Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

miércoles, 8 de julio de 2015

Homilía del Santo Padre en la celebración eucarística, dedicada al tema de la evangelización de los pueblos, en el Parque del Bicentenario de Quito. El Papa recuerda que la unión que pide Jesús no es uniformidad sino multiforme armonía. Y afirma que la propuesta de Jesús no es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones

Texto completo de la homilía del Santo Padre en el Parque del Bicentenario
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El  Papa recuerda que la unión que pide Jesús no es uniformidad sino multiforme armonía. Y afirma que la propuesta de Jesús no es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones
Por Redacción
Ciudad del Vaticano, 07 de julio de 2015 (ZENIT.org)
Homilía del Santo Padre en la celebración eucarística, dedicada al tema de la evangelización de los pueblos, en el Parque del Bicentenario de Quito.
                 
La palabra de Dios nos invita a vivir la unidad para que el mundo crea.
Me imagino ese susurro de Jesús en la última Cena como un grito en esta misa que celebramos en «El Parque del Bicentenario». Imaginémoslo juntos. El Bicentenario de aquel Grito de Independencia de Hispanoamérica. Ése fue un grito, nacido de la conciencia de la falta de libertades, de estar siendo exprimidos y saqueados, «sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno» (Evangelii gaudium, 213).
Quisiera que hoy los dos gritos concorden bajo el hermoso desafío de la evangelización. No desde palabras altisonantes, ni con términos complicados, sino que nazca de «la alegría del Evangelio», que «llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento» (Evangelii gaudium 1), de la conciencia aislada. Nosotros, aquí reunidos, todos juntos alrededor de la mesa con Jesús somos un grito, un clamor nacido de la convicción que su presencia nos impulsa a la unidad, «señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable» (Evangelii gaudium 14).
«Padre, que sean uno para que el mundo crea», así lo deseó mirando al cielo. A Jesús le brota este pedido en un contexto de envío: Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. En ese momento, el Señor está experimentando en carne propia lo peorcito de este mundo al que ama, aun así, con locura: intrigas, desconfianzas, traición, pero no esconde la cabeza, no se lamenta. También nosotros constatamos a diario que vivimos en un mundo lacerado por las guerras y la violencia. Sería superficial pensar que la división y el odio afectan sólo a las tensiones entre los países o los grupos sociales. En realidad, son manifestación de ese «difuso individualismo» que nos separa y nos enfrenta (cf. Evangelii gaudium, 99), de la herida del pecado en el corazón de las personas, cuyas consecuencias sufre también la sociedad y la creación entera. Precisamente, a este mundo desafiante, con sus egoísmos, Jesús nos envía, y nuestra respuesta no es hacernos los distraídos, argüir que no tenemos medios o que la realidad nos sobrepasa. Nuestra respuesta repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la tarea de la unidad.
A aquel grito de libertad prorrumpido hace poco más de 200 años no le faltó ni convicción ni fuerza, pero la historia nos cuenta que sólo fue contundente cuando dejó de lado los personalismos, el afán de liderazgos únicos, la falta de comprensión de otros procesos libertarios con características distintas pero no por eso antagónicas.
Y la evangelización puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías. Claro que sí; eso creemos y gritamos. «Mientras en el mundo, especialmente en algunos países, reaparecen diversas formas de guerras y enfrentamientos, los cristianos queremos insistir en nuestra propuesta de reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos “mutuamente a llevar las cargas”» (Evangelii gaudium 67). El anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga; y cualquier persona que haya vivido esta experiencia adquiere más sensibilidad para las necesidades de los demás (cf. Evangelii gaudium 9)De ahí, la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración. Hay que confiar el corazón al compañero de camino sin recelos, sin desconfianzas. «Confiarse al otro es algo artesanal, la paz es algo artesanal» (Evangelii gaudium 244), es impensable que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica. Y esto a costa de los más pobres, de los más excluidos, de los más indefensos, de los que no pierdan su dignidad pese a que se la golpean todos los días.             Esta unidad es ya una acción misionera «para que el mundo crea». La evangelización no consiste en hacer proselitismo, el proselitismo es una caricatura de la evangelización, sino en atraer con nuestro testimonio a los alejados, en acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, acercarse a los que se sienten juzgados y condenados a priori por los que se sienten perfectos y puros, acercarnos a los que son temerosos o a los indiferentes para decirles: «El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor» (Evangelii gaudium 113). Porque nuestro Dios nos respeta hasta en nuestras bajezas y en nuestro pecado.
Este llamamiento del Señor, con qué humildad y con qué respeto lo describe en el texto de la Apocalipsis. Estoy a la puerta y llamo, si quieres abrir, no fuerza, no hacer saltar la cerradura, simplemente toca el timbre, golpea suavemente y espera. Ese es nuestro Dios.
 La misión de la Iglesia, como sacramento de la salvación, condice con su identidad como Pueblo en camino, con vocación de incorporar en su marcha a todas las naciones de la tierra. Cuanto más intensa es la comunión entre nosotros, tanto más se ve favorecida la misión (cf. Juan Pablo II, Pastores gregis, 22). Poner a la Iglesia en estado de misión nos pide recrear la comunión pues no se trata ya de una acción sólo hacia afuera... nos misionamos también hacia adentro y misionamos hacia afuera manifestándonos como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera» (Aparecida 370).
Este sueño de Jesús es posible porque nos ha consagrado, por «ellos me consagro a mí mismo, para que ellos también sean consagrados en la verdad» (Jn 17,19)La vida espiritual del evangelizador nace de esta verdad tan honda, que no se confunde con algunos momentos religiosos que brindan cierto alivio; Jesús nos consagra para suscitar un encuentro personal con Él, que alimenta el encuentro con los demás, el compromiso en el mundo, la pasión evangelizadora(Cf. Evangelii gaudium 78).
La intimidad de Dios, para nosotros incomprensible, se nos revela con imágenes que nos hablan de comunión, comunicación, donación, amor. Por eso la unión que pide Jesús no es uniformidad sino la «multiforme armonía que atrae» (Evangelii gaudium 117). La inmensa riqueza de lo variado, de lo múltiple que alcanza la unidad cada vez que hacemos memoria de aquel Jueves Santo, nos aleja de la tentación de propuestas unicistas, más cercanas a dictaduras, ideologías o sectarismos. La propuesta de Jesús es concreta, es concreta, no es una idea. Andad y haced lo mismo, le dice aquel que le preguntó quién es el prójimo, después de haber contado la parábola del buen samaritano. Andad y haced lo mismo. Tampoco la propuesta de Jesús es un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y excluimos a los demás. Esta religiosidad de élite. Jesús reza para que formemos parte de una gran familia, en la que Dios es nuestro Padre y todos nosotros somos hermanos. Nadie es excluido. Y esto no se fundamenta en tener los mismos gustos, las mismas inquietudes, los mismos talentos. Somos hermanos porque, por amor, Dios nos ha creado y nos ha destinado, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos (cf. Ef 1,5). Somos hermanos porque «Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama ¡Abba!, ¡Padre!» (Ga 4,6). Somos hermanos porque, justificados por la sangre de Cristo Jesús (cf. Rm 5,9), hemos pasado de la muerte a la vida haciéndonos «coherederos» de la promesa (cf. Ga 3,26-29; Rm 8, 17). Esa es la salvación que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia: formar parte del «nosotros» divino.
Nuestro grito, en este lugar que recuerda aquel primero de libertad, actualiza el de San Pablo: «¡Ay de mí si no evangelizo!» (1 Co 9,16). Es tan urgente y apremiante como el de aquellos deseos de independencia. Tiene una similar fascinación, el mismo fuego que atrae. Hermanos tengan los sentimientos de Jesús ¡Sean un testimonio de comunión fraterna que se vuelve resplandeciente!
Que lindo sería que todos puedan admirar cómo nos cuidamos unos a otros. Cómo mútuamente nos damos aliento y cómo nos acompañamos. El don de sí es el que establece la relación interpersonal que no se genera dando «cosas», sino dándose uno mismo. En cualquier donación se ofrece la propia persona. «Darse» significa dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es el Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora.  Y darse aún en los momentos más difícil, como aquel Jueves Santo de Jesús, donde él sabía cómo se tejían las traiciones y las intrigas pero siguió y se dio, se dio a nosotros mismos con su proyecto de salvación. Donándose el hombre vuelve a encontrarse a sí mismo con su verdadera identidad de hijo de Dios, semejante al Padre y, como él, dador de vida, hermano de Jesús, del cual da testimonio. Eso es evangelizar, ésa es nuestra revolución –porque nuestra fe siempre es revolucionaria–, ése es nuestro más profundo y constante grito.
Texto distribuido por la Sala de Prensa del Vaticano
© Copyright - Libreria Editrice Vaticana
Francisco: Jesús quiere que formemos una gran familia
10.30. Quito. En la misa en el Parque del Bicentenario, el Santo Padre recuerda la llamada de los cristianos no al proselitismo sino a la evangelización
Por Rocío Lancho García
Roma, 07 de julio de 2015 (ZENIT.org)
El tercer día del Santo Padre en Ecuador comenzó con un encuentro privado con los obispos del país, en El Parque del Bicentenario, poco antes de la misa.
Allí más de un millón de personas coreaban desde primeras horas de la mañana coreaban: ¡Francisco amigo, estoy haciendo lío! ¡Te queremos Francisco, te queremos! ¡Esta es la juventud del Papa! Niños, jóvenes, familias, ancianos, enfermos… todos esperaban con alegría y entusiasmo la llegada del Pontífice para celebrar la eucaristía.
A las 10 de la mañana, Francisco empezó su recorrido de 4 kilómetros en el papamóvil, desde donde pudo saludar y bendecir a la alegre multitud. Cientos de banderas no solo ecuatorianas, sino también de otros países latinoamericanos, se alzaban ante el paso del Pontífice. Al igual que este lunes en el Palacio Presidencial, unos grandes arreglos florales con 80 mil rosas donadas por los cultivadores, decoraban el altar desde donde el Papa ha celebrado la eucaristía. El Pontífice llevaba una casulla con decoraciones típicas indígenas y la segunda lectura fue leída en Kichwa.
Durante la homilía de la misa dedicada a la evangelización de los pueblos, y en la que han concelebrado 2 mil sacerdotes, el Papa ha indicado que evangelización no consiste en hacer proselitismo, sino en atraer con nuestro testimonio a los alejados, en acercarse humildemente a aquellos que se sienten lejos de Dios y de la Iglesia, a los que son temerosos o a los indiferentes para decirles: “El Señor también te llama a ser parte de su pueblo y lo hace con gran respeto y amor”. Además, ha asegurado que la propuesta de Jesús es concreta no es solo una idea. Asimismo, ha recordado que nuestro Dios nos respeta hasta en nuestras bajezas y en nuestro pecado.
El Papa ha indicado que nuestra respuesta “no es hacernos los distraídos, argüir que no tenemos medios o que la realidad nos sobrepasa”. Nuestra respuesta --ha afirmado-- repite el clamor de Jesús y acepta la gracia y la tarea de la unidad. A propósito de la evangelización, el Pontífice ha precisado que “puede ser vehículo de unidad de aspiraciones, sensibilidades, ilusiones y hasta de ciertas utopías”. Y ha añadido que “el anhelo de unidad supone la dulce y confortadora alegría de evangelizar, la convicción de tener un inmenso bien que comunicar, y que comunicándolo, se arraiga”. Del mismo modo, ha subrayado “la necesidad de luchar por la inclusión a todos los niveles, evitando egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración”. Asimismo ha advertido que es impensable “que brille la unidad si la mundanidad espiritual nos hace estar en guerra entre nosotros, en una búsqueda estéril de poder, prestigio, placer o seguridad económica”.
Por otro lado ha observado que la inmensa riqueza de lo variado “nos aleja de la tentación de propuestas más cercanas a dictaduras, ideologías o sectarismos”. Tampoco es --ha añadido-- un arreglo hecho a nuestra medida, en el que nosotros ponemos las condiciones, elegimos los integrantes y excluimos a los demás. Y a propósito ha recordado que “Jesús reza para que formemos parte de una gran familia, en la que Dios es nuestro Padre y todos nosotros somos hermanos”.  
El Papa ha exhortado a los presentes a ser un testimonio de comunión fraterna que se vuelva resplandeciente. “Qué lindo sería que todos puedan admirar cómo nos cuidamos unos a otros”, ha observado Francisco. Y es que “darse” significa “dejar actuar en sí mismo toda la potencia del amor que es el Espíritu de Dios y así dar paso a su fuerza creadora”. Para concluir, ha asegurado que “ésto es evangelizar", “ésa es nuestra revolución, porque nuestra fe siempre es revolucionaria”, “ése es nuestro más profundo y constante grito”.
Al finalizar la misa, monseñor Fausto Gabriel Trávez Trávez, ofm, arzobispo de Quito, y Presidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana, ha dirigidounas palabras de agradecimiento. Así, ha asegurado que “nuestro pueblo tiene hambre de Dios” y que “ necesitamos una palabra de esperanza que nos ayude a renovar la fe”. De este modo ha indicado que “sabemos que sus palabras están llenas de la acción del Espíritu Santo. Cuando Su Santidad nos habla --ha añadido-- de misericordia, de amor, de ternura, de fraternidad nos muestra el mensaje claro del Evangelio que se actualiza, por acción del Espíritu Santo, en cada persona frente a las necesidades del mundo de hoy.
Leer el texto completo de la homilía aquí 
El Papa disfrutó de música a cargo de jóvenes con discapacidad
La Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador SINAMUNE también ha actuado para Juan Pablo II en Roma. La agrupación interpretarán una milonga argentina
Por Redacción
Madrid, 07 de julio de 2015 (ZENIT.org)
Una docena de niños y jóvenes con síndrome de Down y habilidades especiales se encargaron este martes del intermedio musical que tuvo lugar durante el encuentro del papa Francisco con la sociedad civil en la iglesia de San Francisco, en Quito. Se trata de una representación de la Orquesta SINAMUNE, dirigida por Edgar Palacios.
Además de canciones ecuatorianas, los músicos interpretaron una milonga argentina especialmente dedicada para el Santo Padre. Los miembros de la agrupación tocaron instrumentos de viento, percusión y teclado, solo por citar algunos.
Hacia las 18 horas locales, llegó del Pontífice a la iglesia de los padres franciscanos. Una vez en el templo, el Papa pudo escuchar la música de la Orquesta SINAMUNE. Y a continuación, tuvo lugar la intervención de Francisco.
Romper las barreras a ritmo de cumbia
El maestro Palacios es un conocido músico ecuatoriano que fundó en mayo de 1992 el Sistema Nacional de Música para Niños Especiales (SINAMUNE) en Quito. Con esta academia convirtió las partituras de la cumbia nacional y el pasillo lojano en una terapia para las personas con discapacidad.
En el año 1995 se creó la Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador SINAMUNE, bajo la dirección del maestro Palacios, quien en el año de 1996 produjo su primer registro discográfico titulado “Música sin Barreras”. Dos años después, en el 1998, se realizó la producción sonora de la Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador titulada “Escalas al Sol”.
En el año 2002 se realizó el lanzamiento del disco “Siembra de fe, cosecha de amor” y en el 2003 se comercializaron 5 mil ejemplares del disco “Fiesta en Ecuador”, una nueva producción de la Orquesta.
El Honorable Congreso Nacional del Ecuador acordó en el 2004 nombrar a la Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador como “Embajadores de la cultura, la música ecuatoriana y solidaridad”. En ese año la Orquesta realizó su primera gira internacional, “Fiesta Iberoamericana”, en España e Italia. Durante ese viaje pudieron actuar ante Juan Pablo II. Como parte de la gira se produjo el disco “Fiesta Iberoamericana” y el documental “Construyendo Sueños de Amor”.
En junio de 2007 la Orquesta de Músicos Especiales del Ecuador realizó su tercera gira internacional, esta vez a La Habana, en el marco del V Congreso Internacional Cultura y Desarrollo. En ese Congreso Internacional, el maestro Palacios presentó la ponencia “La música, el lenguaje que integra a todos en la diversidad”. El mismo año recibió el Premio Nacional Eugenio Espejo.

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