El baño de Ceres
El Nacional 12 DE NOVIEMBRE 2014 - 00:01
1. La diosa fértil
Hoy queremos recomendarles que se den un paseo frente al casco histórico de La Guaira. Porque necesitamos que reparen en la situación dramática en que se encuentra -y desde hace ya seis años- la Fuente de la Prosperidad y de la Abundancia, o Fuente de Ceres (1865), desde que fuera "recuperada" por el Instituto Regional de Vialidad de Vargas en 2008.
Allí está el antiguo y bellísimo monumento escultórico, de los más hermosos de la ciudad, mudado desde 1953 a la avenida Soublette sin que nadie entienda porqué, tirado precariamente en medio de una isla de esta cuasi-autopista, con su paisajismo paupérrimo y sus bancos de repostería prefabricada. Pero, lo peor de todo, bañada furiosamente, bombardeada diríamos, por varios gruesos chorros de agua que se dirigen con toda su fuerza directo hacia la estatua de nuestra verdeante Démeter, cubriéndola en un intenso baño, cual si se tratara de un perenne auto lavado. Los chorros diariamente desgastan el mármol, desdibujando los bellos rasgos y las ornamentaciones y los detalles del monumento, dejándonos cada día que pasa con un poco menos de sus blondas trenzas, de su corona de trigo, de sus armoniosos ropajes, de la cosecha de frutas a sus pies.
Leyendo la reseña periodística del año 2008, se explica que "las labores de rehabilitación, incluyeron la reparación del sistema de bombeo y aspersores, el re-acondicionamiento del cuarto de máquinas, la sustitución del tablero eléctrico y de los ramales de tuberías". Más adelante sigue la descripción de la "rehabilitación" diciendo que "se colocaron 50 reflectores de bronce en el interior de la fuente y 5 reflectores en el exterior" (…) y "se utilizaron baldosas tipo mosaico, en tres tonalidades diferentes de azul para el piso y en blanco para las paredes", mientras que la estatua de la diosa Ceres "también recibió mantenimiento", siendo "blanqueada con la ayuda de agentes químicos". Vemos así como el organismo vial del estado, responsable del tan acuático ultraje, probablemente sabe mucho de vialidad, pero poco de arte escultórico urbano y menos de restauración del patrimonio cultural. En su peregrina concepción de restaurar una fuente para volverla un "espectáculo de luz y sonido", olvidó por completo cual era el diseño hidráulico original de la octogonal Fuente de Ceres, donde ocho surtidores en forma de ocho cabezas de lobo vertían desde el pedestal de la estatua hacia abajo, hacia la pila de agua en la base, ocho suaves chorros en dulce curvatura. Nada tocaba a Ceres, "símbolo del paso de la naturaleza a la cultura, del transito de lo salvaje a lo civilizado", en lo alto de su pedestal.3
Como nada toca prácticamente tampoco, por ejemplo, a Ceres en la Fuente de Ceres de la Plaza de San Jorge de Barcelona, España, o a Ceres en la Fuente de Ceres en Versalles, mojada en un baño atmosférico por un chorro central dirigido no contra si misma, sino al cielo. El agua es también un diseño, es también un dibujo y una obra de arte y un proyecto de ingeniería: cumple una función, y esta no es la de erosionar las esculturas. Les rogamos por lo tanto a las autoridades competentes en este sitio clave del litoral de corregir la dirección de los criminales chorros y graduar su potencia hidráulica ya. Recuerden que Ceres es la diosa de la ley, y en este caso vela también sobre la Defensa y Protección del Patrimonio Cultural.
2. Cinco fuentes venidas de Italia
En 1865, con motivo de la instalación de un acueducto en Maiquetía, "el Presidente de la República, general Juan Crisóstomo Falcón ordenó colocar tres pilas públicas, una de las cuales se situaría precisamente en la entonces nominada Plaza Tamarindo".
Si hacemos memoria urbana, podemos imaginarnos a la otrora frondosa plaza republicana, situada en la antigua Calle Real de Maiquetía, intima y sombreada, con su forma triangular, su plan centralizado y su Fuente de Ceres plantada en su corazón. Según refería el recordado profesor Leszek Zawisza, "la plaza fue totalmente acondicionada y diseñada por el ingeniero polaco Alberto Lutowski, quien colocó un terraplén y lajas en su contorno e instaló la fuente de mármol".
Las otras fuentes de mármol del general Falcón (a quien debemos agredecerle el buen gusto) fueron en realidad cinco (o al menos eso queremos aventurar aquí), porque cinco son las fuentes de mármol de semejante estilo artístico, semejante data y factura que tenemos en el litoral desde el siglo diecinueve, casi todas declaradas patrimonio. Además de la Fuente de Ceres, tenemos la Fuente de Santa Ana, en la plaza del mismo nombre en Macuto, rodeada de almendrones; también en Macuto, pero mas al este, en el paseo, esta la Fuente del Tritón, también conocida como El Niño y el Delfín, frente al Hotel Miramar; luego tenemos la bella Fuente del Guamacho, con su doncella sobre cuatro toninas, cuyo sitio original era la Plazoleta de San Juan de Dios en La Guaira, y finalmente, la Fuente de la Plaza de la Alameda, la mas sencilla de todas, hoy desaparecida, ubicada en la plaza del mismo nombre, también en La Guaira.
Afirmaba también el profesor Zawisza que Lutowski había diseñado la Fuente de la Abundancia y la Prosperidad.6 Esa era su hipótesis; nosotros creemos que más bien estas son fontane, de diseño italiano, traídas de algún taller artístico de Génova, por ejemplo. Algún día lo sabremos. Entretanto, ojala volvieran todas a sus sitios originales, fueran restauradas por expertos y puestas en funcionamiento según sus diseños hidráulicos de época.
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