Razón del nombre del blog

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El por qué del título de este blog . Según Gregorio Magno, San Benito se encontraba cada año con su hermana Escolástica. Al caer la noche, volvía a su monasterio. Esta vez, su hermana insistió en que se quedara con ella,y él se negó. Ella oró con lágrimas, y Dios la escuchó. Se desató un aguacero tan violento que nadie pudo salir afuera. A regañadientes, Benito se quedó. Asi la mujer fue más poderosa que el varón, ya que, "Dios es amor" (1Juan 4,16),y pudo más porque amó más” (Lucas 7,47).San Benito y Santa Escolástica cenando en el momento que se da el milagro que narra el Papa Gregorio Magno. Fresco en el Monasterio "Santo Speco" en Subiaco" (Italia)

viernes, 6 de marzo de 2015

Son cuatro siglos de artistas los que reúne El Ávila en la mirada de todos de María Elena Ramos, un libro en el que confluyen obras de 143 personas que han tenido como objeto de su oficio esa montaña que se presenta como principal horizonte de la ciudad.

El Ávila en la mirada de todos reúne cuatro siglos de inspiraciones

María Elena Ramos fue directora del Museo de Bellas Artes | FOTO WILLIAMS MARRERO
María Elena Ramos fue directora del Museo de Bellas Artes | FOTO WILLIAMS MARRERO
En pinturas, grabados y fotografías se hace un repaso de cómo la famosa montaña caraqueña ha sido interpretada por diversos artistas

Son cuatro siglos de artistas los que reúne El Ávila en la mirada de todos de María Elena Ramos, un libro en el que confluyen obras de 143 personas que han tenido como objeto de su oficio esa montaña que se presenta como principal horizonte de la ciudad.
“Han sido tantos los que se acercaron a ese pedazo de naturaleza caraqueña, tantos nacionales como extranjeros. Son distintas maneras de aproximarse a la montaña, desde la visión de la seducción naturalista, el que la mira internamente de forma más científica, hasta el que hace interpretaciones distintas, abstractas”, señala la investigadora que fue directora del Museo de Bellas Artes
En el libro fueron convocados a dar su mirada de la montaña figuras como Marco Negrón, quien lo hace como urbanista y presenta el Ávila como geosímbolo cultural; Pedro Cunill Grau, que expone su perspectiva como geógrafo; y Ricardo Gondelles, que la ofrece como ferviente visitante, conocedor de sus caminos.
Además, José Balza se encarga en el prólogo de rescatar aquellos textos, algunos de ellos centenarios, en los que se exalta la presencia de la montaña. 
“En el siglo XIX, cuando el impresionismo crecía en Europa, en Venezuela todavía se representaban batallas, figuras de gestas, retratos históricos. No era el paisaje protagonista. Son los artistas europeos que visitaban el país los que empiezan a traer en aquella época la modernidad por la vía de la visión de la naturaleza”, indica la autora del libro que será presentado hoy en la librería El Buscón, a las 6:00 pm.
Ramos recuerda que entonces los artistas venezolanos no le daban mucha importancia a esa parte de la ciudad, como si vivieran sumergidos en un paisaje maravilloso que veían como algo cotidiano. “Sin embargo, cuando el arte venezolano se engancha con el paisaje, no lo suelta más. Se queda como uno de los temas principales, al igual que la abstracción que llegó muchísimo después, en el siglo XX”.
Para expresar esa variedad de interpretaciones, en El Ávila en la mirada de todos hay pinturas de Arturo Michelena, Federico Lessmann, Alfredo Boulton, Pascual Navarro, Manuel Cabré, Alejandro Otero, Armando Reverón, Carlos Puche y Adrián Pujol, así como fotografías de Román Rangel, Luis Felipe Toro y Yuri Liscano.
Ellos ven la montaña desde diferentes puntos de la ciudad, de frente, en un reflejo, a través de una ventana, una rendija, una ilusión. Son diversas las tonalidades, dependiendo del momento del día, la luz del sol o incluso el fuego, que varias veces ha acabado con parte de la vegetación. Es como un registro del Ávila en todos sus estados.

Precio valuado en dólares
El Ávila en la mirada de todos tiene un precio de 9.000 bolívares. Katiuska Suárez, directora de Mercadeo y Ventas Internacionales de Playco Editores, considera que la gente tiene que acostumbrarse a que este tipo de libros son una obra de arte. “Si buscas un regalo donde un orfebre tienes que pagar 14.000 bolívares. Una publicación de esta calidad puede costar en Amazon más de 70 dólares”.
Son 1.000 ejemplares los que saldrán a la venta en la primera edición. Fueron impresos en China. “Se hizo allá por un tema de costos. Además, la calidad estaba aún más garantizada” detalla.
El Ávila en la mirada de todos
Presentación: hoy, 6:00 pm
Librería El Buscón, Paseo Las Mercedes

El Ávila y los artistas

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El Ávila, esa inmensa pared vegetal que al mismo tiempo une y separa el valle de Caracas con el infinito azul del mar Caribe, es sin lugar a dudas el ícono que los ciudadanos reconocen como lo más representativo, querido y venerado de su ciudad, una de las formas superiores de devoción ciudadana que conocen los caraqueños.
A mediados de siglo XX, Mario Briceño Iragorry, lo describía con claridad: “El culto al Ávila –escribió– forma parte del culto a la ciudad. La neurosis de la gran urbe alcanza caminos de fuga en la contemplación del cerro. El monte pareciera poseer los caminos de la paz. Quien se incorpora a la vida de Caracas no adquiere signos de la caraqueñidad hasta que aprenda a interpretar las luces del cerro majestuoso”.
Siete décadas después de aquella conclusión del intelectual trujillano, María Elena Ramos, conocida estudiosa del arte y en la era democrática directora del Museo de Bellas Artes, dándole continuidad al hechizo y seducción que la montaña genera, le ha regalado a la ciudad un libro titulado El Ávila en la mirada de todos.
El libro tiene tras de sí una larga y rigurosa investigación realizada durante ocho años para identificar, reunir y darle sentido a distintas maneras como los artistas, ya venezolanos ya visitantes extranjeros, se han dedicado por siglos a recrear la presencia imponente de la montaña que signa el imaginario caraqueño.
El resultado es una galería visual en la que se reúne desde Nuestra señora de Caracas una pintura anónima que data de 1776, considerada como la más antigua imagen conocida de la ciudad, en la que por supuesto el Ávila está presente, en este caso como telón de fondo, hasta trabajos recientes como Ella, una fotografía de 2008 en la que Muu Blanco juega con el pico Oriental y convierte un fragmento de la montaña en sugestiva y sensual figura femenina.
Haber reunido la obra de tantos artistas de prácticamente cuatro siglos, desde finales del XVIII hasta comienzos del XXI, es ya toda una proeza y un verdadero acto de amor por nuestra mimada montaña. Pero el aporte autoral más importante, la clave de comprensión que nos ofrece el libro, estriba en la manera como su autora nos va guiando para tratar de comprender las distintas perspectivas desde las cuales los artistas han mirado ese espacio inabarcable que es el Ávila.
La obra fluye como armando un rompecabezas. Primero oleos, dibujos, acuarelas, fotografías que retratan el frente marino, “como viniendo del mar”. Luego las que registran el viaje entre el mar y el valle, la montaña como lugar de tránsito, incluyendo fotografías del viejo tren guzmancista o la acrobacia técnica del teleférico. Después, lo más conocido, las grandes panorámicas del frente que da a Caracas, el que nos sirve de norte y referencia, donde son ya clásicas las postales de Cabré y Pedro Ángel González. A continuación, “Mirar desde lo alto”, los artistas que han usado la montaña como palco, observatorio o mirador, y registrado de un lado el mar y el puerto, y del otro la ciudad. Y al final, quienes han escarbado en sus adentros ese cofre taumatúrgico donde conviven ruinas de castillos, cascadas cristalinas y bosques húmedos con piezas colosales de la modernidad, como el Hotel Humboldt.                     
Hay frases hermosas en este libro. José Balza, el prologuista, comienza afirmando: “Este es un libro que nos permite vivir más. Con él la montaña se nos revela personal, propia”. Pero es en una frase del poeta, narrador y economista Orlando Araujo donde la fuerza telúrica de la montaña venerada se  revela en toda su intensidad. Escribe Araujo: “El Ávila es un toro, una esfinge, un lomo de lagarto azul, y verde y amatista, un animal tan poderosamente echado entre el mar y la ciudad que por sus coyunturas bajan los ríos de niebla muy arriba y golpes de espuma muy abajo”.
María Elena Ramos con El Ávila en la mirada de todos los artistas ha logrado recomponer las piezas que forman ese lagarto azul poderosamente echado entre el mar y la ciudad. Se le agradece.

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