Los incurables EL CASTILLETE DE CADA QUIEN, por Alicia Freilich
Corresponde a especialistas en crítica literaria y de artes plásticas, historia y psicoanálisis, el estudio de Los incurables (Editorial Alfa, Caracas 2012), nueva novela de Federico Vegas. Este comentario va sesgado por la admiración hacia el conjunto de su obra narrada, en especial Prima lejana, Falke, La carpa y otros cuentos y esta reciente, hasta hoy la más universal y compleja, pues noveliza el arte de novelar mientras desentraña laberintos de la locura creativa y su entorno.
Cuando el cacique venezolano general Juan Vicente Gómez delira treinta años de tiranía, su dependiente tribu enloquece de miedo y se paraliza. La ocasión germina un Armando Reverón, cíclico demente lúcido, brujo raro y artista original, quien desde su guarida voluntaria, un pequeño castillo de piedra, arena y bambú en el Macuto playero, asume la cordura ausente o represada en el país aldeano. Al combinar elementos de lo primitivo local con técnicas de modernidad inventa una luminosa fusión en lienzos y objetos, centro de perversa y banal curiosidad para la sociedad gomera de su perturbada nación con mayoría palúdica y analfabeta. El parecido no es coincidencia.
Sobre ese contexto Federico Vegas perfora el triálogo irremediable entre la bendita enfermedad del poeta rebelde, el secreto malestar de sus intérpretes y la supuesta salud del obsesivo mirón culto que los investiga. A pie de páginas hay un caudal de citas sobre ciencia y arte, así verifica, contrasta o justifica la irreversible manía de narrar mentiras, mal que no busca remedio, pues el Quijote vive mientras no sana. Cada loco con su verdadero embuste.
Federico Vegas es un fabulador tramposo, diestro en tramas y finales sorpresivos de letra, vacío, sonido y luz ensamblados en función semejante a la de los “coloritmos” de su admirado pintor Alejandro Otero para atrapar un lector que también mira, sale, regresa, huye y vuelve para reponer los tintes o episodios captados en diversos tonos cada vez.
Interesante hasta qué punto la omisión o metáfora de un tema resulta principal cuando se revisa la agenda constante de un escritor. El filósofo Juan Nuño rechazaba la palabra “patria” que implica padre autoritario parejo a régimen patrimonial político castrador. Para designar el nexo indeleble entre cada persona y su lugar elegido, natal o casual, insistía en cambiarlo por “matria”, pues la paternidad puede ser engañosa, pero la gestación física o de crianza, otorga certezas de identidad material o afectiva.
En los diecisiete libros literarios y sobre arquitectura de Federico Vegas hay numerosas líneas y páginas textuales o alusivas a un progenitor ideal o no, real o ficticio. Pero particularmente sensible, sensorial, intenso y muy sentido, es el escaso y elusivo grupo de párrafos dedicados a la figura materna o su entrañable suplente, como personaje histórico, de fantasía o familiar. Erotizada en diversos matices la transfiere a casa, urbe, alcoba, taller, consultorio, tarima, carpa-clínica, sanatorio, Castillete, todo espacio uteral, salvador o placentero donde un seguro pezón aguarda nutre, arrulla, protege y rescata pero de repente huye o desaparece. Hay ausencias diferentes de cicatriz mental en el niño solitario y mitómano que es cada creador.
Por contraste y eventos políticos recientes, en el lector atento surge una alarma, la “colectiva intimidad” de un gentío sufriente que por tradición tanto reza, canta, invoca y festeja a la madre carnal o mítica pero le resulta difícil, casi imposible, prescindir de un poderoso y represivo taita o necesario, por demás impuesto sustituto militar a quien todo le debe. Y no sabe, no puede, no le permiten o no quiere superar su dependiente inmadurez.
Reflexiones que promueve la mejor literatura, intemporal, oportuna siempre.
Visiones del manicomio LA SALUD DE LOS INCURABLES, por Alicia Freilich
De Francisco Céspedes, cantautor méxicano-cubano.
A veces, vivir bajo la presión de un entorno adverso y/o padecer de alguna enfermedad crónica, pueden revertirse en medicina vital. El incurable pasa entonces a señalar los daños ocultos de quienes, en apariencia, gozan de perfecta salud. Viktor Frankl, (1906-1997) psiquiatra y escritor vienés, sobreviviente de Auschwitz, inventor de la Logoterapia, autor de El hombre en busca de sentido, hubiera disfrutado mucho las narraciones del venezolano Federico Vegas quien con enorme talento, inusual valentía y agudeza introspectiva, desarma ese juego perverso entre demencia verdadera y aparente.
Lo empezó con Prima Lejana(1999) largo relato intimista restringido a un círculo familiar donde abre el tema tabú del incesto como drama patológico que en metáfora proyecta una colectividad patriarcal tradicionalmente enferma de secretismo. En Falke (2005) desnuda la crónica parcial de una generación pionera, ingenua, rebelde, enloquecida por su ansia libertaria desde la clandestinidad, el exilio, la cárcel y que paranoicamente vigilada, pretende sanar a un país gravemente embrutecido por treinta años en uniformada terapia intensiva bajo la tiranía de Juan Vicente Gòmez y su séquito. EnSumario (2010) desde testimonios escritos, orales y cierta dosis de ficción, tomando como anécdota el magnicidio del coronel Carlos Delgado Chalbaud (1909-1950), radiografía hasta la médula nacional el móvil personalista que impulsa la continua intriga criminal entre mafiosos militares y su hamponato servil, golpistas de natura, alienados por un poder que los induce al delito vengador y a la autoagresión de daño irremediable.
Con Los Incurables (Editorial Alfa, 2012) parece completar un primer ciclo de su narrativa psico-histórica. Novela principal, compleja, profunda y de proyección internacional, por su calidad literaria y temática. En las cuatro indaga un misterio particular y público que alguien, compulsivo, lúcido y medio loco por su afín investigativo, quiere descubrir sumergido en supuesta complicidad con sus personajes, al centro de un manicomio real, virtual o encubierto.
¿También tiene que ver con la Venezuela contemporánea? Bastante.
Esta narración inventa y desmonta un triángulo entre el genial esquizofrénico Armando Reverón, su perturbado médico especialista y el obsesivo, erudito escritor que averigua sobre esa relación mientras se auto-analiza poéticamente. Es el proceso artista-terapeuta-mirón, lector o intérprete. En el trasfondo de ese triálogo está el ayer-hoy-ahora mismo de un sistema político represivo y su sometida sociedad que rechazan pero se divierten con el loco, creador libre y brillante, a voluntad recluido en su Castillete marino de arena y piedra, símil de cualquier destierro, refugio interior o foráneo.
A la vez, un “gendarme necesario”, repleto de conflictos afectivos y mentales, lo interna en una celda clínica para que, desde un impuesto hospital psiquiátrico, se pueda controlar o reprimir, por bondad o maldad, las graves crisis del vigilado paciente, propiciando su alivio temporal.
En el medio de tamaña loquetera simbólica, pero también es historia patria, un espectador desdoblado por partida triple, y en labor creativa, busca explicar(se) esa dolencia, un trastorno de costumbre, maneras de ser y actuar o no, individuales y colectivas, lo mismo en este y otro lugar, igual o parecido.
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