La Villa Monzeglio conocida actualmente también como Quinta Olary, construida en 1953 en Colinas de Bello Monte de Caracas para el señor Orestes Monzeglio con proyecto del arquitecto de origen italianoNigra Montini (Antonio Montini) es un testimonio de la mejor arquitectura moderna formalista caraqueña de años 50.
Fue emplazada sobre una parcela de pendientes abruptas que aunado al diseño de su estructura le otorgan un estilo muy particular. Es una construcción aislada que presenta dos volúmenes. El primero está anclado en la montaña y contenía las áreas de servicio, circulación y dormitorios, mientras el segundo es un amplio volado que albergaba las áreas sociales.
Una multitud valerosa compuesta de "especialistas" que vinieron a reconstruir sus vidas, y que, haciéndolo, lo primero que reconstruyeron fueron sus propias ciudades fragmentadas.
Su vasta memoria urbana y cultura arquitectónica, marcaron y modelaron el carácter y la identidad de la modernidad venezolana. Con las historias inéditas de un grupo de especialistas de renombre, con el maestro Gio Ponti a la cabeza de la lista, junto a Domenico Filippone, Nigra Montini, Graziano Gasparini, Antonio Lombardini, Angelo Di Sapio, y muchos otros, Caracas amontonó imágenes y nomenclaturas de raíces peninsulares, bautizando a calles y edificios con un carácter distintivo italiano, documentadas en esta exposición por Docomomo Venezuela.
Sin sus Italias, el ambiente vital de Caracas nunca será el mismo.
Tomado del blog "Carta de Caracas"PUBLICADO POR FUNDACIÓN DE LA MEMORIA URBANA
MARTES, 6 DE MARZO DE 2012
Sogno due
(f. 'Balcone sul mare", Rapallo. Octubre, 2009. Alittam.com).
“Pero, ¿quién soy yo para negar una leyenda?"El libro de las ciudades, Guillermo Cabrera Infante.
Sentada en su mecedora de la calle Neverí, la dama recordaba. "Tocaba divinamente el piano", decía. "Pero aún mejor, el cémbalo-pianoforte". La melodía de una sonata barroca empezó a colarse suavemente por entre el delgado cañón de Colinas de Bello Monte. "Ferdinando Gasparo Turrini", reconoció. "Un paisano suyo de Brescia. Organista y compositor. Sus sonatas le apasionaban. En especial la IV en G Menor para clavicordio".
Volviéndose hacia arriba, tras las rejas del porche de su casa, dirigió una mirada a la Villa Monzeglio, aún colgando pasmosamente de la colina de enfrente. "Nadie sabe que ése no fue su único belvedere. Ni aquí, ni en Italia." La belmontina dama bebió un sorbo de su camomilla y continuó: "El era un Montini. Un primo del Papa. Del mismísimo Paulo VI, cuyo nombre de pila era en verdad Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini. Ambos lombardos, de la ciudad de Concesio. De allí su educación artística, y su espíritu de alto vuelo..."
Y vaya que tenía vuelo, don Arístides. El volado de la villa caraqueña opaca ampliamente al de la célebre Villa Crespi, de Davide Pacanowski, construida en su respectivo farallón -o, mejor dicho, faraglione-, en Posillipo, por esos mismos años.
"Vuelo, sí, que le hacía repetir en su arquitectura una y otra vez el mismo y fantástico sueño: lanzadas hacia el borde del abismo, en el extremo límite de sus formas, todas sus estructuras las calculaba para sostener en el espacio... el peso monumental de un pianoforte!" Las repasé vertiginosamente en un instante: la Villa Monzeglio y la Quinta Mi trío en las colinas, el edificio Trevi en Chacao, el Nicare y el Aricagua en Los Palos Grandes: los balcones en cantilever más osados de la Caracas moderna... trocados ahora en los oníricos pedestales flotantes de un instrumento musical!
"Hasta que un día", dijo algo ensombrecida, "decidió volver a Italia. Allí, en alguna desconocida y agreste costiera, construyó su última arquitectura. Y repitió sobre las rocas, anónimo y magistral, el sueño inaudito de Colinas de Bello Monte que le trajera la gloria, pero esta vez arrojándolo sobre el mar Mediterráneo. Tocando el pianoforte, al borde de su balcone sul mare, terminó sus días el gran Nigra Montini".
“Pero, ¿quién soy yo para negar una leyenda?"El libro de las ciudades, Guillermo Cabrera Infante.
Apreciado don Arístides,
Sentada en su mecedora de la calle Neverí, la dama recordaba. "Tocaba divinamente el piano", decía. "Pero aún mejor, el cémbalo-pianoforte". La melodía de una sonata barroca empezó a colarse suavemente por entre el delgado cañón de Colinas de Bello Monte. "Ferdinando Gasparo Turrini", reconoció. "Un paisano suyo de Brescia. Organista y compositor. Sus sonatas le apasionaban. En especial la IV en G Menor para clavicordio".
Volviéndose hacia arriba, tras las rejas del porche de su casa, dirigió una mirada a la Villa Monzeglio, aún colgando pasmosamente de la colina de enfrente. "Nadie sabe que ése no fue su único belvedere. Ni aquí, ni en Italia." La belmontina dama bebió un sorbo de su camomilla y continuó: "El era un Montini. Un primo del Papa. Del mismísimo Paulo VI, cuyo nombre de pila era en verdad Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini. Ambos lombardos, de la ciudad de Concesio. De allí su educación artística, y su espíritu de alto vuelo..."
Y vaya que tenía vuelo, don Arístides. El volado de la villa caraqueña opaca ampliamente al de la célebre Villa Crespi, de Davide Pacanowski, construida en su respectivo farallón -o, mejor dicho, faraglione-, en Posillipo, por esos mismos años.
"Vuelo, sí, que le hacía repetir en su arquitectura una y otra vez el mismo y fantástico sueño: lanzadas hacia el borde del abismo, en el extremo límite de sus formas, todas sus estructuras las calculaba para sostener en el espacio... el peso monumental de un pianoforte!" Las repasé vertiginosamente en un instante: la Villa Monzeglio y la Quinta Mi trío en las colinas, el edificio Trevi en Chacao, el Nicare y el Aricagua en Los Palos Grandes: los balcones en cantilever más osados de la Caracas moderna... trocados ahora en los oníricos pedestales flotantes de un instrumento musical!
"Hasta que un día", dijo algo ensombrecida, "decidió volver a Italia. Allí, en alguna desconocida y agreste costiera, construyó su última arquitectura. Y repitió sobre las rocas, anónimo y magistral, el sueño inaudito de Colinas de Bello Monte que le trajera la gloria, pero esta vez arrojándolo sobre el mar Mediterráneo. Tocando el pianoforte, al borde de su balcone sul mare, terminó sus días el gran Nigra Montini".
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