No recuerdo cómo comenzó todo, pero en los últimos tiempos me he aficionado a leer páginas web destinadas a la propagación del catolicismo. Quizás todo empezó con las Flos Mariae, siete hermanas españolas que todos los miércoles publican una canción en su canal de YouTube: los títulos de esas canciones (“Reza el Rosario”, “Dios, ¿por qué me amas tanto?”, “Vete a confesar”, “Espérame”, “Busca la verdad”, “Seré tu princesa”, “Jesús, yo quiero ser como tú”) permiten imaginar su contenido, aunque no la forma en que, en combinación con la imagen, la “melodía” y una estética colorista, ese contenido se despliega ante el espectador, que se pregunta si se le está hablando en serio o no. Las Flos Marie, por supuesto, hablan en serio (también parece hacerlo su madre, María Durán de Bellido, “esposa, madre de 16 hijos, abuela de varios nietos, modista y empresaria”, que responde las preguntas de los lectores de CatholicosOnLine), incluso cuando lo hacen acerca de la virginidad, la plegaria y la supuesta obligación de que la mujer se centre principalmente en el hogar y en el cultivo de las virtudes “femeninas”: la elegancia, la piedad, la discreción, la caridad, la aceptación del sufrimiento.
Posiblemente haya otras páginas web de católicos y muchas de ellas sean excelentes. Al “propagar” una religión, cualquiera que sea, el hecho margen de ellas, y de la idea (muy discutible) de que sea necesario es que las dos que menciono ponen de manifiesto algo que parece inherente al catolicismo: cada uno de sus intentos de “ponerse al día” utilizando las nuevas tecnologías demuestra que su problema no es tecnológico, sino de otra índole: el catolicismo prefiere no comprender el presente ni la naturaleza de sus fieles. En ese sentido, otras religiones parecen llevarle la delantera, por ejemplo el protestantismo. Una de sus iniciativas más recientes es Liefdestuin.nl, un exitoso sex shop protestante con sede en Utrecht en el que los fieles pueden comprar lo que deseen sin ser juzgados ni instruidos en la idea improbable de que una religión puede subsistir ignorando deliberadamente la naturaleza humana.
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Este texto fue publicado originalmente en El País Semanal, 26 de agosto de 2014
Una inteligencia sin moral (ni inteligencia); por Patricio Pron
Por Patricio Pron | 1 de noviembre, 2014
John Osborne sostuvo alguna vez que “el ordenador es la evolución lógica del ser humano: una inteligencia sin moral”; el dramaturgo inglés murió en 1994, y sólo podemos especular si los desarrollos de las últimas dos décadas lo hubieran llevado a cambiar de idea en un sentido u otro. Unas semanas atrás, la empresa australiana de optimización de motores de búsqueda Search Factory hizo públicas las conclusiones de un estudio en el que se afirmaba que buena parte de las búsquedas que se realizan habitualmente en Google carecen de sentido. Entre las más habituales, el estudio mencionaba las siguientes: “¿Es Lady Gaga un hombre?”, “¿Cómo hacer que mi gato me quiera?”, “¿Por qué no consigo casarme?”, “¿Existe Santa Claus?”, “¿Cómo ganar la lotería?”. Por absurdo (e inquietante) que parezca, unas mil personas al mes realizan, según el estudio, la siguiente pregunta “¿Cómo esconder un cadáver?”, y millones de usuarios consultan habitualmente en Google cómo consultar en Google.
La popularización de los ordenadores y de motores de búsqueda como Google ha contribuido a un mayor acceso a la información pero no nos ha enseñado cómo convertir esa información en conocimiento; por el contrario, parece haber inducido la idea errónea de que el conocimiento sería asequible mediante una simple búsqueda. El ensayista germanoparlante Philipp Theisohn afirma que el ordenador e internet han sido perfeccionados de tal forma en los últimos tiempos que el único “factor perturbador” para su funcionamiento es el ser humano “con todas sus falencias (indolencia, falta de memoria, imprecisión)”. La certeza de que la única parte de nuestros ordenadores que no funciona correctamente somos nosotros (es decir, que somos la parte a ser eliminada para el correcto funcionamiento del conjunto) debería hacernos pensar en las palabras de Osborne, quien, de vivir en nuestros días, posiblemente creyera que, si “el ordenador es la evolución lógica del ser humano”, lo es sólo por carecer de moral, pero también de inteligencia.
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Este texto fue publicado originalmente en El País Semanal.
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