Razón del nombre del blog

Razón del nombre del blog
El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

domingo, 15 de septiembre de 2013

La verdadera compasión es mucho más fuerte, amplia y profunda. El amor y la compasión verdaderos también son más estables, más fiables. Por ejemplo, ves a un animal sufriendo intensamente, como un pez que se debate con el anzuelo en la boca, y no puedes soportar su dolor. No se debe a ninguna conexión especial con ese animal un sentimiento que se expresaría con: «Ese animal es mi amigo». En este caso, tu compasión surge simplemente del reconocimiento de que ese otro ser también tiene sentimientos, también experimenta dolor y tiene derecho a no sufrir. Así pues, esa compasión, no mezclada con el deseo o el apego, es mucho más sana y perdurable…”

Lectura Tangente
07/09/2013  Notitarde

El valor de la compasión


Marisol Padras
- La compasión puede definirse como un estado mental que no es violento, no causa daño y no es agresivo. Se trata de una actitud mental basada en el deseo de que los demás se liberen de su sufrimiento, y está asociada con un sentido del compromiso, la responsabilidad y el respeto a los demás. »En la definición de compasión, la palabra tibetana Tse-wa denota también un estado mental que implica el deseo de cosas buenas para uno mismo. Para desarrollar el sentimiento de compasión, puede empezarse por el deseo de liberarse uno mismo del sufrimiento, para luego cultivarlo, incrementarlo y dirigirlo hacia los demás, dijo el Dalai Lama en el libro escrito por Howard C.Cutler. M.D, El Arte de la Felicidad, conjunto de entrevistas y conferencias junto al líder espiritual mundial.

“»Ahora bien, cuando la gente habla de compasión, creo que la confunde a menudo con el apego. Así que tenemos que establecer primero una distinción entre dos clases de amor o compasión. La primera se halla matizada por el apego, se ama a otro esperando que el otro nos ame a su vez. Esta compasión es bastante parcial y sesgada, y una relación basada exclusivamente en ella es inestable. Una relación apoyada en la percepción e identificación de la persona como un amigo puede conducir a un cierto apego emocional y a una sensación de proximidad. Pero si se produce un cambio en la situación, un desacuerdo quizá, o que el otro haga algo que nos enoje, cambia la perspectiva y desaparece el otro como “amigo”. El apego emocional se evapora entonces y, en lugar de amor y preocupación, quizá se experimente odio. Así pues, ese amor basado en el apego puede hallarse estrechamente vinculado con el odio.

»Pero existe una compasión libre de tal apego. Ésa es la verdadera compasión. No obedece tanto a que tal o cual persona me sea querida como al reconocimiento de que todos los seres humanos desean, como yo, ser felices y superar el sufrimiento y también, como me sucede a mí, tienen el derecho natural de satisfacer esta aspiración fundamental. Sobre la base del reconocimiento de esta igualdad, se desarrolla un sentido de afinidad. Tomando eso como fundamento, se puede sentir compasión por el otro, al margen de considerarlo amigo o enemigo. Tal compasión se basa en los derechos fundamentales del otro y no en nuestra proyección mental. De ese modo, se genera amor y compasión, la verdadera compasión.

»Vemos entonces que establecer la distinción entre estas dos clases de compasión y cultivar la verdadera puede ser algo muy importante en nuestra vida cotidiana. En el matrimonio, por ejemplo, existe generalmente un componente de apego emocional. Pero si interviene también la verdadera compasión, basada en el respeto mutuo como seres humanos, el matrimonio tiende a durar mucho tiempo. En el caso del apego emocional sin compasión, en cambio, el matrimonio es más inestable, con tendencia a fracasar. Esa compasión universal, divorciada del sentimiento personal me parecía una exigencia excesiva.

-Pero el amor o la compasión es un sentimiento subjetivo. Creo que el tono del sentimiento sería el mismo, tanto si se «matiza con apego» como si es «verdadero». ¿Por qué es importante hacer una distinción?

El Dalai Lama me contestó con firmeza.

-En primer lugar, creo que hay diferencias entre el amor genuino, o compasión, y el amor basado en el apego. No es el mismo sentimiento. La verdadera compasión es mucho más fuerte, amplia y profunda. El amor y la compasión verdaderos también son más estables, más fiables. Por ejemplo, ves a un animal sufriendo intensamente, como un pez que se debate con el anzuelo en la boca, y no puedes soportar su dolor. No se debe a ninguna conexión especial con ese animal un sentimiento que se expresaría con: «Ese animal es mi amigo». En este caso, tu compasión surge simplemente del reconocimiento de que ese otro ser también tiene sentimientos, también experimenta dolor y tiene derecho a no sufrir. Así pues, esa compasión, no mezclada con el deseo o el apego, es mucho más sana y perdurable…”

“… »Al generar compasión, en cambio, al asumir el sufrimiento de otro, también se puede experimentar inicialmente un cierto grado de incomodidad, una sensación de que aquello es insoportable. Pero, el sentimiento es muy diferente porque, por debajo de la incomodidad, hay un grado muy alto de alerta y determinación, ya que se asume voluntaria y deliberadamente el sufrimiento del otro con un propósito elevado. Aparece un sentimiento de conexión y compromiso, la voluntad de abrirse a los demás, una sensación de frescura en lugar de desánimo. Recuerda la situación de un atleta. Mientras se halla sometido a un entrenamiento riguroso, el atleta sufre mucho, trabaja, suda, se esfuerza…”

http://academic.uprm.edu/dpesante/docs-apicultura/artedelafelicidad.PDF



Lectura Tangente
24/08/2013  Notitarde

Prepotencia, omnipotencia, impotencia

Ramón Guillermo Aveledo
En la cima Maduro ha resultado prepotente. Ahora quiere convertirse en omnipotente. Pero ante los problemas reales y gracias a un régimen corrupto y corruptor, es impotente.

El problema de los enchufados no es la corrupción. Al contrario, ella es el principal combustible y lubricante del círculo de los amos del poder. El venezolano común lo tiene clarito y por eso desconfía de las intenciones oficiales. Un estudio de opinión gubernamental, realizado para el Sibci, el aparato de propaganda partidista pagado con reales de todos, revela que siete de cada diez venezolanos piensa que en el país hay mucha corrupción y uno de cada cinco que hay corrupción. Los que creen que hay poca solo son el 8,4% y no siquiera uno de cada cien es tan ingenuo para pensar que no la hay. Un 1,7% prefiere hacerse el loco. Para el 52,3% de los encuestados, lo que hay es “una estrategia del Gobierno para aparentar que lucha contra la corrupción”. 55,7% estima que las acciones tomadas o anunciadas son “inadecuadas” y el optimismo frente a los resultados de estas acciones es de 31,4%. Seamos realistas, ni los suyos le creen. La mitad de sus partidarios duda de la disposición de los organismos oficiales para esta lucha.

El Gobierno actual no puede acabar con la corrupción, tampoco combatirla eficazmente. En realidad, ni siquiera pretende hacerlo. La razón es básica y está en su raíz. Un régimen intrínsecamente corrupto solo produce corrupción. Usar el poder público todo, los dineros públicos, los medios de comunicación estatales, las leyes y las instituciones a cargo de hacerlas y aplicarlas para beneficio del grupo que maneja un partido político, es la más escandalosa de las corrupciones posibles. Y eso es lo que está ocurriendo en la Venezuela de hoy. Agréguese el sistema de regulaciones y controles excesivos, la estatización como política central, las invasiones protegidas, la proliferación de alcabalas y peajes administrativos, el imperio de la discrecionalidad burocrática y la impunidad de los enchufados. Todo eso es una descomunal fábrica de corrupción.

Ahora, el que tiene mayoría en la Asamblea y ha demostrado controlar el TSJ y con éste el Poder Judicial, la Fiscalía, la Contraloría, los cuerpos policiales que usa a sus fines particulares, quiere más poderes “para combatir la corrupción”. Dice que para imponer la “pena máxima”, 30 años según la Constitución, para lo cual bastaría proponer al parlamento sendas reformas de la Ley Anticorrupción y el Código Penal. Es muy obvio que miente.

No hay comentarios: