La mayor estafa del siglo XX americano cumple 55 años
Tomado del blog de Montaner
por Manuel Castro Rodríguez
Según el académico cubano Juan Antonio Blanco: “El mayor estafador de estos tiempos no es el financiero Bernard Madoff. Ha sido Fidel Castro por más de cincuenta años”. Con todo el respeto que me merece mi antiguo profesor de Filosofía, considero que se quedó muy corto en el período de tiempo. Véase el porqué me expreso así.
Hoy se cumplen 55 años de la huída del dictador Batista. El 7 de febrero de 1959, a las pocas semanas de llegar al poder, Fidel Castro sepultó la Constitución de 1940 -que había prometido restablecer, como se puede comprobar si se lee al final de este subdominio elManifiesto de la Sierra Maestra- y le quitó al Congreso sus funciones legislativas.
A los pocos meses de llegar al poder, Castro comenzó a exportar la subversión armada y areprimir a sus antiguos compañeros de lucha. Como reconoce Juanita Castro, hermana de Fidel y Raúl: “La gran tragedia de Cuba empezó con Batista y siguió con Fidel”.
Castro pasó rápidamente de humanista a totalitarista. Cuba es el único país occidental donde es ilegal ser opositor: marxistas, liberales, socialistas, trotskistas, democristianos y anarquistas han sufrido difamación, ostracismo, destierro, cárcel, tortura y asesinato. El filósofo izquierdista Oscar del Barco señala: “Los llamados revolucionarios se convirtieron en asesinos seriales, desde Lenin, Trotzky, Stalin y Mao, hasta Fidel Castro y Ernesto Guevara”.
Castro declaró el 16 de febrero de 1959: “con la ventaja de contar con un país rico, donde se puede sembrar todo el tiempo en el año, un pueblo inteligente y un pueblo entusiasta, un pueblo ansioso de alcanzar un destino mejor, lograremos un estándar de vida mayor que ningún otro país en el mundo”.
El académico marxista cubano Julio César Guanche reconoce que: “En rigor, la década del 40 fue lo más parecido existente en la República burguesa cubana a un Estado de Bienestar”.
El académico marxista argentino Guillermo Almeyra admite que en la década del cincuenta Cuba “era el segundo en desarrollo después de la Argentina”.
Como han reconocido varios economistas e historiadores marxistas (Juan F. Noyola, Raúl Cepero Bonilla, Oscar Pino Santos, Manuel Moreno Fraginals y Óscar Zanetti Lecuona), Cuba era un país con índices crecientes de progreso económico y social.
En 1953, Eugene Staley hizo una investigación (The Future of Underveloped Countries, Harper, New York, 1954), para el Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano. Staley clasificó a Cuba entre los países de desarrollo intermedio: Argentina, Austria, Cuba, Checoslovaquia, Chile, España, Finlandia, Hungría, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Polonia, Portugal, Puerto Rico, Unión Sudafricana, URSS, Uruguay y Venezuela.
Según The Future of Underveloped Countries, los países altamente desarrollados en 1953 eran Australia, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Holanda, Noruega, Nueva Zelanda, Reino Unido, Suecia y Suiza.
Por ende, Cuba se encontraba en 1953 entre los 31 países más desarrollados del mundo, si se considera que Puerto Rico es un Estado asociado a Estados Unidos.
Los residentes en Cuba pueden verificar esta información en el libro Curso de Economía Moderna, edición de 1959, escrito por Paul A. Samuelson, premio Nobel de Economía 1970, que pueden consultar en la biblioteca de la Facultad de Economía (UH) y en la Biblioteca Nacional –si es que todavía no ha pasado a la interminable lista de libros censurados por el régimen militar cubano.
En 1950, atendiendo a una solicitud del Gobierno de Carlos Prío, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial) envió una misión técnica presidida por Adam Francis Truslow y compuesta por 17 destacados economistas. Durante varios meses realizaron un estudio de la economía cubana, conocido posteriormente como Informe de la Misión Truslow, que expresa sobre la situación cubana: “la impresión general de los miembros de la misión, de observaciones a través de toda Cuba, es que los niveles de vida de los campesinos, trabajadores agrícolas, trabajadores industriales, oficinistas y otros es mucho más alto que los de sus grupos similares en otros países tropicales y que la mayor parte de los países de América Latina”.
La Misión Truslow recomendó diversificar la economía cubana; señaló que con excepción del combustible, Cuba poseía los recursos necesarios para ello. En 1949, la industria representó el 15% del ingreso nacional. En 1958, aumentó al 25%, gracias a que se invirtieron 462,4 millones de dólares en la industria no azucarera, desglosado de la forma siguiente: extractiva (120,2 millones de dólares), electricidad (90,0), refinación de petróleo (68,0), papel y elaboración de madera (46,0), metalúrgica (21,3), química (17,2), materiales de construcción (9,8), tabaco y licores (4,5), alimentaria (3,6), textil (1,8) y otras (80,0).
El académico marxista norteamericano James Petras reconoce: “Mientras que la mayoría de los países asiáticos y latinoamericanos iban a la zaga de Cuba en los años sesenta, hoy han superado a Cuba en la diversificación de sus economías, el desarrollo de sectores competitivos de fabricación para la exportación y la disminución de su dependencia de un grupo limitado de productos de exportación”.
Según los principales anuarios internacionales de la época, en la década del cincuenta Cuba marchaba a la vanguardia mundial:
Entre los tres países de Iberoamérica –incluye a América Latina, España y Portugal- con mayor consumo per cápita de calorías y proteínas.
Entre los tres países iberoamericanos con más bajos índices de mortalidad infantil y analfabetismo.
En cuanto a médicos, Cuba ocupaba el primer lugar per cápita en Iberoamérica. Esos galenos trabajaban en Cuba, no en otros países a donde los hermanos Castro han enviado a decenas de miles de ellos con contrato propio de esclavo, inaceptable para los médicos de los otros países subdesarrollados.
Entre los cuatro países más urbanizados del orbe.
El país con mayor índice de vivienda electrificada y con baño propio en Iberoamérica.
Antes de que los hermanos Castro se entronizaran en el poder, a Cuba se le conocía como la Perla del Caribe, aunque existían grandes diferencias entre las zonas rurales y urbanas.
En 1951 la deuda externa de Cuba era de 68 millones de dólares. Siete años después, en 1958, disminuyó a 48 millones. A pesar de la ayuda soviética -65 mil millones de dólares-, con los hermanos Castro en el poder la deuda externa ha alcanzado niveles que han situado a Cuba como el mayor deudor per cápita en el mundo, con cifras nunca antes vistas.
Además de por sus múltiples crímenes, el fracaso socioeconómico del castrismo se pone de manifiesto con las enormes carencias que sufre el pueblo cubano desde hace más de medio siglo en cuanto a alimentación, vivienda, agua potable, transporte y los derechos consagrados por la Declaración Universal de Derechos Humanos.
En consumo de carne de res, Cuba ocupaba en 1958 el cuarto lugar en Latinoamérica. Con los Castro en el poder, este alimento prácticamente desapareció de la mesa del cubano de a pie. Hace siete años, en 2007, se autorizó la venta a la población de 227 gramos cada tres meses, o sea, 908 gramos al año, menos de un kilogramo anual. Sólo los hindúes consumen menos carne de res debido a su religión, aunque la India es uno de los principales exportadores mundiales de carne de vacuno.
La venta libre de carne de res es monopolio del Gobierno de Cuba, quien la vende a 9,50 pesos convertibles el kilogramo, o sea, la mitad del salario promedio mensual.
La venta libre de carne de res es monopolio del Gobierno de Cuba, quien la vende a 9,50 pesos convertibles el kilogramo, o sea, la mitad del salario promedio mensual.
Más de dos millones de cubanos hemos emigrado a casi todos los confines del planeta, casi el 20% de la población de un país que se caracterizaba por ser receptor de emigrantes. Los cubanos continuamos votando con los pies: la emigración del año 2012 fue la más elevada (46.662) desde 1994 (47.884), y la segunda después de 1980, cuando 125 mil cubanos se marcharon por el Mariel.
Cuba pasó a depender del extranjero como nunca antes en su historia. A pesar de la cuantiosa ayuda soviética, se generalizó la miseria que se ha convertido en indigencia, como reconoce el cineasta marxista cubano Eduardo del Llano:
“La gente no da limosnas sólo porque su corazón se haya endurecido, sino porque lo que lo separa del indigente es apenas que uno de los dos está tumbado y el otro de pie. Eso en una Habana que parece un suburbio de sí misma, donde cada vez hay más barrios y manzanas con el espíritu y la traza de pueblos de campo. De hecho, es como si todo el país, harapiento y resudado, viviera en un portal, tapándose con un Granma y con una botella de ron casero al alcance de la mano”.
Al cumplir siete años, los niños cubanos pierden el derecho a recibir leche a un precio asequible; después de esa edad, para poderla tomar dependen de los emigrados: sólo en el año 2012, los cubanos radicados en EEUU enviaron 5.105 millones de dólares entre efectivo y bienes. El lema de la Cuba republicana “sin azúcar no hay país” ha sido sustituido de hecho por el de “sin exilio no hay país”.
Además, el Gobierno de Cuba depende de EEUU, que es su principal suministrador de alimentos y medicamentos.
Aunque los hermanos Castro pretenden hacer creer que los problemas de su régimen comenzaron cuando la Unión Soviética se desintegró en 1991 y, por ende, desaparecieron sus cuantiosas subvenciones a la economía cubana -sesenta y cinco mil millones de dólares-, no puede olvidarse que la escasez siempre ha sido consustancial al castrismo, como puede comprobarse en varias ediciones del oficialista Noticiero ICAIC Latinoamericano hechos en la década del ochenta, que pueden verse al final de este subdominio.
La Habana era “una de las ciudades más ricas y más bellas de América”, reconoció Ernesto ‘Che’ Guevara. Ahora el arquitecto Mario Coyula, director de Arquitectura y Urbanismo de la capital cubana, admite que “La Habana podría terminar, en una visión dantesca, como un gran anillo de basura consolidada o como un cráter vacío, que en el centro alguna vez tuvo una ciudad… El tema de los vientos y de las lluvias fuertes afecta sobre todo hoy las casas precarias, hechas con materiales de pésima calidad, como lata, cartón, de las que hoy existen muchas en todo el país”.
En cuanto a almacenes, La Habana era el París de América Latina en la década del cincuenta. Véase al final de este subdominio la historia de las tiendas El Encanto, contada por antiguos empleados y apoyada por imágenes de la época, que muestran la categoría tan alta de dichas tiendas existentes en varias ciudades de la Cuba republicana. Aunque mi familia era pobre, nunca se nos impidió la entrada en tienda u hotel alguno, como sí hizo Fidel Castro con la mayoría del pueblo cubano durante varias décadas.
A pesar de tantos hechos inobjetables -por ser verificables-, muchos extranjeros continúan repitiendo que el castrismo logró avances muy importantes en salud -el mito de la excelente salud pública- y educación -el mito del excelente sistema de educación castrista-, sin analizar tan siquiera las pésimas condiciones en que se encuentran los servicios de salud y educación a los que tiene acceso el cubano de a pie.
Creer ciegamente en algo y mantener una idea frente a otros razonamientos de mayor peso que la nieguen, es terreno de la fe –algo que respeto plenamente, pero no comparto. Eso es lo que les ocurre a muchos extranjeros: consideran que la realidad cubana es binaria y que por lo tanto, sólo se puede estar con el castrismo o con el ‘imperialismo yanqui’.
Afortunadamente, mi formación se consolidó cuando conocí el ‘método científico’, que considero es uno de los mayores logros de la humanidad. El ‘método científico’ se resume en:
1) El escepticismo (cualquier enunciado está abierto a la duda y al análisis).
2) El determinismo (los eventos ocurren de acuerdo a leyes y causas regulares, y no como resultado del capricho de demonios o deidades).
3) El empirismo (la investigación debe ser conducida a través de la observación y verificada con la experiencia).
Según la Real Academia Española, una de las acepciones de ‘escepticismo’ es: “Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo”. Esto me hace recordar una frase que mi padre utilizaba: “Ver para creer”.
Debido a la eficaz propaganda del régimen de La Habana, sé que a muchos extranjeros no les es fácil romper los vínculos que los atan a las mentiras del castrismo, sobre todo a aquellos que ni tan siquiera han visitado Cuba, o si lo han hecho ha sido disfrutando los planes de turismo político. Existen muchos extranjeros que desconocen cómo funciona realmente el régimen que existe en Cuba, y consideran que es la única alternativa que tienen los pueblos latinoamericanos. Por ello los invito a que vean los vídeos sobre la destrucción física y antropológica de Cuba.
Afortunadamente, mi formación se consolidó cuando conocí el ‘método científico’, que considero es uno de los mayores logros de la humanidad. El ‘método científico’ se resume en:
1) El escepticismo (cualquier enunciado está abierto a la duda y al análisis).
2) El determinismo (los eventos ocurren de acuerdo a leyes y causas regulares, y no como resultado del capricho de demonios o deidades).
3) El empirismo (la investigación debe ser conducida a través de la observación y verificada con la experiencia).
Según la Real Academia Española, una de las acepciones de ‘escepticismo’ es: “Desconfianza o duda de la verdad o eficacia de algo”. Esto me hace recordar una frase que mi padre utilizaba: “Ver para creer”.
Debido a la eficaz propaganda del régimen de La Habana, sé que a muchos extranjeros no les es fácil romper los vínculos que los atan a las mentiras del castrismo, sobre todo a aquellos que ni tan siquiera han visitado Cuba, o si lo han hecho ha sido disfrutando los planes de turismo político. Existen muchos extranjeros que desconocen cómo funciona realmente el régimen que existe en Cuba, y consideran que es la única alternativa que tienen los pueblos latinoamericanos. Por ello los invito a que vean los vídeos sobre la destrucción física y antropológica de Cuba.
A todos los cubanos les pregunto: ¿Esta no es la mayor estafa cometida en este continente durante todo el siglo XX?
A todos los que continúan sufriendo las consecuencias de la mayor estafa del siglo XX americano les deseo muchas felicidades en el año que hoy comienza, tan radicalmente diferente al 1 de enero de 1959.
Mons. Carlos Manuel de Céspedes: pasión por Cuba y por la Iglesia
Crónica del funeral y de una vida. Vio en la revolución oportunidades en educación y salud, pero a un precio: "la pérdida de la libertad de pensar, opinar y escribir... de vivir".
Por Araceli Cantero Guibert
MIAMI, 06 de enero de 2014 (Zenit.org) - Con un ‘viva’ a Cuba, un apretado aplauso y el canto a la Virgen Mambisa, referido a la Virgen de la Caridad, centenares de cubanos dieron su último adiós al sacerdote e intelectual cubano Mons. Carlos Manuel de Céspedes García Menocal, fallecido en la mañana del 3 de enero en su residencia de la Parroquia de San Agustín en la Habana a los 77 años.
Con su muerte culmina la larga trayectoria de este sacerdote que repetía siempre que: “Cuba y la Iglesia son las dos pasiones mías. Siempre lo he dicho porque es así”, como indicó durante una entrevista en la televisión cubana en 2011.
Visitarle en su despacho de la Parroquia de San Agustín era constatar el orgullo con el que llevaba el nombre de su tatarabuelo, Carlos Manuel de Céspedes, a quien Cuba reconoce como el "Padre de la Patria, por haber iniciado las guerras de Independencia en la isla, en el siglo XIX. Rodeado de cuadros, fotografías y libros no ocultaba su satisfacción al narrar su procedencia y explicar el sentido de una bandera cubana con la imagen de su tatarabuelo en el centro.
“Cuando yo muera, no se a donde irá a parar todo esto" comentaba, sin ocultar que vivía muy consciente de la herencia recibida y de su apellidos. El de su madre le hacía descendiente del tercer presidente de la Républica de Cuba: Mario García Menocal.
En un gesto inusual, la prensa estatal se hizo eco de su muerte destacando su dedicación a la patria y a la Iglesia y resaltando su contribución al mundo de la cultura.
“Su velorio comenzó a las 3 de la tarde del día de su deceso, pero a la puerta de su casa se presentaron mucho jóvenes que él acogió, introdujo en el proceso de conversión y formación”, comentó Rolando Suarez, abogado de la Conferencia de Obispos. “Los jóvenes eran su tesoro más preciado, junto con los servicios diarios de atención y alimentos a ancianos pobres de la parroquia, su centro de formación con clases de idiomas, computación y ciclos permanentes de cine debate y opera, con apreciable participación de fieles y no creyentes”, indicó Suárez.
Estuvo expuesto hasta la misa de cuerpo presente a las 8 de la mañana del día sábado 4, presidida por el Arzobispo de la Habana, el cardenal Jaime Ortega Alamino. También acudieron obispos de otras diócesis, sacerdotes y representantes del gobierno cubano.
Mons. De Céspedes había estudiado filosofía y derecho en la Universidad de la Habana. Suarez le describe como “estirpe de políticos, con luces y sombras, pero con ideales patrióticos inclaudicables, que renunció a todo esto para servir como sacerdote”.
La decisión de su vocación no fue fácil pero una vez tomada “ya todo fue paz y tranquilidad, nunca tuve ninguna vacilación después”, señaló él mismo en una entrevista, afirmando que “he sido sacerdote célibe y he sido muy feliz”.
Estudió teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma en donde fue ordenado sacerdote en 1961. Dos años mas tarde regresó a Cuba, cuando las relaciones entre la Iglesia y la revolución cubana liderada por Fidel Castro en 1959 eran ya muy tensas. De aquel momento él mismo ha confesado que “le pedía a Dios realmente en mi oración íntima que me ayudara como sacerdote a ser elemento siempre de unión y nunca de división en Cuba, y lo he tratado de hacer”.
En 1966 fue nombrado rector del Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana. En palabras del cardenal Ortega durante la Eucaristía de su sepelio, “él fue, en aquellos momentos, el 'salvador' del seminario cubano como institución". Para Suárez, “su constancia y arrojo impidió que el seminario fuera cerrado, aunque le fue quitado su inmueble y se trasladó a otro edificio”. Años después ocupó los cargos de secretario de la Conferencia de Obispos y vicario general de Arquidiócesis de La Habana hasta su muerte
Por su modo de expresarse ha sido una figura controversial y considerado por muchos en la diáspora cubana como simpatizante de la revolución. Mons. De Céspedes no ocultaba sus buenas relaciones con la familia de Fidel Castro y con figuras afines al gobierno. Siempre defendió el respeto a quienes pensaban de manera diferente y distinguía entre la condena a las ideologías y las buenas relaciones con las personas.
“Acercó a muchos a Jesús y a su Iglesia sobre todo en ciertos ambientes muy anticlericales”, ha señalado Mons. Felipe Estevez, Obispo de San Agustín, Florida. “Tenía tacto y verbo para preparar como un Juan Batista a las personas disponiendo las al encuentro con Cristo”.
José Villalón, fue asesor nacional de la Juventud Universitaria Católica (JUC) y dice que le recuerda como “hombre equilibrado, esclarecido, bien formado, heredero de una tradición cubana esencial y conocedor singular de la misma, por su trabajo pastoral en Cuba, por su apertura dialogal, y hasta por su simpatía y preclara figura”.
El católico Gustavo Andujar, concuerda en ello pero lo recuerda “sobre todo como el sacerdote amigo, siempre cordial y cercano, pastor muy atento a las necesidades de su parroquia y al servicio de la Iglesia”. Le califica de “hombre puente que vinculaba a la Iglesia con el mundo académico”. También reconoce que fue una figura polémica, sobre todo por sus pronunciamientos políticos, en los que ocasionalmente faltaba el equilibrio siempre deseable en las declaraciones de un eclesiástico”.
En 1998 se publicó en España la obra “Érase una vez en la Habana” en la que usando distintos géneros Mons. De Céspedes va hilando testimonios representativos del acontecer en Cuba y de los problemas de la isla. Su lectura descubre a un autor que no es precisamente simpatizante con todo lo que acontece en Cuba. Elogia la educación para todos pero deplora que no transite espíritu y que haya destruido una parte de la identidad. La obra reconoce los cambios que trajo la revolución y las oportunidades en educación y salud, pero a un precio: "la pérdida de la libertad de pensar, opinar y escribir... de vivir".
Autor de libros, innumerables ensayos y también poesía, su vida no se limitó al orgullo patrio y a la cultura sino que estuvo marcada por su sacerdocio. El mismo lo subrayó en más de una ocasión y en especial al referirse a la influencia que tuvo en su vida la del siervo de Dios y sacerdote cubano Félix Varela, de cuya vida había investigado y escrito prolíficamente.
Mons. Estévez reconoce que en la vida de Mons. De Céspedes, “al igual que en la del Padre Varela, el tema de la fe y la patria es central en su pensamiento”. En una entrevista, él mismo lo reconoció de esta manera: “El Padre Varela me fue estímulo y catalizador en el camino... Dios me ha librado de caer en la tentación de llegar a pensar que uno de mis dos grandes amores – Cuba y la Iglesia – me podría separar del otro, cuando es así que, no sólo han estado siempre integrados en mi vida, sino que siempre uno ha estimulado al otro (…). De la mano de ambos he podido atravesar los torrentes que, inevitablemente, he encontrado en mi andar, sin que las aguas nocivas me arrastren. Espero llegar así a la otra orilla, al calor y a la luz de nuestra antorcha viva”.
Con su muerte culmina la larga trayectoria de este sacerdote que repetía siempre que: “Cuba y la Iglesia son las dos pasiones mías. Siempre lo he dicho porque es así”, como indicó durante una entrevista en la televisión cubana en 2011.
Visitarle en su despacho de la Parroquia de San Agustín era constatar el orgullo con el que llevaba el nombre de su tatarabuelo, Carlos Manuel de Céspedes, a quien Cuba reconoce como el "Padre de la Patria, por haber iniciado las guerras de Independencia en la isla, en el siglo XIX. Rodeado de cuadros, fotografías y libros no ocultaba su satisfacción al narrar su procedencia y explicar el sentido de una bandera cubana con la imagen de su tatarabuelo en el centro.
“Cuando yo muera, no se a donde irá a parar todo esto" comentaba, sin ocultar que vivía muy consciente de la herencia recibida y de su apellidos. El de su madre le hacía descendiente del tercer presidente de la Républica de Cuba: Mario García Menocal.
En un gesto inusual, la prensa estatal se hizo eco de su muerte destacando su dedicación a la patria y a la Iglesia y resaltando su contribución al mundo de la cultura.
“Su velorio comenzó a las 3 de la tarde del día de su deceso, pero a la puerta de su casa se presentaron mucho jóvenes que él acogió, introdujo en el proceso de conversión y formación”, comentó Rolando Suarez, abogado de la Conferencia de Obispos. “Los jóvenes eran su tesoro más preciado, junto con los servicios diarios de atención y alimentos a ancianos pobres de la parroquia, su centro de formación con clases de idiomas, computación y ciclos permanentes de cine debate y opera, con apreciable participación de fieles y no creyentes”, indicó Suárez.
Estuvo expuesto hasta la misa de cuerpo presente a las 8 de la mañana del día sábado 4, presidida por el Arzobispo de la Habana, el cardenal Jaime Ortega Alamino. También acudieron obispos de otras diócesis, sacerdotes y representantes del gobierno cubano.
Mons. De Céspedes había estudiado filosofía y derecho en la Universidad de la Habana. Suarez le describe como “estirpe de políticos, con luces y sombras, pero con ideales patrióticos inclaudicables, que renunció a todo esto para servir como sacerdote”.
La decisión de su vocación no fue fácil pero una vez tomada “ya todo fue paz y tranquilidad, nunca tuve ninguna vacilación después”, señaló él mismo en una entrevista, afirmando que “he sido sacerdote célibe y he sido muy feliz”.
Estudió teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma en donde fue ordenado sacerdote en 1961. Dos años mas tarde regresó a Cuba, cuando las relaciones entre la Iglesia y la revolución cubana liderada por Fidel Castro en 1959 eran ya muy tensas. De aquel momento él mismo ha confesado que “le pedía a Dios realmente en mi oración íntima que me ayudara como sacerdote a ser elemento siempre de unión y nunca de división en Cuba, y lo he tratado de hacer”.
En 1966 fue nombrado rector del Seminario de San Carlos y San Ambrosio en La Habana. En palabras del cardenal Ortega durante la Eucaristía de su sepelio, “él fue, en aquellos momentos, el 'salvador' del seminario cubano como institución". Para Suárez, “su constancia y arrojo impidió que el seminario fuera cerrado, aunque le fue quitado su inmueble y se trasladó a otro edificio”. Años después ocupó los cargos de secretario de la Conferencia de Obispos y vicario general de Arquidiócesis de La Habana hasta su muerte
Por su modo de expresarse ha sido una figura controversial y considerado por muchos en la diáspora cubana como simpatizante de la revolución. Mons. De Céspedes no ocultaba sus buenas relaciones con la familia de Fidel Castro y con figuras afines al gobierno. Siempre defendió el respeto a quienes pensaban de manera diferente y distinguía entre la condena a las ideologías y las buenas relaciones con las personas.
“Acercó a muchos a Jesús y a su Iglesia sobre todo en ciertos ambientes muy anticlericales”, ha señalado Mons. Felipe Estevez, Obispo de San Agustín, Florida. “Tenía tacto y verbo para preparar como un Juan Batista a las personas disponiendo las al encuentro con Cristo”.
José Villalón, fue asesor nacional de la Juventud Universitaria Católica (JUC) y dice que le recuerda como “hombre equilibrado, esclarecido, bien formado, heredero de una tradición cubana esencial y conocedor singular de la misma, por su trabajo pastoral en Cuba, por su apertura dialogal, y hasta por su simpatía y preclara figura”.
El católico Gustavo Andujar, concuerda en ello pero lo recuerda “sobre todo como el sacerdote amigo, siempre cordial y cercano, pastor muy atento a las necesidades de su parroquia y al servicio de la Iglesia”. Le califica de “hombre puente que vinculaba a la Iglesia con el mundo académico”. También reconoce que fue una figura polémica, sobre todo por sus pronunciamientos políticos, en los que ocasionalmente faltaba el equilibrio siempre deseable en las declaraciones de un eclesiástico”.
En 1998 se publicó en España la obra “Érase una vez en la Habana” en la que usando distintos géneros Mons. De Céspedes va hilando testimonios representativos del acontecer en Cuba y de los problemas de la isla. Su lectura descubre a un autor que no es precisamente simpatizante con todo lo que acontece en Cuba. Elogia la educación para todos pero deplora que no transite espíritu y que haya destruido una parte de la identidad. La obra reconoce los cambios que trajo la revolución y las oportunidades en educación y salud, pero a un precio: "la pérdida de la libertad de pensar, opinar y escribir... de vivir".
Autor de libros, innumerables ensayos y también poesía, su vida no se limitó al orgullo patrio y a la cultura sino que estuvo marcada por su sacerdocio. El mismo lo subrayó en más de una ocasión y en especial al referirse a la influencia que tuvo en su vida la del siervo de Dios y sacerdote cubano Félix Varela, de cuya vida había investigado y escrito prolíficamente.
Mons. Estévez reconoce que en la vida de Mons. De Céspedes, “al igual que en la del Padre Varela, el tema de la fe y la patria es central en su pensamiento”. En una entrevista, él mismo lo reconoció de esta manera: “El Padre Varela me fue estímulo y catalizador en el camino... Dios me ha librado de caer en la tentación de llegar a pensar que uno de mis dos grandes amores – Cuba y la Iglesia – me podría separar del otro, cuando es así que, no sólo han estado siempre integrados en mi vida, sino que siempre uno ha estimulado al otro (…). De la mano de ambos he podido atravesar los torrentes que, inevitablemente, he encontrado en mi andar, sin que las aguas nocivas me arrastren. Espero llegar así a la otra orilla, al calor y a la luz de nuestra antorcha viva”.
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