La izquierda siniestra
La ambición desmedida y la concentración de poder bajo un disfraz de compasión y altruismo
AXEL CAPRILES M. | EL UNIVERSAL
jueves 12 de septiembre de 2013
Ando con la palabra izquierda atravesada en la garganta y cada vez que escucho a alguien llenarse la boca y jactarse de ser políticamente de izquierda me atraganto. Ha transcurrido demasiado tiempo desde el 11 de septiembre de 1789 para que el lado de la Asamblea Nacional Constituyente en que se sentaron los delegados que votaron en contra del poder absoluto del monarca francés siga significando cambio social. Si no fuera por la desafortunada obsesión de Norberto Bobbio de pretender defender la vigencia de la dicotomía izquierda y derecha como categorías políticas opuestas entre sí, tal vez hace tiempo nos hubiéramos liberado del falaz estereotipo que como simplón estribillo asocia la izquierda con la preocupación por los pobres, la indignación ante la desigualdad y la exclusión social y la lucha contra la injusticia. Cuanto mejor andaría el mundo si todos aplicáramos una psicología desenmascaradora o sin tan solo atendiéramos la sabiduría de la intuición popular, como la expresada en aquel proverbio que dice: "dime de qué te jactas y te diré de qué careces".
Más allá de su uso retórico, vista la historia de las naciones y con base en la realidad empírica, a la palabra izquierda, en política, no le queda ya más que un solo significado cierto: la ambición desmedida y la concentración de poder bajo un disfraz de compasión y altruismo. Es posible encontrarle muchos otros significados políticos. Hayek la entendió como un racionalismo constructivista que hace de la sociedad el producto pasivo de una voluntad esclarecida y superior. Otros la ven como el "reparto equitativo de la miseria", como distribución de las utilidades del resentimiento entre quienes no producen nada, o como hipertrofia del Estado, pero lo que define verdaderamente su esencia es su voracidad, el exceso y la falta de límites de la voluntad de poder cuando se oculta bajo la fachada del amor al prójimo y la defensa de los débiles. No debemos olvidar que la represión de la izquierda produjo más de 100 millones de muertos en el siglo XX.
@axelcapriles
Más allá de su uso retórico, vista la historia de las naciones y con base en la realidad empírica, a la palabra izquierda, en política, no le queda ya más que un solo significado cierto: la ambición desmedida y la concentración de poder bajo un disfraz de compasión y altruismo. Es posible encontrarle muchos otros significados políticos. Hayek la entendió como un racionalismo constructivista que hace de la sociedad el producto pasivo de una voluntad esclarecida y superior. Otros la ven como el "reparto equitativo de la miseria", como distribución de las utilidades del resentimiento entre quienes no producen nada, o como hipertrofia del Estado, pero lo que define verdaderamente su esencia es su voracidad, el exceso y la falta de límites de la voluntad de poder cuando se oculta bajo la fachada del amor al prójimo y la defensa de los débiles. No debemos olvidar que la represión de la izquierda produjo más de 100 millones de muertos en el siglo XX.
@axelcapriles
VIVIR DE LA MENTIRA El Nuevo País 11-09-2013 pág.3
Usuarios del transporte público esperan la llegada del autobús en una calle de Caracas el 3 de septiembre, cuando un gran apagón paralizó varias ciudades venezolanas, entre ellas la capital.
AMÉRICO MARTÍN
Vaclav Havel, ese personaje extraordinario en la historia de los países; poeta, dramaturgo, enorme luchador por los derechos humanos, perseguido por el régimen comunista de su país, más tarde presidente de Checoslovaquia y de la República Checa. Ese tenaz y sobrio bregador político, era –previo a todo– un pensador, un excelente pensador. Tenía una manera muy personal pero fecunda de hablar de aquellos problemas cruciales que han dado origen a densas definiciones. Él trataba varios de ellos en forma no menos densa aunque sí más coloquial, como conversando plácidamente en una tasca, cerveza y –desgraciadamente en su caso– cigarrillos de por medio. La tragedia estuvo en que el tabaco lo deslizó a la tumba, víctima de un cáncer que en el momento culminante le reventó el colon.
De Havel he rescatado sus llamativas referencias a lo que fue el totalitarismo impuesto por el partido comunista de Checoslovaquia: un régimen absolutista cruelmente represivo pero, en cierto momento, dado a encubrir sus actos haciendo perversamente del conflicto, consenso. La “domesticación” del fuero interno se proponía acostumbrar a la gente a vivir en la mentira. No se pedía propiamente creer en ella, claro que no, pero se buscaba que el ciudadano corriente aceptara la falacia y terminara tolerándola como parte imborrable del paisaje.
• El hombre no está de ninguna manera obligado a creer en las justificaciones del poder –precisaba Havel– pero debe comportarse como si las creyera, o cuando menos tolerarlas en silencio.
De esa manera, me permito acotar, uno puede encajar en la abrupta realidad, convivir con los gobernantes y sus cancerberos, vivir la mentira, sin considerarse un mentiroso.
• La mentira y el homicidio impersonales –insistía Havel– son dos géneros del arte político que los Estados totalitarios manejan perfectamente.
Hace años, cuando ambos estábamos en la oposición, le escuché decir a José Vicente Rangel que todos los gobiernos mienten. Apotegma que habrá confirmado cuando, integrado al movimiento chavista, se convirtió en alto funcionario de un gobierno aficionado como pocos a mentir. Sobre todo bajo el mando de Nicolás Maduro.
Una idea complementaria fue aportada por muchos intelectuales de la disidencia de la Europa del este, dominada por el implacable oso soviético. Es la absorbente supremacía de la ideología como mentira institucionalizada, para lo cual necesita destruir la memoria histórica y crear otra destinada a reconcebir el pasado cual fase necesaria del triunfo de la revolución. Aniquilar la memoria, manipular la información.
Hasta fines de la década de 1980 la base de la estabilidad del sistema totalitario residía en la aceptación resignada de su dominio. Parecía imposible vencer aquella formidable máquina de poder y por lo tanto lo procedente sería habituarse a vivir en la mentira.
Por eso la perseverancia democrática fue generosamente premiada y tenaces luchadores como los muchos Havel del mundo oprimido por el fascismo de nazis y soviéticos, terminaron al frente de sus países en tiempos de democracia y libertad.
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