Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

sábado, 9 de abril de 2016

Misoginia e Iglesia Católica (Parte II)

En su obra La Ciudad de las Damas, de principios del siglo XV, la escritora francesa Christine de Pisan constataba la disparidad entre la imagen negativa de los varones sobre las mujeres y el conocimiento que tenía de sí misma y de otras mujeres. Los varones afirmaban que el comportamiento femenino estaba colmado de todo vicio; juicio que en opinión de Christine demostraba bajeza de espíritu y falta de honradez. Ella, por el contrario, tras hablar con muchas mujeres de su tiempo que le relataron sus pensamientos más íntimos y estudiar la vida de prestigiosas mujeres del pasado, les reconoce el don de la palabra y una inteligencia especial para el estudio del derecho, la filosofía y el gobierno.
La situación de entonces se repite hoy en la mayoría de las religiones, que se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres. Estas no suelen ser consideradas sujetos religiosos ni morales, por eso se las pone bajo la guía de un varón que las lleve por la senda de la virtud. Se les niega el derecho a la libertad dando por supuesto que hacen mal uso de ella. Se les veta a la hora de asumir responsabilidades directivas por entender que son irresponsables por naturaleza. Son excluidas del espacio sagrado por impuras. Se las silencia por creer que son lenguaraces y dicen inconveniencias. Son objeto de todo tipo de violencia: moral, religiosa, simbólica, cultural, física, etc.
Sin embargo, las religiones difícilmente hubieran podido nacer y pervivir sin ellas. Sin las mujeres es posible que no hubiera surgido el cristianismo y quizá no se hubiera expandido como lo hizo. Ellas acompañaron a su fundador Jesús de Nazaret desde el comienzo en Galilea hasta el final en el Gólgota. Recorrieron con él ciudades y aldeas anunciando el Evangelio (=Buena Noticia), le ayudaron con sus bienes y formaron parte de su movimiento.
La teóloga feminista Elisabeth SchüsslerFiorenza ha demostrado en su libro En memoria de ella que las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas liberadas de toda dependencia patriarcal, con autonomía económica, que se identificaban como mujeres en solidaridad con otras mujeres y se reunían para celebrar comidas en común, vivir experiencias de curaciones y reflexionar en grupo.
La mayoría de las religiones se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres
El movimiento de Jesús era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de género. No identificaba a las mujeres con la maternidad. Se oponía a las leyes judías que las discriminaban, como el libelo de repudio y la lapidación, y cuestionaba el modelo de familia patriarcal. En él se compaginaban armónicamente la opción por los pobres y la emancipación de las estructuras patriarcales. Las mujeres eran amigas de Jesús, personas de confianza y discípulas que estuvieron con él hasta el trance más dramático de la crucifixión, cuando los seguidores varones lo abandonaron.
En el movimiento de Jesús las mujeres recuperaron la dignidad, la ciudadanía, la autoridad moral y la libertad que les negaban tanto el Imperio Romano como la religión judía. Eran reconocidas como sujetos religiosos y morales sin necesidad de la mediación o dependencia patriarcal. Un ejemplo es María Magdalena, figura para el mito, la leyenda y la historia, e icono en la lucha por la emancipación de las mujeres.
A ella apelan tanto los movimientos feministas laicos como las teologías desde la perspectiva de género, que la consideran un eslabón fundamental en la construcción de una sociedad igualitaria y respetuosa de la diferencia. María Magdalena responde, creo, al perfil que Virginia Woolf traza de EthelSmyth: “Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.
Las mujeres fueron las primeras personas que vivieron la experiencia de la resurrección, mientras que los discípulos varones se mostraron incrédulos al principio. Es esta experiencia la que dio origen a la Iglesia cristiana. Razón de más para afirmar que sin ellas no existiría el cristianismo. No pocas de las dirigentes de las comunidades fundadas por Pablo de Tarso eran mujeres, conforme al principio que él mismo estableció en la Carta a los Gálatas: “Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra”.
Sin embargo, pronto cambiaron las cosas. Pedro, los apóstoles y sus sucesores, el papa y los obispos, se apropiaron de las llaves del reino, se hicieron con el poder y la gloria, mientras que a las mujeres les impusieron el velo, el silencio y la clausura monacal o doméstica. ¿Cuándo se reparará tamaña injusticia para con las mujeres en el cristianismo? Habría que volver a los orígenes, más en sintonía con los movimientos de emancipación que con las Iglesias cristianas de hoy, cuestionar la primacía de Pedro, recuperara el cristianismo inclusivo del comienzo y crear nuevas alianzas. Jesús Nazaret, María Magdalena, Cristina de Pisan, Virginia Woolf, los movimientos feministas y la teología feminista caminan en dirección similar.
Hace algo más de tres milenios, una escuela bíblica judía llamada yahvista cambió la historia de la humanidad, anexando al relato de la Creación contenido en el libro primero del Génesis, la conocida historia de Adán y Eva. Dónde ante se hablaba de Dios, creando a un tiempo al hombre y la mujer, se pasó a la historia de la maldita costilla manzanera de todas las desgracias del Edén y causante del pecado en el mundo. Con ello no solamente se sometió la mujer al varón, sino que se prohibió a más de la mitad de la humanidad el tener acceso a la cultura. 

Aunque la historia sea muy conocida, tratemos de volverla a leer como si fuera la primera vez., comparando la narración contenida en el primer capítulo del Génesis con la que aparece en los capítulos posteriores. Como señalaba muy bien Elizabeth CadyStanton en su BIBLIA DE LA MUJER las diferencias entre ambos relatos son notables. Los estudiosos bíblicos llaman al primero relato sacerdotal  o elohista, porque se utiliza para designar a la divinidad la palabra Elohim (los dioses o Dios) y al segundo relato yahvista la de Yahvé (Dios).

 Relato Elohista                                           Relato Yahvista
(Génesis 1 a 2,4)                                           (Génesis 2,5 a 2,23)
Orden de la creación                                     Orden de la creación
Primer día: La luz                                         Primer día: La tierra
Segundo día: El agua                                    Segundo día: El agua
Tercer día: La tierra                                      Tercer día: El varón
Cuarto día: La vegetación                             Cuarto día: La vegetación
Quinto día: Los animales                              Quinto día: Los animales
Sexto día: El ser humano.                              Sexto día: La mujer

No hace falta decir que se habla de días en sentido simbólico, pero lo que nos importa es la comparación entre ambos relatos.  El elohista, además de tener muchos puntos en común con el relato de la creación babilónico- conocido como EnumaElish- presenta un orden de la creación, que podría ser perfectamente compatible con las modernas teorías evolucionistas, tal como explicaba Teilhard de Chardin.

Pero la narración que se impuso totalmente en las tradiciones judeo-cristianas (y algo menos en las musulmanas, como comentaremos en otro momento) fue el relato manipulador que presenta a Adán como rey de la creación, creado a imagen y semejanza de Dios.  La mujer aparecerá al final, hecha del varón y a su servicio: para que le libre del aburrimiento y le sirva de compañía. 

Pongamos la historia el revés. Resulta que Dios crea primero a la mujer, a imagen y semejanza suya. Como vimos en el anterior capítulo, artistas y poetas de ambos sexos nos confirman que la mujer es la criatura más perfecta de la Creación y, por tanto, digna de su Creador. Pues bien, la historia podía continuar pura y simplemente diciendo, como en la mayoría de las mitologías clásicas (e incluso en el relato evangélico),  que la mujer engendra un hijo/a por intervención divina y que de ahí surgiría la raza humana.

Sería un relato similar a los de muchas otras religiones. Pero alguien se imagina un libro del Génesis que comenzara diciendo que Dios creó a Eva. Y que como Eva se aburría todo el día, el Creador le extrajo una costillita- o si quieren el esternón- y de allí surgió Adán.  Este primer hombre además de vago sería un entrometido que desobedecería a Dios, comiendo del fruto prohibido y dando de él a su mujer. Dios, enfurecido, los expulsaría del Paraíso, diciendo a Adán: “A partir de ahora saldrás cada día a trabajar, mientras tu mujer se queda en casa y tendrás que ganar el pan con el sudor de tu frente y no te pongo a parir porque no puedes”.

¿Cuánto tiempo se hubiera mantenido una historia así en los libros sagrados? Creo que ni con un gobierno sempiterno de las amazonas o algo por el estilo. Porque este relato bíblico de Adán y Eva, pese a su calidad literaria, ha sido posiblemente la narración literaria que ha causado un mayor perjuicio a la cultura judeo-cristiano-musulmana.  En estas tres grandes religiones se ha consagrado el machismo como algo decretado por el mismo Dios.

Me voy a referir muy poco en este libro al judaísmo y a la religión islámica, porque no quiero caer en el defecto de hablar competentemente de temas en los que uno es incompetente.  Mi vida y mi formación se han desarrollado y se desarrollan en ambientes cristianos (particularmente católicos) y es a ellos a los que me voy a referir principalmente.

Pero en lo poco que este autor conoce tras varias lecturas del Corán, tengo que afirmar que contrariamente a lo que se cree, las enseñanzas del profeta Mahoma fueron bastante menos severas con la mujer que las de la cultura judeo-cristiana. Más aún la religión musulmana, al extenderse por África, impidió el exterminio al que algunas tribus sometían a la población femenina, simplemente por su condición de mujer.    

Pero lo peor de esta historia es que la tradición cristiana amplificó la importancia de este relato, convirtiéndolo en piedra fundamental del cristianismo. Tras el relato de la creación vino la historia del primer pecado, con razón llamado original, porque es el más original de los pecados: uno nace con él y es ya pecador desde el vientre de su madre.

Y no voy a entrar en discusiones teológicas de si el relato yahvista o sacerdotal es más antiguo que el elohista. Eso le importa muy poco al hombre y a la mujer de hoy en día. Lo importante es que el relato machista de Adán y Eva, está colocado y aceptado por la tradición, detrás del relato elohista: el que habla de una creación de hombre y mujer a un mismo tiempo, al igual que sucedió con las otras especies animales.

Porque además el relato yahvista fue interpretado por la tradición cristiana, de la manera más desfavorable para las mujeres que podía hacerse. ¿Quién de los que tengan ahora cincuenta o más años de vida no habrá oído en púlpitos y conferencias aquello tan terrible de que por la mujer vino el pecado al mundo, que hoy se escucha menos, pero que nunca ha sido rectificado?.

Por eso mis recuerdos de infancia siempre evocan esa dualidad religión-vida, que eran tan contradictorias.  Por un lado, como miembro de una familia numerosa, mi vida estuvo marcada por la bondad de tres mujeres: mi madre, mi abuela y su hermana (la clásica tía soltera) que fueron la bendición de todo nuestra familia, y muy concretamente para mí, en ese año de infancia, en que una grave enfermedad estuvo a punto de acabar con mi vida. 

Tenía sólo seis años recién cumplidos, pero para simplificar gastos familiares, debía recibir la Primera Comunión junto a mi hermano mayor. Todavía recuerdo -y recordaré mientras tenga un hálito de vida- que por encima de todas las predicaciones de los horrores del infierno y el sufrimiento de los réprobos, nada me impresionó más que esa historia de Eva, caprichosa y pecadora, que no sólo nos había ocasionado la expulsión del Paraíso, sino que de rebote, había causado la muerte de Jesús en la cruz.  Mi vida me enseñaba que debía la vida- y por dos veces- a la intervención de una mujer y la Religión me la mostraba como causante del pecado. 

Y ya estoy sintiendo la voz de algún santo sacerdote de la Iglesia, diciéndome que soy injusto, porque también se hablaba de María, la madre del Señor y que ya decía el catecismo que si por una mujer había venido el pecado, por otra la redención.  Pero mi planteamiento no es teológico, sino humanista. Ninguna historia posterior justifica la perversidad de la primera, porque seamos sinceros, aquí estamos hablando como siempre de religión y poder.

Lo importante en esos tiempos de guerras y mortandades era la continuación de la especie humana. Con un relato como el de Adán y Eva se mantenía ese principio de autoridad, tan querido aún para la ultraderecha religiosa, política y social y la mujer se quedaba en casa, engendrando y cuidando a sus hijos. Y una vez más se anteponía la injusticia al desorden.


Por eso, durante tres largos milenios se ha sometido a un poco más de la mitad de la humanidad a la autoridad masculina y algo aún más grave: al alejar a la mujer de la enseñanza, se privó a la historia del Arte y de la Cultura de esa visión creadora femenina, que tanto está enriqueciendo la historia contemporánea.

No hay comentarios: