Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 16 de noviembre de 2014

Mi querido profesor en la Escuela de Letras en la UCAB 1971, a quien debo el verdadero gusto que siento al leer a Marcel Proust (Valentin Louis Georges Eugène Marcel Proust), nació en el barrio parisino de Auteuil, Francia, el 10 de julio de 1871 y murió, también en París, el 18 de noviembre de 1922. Fue un novelista, ensayista y crítico cuya obra maestra, la novela En busca del tiempo perdido (À la recherche du temps perdu), compuesta de siete partes publicadas entre 1913 y 1927, constituye una de las cimas de la literatura del siglo XX, enormemente influyente tanto en el campo de la literatura como en el de la filosofía y la teoría del arte

José Balza: Hay que obligar a los políticos a leer bien

JOSÉ BALZA | FOTO ALEXANDRA BLANCO / ARCHIVO
JOSÉ BALZA | FOTO ALEXANDRA BLANCO / ARCHIVO
Marcel Proust 1900-2.jpg
Marcel Proust en 1900
En Caracas descubrió a otros que como él se apasionan por la lectura. Aun le fascina la ciudad, pero lamenta el deterioro en el que se encuentra
“Me falta dar y recibir más felicidad”, dice José Balza sobre lo que aun tienen pendiente a sus 74 años de edad. Se siente conforme como escritor, pero asegura no reconocerse. “Se cambia en la vida diaria, también en la expresión escrita, en sus búsquedas y formas”, afirma.

Balza se considera una persona de poco hablar que hace bastante tiempo se apartó de la vida pública literaria. ¿Las razones? “Primero, por una gran decepción política, aunque no practico la política. Segundo, habían desaparecido autores nuestros muy valiosos. No quería sustituirlos ni ser un emblema del país. Si bien no tengo inconsciente ni nada íntimo, prefiero la soledad. Tercero: me gusta y lo estimulo, que siempre aparezcan nuevos autores”.

¿Y cuál fue esa decepción? “Creí en la idea de desarrollar el eje Orinoco-Apure. Pero aquel tonto cambió eso y todo lo demás por Castro”, contesta el autor nacido en el delta del Orinoco y que este año es homenajeado en la sexta edición del Festival de la Lectura Chacao, que se realiza hasta el domingo 23 en la plaza Francia de Altamira.

En la rueda de prensa para presentar el evento el lunes pasado, el cuentista afirmó que durante el período democrático no se estimuló el lenguaje, lo que considera una grave falla en el porvenir de los dirigentes de la nación.

Al querer indagar en esa idea, el autor explica que lamenta que solo se haya promocionado a un solo autor, Rómulo Gallegos, a quien considera un buen novelista, pero que su exaltación dejó a un lado a personajes como Julio Garmendia o José Antonio Ramos Sucre.

“Es necesario, como, por ejemplo, hacen México, Francia, España, colocar en sitios de trabajo intelectual, internacionalmente, a escritores verdaderos de fuste. Y difundir las obras de nuestros autores, con excelentes ediciones, traducciones. Y, de manera simple, obligar a cualquier político a aprender a leer bien en español, también en otros idiomas”, acota.

Cuando joven solía leer día y noche, en soledad alumbrado por una precaria lámpara que guiaba sus ojos al mundo que recreaba a partir del papel y la tinta. Creía ser el único con esa pasión, hasta que llegó a Caracas y descubrió la Biblioteca Nacional. Ahí encontró a otros con la misma curiosidad.

La capital aun le fascina. “La amo minuciosamente. A esta y a las grandes ciudades a las que vuelvo siempre. Hoy el deterioro de Caracas es casi alarmante: pronto seremos una chivera de carros inmóviles y en vez de calles tendremos un solo gran hueco, lleno con nuestros cadáveres. Sin embargo, la luz del Ávila, la alegría y la amistad crean un cerco contra el ruido, la vagabundería, la estupidez gubernamental”, afirma.
A pesar de ese aislamiento, Balza está atento. Es un acucioso de novedades y da sus recomendaciones: “No he tenido tiempo de leerlos a todos, me gustaría hacerlo. Veo una tendencia, importantísima a la abstracción psíquica en Carolina Lozada, Jesús Miguel Toro. Un acertado y desafiante mundo en Roberto Martínez Bachrich, Gabriel Payares, Gisela Kozak, Dayana Fraile”.

Resalta además la obra de otros, no noveles, como Krina Ber, Juan Carlos Méndez, y Silda Cordoliani. “La novela Gemelas de Juan Carlos Chirinos es excepcional”, acota.

Aun no tiene mucho qué comentar de su experiencia como miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. “Acabo de entrar allí. Apenas he escuchado dos sesiones”.

Por qué nos cuesta tanto notar nuestros propios errores ortográficos

Escribir y leer son para el cerebro dos tareas altamente complejas / Foto: Thinkstock
Escribir y leer son para el cerebro dos tareas altamente complejas / Foto: Thinkstock
Para detectarlos con más facilidad Tom Stafford, psicólogo de la Universidad de Sheffield, en Reino Unido, sugiere cambiar el tipo, el tamaño o el color de las letras

Si estás a punto de cerrar la página, indignado ante semejante error en el título, o si ya estás tecleando a toda velocidad, escribiéndonos un correo para acusarnos de flojos o descuidados detente, espera un segundo.
En este caso –al menos– el error es deliberado y viene a cuento para explicar por qué nos resulta tan difícil reconocer nuestros propios errores, aunque revisemos el texto una y otra vez para asegurarnos de que está bien y evitarnos un papelón (o un regaño).
A mí me pasa con frecuencia el omitir un qué, un le, escribir desición en vez de decisión y, en algunos casos, olvidarme por completo de incluir un párrafo o una explicación esencial para hacer comprensible una nota.
Al parecer, y no lo digo en ninguna medida para justificar los errores que yo u otros colegas míos podemos cometer, no se trata de negligencia, falta de inteligencia o pereza.
Según Tom Stafford, psicólogo de la Universidad de Sheffield, en Reino Unido, esto ocurre precisamente por lo contrario.
Aunque escribir nos resulte algo cotidiano, el poner ideas en palabras es para el cerebro una tarea compleja y sofisticada.
Nuestro cerebro se concentra en la estructura, las oraciones y las frases y deja que el piloto automático se encargue de los detalles.
Lo mismo se aplica en el caso de la lectura.
Expectativas
Ahora bien, si estamos leyendo lo que nosotros mismos hemos escrito, el problema, le dice Stafford a BBC Mundo, es que "se produce una combinación entre lo que vemos y lo que esperamos ver".
"Como sabes qué quisiste escribir, eso interfiere con lo que en realidad escribiste", explica el investigador.
Es decir, no reconocemos nuestros propios errores porque lo que vemos entra en competencia con la versión que tenemos en nuestra cabeza.
Por esta razón "es mucho más fácil detectar los errores de los demás, porque tenemos muchas menos expectativas" respecto a lo que vamos a leer, afirma Stafford.
A no ser, agrega, que estemos muy familiarizados con lo que estemos leyendo, aunque no lo hayamos escrito nosotros.
En ese caso, podemos pasar por alto los errores como si fuese un texto nuestro.
Rostros en las nubes
Esta competencia entre las dos versiones no ocurre solo en el campo de la escritura/lectura.
Nuestro cerebro está diseñado para reconocer rostros, de ahí la facilidad con la que podemos "ver" caras en las nubes.
Hay que recordar, dice Stafford, "que no vemos el mundo tal como es. Siempre es una combinación de lo que vemos a través de nuestros ojos y nuestras expectativas".
"No existe algo así como la percepción pura", agregó.
Un ejemplo claro es la facilidad que tenemos para ver rostros en las nubes o en la corteza de un árbol.
"¿Están ahí? Claro que no, pero nuestro cerebro está diseñado para reconocer caras. Somos muy buenos para eso aunque esté oscuro o si una persona tiene barba", señala el psicólogo.
"Como esperamos ver rostros, nuestro cerebro selecciona cosas del entorno que se le puedan parecer", añade.
Solución
Pero no todo está perdido, es posible mejorar nuestra habilidad para detectar esos detalles que arruinan nuestra escritura.
"Hay que hacer que el texto se nos vuelva, de alguna manera, poco familiar", le dice a BBC Mundo el investigador.
"Puedes cambiar el color, el tamaño o el estilo de las letras antes de volverlo a leer".
"Otra opción es imprimirlo y dar vuelta la hoja, para leerlo al revés", concluye Stafford.

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