Encontrar al papa para hacerle una entrevista
Algunos particulares sobre el lugar y la persona del santo padre Francisco que aparecen en la entrevista realizada por la revista Civiltá Cattolica
Por Redacción
ROMA, 20 de septiembre de 2013 (Zenit.org) - El director de la revista Civiltá Cattolica, padre Antonio Spadaro, al iniciar su entrevista al papa Francisco comenta algunos particulares sobre la persona del pontífice que Zenit considera interesante compartir con sus lectores.
Al iniciar la entrevista el padre Spadaro describe: “Cuando entro a su habitación el papa ofrece que me siente en una butaca. Sus problemas de espalda hacen que él deba ocupar una silla más alta y rígida que la mía” indica el director de la revista tras subir por el ascensor de la Domus Sancta Martae, equivalente a un hotel de tres estrellas situado en el interior de las murallas de la Ciudad del Vaticano, en donde el papa decidió quedarse a vivir, renunciando a los departamentos pontificios del Palacio Apostólico.
“El ambiente es simple y austero. Sobre el escritorio --describe Spadaro-- el espacio de trabajo es pequeño. Me impresiona lo esencial de los muebles y las demás cosas. Los libros son pocos, son pocos los papeles, pocos los objetos. Entre estos, una imagen de san Francisco, una estatua de Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina, un crucifijo y una estatua de san José sorprendido en el sueño, muy parecida a la que vi en su despacho de rector y superior provincial en el Colegio Máximo de San Miguel”.
Y aquí el entrevistador comenta que la espiritualidad de Bergoglio está hecha “de rostros humanos: Cristo, san Francisco, san José, María”.
Y el papa, a le revela al periodista jesuita algo más sobre su modo de comunicar, y como para él “la Jornada Mundial de la Juventud ha supuesto un “misterio” porque no estaba acostumbrado a hablar a tanta gente. “Yo suelo –precisa Francisco-- dirigir la vista a las personas concretas, una a una, y ponerme en contacto de forma personal con quien tengo delante. No estoy hecho para las masas”.
Y Spadaro considera que a Francisco le satisface “poder ser el que es, no sentirse obligado a cambiar su modo normal de comunicarse con los demás, ni siquiera cuando tiene delante a millones de personas, como fue el caso en la playa de Copacabana”.
Y siempre sobre el modo de comunicar, el papa reconoce que no le gustan las entrevistas, pues “prefiere pensarse las cosas más que improvisar respuestas sobre la marcha en una entrevista. Siente que las respuestas precisas le surgen cuando ya ha formulado la primera” y cuenta que en en viaje de vuelta a Río, cuando bromeando con los periodistas indicó que se sentía como Daniel en la jaula con los leones “no me reconocía a mí mismo cuando comencé a responder”.
Y Spataro lo confirma pues “a lo largo de esta entrevista el Papa se ha sentido libre de interrumpir lo que estaba diciendo en su respuesta a una pregunta, para añadir algo a una respuesta anterior” y concluye que “el santo padre Francisco está más acostumbrado a la conversación que a la cátedra”.
“¿Quién es Jorge Mario Bergoglio?” es la primera pregunta así un poco a quemarropa que le hace en entrevistador y a la que el papa responde: “No sé cuál puede ser la respuesta exacta... Yo soy un pecador. Esta es la definición más exacta. Y no se trata de un modo de hablar o un género literario. Soy un pecador” y el entrevistador tiene la impresión que “el Papa sigue reflexionando, concentrado, como si no se hubiese esperado esta pregunta, como si fuese necesario pensarla más”.
“Bueno, quizá podría decir --prosigue Francisco-- que soy despierto, que sé moverme, pero que, al mismo tiempo, soy bastante ingenuo. Pero la síntesis mejor, la que me sale más desde dentro y siento más verdadera es esta: “Soy un pecador en quien el Señor ha puesto los ojos”. Y repite: “Soy alguien que ha sido mirado por el Señor. Mi lema, ‘Miserando atque eligendo’, es algo que, en mi caso, he sentido siempre muy verdadero”.
Y le confiesa --y en breve se entenderá por qué-- que a pesar de sus que deben haber sido algunos sus viajes en la Ciudad Eterna, “yo no conozco Roma. Son pocas las cosas que conozco. Entre estas está Santa María la Mayor: solía ir siempre”. San Pedro... pero cuando venía a Roma vivía siempre en Vía della Scrofa. Desde allí me acercaba con frecuencia a visitar la iglesia de San Luis de los Franceses y a contemplar el cuadro de la vocación de san Mateo de Caravaggio”.
Y comentando ese cuadro precisa: “Ese dedo de Jesús, apuntando así... a Mateo. Así estoy yo. Así me siento. Como Mateo”. Y el papa precisa: “Me impresiona el gesto de Mateo. Se aferra a su dinero, como diciendo: ‘¡No, no a mí! No, ¡este dinero es mío!’. Esto es lo que yo soy: un pecador al que el Señor ha dirigido su mirada... Y esto es lo que dije cuando me preguntaron si aceptaba la elección de Pontífice”. A este punto Francisco en voz baja murmura: “Peccator sum, sed super misericordia et infinita patientia Domini nostri Jesu Christi confisus et in spiritu penitentiae accepto”.
Al iniciar la entrevista el padre Spadaro describe: “Cuando entro a su habitación el papa ofrece que me siente en una butaca. Sus problemas de espalda hacen que él deba ocupar una silla más alta y rígida que la mía” indica el director de la revista tras subir por el ascensor de la Domus Sancta Martae, equivalente a un hotel de tres estrellas situado en el interior de las murallas de la Ciudad del Vaticano, en donde el papa decidió quedarse a vivir, renunciando a los departamentos pontificios del Palacio Apostólico.
“El ambiente es simple y austero. Sobre el escritorio --describe Spadaro-- el espacio de trabajo es pequeño. Me impresiona lo esencial de los muebles y las demás cosas. Los libros son pocos, son pocos los papeles, pocos los objetos. Entre estos, una imagen de san Francisco, una estatua de Nuestra Señora de Luján, patrona de Argentina, un crucifijo y una estatua de san José sorprendido en el sueño, muy parecida a la que vi en su despacho de rector y superior provincial en el Colegio Máximo de San Miguel”.
Y aquí el entrevistador comenta que la espiritualidad de Bergoglio está hecha “de rostros humanos: Cristo, san Francisco, san José, María”.
Y el papa, a le revela al periodista jesuita algo más sobre su modo de comunicar, y como para él “la Jornada Mundial de la Juventud ha supuesto un “misterio” porque no estaba acostumbrado a hablar a tanta gente. “Yo suelo –precisa Francisco-- dirigir la vista a las personas concretas, una a una, y ponerme en contacto de forma personal con quien tengo delante. No estoy hecho para las masas”.
Y Spadaro considera que a Francisco le satisface “poder ser el que es, no sentirse obligado a cambiar su modo normal de comunicarse con los demás, ni siquiera cuando tiene delante a millones de personas, como fue el caso en la playa de Copacabana”.
Y siempre sobre el modo de comunicar, el papa reconoce que no le gustan las entrevistas, pues “prefiere pensarse las cosas más que improvisar respuestas sobre la marcha en una entrevista. Siente que las respuestas precisas le surgen cuando ya ha formulado la primera” y cuenta que en en viaje de vuelta a Río, cuando bromeando con los periodistas indicó que se sentía como Daniel en la jaula con los leones “no me reconocía a mí mismo cuando comencé a responder”.
Y Spataro lo confirma pues “a lo largo de esta entrevista el Papa se ha sentido libre de interrumpir lo que estaba diciendo en su respuesta a una pregunta, para añadir algo a una respuesta anterior” y concluye que “el santo padre Francisco está más acostumbrado a la conversación que a la cátedra”.
“¿Quién es Jorge Mario Bergoglio?” es la primera pregunta así un poco a quemarropa que le hace en entrevistador y a la que el papa responde: “No sé cuál puede ser la respuesta exacta... Yo soy un pecador. Esta es la definición más exacta. Y no se trata de un modo de hablar o un género literario. Soy un pecador” y el entrevistador tiene la impresión que “el Papa sigue reflexionando, concentrado, como si no se hubiese esperado esta pregunta, como si fuese necesario pensarla más”.
“Bueno, quizá podría decir --prosigue Francisco-- que soy despierto, que sé moverme, pero que, al mismo tiempo, soy bastante ingenuo. Pero la síntesis mejor, la que me sale más desde dentro y siento más verdadera es esta: “Soy un pecador en quien el Señor ha puesto los ojos”. Y repite: “Soy alguien que ha sido mirado por el Señor. Mi lema, ‘Miserando atque eligendo’, es algo que, en mi caso, he sentido siempre muy verdadero”.
Y le confiesa --y en breve se entenderá por qué-- que a pesar de sus que deben haber sido algunos sus viajes en la Ciudad Eterna, “yo no conozco Roma. Son pocas las cosas que conozco. Entre estas está Santa María la Mayor: solía ir siempre”. San Pedro... pero cuando venía a Roma vivía siempre en Vía della Scrofa. Desde allí me acercaba con frecuencia a visitar la iglesia de San Luis de los Franceses y a contemplar el cuadro de la vocación de san Mateo de Caravaggio”.
Y comentando ese cuadro precisa: “Ese dedo de Jesús, apuntando así... a Mateo. Así estoy yo. Así me siento. Como Mateo”. Y el papa precisa: “Me impresiona el gesto de Mateo. Se aferra a su dinero, como diciendo: ‘¡No, no a mí! No, ¡este dinero es mío!’. Esto es lo que yo soy: un pecador al que el Señor ha dirigido su mirada... Y esto es lo que dije cuando me preguntaron si aceptaba la elección de Pontífice”. A este punto Francisco en voz baja murmura: “Peccator sum, sed super misericordia et infinita patientia Domini nostri Jesu Christi confisus et in spiritu penitentiae accepto”.
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