Sesquipedalia
Asesinatos
y carestías
Humberto
Seijas Pittaluga
Sin duda que Colacho y los demás personeros
del régimen son émulos de Miranda. Pero no
de Francisco, aquel caraqueño que murió en La Carraca, sino de la joven de ese
nombre que aparece en una obra shakesperiana: “La Tempestad”. Aquella que habiendo vivido toda su vida en
una isla deshabitada, aislada del resto del género humano —los
únicos seres que conocía eran su
padre, un salvaje esclavizado y
un par de espíritus invisibles— cuando por fin tiene ante sí a otras
personas, declama aquello de: “O wonder! / How many goodly creatures are
there here! / How beauteous mankind is! O brave new world, / That has such people
in't”. (¡Oh qué maravilla! / ¡Cuántas agraciadas criaturas
hay aquí! / ¡Cuán bella es la humanidad! ¡Oh magnífico nuevo mundo / en el que hay
gente así.) Pero resulta que las tales
“bellas criaturas” que ve por vez primera no son personas
que actúan de una manera refinada
o civilizada: es un tropel de marineros borrachos y
sucios que salen tambaleándose de entre
los restos de una nave que varó
en la isla. Así les pasa a los
que desmandan desde Ciliaflores —con una diferencia: Miranda lo hacía por
ingenua; estos, por embaucadores. Tras
quince años de preconizar la violencia, de entregarles armas a los
“colectivos”, de decir que robar no es malo, siguen con las gafas rosadas de
Pangloss puestas y continúan afirmando que el “hombre nuevo” que han construido
en estos largos quince años es bueno, buenote, buenísimo. Tanto, que lo premia autorizándolo para que
saquee cuanta empresa comercializadora de electrodomésticos se le atraviese.
Fue solo cuando el asesinato de una Miss
Venezuela trascendió en todas las portadas de todos los periódicos del mundo y
en todos los noticieros de todas las televisoras del planeta que cayeron en
cuenta de que hay algunos venezolanos que no se comportan de acuerdo a la
“nueva ética socialista”. Y, como
siempre, la culpa es de cualquiera menos de ellos. A pesar de que, me repito, son laaargos
quince años adoctrinando. Pero la culpa —según
ellos—es de los “capitalistas, apátridas, lacayos del imperio”. ¡Nada de eso!
La tragedia en la que está sumida Venezuela es el producto de una
política dibujada en Cuba, pero sufrida aquí, de aterrorizar a la población
para que aguante calladamente todas las tropelías que se les ocurran a los
mangantes gubernamentales.
Por eso, la Fosforito seguirá tomándose fotos
en las camas de los pranes mientras les suplica que entreguen las armas; por
eso, seguirá en eso de que lo conveniente es cerrar cárceles porque dizque son
“faltas de humanidad”. Está como en el
cuento de quien vendió el sofá. Por eso,
los dizque “representantes del pueblo” siguen pensando en que nuestro Código
Penal es el mejor del mundo porque —a diferencia de los países capitalistas— no
acepta que a los menores asesinos se les juzgue como adultos, sin importar cuán
encallecidos estén en el delito. ¿Mejor
del mundo, y es uno de los pocos que todavía tipifica penas para los mal
llamados “delitos de opinión”?
Nos dijo Víctor Maldonado este fin de semana:
“…el hecho de vivir se ha envilecido por el odio y una economía devastada por
la ideología, la corrupción y la ineficiencia. Nos matan, y si tenemos la
suerte de ir sobreviviendo, estamos sometidos a los estragos de la inflación,
la escasez, el desempleo y la descomposición social”. Sobre todo esto último, que es la sumatoria
del “misionismo” —que hizo pasar de moda el “ganar el pan con el sudor de tu
frente”— con una infame instrucción pública y con la alcahuetería de cohonestar
los delitos cometidos por los copartidarios.
Todo ello, envuelto en un manejo poco profesional pero muy corrompido de
los dineros públicos que lleva inexorablemente a la inflación. Lo cual trae aparejada otra tentación: la de
buscar refugio contra ella en los cargos públicos, porque aunque los sueldos
sean inadecuados, siempre se puede seguir el ejemplo de los jefes actuales y
cobrar por los servicios que se ha de prestar.
En estos quince años, la nómina oficial se ha más que triplicado. Con un añadido: hay más caciques que
indios. La prensa del domingo explicaba
que crearon 111 viceministerios “de un guamazo”. ¿Y qué decir del cuerpo de generales?
Comparado con lo que había en 1989, lo han multiplicado por diez para diluir el
liderazgo. Y estos —con más prontuarios
que currículos— actúan como los genízaros turcos del siglo XVI: mientras les
mantengan los privilegios y les paguen bien, no importa lo degradante que sea
el oficio que los pongan a hacer. Todos
dispuestos a disfrutar de las ventajas; ninguno, preocupado por las
consecuencias para el país a mediano y largo plazo…
Estamos presenciando la ruina del país, la
quiebra del erario, la bancarrota del civismo.
Y pensar que todo comenzó con una instigación a la venganza. Lamentablemente, ninguno de los capitostes
—empezando por Colacho— entiende algo que afirma Próspero, el papá de Miranda: “La
grandeza está en la virtud, no en la venganza”…
hacheseijaspe@gmail.com
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