Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

viernes, 1 de abril de 2016

Juan Almeida era el UNICO rostro negro de la revolución cubana...Los cubanos ya sea los del exilio en Miami como los de la isla desde la colonia son racistas como nadie se imagina...eso, Fidel, lo llevan en su sangre. Asi que te dejas de parecerte a Jesucristo en tu cartica a Obama (negro) donde te presentas como el santo de los santos con la población negra de Cuba...No joda, vale...tú crees que nadie sabe la rata que has sido siempre...hasta con tu familia,


Publicado el 12 de septiembre del 2009 por
e-mail: redaccion[@]elnacional.com.do
La Habana.  EFE.  La revolución cubana perdió en la noche de ayer a Juan Almeida, uno de los históricos que combatió junto a Fidel y Raúl Castro y ocupó durante décadas algunos de los más altos cargos en el Estado y el Partido Comunista. Almeida, que tenía 82 años y era el rostro negro de la revolución cubana, falleció de un paro cardio-respiratorio, según el comunicado del buró político del Partido Comunista que ayer  hicieron público los medios cubanos, todos oficiales.
Los diarios Granma y Juventud Rebelde, únicos que se editan en la isla en papel, aparecieron este sábado  impresos solo con tinta negra y con la portada dedicada al hombre que nunca se separó de Fidel Castro y fue considerado un fiel entre los fieles.
La jornada del domingo ha sido declarada de luto oficial entre las 8 de la mañana y las 8 de la noche, y este sábado ya pudieron verse algunas banderas ondeando a media asta, mientras que figuras del régimen expresaron su pesar por el fallecimiento de Almeida.
El ministro cubano de Cultura, Abel Prieto, dijo a Efe que se trata “sin ninguna duda (de) una gran pérdida”, y resaltó que el comandante es “una de las grandes figuras de la revolución”.
El presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, recordó que “fue soldado en el combate revolucionario, desde el primer momento, soldado y comandante, desde el primer día”, y por ello “uno de los principales artífices de la revolución”.
Miembro del Buró Político del Partido Comunista (único en la isla) y vicepresidente del Consejo de Estado, se le consideraba el “número tres” en la jerarquía revolucionaria, que no siempre coincide con la jerarquía política.
Teóricamente, el siguiente en la línea sucesoria tras Fidel y Raúl Castro es el vicepresidente primero, Manuel Machado.
El comandante Almeida, inseparable de su uniforme verde olivo que lo identificaba como héroe de la revolución, fue siempre un hombre discreto, alejado de los focos y la atención mediática, pero los analistas coinciden en señalar su peso como mediador dentro del régimen y su carácter de “intocable”.
En concreto, un observador comentó a Efe que Almeida era muy respetado tanto por Fidel como por su hermano Raúl -presidente del Consejo de Estado y de Ministros desde febrero de 2008 tras la enfermedad del primero-, y en más de una ocasión medió entre ambos cuando se enfrentaban por diferencias de criterio.
En los últimos años, sus únicas apariciones públicas eran para recibir a los embajadores acreditados en La Habana.
Los medios oficiales recuerdan hoy su origen como un obrero albañil, segundo de una familia de doce hermanos, que se sumó a la lucha revolucionaria ya desde 1952, y en los 57 años transcurridos desde entonces “estuvo siempre en la primera línea de combate junto al Jefe de la Revolución”.
A Almeida se le atribuyen la frase “Aquí no se rinde nadie”, que supuestamente dijo cuando los guerrilleros cubanos desfallecían en las montañas de Sierra Maestra poco después de su desembarco en 1956 para luchar contra el régimen de Fulgencio Batista.
En el libro “Cien horas con Fidel”, Castro tiene palabras de reconocimiento para Almeida- dijo que lo incluiría “entre la lista de hombres incapaces de traicionar la revolución”, y que ha sido “uno de los que “vivieron tiempos decisivos sin flaquear jamás”.
Si Almeida no flaqueó, sí lo hizo su hijo, Juan Juan Almeida, distanciado del régimen en los últimos años y que el pasado mayo fue detenido cuando intentaba abandonar ilegalmente la isla para reunirse con su familia en Estados Unidos.

La político-fobia de los nuevos cubanos en Miami

A los recién llegados de la Isla se les juzga, tanto de un bando como de otro

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LA HABANA, Cuba – Otra de esas raras circunstancias en que parecen estar de acuerdo los enemigos y los cómplices de la dictadura cubana, resulta apreciable por estos días en Miami. Se trata de la manera en que juzgan políticamente a los representantes de las últimas camadas de emigrantes que han llegado desde la Isla.
Para los adversarios más radicales y apasionados del régimen –pertenecientes por lo general a lo que llaman el “exilio histórico”–, los nuevos emigrantes constituyen una representación bochornosa de Cuba en Estados Unidos. En tanto, los simpatizantes o compinches de la dictadura se quejan de su apatía o indolencia ante las cuestiones de política pública, muy especialmente aquellas que –desde su perspectiva– son beneficiosas para nuestro país. Ambos reprueban a los recién llegados. Y ambos creen tener sus buenas razones para hacerlo.
Según los primeros, estos nuevos emigrantes incurren en ingratitud hacia Estados Unidos y traicionan la vertical posición del exilio cubano, violentando incluso las leyes de emigración que los acogen, toda vez que apenas se ven instalados en Miami, se dedican a viajar a Cuba para burlar el embargo y “llevarle dólares al régimen”. También les ofende que no repudien a las delegaciones oficiales de la Isla que pasan por allá, y, en fin, que no se comporten como ellos entienden que deben comportarse los que se han ido del país.
En cambio, a los colaboradores de nuestra dictadura les contraría que estos emigrantes no se tomen en serio sus afanes por conseguir el pleno reconocimiento político del régimen y su plena reconciliación económica con Estados Unidos, más aún cuando son jóvenes en mayoría, así que supuestamente ajenos a las viejas frustraciones, dolores y rencores del exilio histórico.
Convergen dos extremos. Y por lo visto, los dos están pasando por alto lo esencial del fenómeno, o sea que estos nuevos emigrantes son un producto neto del fidelismo, así que debido a sus múltiples exigüidades –de la conciencia, de la civilidad, del cerebro y del espíritu–, padecen político-fobia aguda.
No quieren saber de otra cosa que no sea la solución o el remedio de sus más elementales necesidades materiales. La vida, llamémosle así, no les ha dado la oportunidad de pensar en nada más, o de pensar sin más. Sufren abulia congénita porque así los engendró el sistema, así los quiso para su provecho, sin prever siquiera que algún día el Frankestein pudiera pararse y andar con sus piernas.
Hay excepciones, y no son pocas, pero en términos generales, sobre todo a los más jóvenes, la política les resulta una carga opresiva, extenuante e inútil. Como nunca recibieron formación de ciudadanos comunes, sino de esclavos, no conciben perder el tiempo en asuntos de interés público. No piensan –en materia ideológica ni en casi ninguna otra materia– porque les enseñaron desde niños que resulta más cómodo atenerse a lo que otros piensen por ellos. Así de simple.
Son víctimas de un implacable proceso de robotización que les hizo inocentes al vaciarlos por dentro, lo cual explica (aunque no necesariamente justifique) esa especie de estulticia crónica y generalizada que exhiben hoy, no como un vicio sin remedio, según afirman sus detractores, sino como resultado de la incapacidad para discurrir al margen del programa, desde su inocencia de androides.
Creo que es erróneo pensar que esta pobre gente no ha padecido tantos dolores y frustraciones como los miembros del exilio histórico. En todo caso, sus frustraciones y dolores son otros, pero tienen el mismo origen, y no les acarrearon menores pérdidas. Hasta es posible que abunden los ejemplos en que las hayan sufrido con mayor rigor. De hecho, sufrieron siempre, y muchos sufren todavía, lo que un gran poeta calificó como el peor de los pecados humanos: no ser feliz. A ellos no se les permitió, ni por una sola vez, conocer la felicidad.
Entonces tal vez sea hora de que nos pongamos todos realmente de acuerdo, pero para dejarlos en paz, permitiéndoles que conozcan y disfruten la felicidad en un mundo libre. Aunque tengan que empezar de cero, como si acabaran de nacer.

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