Elizabeth
Burgos | noviembre 7, 2016 | Web
del Frente patriotico
Especializada en «etnopsicoanálisis», investigadora de L'École des hautes études en sciences sociales, de París(EHESS). Ensayista y autora de gran cantidad de libros, entre los que destacan: Rigoberta Menchú: así despertó mi consciencia (1982, Premio Casa de las Américas 1983), y Memorias de un soldado cubano (1997).De joven abandonó las comodidades familiares para sumarse a los movimientos de izquierda en los años sesenta. Así conoció al que sería su futuro esposo -del que terminaría separándose-, el filósofo francés Régis Debray, autor del libro Revolución en la revolución (obra obligada de la insurrección en Latinoamérica), quien había acudido a Venezuela para entrevistar a Douglas Bravo.
Sus luchas por Latinoamérica la llevaron a Colombia, Ecuador, Perú (donde fue detenida por sus supuestas vinculaciones con movimientos de izquierda) y a Chile, donde colaboró con Salvador Allende. Participó en la famosa Conferencia Tricontinental de La Habana (1966). Encabezó una campaña internacional por la liberación de su esposo, que había sido detenido y condenado a 30 años de cárcel en Bolivia, después de –según la versión de John Lee Anderson– delatar la ubicación del Che Guevara. Posteriormente Elizabeth Burgos se alejó de la agitada vida revolucionaria y se instaló en Francia.
En 1982 lanzó a la fama a una joven indígena guatemalteca llamada Rigoberta Menchú con un libro nacido de una entrevista: Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (Siglo XXI - 1982). Esta obra jugaría un papel fundamental en el Premio Nobel de la Paz que ganó la joven guatemalteca. Años después repitió el ejercicio con Daniel "Benigno" Alarcón Ramírez, compañero de Castro y del Che Guevara en la Sierra Maestra: Memorias de un soldado cubano(Tusquets – 1997). Firmó, junto a otros personajes como Isabel Allende o Costa-Gavras, una proclama exigiendo a las FARC la liberación de Íngrid Betancourt.
Fue directora de la Casa de América Latina de París y del Instituto Cultural Francés de Sevilla, y también ha sido agregada cultural de Francia en Madrid.
“Ganar tiempo hasta cansar a los adversarios, es una de las modalidades
señeras del sistema forjado por Fidel Castro”, explica la autora. Y remata:
“Los presos siempre han sido rehenes que el régimen utiliza para que los
“mediadores” internacionales a los que siempre recurre, no se vayan con las
manos vacías”.
EL
pactismo es un sistema político que nos viene de los reinos medievales de
España que designaba el pacto entre el rey y el reino y que limitaba
tácitamente el poder regio. En los reinos de América -(y no colonias, pues la
Corona, como todo imperio que se respete, integraba a su sistema político las
regiones que conquistaba sumándolas a su expansión territorial con la categoría
de reinos)- tuvo su aplicación bajo la forma de ayuntamientos los cuales gozaban
de cierta autonomía ante el poder central. El pactismo duró en España hasta la
llegada en el siglo XVIII del absolutismo centralizador borbónico que anuló
esos espacios de libertad regional, cuyas consecuencias en los reinos de
América fueron preparar el desenlace de la Independencia.
La
tradición del pactismo español cobró un papel protagónico con El Pacto de la
Moncloa, que inauguró la democracia española tras la muerte de Franco, que
algunos analistas venezolanos pretenden haberse inspirado del Pacto de Punto
Fijo: una demostración más de la ignorancia de la historia. Tras la
Independencia, en los ex reinos de España pervivió la tradición del pactismo.
Las sociedades que surgieron tras la ruptura de las normas sociales y políticas
que las habían regido, lejos de instaurar la paz y la concordia, crearon una
situación de guerra civil, abierta o latente que en Venezuela tomó la forma del
caudillismo local, – civiles que se autonombraban generales-. Modalidad a la
que le puso término Juan Vicente Gómez con la creación del ejército
profesional, de allí que cuando se habla del “glorioso ejército” creado por “el
padre de la Patria” se incurre en un error histórico.
Las
élites, deseosas de neutralizar la falta de cohesión de esas sociedades
fragmentadas, (de esas pardocracias propicias al desorden como lo expresara el
propio Bolívar, que por esa misma razón no se le puede considerar “padre de la
Patria” a menos que se considere que los pardos no pertenecen a la patria)
acudieron al pactismo, herencia del antiguo poder hegemónico imperial. El
pactismo entre élites permitía a las mismas establecer el orden dentro de la
estructura social que se iba creando y, al mismo tiempo, dirimir las
rivalidades de poder que surgían entre esas mismas élites: es decir, la forma
de repartirse el poder, alejando el fantasma de la guerra civil. Hasta las
dictaduras, más férreas practicaron el pactismo. En Venezuela, el summum de la
tradición pactista fue el Pacto de Punto Fijo.
Cuando
aparece el teniente-coronel Hugo Chávez en el horizonte electoral venezolano,
las élites olvidan el origen golpista del personaje, y ponen a funcionar la
maquinaría pactista. Fue así como los miembros de la élite – industriales,
medios de comunicación, fortunas personales – se pusieron a la orden del outsider
recién llegado al panorama político bajo la creencia que con Chávez se
corregirían los desarreglos institucionales y se volvería a un regreso al orden
democrático, impartiéndole la coherencia perdida. Si hubiesen tenido la
curiosidad de escuchar el discurso del teniente-coronel pronunciado en La
Habana en 1994 y la respuesta de Fidel Castro, hubiesen podido prever que con
Chávez se llegaba al fin del pactismo y se instauraba una dinámica que debía
desembocar en un régimen según el modelo cubano. Una mezcla de imaginario
fascista acompañado de los mecanismos técnicos de control de poder originados
en la URSS tras la instauración del comunismo.
Una de las
características mayores del castrismo, es haberle puesto punto final al
pactismo y haber instaurado un imaginario político, basado en el enfrentamiento
permanente destinado a eliminar las corrientes de la sociedad, reacias al
proyecto vitalicio antidemocrático de poder inherente a su proyecto. Y como
buen alumno formado por los jesuitas y además, abogado, Fidel Castro percibió
que para la instauración de un poder vitalicio -figura indispensable para la
instauración de su modelo de régimen- era también indispensable la creación de
una nueva legislación gracias a la cual se sustentaría el nuevo entramado
institucional. Para ello, el primer paso suponía la destrucción del vigente y
sumar la historia de Venezuela al relato inventado por Castro de la historia
cubana.
Hacer
tabla rasa del pasado significaba instaurar la radicalización ideológica,
mantener la movilización permanente de la población doblegada a sus designios,
enmarcándola en organismos de masa, creación de un partido único, propiciar la
penuria y el racionamiento, sutil y perverso mecanismo para mantener a la
población doblegada al funcionamiento del estómago, (de allí negarse a recibir
ayuda humanitaria), el culto al líder carismático, encarnación del “padre de la
Patria”.
El
problema para la imposición del relato cubano en Venezuela, es que los cuarenta
años surgidos del Pacto de Punto Fijo, han calado más hondo de lo imaginado en
la mente de los venezolanos, no en balde, el chavismo se ha dedicado a denigrar
ese capítulo crucial de la historia del país, que el recordado Manuel Caballero
define como un modelo general que el país adoptó, que se puede llamar “proyecto
nacional democrático”, es decir, el proyecto que se propusieron el país y sus
dirigentes. Manuel Caballero en su obra, La Gestación de Hugo Chávez . 40 años
de luces y sombras en la democracia venezolana (2000), analiza “la historia de
la aplicación de un proyecto social, nacional, su culminación y, a partir de
cierto momento, la incomprensión de su caducidad”: incomprensión no sólo
atribuible a sus “dirigentes, sino también a la mentalidad y al conjunto de la
sociedad”.
Es sobre
ese terreno previamente abonado que se explica la “recaída en tentaciones
autoritarias” y que el castrismo se instaura como imaginario político en la
mente de los grupos de venezolanos que tras la derrota de las guerrillas,
continuaron frecuentando los predios habaneros. El Partido Comunista
Venezolano, ha enviado durante años, grupos de niños a los campamentos de
pioneros de Varadero en los que recibían formación ideológica y entrenamiento
militar. De allí surgen “los colectivos” o grupos de choque inspirados de las
“Brigadas de respuesta rápida” -y no de los Tontons Macoutes como lo escribiera
recientemente un analista venezolano- cuya misión es evitar el recurso de las
fuerzas del orden oficiales en la represión y dejarle al pueblo la “defensa de
la revolución”.
La
tradición del pactismo no tiene cabida en el pensamiento de quienes han sido
formados en la ideología del castrismo, de allí que un diálogo, -modalidad que
condiciona el pactismo- con el gobierno de Maduro no pueda dar resultados. El
pacto significa negociar: negociar significa que las partes que integran el
diálogo acuerden dar o renunciar en igualdad de condiciones. Aceptar ese
condicionante, significaría renunciar al esquema castrista de su rechazo del
pacto, poco probable que
suceda. Las últimas declaraciones de Nicolás Maduro, verdadera declaración de guerra, lo demuestra. Ganar tiempo hasta cansar a los adversarios, es una de las modalidades señeras del sistema forjado por Fidel Castro. Ganando tiempo, el régimen de La Habana, pronto alcanzará 60 años de vida. Los presos siempre han sido rehenes que el régimen utiliza para que los “mediadores” internacionales a los que siempre recurre, no se vayan con las manos vacías. Jimmy Carter, entonces presidente de EE.UU. y simpatizante de Castro, fue retribuido con la liberación de varias decenas de prisioneros políticos cubanos. Una medida destinada a la opinión política internacional para que Carter no perdiera credibilidad. Rodríguez Zapatero y el resto de mediadores, no regresarán con las manos vacías, llevaran como recompensa unos cuantos presos. La liberación de Leopoldo López no tendrá lugar hasta que no se llegue a una situación límite, como la que parece estar planteándose con la falta de noticias sobre su suerte. Centrar la opinión pública en la situación de López, hará olvidar el referendo y el resto de exigencias planteadas por la MUD. El diario español El País en su editorial del 3 de noviembre, señala con pertinencia que “Existe el riesgo de que el chavismo utilice estas conversaciones como una táctica dilatoria que le permita ganar tiempo en el poder a pesar de la erosión irrecuperable de popularidad que sufre. Además, conviene tener muy claro que los presos políticos no son cartas intercambiables en una negociación”.
suceda. Las últimas declaraciones de Nicolás Maduro, verdadera declaración de guerra, lo demuestra. Ganar tiempo hasta cansar a los adversarios, es una de las modalidades señeras del sistema forjado por Fidel Castro. Ganando tiempo, el régimen de La Habana, pronto alcanzará 60 años de vida. Los presos siempre han sido rehenes que el régimen utiliza para que los “mediadores” internacionales a los que siempre recurre, no se vayan con las manos vacías. Jimmy Carter, entonces presidente de EE.UU. y simpatizante de Castro, fue retribuido con la liberación de varias decenas de prisioneros políticos cubanos. Una medida destinada a la opinión política internacional para que Carter no perdiera credibilidad. Rodríguez Zapatero y el resto de mediadores, no regresarán con las manos vacías, llevaran como recompensa unos cuantos presos. La liberación de Leopoldo López no tendrá lugar hasta que no se llegue a una situación límite, como la que parece estar planteándose con la falta de noticias sobre su suerte. Centrar la opinión pública en la situación de López, hará olvidar el referendo y el resto de exigencias planteadas por la MUD. El diario español El País en su editorial del 3 de noviembre, señala con pertinencia que “Existe el riesgo de que el chavismo utilice estas conversaciones como una táctica dilatoria que le permita ganar tiempo en el poder a pesar de la erosión irrecuperable de popularidad que sufre. Además, conviene tener muy claro que los presos políticos no son cartas intercambiables en una negociación”.
No opino
si la MUD tiene o no razón de posponer la marcha hacia Miraflores y la
convocación de Nicolás Maduro de acudir a la AN, pero sí llama la atención que
declare que tomó esa decisión a pedido de los representantes del Vaticano y de
la Iglesia, dando la impresión de su incapacidad de tomar una decisión política
que surja de su propio seno y propiciando la duda sobre su capacidad de
conducción de una situación tan grave como la que vive hoy Venezuela.
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