (…) Es bueno hacer este tipo de trabajos porque uno siempre debe saber cómo actuar con el personaje que te toque”. Ana Karina Castro, Actriz | FOTO Leonardo Guzmán
“Aprendí muchas cosas (…) Es bueno hacer este tipo de trabajos porque uno siempre debe saber cómo actuar con el personaje que te toque”. Ana Karina Castro, Actriz | FOTO Leonardo Guzmán
Basada en el texto de William Gibson, Las cosas más hermosas narra la historia de Helen Keller, una activista social ciega y sordo-muda que venció los límites de su discapacidad. Dirigida por Orlando Arocha, cuenta con las actuaciones de Diana Volpe y Ana Karina Castro

El primer mundo que Helen Keller conoció se creó en las tinieblas, en el más solitario de los silencios. Aquello que sus manos podían tocar, el temblor que sus pies percibían del suelo, sus sollozos, eran el contacto con su familia; un grupo de seres atormentados por no poder hallar respuestas. Pasó sus primeros años en medio de la compasión y la culpa, hasta la llegada de un testarudo personaje que le enseñó el significado de las palabras.
Su vida parece una ficción; no lo es. Tuvo su origen en un pequeño pueblo de Alabama, a finales del siglo XIX. Helen Keller nació sana, pero a los 18 meses fue víctima de una fiebre que la dejó ciega y sordo-muda. Con el tiempo, perseverancia y ayuda, se convirtió en una activista social y escritora; llegó a graduarse con honores en la Universidad de Radcliffe y recibió la medalla presidencial de la Libertad. Basado en uno de sus textos autobiográficos, el autor estadounidense William Gibson escribió una pieza para teatro y más tarde un guión para cine. En este se apoyó Orlando Arocha para crearLas cosas más hermosas, obra que estrenará hoy en el Trasnocho Cultural, producida por Teatro del Contrajuego y Hebú Teatro. Las funciones serán hasta el domingo 22 de septiembre.
Con esta pieza, Arocha no exorciza fantasmas –como podría ser el caso de Macbeth, su montaje anterior–, sino que habla al público sobre la idea de que los milagros del hombre se pueden realizar: “Es un trabajo sobre la esperanza, sobre las posibilidades. Y creo que el teatro maneja eso: un juego positivo; incluso cuando se pone pesimista o trata temas terribles, es contar una historia real reconfortante”.
Un corredor bañado en tonos naranja, morado y verde opaco es el escenario donde ocurren la tragedia y la alegría. Los actores se presentan y hablan de los héroes cotidianos, que no son mito ni leyenda, pero no por ello menos interesantes. Los acompañan las emociones de un cello, ejecutado por Rosbianny Silva. En medio de las discusiones que surgen entre los personajes por la condición de la niña, entra Annie Sullivan; una tutora casi ciega, testaruda pero cercana, de graciosos ademanes y lentes al estilo John Lennon. Entre ella y la niña indómita se desatan verdaderas batallas. “Quisiera enseñarle que la Tierra está llena de cosas, enseñarle lo que somos, lo que pensamos y compartimos con las palabras para no quedarnos en las tinieblas (…) La obediencia sin comprensión es también una forma de ceguera”, dice la maestra.

El aprendizaje. “Las cosas más hermosas no pueden verse sino sentirse con el corazón”, fueron palabras de Keller y es la idea a la que apuesta el montaje protagonizado por Diana Volpe y la niña Ana Karina Castro. Se suman las actuaciones de Ana Melo, Gavo Figueira, Hernán Iturbe, Haydeé Faverola y Rafael Rodríguez.
Castro tiene 10 años de edad e impacta en escena por su fuerza y concentración. Este es su segundo proyecto –como ella dice–, antes había interpretado a Molly en el musical Anita, la huerfanita. “Me queda el mensaje de que el que persevera, triunfa. Además, aprendí muchas cosas: a hablar el lenguaje de los dedos, a caminar sin ver. Es bueno hacer este tipo de trabajos porque uno siempre debe saber cómo actuar con el personaje que te toque”, cuenta.
Volpe ríe cuando relata que termina agotada tras las escenas con la niña: “¡Tiene una energía y una fuerza! Y pesa mucho para mí, creo que pesa más que yo. Es casi de mi tamaño. Ana Karina es como una esponjita, el director le dice que corrija algo y ella inmediatamente lo agarra, no se le olvida nada”. La actriz no tuvo problemas para identificarse con su personaje: “Yo también soy terca”, dice. Y agrega: “Es una cosa monumental hacerle entender a alguien que las señas que tú haces en sus manos significan una palabra y que representa algo. Con esta historia uno ve otro lado del ser humano: el que puede mejorar, el que se empeña y logra lo que desea”.

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