¿QUIÉN LE TIENE MIEDO AL LOBO?
Antonio
Sánchez García | noviembre 18, 2016 |Web del Frente patriotico
Los norteamericanos no han llegado a tener lo que tienen porque brotó de
la tierra un chorro de petróleo: lo conquistaron con esfuerzo, con sacrificios,
con disciplina, con ardoroso trabajo. Con lágrimas. Y no han vivido limosneando
del Estado. Al pan, pan. Y al vino, vino. Todo lo demás es cuento.
Antonio Sánchez García @sangarccs
Antonio Sánchez García @sangarccs
La progresía global está aterrada.
Más que adormecida, se encuentra en estado de catalepsia por los arrullos de
Barack Obama, el harvardiano flautista de Hawái que se metiera en el bolsillo a
los medios liberales más influyentes del planeta con su lengua de oro. Ahora,
súbitamente despertados del ensueño, juran que Adolph Hitler ha renacido en la
esperpéntica figura de un norteamericano típico, que espanta con sus flatos
verbales, sus ocurrencias destempladas, su peinado de caricatura, sus mejillas
rubicundas y sus modales de nuevo rico de cervecería – si parece un personaje
brotado de la pluma de los creadores de los Simpson – y aterra a la estética
primordial del liberalismo y los buenos modales de la hipocresía
washingtoniana. Habla duro y golpeado, dice lo que piensa y pareciera no pensar
lo que dice, muestra la típica desmesura y voracidad del marine invasor
norteamericano que arrasa con lo que encuentra en las playas de sus desembarcos
y toma en serio y al pie de la letra la pornocultura que los mismos Estados
Unidos han impuesto en el planeta a través de su floreciente industria del
entretenimiento: bustos y traseros al por mayor. Ha echado el puritanismo de
pastelería de la cornucopia demócrata por la borda y expresa lo que siente la
inmensa, la arrolladora mayoría, no sólo de los norteamericanos, sino de buena
parte de la conciencia planetaria: que los gobiernos debieran responder por la
prosperidad de sus habitantes y dejar a los Estados Unidos hacer lo suyo, no
enviar a sus marginales a ganarse el sustento en donde nada se les ha perdido y
castigar a sus sátrapas y tiranos en vez de caerle a saco a los pacíficos
habitantes de la Europa greco romana. ¿También Ud. está secretamente de acuerdo
con el lobo feroz? ¿Tampoco a Usted le agrada comprobar que en la Italia
cristiana ya hay más minaretes que campanarios? ¿Y que con la tasa de
crecimiento poblacional escondida tras Burkas y Djilabas en medio siglo
Florencia y Venecia, incluso Berlín y Moscú podrían convertirse en otros tantos
zocos de una Europa islámica?
Al margen de que aceptemos o no
aceptemos a Donald Trump, lo que resulta evidente es que la mayoría electoral,
en pleno ejercicio de sus derechos, no acepta el curso de las cosas y
rechazó a la ex primera dama como nueva presidenta de los Estados Unidos.
Que a pesar del gigantesco esfuerzo económico, monetario, ideológico y
propagandístico, que según nos informan duplicó o triplicó los del odiado
candidato republicano, a pesar del masivo esfuerzo de todos los poderes
fácticos no logró convencerla de seguir la trillada senda del pasado gobierno.
Y que a pesar del concurso bilioso y agresivo de todos los grandes medios
impresos, televisivos y radiales del planeta, no pudieron convencer a los
negros, los blancos, los latinos, los ancestrales y recientes ciudadanos del
principal poder planetario, que se hincaran ante el poderío del liberalismo
imperial norteamericano.
No es gracioso ni fácil de aceptar.
El personaje condensa aparentemente lo peor vivido por otras sociedades, presas
de repulsivos caudillos populistas, como Venezuela. Si bien lo he dicho en otro
lugar y lo reafirmo ahora: los Estados Unidos no echarán por la borda una
maravillosa tradición democrática porque un magnate inmobiliario se proponga
hacerlo. Trump no es Hitler. Y compararlo con Chávez es más que un
despropósito: es una ofensa. Chávez fue un asaltante de caminos. Un pobre
infeliz al mando de una nación desgraciada. Y sus seguidores, una manga de
desarrapados incapaces de mantener en alto la nombradía de una república
democrática. Los norteamericanos no han llegado a tener lo que tienen porque
brotó de la tierra un chorro de petróleo: lo conquistaron con esfuerzo, con
sacrificios, con ardoroso trabajo. Y no han vivido limosneando del Estado.
Al pan, pan. Y al vino, vino. Todo lo
demás es paja.
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