La Doña Florinda del continente
DANIEL LANSBERG RODRÍGUEZ | EL UNIVERSAL
viernes 13 de septiembre de 2013 12:00 AM
La comunidad médica nos dice que los delirios paranoides tienden a florecer dentro de condiciones psiquiátricas, como el narcisismo, baja autoestima y esquizofrenia –poca sorpresa causa, que nuestro régimen haya resultado ser un terreno tan fértil en donde cosecharla. Venezuela fue, durante muchos años, conocida internacionalmente por sus amplias reservas de petróleo, exquisitas reinas de belleza, su talento para el beisbol y falta del mismo para el fútbol. Pero ahora, durante los últimos años, el país ha logrado convertirse también en el mayor fabricante –y exportador– de paranoia del hemisferio.
Al igual que la inolvidable Doña Florinda en el programa de "El Chavo", quien al solo escuchar a Kiko llorando, juzgaba al desventurado Don Ramón como culpable –condenándolo seguramente a una sonora cachetada– nuestro gobierno culpa por instinto y no por tener evidencia. La diferencia en nuestro caso, es que la que llora es Venezuela, y que la bofetada permanece simbólica ya que los culpables fantasmales nunca logran aparecer.
En su libro, El Teniente De San Porfirio, el escritor Joel Hirst ingeniosamente articula una Venezuela distópica en un futuro próximo, donde la tendencia de la paranoia estatal ha alcanzado nuevas alturas, y donde los partidarios de la oposición se les acusa rutinariamente de canibalizar niños entre otros crímenes. Pero hablando en serio: ¿Qué tan lejos estamos de eso ahora? La buena fortuna (como, por ejemplo, altos precios de petróleo a nivel internacional) se celebra como un logro astuto de nuestro régimen, como si a ningún gobierno pre-chavista se le hubiera ocurrido desearlo. En tanto, cada nuevo colapso, muerte o desgracia en el carrusel de catástrofes que es la quinta República, se identifica inmediatamente como consecuencia de cábalas internacionales, provocadores de oposición, iguanas siniestras y tecnologías imperialistas tan avanzadas como para ser indistinguibles de hechizos mágicos.
Recientemente, tuvimos un anuncio de Rafael Ramírez donde explicaba una vez más, que fueron saboteadores de la oposición quienes causaron deliberadamente la fuga de gas en la refinería de Amuay del año pasado, que llevó a la explosión del 25 de agosto, que mató a más de 40 personas. En realidad, uno tiene que admirar como el azar, la suerte, los "actos de Dios" o la ineptitud, parecen haber desaparecido totalmente de este país durante la última década y media. Esperemos que el abandono de éstos no haya afectado la economía local de Sorte.
Esta semana, al conmemorar el duodécimo aniversario de los ataques terroristas contra las Torres Gemelas y la de cuarenta años tras la caída de Allende en Chile mediante un golpe de Estado. No hace falta que nos recuerden, las tragedias reales que los seres humanos somos capaces de propiciar cuando se busca derrocar a un gobierno, o generar caos. La palabra sabotaje data del norte de Europa durante su revolución industrial, cuando trabajadores echaban sus "sabots" (zapatos de madera) en los engranajes de madera de la industria textil para romper los dientes de la misma, y arruinar la maquinaria. De esta manera, esperaban frenar la automatización antes de que la misma pudiera reemplazar a los trabajadores humanos por considerarlos obsoletos. Seguros en la rectitud de su camino, los propios trabajadores solían ser bastante abiertos sobre lo que hacían y sus razones para hacerlo. Esto claramente no es el caso en Venezuela. Lo que sí tenemos es una máquina de propaganda –¿sin dientes?– y un gobierno cada vez más imaginativo para encontrar nuevas maneras de ampliar los límites de la retórica acusatoria, que retaría la imaginación incluso del niño más creativo.
El gobierno quiere convencer a cada venezolano que el ser paranoico es igual a ser perceptivo, cuando se trata de política, pero que los innumerables peligros verdaderos de la calle –violencia, corrupción, infraestructura decaída– tienden ser exagerados en la mente popular.
Cuando escucho este tipo de argumento, pienso en un reciente video de YouTube que ha ido viral, y que muestra Guardias Bolivarianos jugando a ser "malandros tuquis" mientras que disparan sus armas de fuego en todas direcciones. Hasta donde recuerdo, se suponía que estos "Pedro Pistoleros" supuestamente protegerían y generarían una patria segura...
Me estremezco al pensar a donde o en quien estas balas –disparadas en juego– pueden haber llegado. Tal vez en domicilios o en niños de edad escolar, o dentro de atletas como la pelotera china Cheuk Woon-Yee (quien fue herida por una bala perdida durante el Clásico de Beisbol Femenino de 2010). O bien a través de ventanas de algún vehículo o alguna otra infraestructura.
Esta sí es una amenaza no fundada en los delirios paranoicos e imaginativos de políticos ridículos, si no en tres leyes probadas del universo físico: la ley de la gravedad, la ley de la inercia y –la más importante– la ley de los números.
@Dlansberg
Al igual que la inolvidable Doña Florinda en el programa de "El Chavo", quien al solo escuchar a Kiko llorando, juzgaba al desventurado Don Ramón como culpable –condenándolo seguramente a una sonora cachetada– nuestro gobierno culpa por instinto y no por tener evidencia. La diferencia en nuestro caso, es que la que llora es Venezuela, y que la bofetada permanece simbólica ya que los culpables fantasmales nunca logran aparecer.
En su libro, El Teniente De San Porfirio, el escritor Joel Hirst ingeniosamente articula una Venezuela distópica en un futuro próximo, donde la tendencia de la paranoia estatal ha alcanzado nuevas alturas, y donde los partidarios de la oposición se les acusa rutinariamente de canibalizar niños entre otros crímenes. Pero hablando en serio: ¿Qué tan lejos estamos de eso ahora? La buena fortuna (como, por ejemplo, altos precios de petróleo a nivel internacional) se celebra como un logro astuto de nuestro régimen, como si a ningún gobierno pre-chavista se le hubiera ocurrido desearlo. En tanto, cada nuevo colapso, muerte o desgracia en el carrusel de catástrofes que es la quinta República, se identifica inmediatamente como consecuencia de cábalas internacionales, provocadores de oposición, iguanas siniestras y tecnologías imperialistas tan avanzadas como para ser indistinguibles de hechizos mágicos.
Recientemente, tuvimos un anuncio de Rafael Ramírez donde explicaba una vez más, que fueron saboteadores de la oposición quienes causaron deliberadamente la fuga de gas en la refinería de Amuay del año pasado, que llevó a la explosión del 25 de agosto, que mató a más de 40 personas. En realidad, uno tiene que admirar como el azar, la suerte, los "actos de Dios" o la ineptitud, parecen haber desaparecido totalmente de este país durante la última década y media. Esperemos que el abandono de éstos no haya afectado la economía local de Sorte.
Esta semana, al conmemorar el duodécimo aniversario de los ataques terroristas contra las Torres Gemelas y la de cuarenta años tras la caída de Allende en Chile mediante un golpe de Estado. No hace falta que nos recuerden, las tragedias reales que los seres humanos somos capaces de propiciar cuando se busca derrocar a un gobierno, o generar caos. La palabra sabotaje data del norte de Europa durante su revolución industrial, cuando trabajadores echaban sus "sabots" (zapatos de madera) en los engranajes de madera de la industria textil para romper los dientes de la misma, y arruinar la maquinaria. De esta manera, esperaban frenar la automatización antes de que la misma pudiera reemplazar a los trabajadores humanos por considerarlos obsoletos. Seguros en la rectitud de su camino, los propios trabajadores solían ser bastante abiertos sobre lo que hacían y sus razones para hacerlo. Esto claramente no es el caso en Venezuela. Lo que sí tenemos es una máquina de propaganda –¿sin dientes?– y un gobierno cada vez más imaginativo para encontrar nuevas maneras de ampliar los límites de la retórica acusatoria, que retaría la imaginación incluso del niño más creativo.
El gobierno quiere convencer a cada venezolano que el ser paranoico es igual a ser perceptivo, cuando se trata de política, pero que los innumerables peligros verdaderos de la calle –violencia, corrupción, infraestructura decaída– tienden ser exagerados en la mente popular.
Cuando escucho este tipo de argumento, pienso en un reciente video de YouTube que ha ido viral, y que muestra Guardias Bolivarianos jugando a ser "malandros tuquis" mientras que disparan sus armas de fuego en todas direcciones. Hasta donde recuerdo, se suponía que estos "Pedro Pistoleros" supuestamente protegerían y generarían una patria segura...
Me estremezco al pensar a donde o en quien estas balas –disparadas en juego– pueden haber llegado. Tal vez en domicilios o en niños de edad escolar, o dentro de atletas como la pelotera china Cheuk Woon-Yee (quien fue herida por una bala perdida durante el Clásico de Beisbol Femenino de 2010). O bien a través de ventanas de algún vehículo o alguna otra infraestructura.
Esta sí es una amenaza no fundada en los delirios paranoicos e imaginativos de políticos ridículos, si no en tres leyes probadas del universo físico: la ley de la gravedad, la ley de la inercia y –la más importante– la ley de los números.
@Dlansberg
Nicolás, tú como que no entiendes
JOSÉ MAYORA | EL UNIVERSAL
viernes 13 de septiembre de 2013 12:00 AM
En una reciente conversación sostenida con un amigo vinculado con la distribución minorista de alimentos, me narraba, con cierto dejo de preocupación, lo que estaba ocurriendo en el sector y, más grave aún, lo que podía ocurrir en un futuro cercano. Si en el pasado usted podía escoger entre varias marcas de un mismo producto, hoy en día la oferta se restringe a uno o dos con la incertidumbre del tiempo que puedan permanecer en el mercado.
La declaración más importante es que los caraqueños no sabemos lo que significa escasez o desabastecimiento, si nos comparamos con Maracaibo, Barquisimeto, y otras urbes de similar importancia, donde la situación es dantesca.
Lo narrado hasta el momento no requiere de ningún medio especializado para que la gente se entere pues lo vive en carne propia. La percepción del común es que nos estamos deteriorando aceleradamente y como el deterioro no tiene límites, todavía podemos estar peor.
Alimentos, inseguridad, luz, administración de justicia, institucionalidad, salud y todo aquello que suponga finalidades públicas no exhiben su mejor momento. En el contexto internacional las comparaciones entre países nos colocan en lugares privilegiados si comenzamos por los últimos de la cola. En materia de garantías ciudadanas cada vez hay menos, máxime cuando el país se autoexcluye de los mecanismos internacionales de resguardo de los derechos civiles.
Sin pretender ser un diagnóstico exhaustivo de calamidades, la anterior enumeración no es como para imitar a la hiena en materia de carcajadas; no, muy al contrario, es como para que el Guaire se desborde con la ingente cantidad de lágrimas que aún nos quedan por derramar.
Lo dicho hasta ahora es verificable por cualquier ciudadano. Las consecuencias de tales hechos también son previsibles. Lo que no parece preocupar al colectivo es el verdadero origen de esta problemática: Nicolás Maduro no entiende lo que pasa. Tal revelación tiene un matiz adicional, NM evade la responsabilidad de ponerse al frente del país y lo resuelve mediante la evasión creando una obra de teatro del absurdo llamada "Gobierno de calle". En el fondo de lo que se trata es de estar recorriendo el país en una especie de campaña electoral permanente, evitando sentarse en Miraflores en la sala del Consejo de Ministros para "agarrar el toro por los cachos".
Al contrario de su predecesor, quien si sabía lo que pasaba pues él era el causante y lo hacía ex profeso, NM se encuentra en medio de una trampa pues no debe tener a quién creerle. Me imagino que a todos les debe tener desconfianza y piensa que las recomendaciones no lo favorecerán, en el fondo el problema es que no las debe entender, en virtud de lo cual no toma decisiones.
La evasión de Don Nicolás tiene cosas sorprendentes. El pasado miércoles, la ciudad capital colapsó pues el Gobierno convocó una serie de manifestaciones de calle en solidaridad con el recuerdo de Salvador Allende: ¿qué significa este ilustre personaje para el pueblo venezolano? Pues en estricto sentido, lo mismo que significa el Mocho Hernández para el pueblo chileno.
Don Nicolás, después que usted le entregue la soberanía alimentaria a Nicaragua, Brasil y Argentina; la energía eléctrica a la buena de Dios; la justicia a los pranes; la franja petrolífera a rusos y chinos; el Esequibo a Guyana; el Golfo a Colombia: ¿cuál será el próximo paso?
Mayora.j@gmail.com
La declaración más importante es que los caraqueños no sabemos lo que significa escasez o desabastecimiento, si nos comparamos con Maracaibo, Barquisimeto, y otras urbes de similar importancia, donde la situación es dantesca.
Lo narrado hasta el momento no requiere de ningún medio especializado para que la gente se entere pues lo vive en carne propia. La percepción del común es que nos estamos deteriorando aceleradamente y como el deterioro no tiene límites, todavía podemos estar peor.
Alimentos, inseguridad, luz, administración de justicia, institucionalidad, salud y todo aquello que suponga finalidades públicas no exhiben su mejor momento. En el contexto internacional las comparaciones entre países nos colocan en lugares privilegiados si comenzamos por los últimos de la cola. En materia de garantías ciudadanas cada vez hay menos, máxime cuando el país se autoexcluye de los mecanismos internacionales de resguardo de los derechos civiles.
Sin pretender ser un diagnóstico exhaustivo de calamidades, la anterior enumeración no es como para imitar a la hiena en materia de carcajadas; no, muy al contrario, es como para que el Guaire se desborde con la ingente cantidad de lágrimas que aún nos quedan por derramar.
Lo dicho hasta ahora es verificable por cualquier ciudadano. Las consecuencias de tales hechos también son previsibles. Lo que no parece preocupar al colectivo es el verdadero origen de esta problemática: Nicolás Maduro no entiende lo que pasa. Tal revelación tiene un matiz adicional, NM evade la responsabilidad de ponerse al frente del país y lo resuelve mediante la evasión creando una obra de teatro del absurdo llamada "Gobierno de calle". En el fondo de lo que se trata es de estar recorriendo el país en una especie de campaña electoral permanente, evitando sentarse en Miraflores en la sala del Consejo de Ministros para "agarrar el toro por los cachos".
Al contrario de su predecesor, quien si sabía lo que pasaba pues él era el causante y lo hacía ex profeso, NM se encuentra en medio de una trampa pues no debe tener a quién creerle. Me imagino que a todos les debe tener desconfianza y piensa que las recomendaciones no lo favorecerán, en el fondo el problema es que no las debe entender, en virtud de lo cual no toma decisiones.
La evasión de Don Nicolás tiene cosas sorprendentes. El pasado miércoles, la ciudad capital colapsó pues el Gobierno convocó una serie de manifestaciones de calle en solidaridad con el recuerdo de Salvador Allende: ¿qué significa este ilustre personaje para el pueblo venezolano? Pues en estricto sentido, lo mismo que significa el Mocho Hernández para el pueblo chileno.
Don Nicolás, después que usted le entregue la soberanía alimentaria a Nicaragua, Brasil y Argentina; la energía eléctrica a la buena de Dios; la justicia a los pranes; la franja petrolífera a rusos y chinos; el Esequibo a Guyana; el Golfo a Colombia: ¿cuál será el próximo paso?
Mayora.j@gmail.com
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