Durante la Liturgia del Viernes Santo no se realiza misa. (Foto AFP)
Francisco preside su segundo Vía Crucis como pontífice
Este año el Vía Crucis tiene la impronta de Francisco, quien encargó la redacción de las meditaciones que se leen en cada estación al obispo italiano de Campobasso (sur), Giancarlo Bregantini, conocido por sus batallas contra la mafia.
Fieles fuera del Coliseo para conmemorar el Viacrucis (AP)
EL UNIVERSAL
viernes 18 de abril de 2014 06:37 PM
Roma.- El
papa Francisco presidió este viernes en Roma su segundo Vía Crucis
nocturno como pontífice alrededor del Coliseo romano, durante el cual se
conmemora el calvario de Cristo hasta su crucifixión.
El Pontífice argentino llegó a las 21:00 locales al célebre monumento romano, en donde miles de personas, turistas y religiosos, la mayoría con antorchas, lo esperaban, reseñó AFP.
Francisco, de 77 años, asistió como el año pasado al rito desde la terraza del Palatino, frente al imponente anfiteatro romano, sin recorrer a pie las 14 estaciones.
Según la leyenda, fue en el Coliseo donde los cristianos fueron arrojados a los leones durante las persecuciones de los primeros siglos después de Cristo.
Este año el Vía Crucis tiene la impronta de Francisco, quien encargó la redacción de las meditaciones que se leen en cada estación al obispo italiano de Campobasso (sur), Giancarlo Bregantini, conocido por sus batallas contra la mafia.
La crisis económica, el desempleo, el maltrato a las mujeres, la soledad, las enfermedades, la situación de los presos fueron abordados en cada una de las estaciones.
"Padre Giancarlo", que en su juventud fue obrero, al que la mafia de Calabria en 1994 colocó una bomba bajo el altar el día en que fue ordenado obispo, denunció también en los textos el drama de los refugiados, la trata de seres humanos, la droga, el alcohol, los abusos de la mafia.
En cada una de las estaciones la cruz fue cargada por trabajadores, empresarios, inmigrantes, detenidos, huérfanos o enfermos.
Varias pantallas gigantes han sido instaladas en la céntrica zona del Foro Imperial para que los peregrinos y turistas que han llegado a Roma para la Semana Santa puedan seguir el rito.
El Vía Cucis es transmitido en directo por 50 canales de televisión de numerosos países.
"El papa no tiene pensado hablar al final del Vía Crucis, no creo que vaya improvisar, desea orar en silencio y dar la bendición", adelantó a la prensa el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi.
"Dejemos al Espíritu y a la libertad del papa si desea decir algo", agregó.
El Pontífice argentino llegó a las 21:00 locales al célebre monumento romano, en donde miles de personas, turistas y religiosos, la mayoría con antorchas, lo esperaban, reseñó AFP.
Francisco, de 77 años, asistió como el año pasado al rito desde la terraza del Palatino, frente al imponente anfiteatro romano, sin recorrer a pie las 14 estaciones.
Según la leyenda, fue en el Coliseo donde los cristianos fueron arrojados a los leones durante las persecuciones de los primeros siglos después de Cristo.
Este año el Vía Crucis tiene la impronta de Francisco, quien encargó la redacción de las meditaciones que se leen en cada estación al obispo italiano de Campobasso (sur), Giancarlo Bregantini, conocido por sus batallas contra la mafia.
La crisis económica, el desempleo, el maltrato a las mujeres, la soledad, las enfermedades, la situación de los presos fueron abordados en cada una de las estaciones.
"Padre Giancarlo", que en su juventud fue obrero, al que la mafia de Calabria en 1994 colocó una bomba bajo el altar el día en que fue ordenado obispo, denunció también en los textos el drama de los refugiados, la trata de seres humanos, la droga, el alcohol, los abusos de la mafia.
En cada una de las estaciones la cruz fue cargada por trabajadores, empresarios, inmigrantes, detenidos, huérfanos o enfermos.
Varias pantallas gigantes han sido instaladas en la céntrica zona del Foro Imperial para que los peregrinos y turistas que han llegado a Roma para la Semana Santa puedan seguir el rito.
El Vía Cucis es transmitido en directo por 50 canales de televisión de numerosos países.
"El papa no tiene pensado hablar al final del Vía Crucis, no creo que vaya improvisar, desea orar en silencio y dar la bendición", adelantó a la prensa el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi.
"Dejemos al Espíritu y a la libertad del papa si desea decir algo", agregó.
Francisco en el Vía Crucis: El mal no tendrá la última palabra
Inmigración, crisis económica, marginación y enfermedad al centro de las meditaciones
Por Rocío Lancho García
ROMA, 18 de abril de 2014 (Zenit.org)
- La noche del Viernes Santo el Coliseo ha estado iluminada por la luz
de las velas de las miles de personas que han acompañado al Santo Padre
en el Vía Crucis. Francisco, en profunda actitud de oración, ha
escuchado las estaciones y las reflexiones desde la terraza del
Palatino. Un Vía Crucis que ha reflexionado sobre la crisis, la
inmigración, la pobreza y tantos otros males que sufre el mundo de hoy.
La Cruz, cargada por algunos protagonistas de estos sufrimientos, ha
salido desde el interior del Coliseo hasta la calle, mientras la
multitud de fieles escuchaba las meditaciones desde los alrededores.
"En la Cruz vemos la monstruosidad del hombre, cuando se deja guiar por el mal. Pero vemos también la inmensidad de la misericordia de Dios que no nos trata según nuestros pecados, sino según su misericordia", ha indicado el Santo Padre en la reflexión final del Vía Crucis. A pesar de que no estaba previsto, el Papa ha realizado una breve reflexión. Asimismo, ha afirmado que "frente a la Cruz de Jesús vemos casi, hasta tocar con las manos, cuánto somos amados eternamente. Frente a la Cruz nos sentimos hijos y no cosas u objetos". Francisco ha realizado una oración, pidiendo al Señor: "enséñanos que el mal no tendrá la última palabra, sino el amor, la misericordia y el perdón". Finalmente ha pedido recordar a los enfermos, a las personas abandonas bajo el peso de la Cruz, "para que encuentren en la prueba de la Cruz la fuerza de la esperanza, la esperanza de la Resurrección y del amor de Dios".
Un trabajador junto con un emprendedor, dos extranjeros, dos personas en un centro de rehabilitación, dos personas sin hogar, una familia, dos presos, dos mujeres, dos enfermos, dos niños, dos ancianos, custodios de Tierra Santa, dos religiosas, y el cardenal Vallini -en la primera y en la última-, han sido los encargados de llevar la cruz en cada una de las estaciones.
"¿Y nosotros, sabremos tener una conciencia recta y responsable, transparente, que no dé nunca la espalda al inocente, se despliegue, con valentía, en defensa de los débiles, resistiendo a la injusticia y defendiendo en cualquier lugar la verdad violada?", se ha escuchado en la primera estación.
En la segunda, se ha reflexionado sobre el peso de la crisis económica. "El peso de todas las injusticias que han producido la crisis económica, con sus graves consecuencias sociales: precariedad, desempleo, despidos, un dinero que gobierna en vez de servir, la especulación financiera, los suicidios de los empresarios, la corrupción y la usura, con las empresas que dejan el propio país".
En la siguiente estación, se ha podido escuchar sobre la fragilidad que nos abre a la acogida, "con la fuerza interior que le viene del Padre, Jesús nos ayuda también a acoger la fragilidad de los otros, a no ser cruel con quien ha caído, a no ser indiferente hacia quien cae".
A continuación se ha detenido en las "lágrimas solidarias". En esta estación se recogen "todas las lágrimas de cada madre por los hijos lejanos, por los jóvenes condenados a muerte, muertos o partidos a la guerra, especialmente los niños soldado". Así como se ha pensado en las "madres vigilantes en la noche con las lámparas encendidas, con ansia por los jóvenes abrumados por la precariedad o consumidos por la droga o el alcohol, ¡especialmene el sábado por la noche!"
En la quinta estación se ha podido oír la mediación sobre la mano amiga que alivia. "Solo abriendo el corazón al amor divino, soy empujado a buscar la felicidad de los otros en tantos gestos de voluntariado: una noche en el hospital, un préstamo sin interés, una lágrima secada en familia, la gratuidad sincera, el compromiso a largo plazo del bien común, el compartir el pan y el trabajo, venciendo cualquier forma de celos o envidia".
Siguiente estación, la sexta: la ternura femenina. "La Verónica consigue tocar el dulce Jesús", "no solo para aliviar sino para participar en su sufrir".
Séptima estación: la angustia de la cárcel y la tortura. En esta ocasión se ha escuchado que "en cada cárcel, junto a todo torturado, está siempre Él, el Cristo que sufre, encarcelado y torturado".
Y a continuación ha llegado la octava estación "compartir y no conmiseración". En esta ocasión "lloramos por esos hombres que descargan sobre las mujeres la violencia que tienen dentro. Lloramos por las mujeres esclavizadas por el miedo y la explotación". Añadiendo que "las mujeres son tranquilizadas como hizo Él, son amadas como un don inviolable para toda la humanidad".
En la novena estación: "vencer la nociva nostalgia", donde se ha pedido que "nos ayude la contemplación de Jesús desplomado, pero capaz de alzarse, a saber vencer las clausuras que el miedo del mañana imprime en nuestro corazón, especialmente en este tiempo de crisis. Superemos la nociva nostalgia del pasado, la comodidad del inmovilismo, del ¡siempre se ha hecho así!".
Y ha llegado la décima estación y la reflexión sobre la unidad y la dignidad. "En Jesús, inocente, desnudado y torturado, reconocemos la dignidad violada de todos los inocentes, especialmente de pequeños".
En la undécima estación, "en la cama de los enfermos", se ha escuchado que "solo si encontramos, junto a nosotros, alguno que nos escucha, nos está cerca, se sienta en nuestra cama... entonces la enfermedad se puede convertir en una gran escuela de sabiduría, encuentro con el Dios paciente".
"El gemido de las siete palabras", motivo de reflexión en la estación duodécima. Estas siete palabra de Jesús en la Cruz, "son una obra maestra de esperanza. Jesús, lentamente, con pasos que son también los nuestros, atraviesa toda la oscuridad de la noche, para abandonarse, confiado, en los brazos del Padre. Es el gemido de los moribundos, el grito de los desesperados, la invocación de los perdedores. ¡Es Jesús!"
A continuación, decimotercera estación: "el amor es más fuerte que la muerte". Y aquí, se ha reflexionado que la piedad "significa hacer prójimo a los hermanos que están en luto y no se resignan. Es gran caridad cuidar a quien está sufriendo en el cuerpo herido, en la mente deprimida, en el alma desesperada". Y es que "amar hasta el final es la enseñanza suprema que nos han dejado Jesús y María".
Y finalmente, decimocuarta estación, "el jardín nuevo". En la última parada del Vía Crucis se ha escuchado que "la muerte nos desarma, nos hace entender que estamos expuestos a una existencia terrena que tiene un final. Pero es delante de este cuerpo de Jesús, depuesto en el sepulcro, que tomamos conciencia de quién somos. Criaturas que, para no morir, necesitan a su Creador".
Notitarde 18-04-14
"En la Cruz vemos la monstruosidad del hombre, cuando se deja guiar por el mal. Pero vemos también la inmensidad de la misericordia de Dios que no nos trata según nuestros pecados, sino según su misericordia", ha indicado el Santo Padre en la reflexión final del Vía Crucis. A pesar de que no estaba previsto, el Papa ha realizado una breve reflexión. Asimismo, ha afirmado que "frente a la Cruz de Jesús vemos casi, hasta tocar con las manos, cuánto somos amados eternamente. Frente a la Cruz nos sentimos hijos y no cosas u objetos". Francisco ha realizado una oración, pidiendo al Señor: "enséñanos que el mal no tendrá la última palabra, sino el amor, la misericordia y el perdón". Finalmente ha pedido recordar a los enfermos, a las personas abandonas bajo el peso de la Cruz, "para que encuentren en la prueba de la Cruz la fuerza de la esperanza, la esperanza de la Resurrección y del amor de Dios".
Un trabajador junto con un emprendedor, dos extranjeros, dos personas en un centro de rehabilitación, dos personas sin hogar, una familia, dos presos, dos mujeres, dos enfermos, dos niños, dos ancianos, custodios de Tierra Santa, dos religiosas, y el cardenal Vallini -en la primera y en la última-, han sido los encargados de llevar la cruz en cada una de las estaciones.
"¿Y nosotros, sabremos tener una conciencia recta y responsable, transparente, que no dé nunca la espalda al inocente, se despliegue, con valentía, en defensa de los débiles, resistiendo a la injusticia y defendiendo en cualquier lugar la verdad violada?", se ha escuchado en la primera estación.
En la segunda, se ha reflexionado sobre el peso de la crisis económica. "El peso de todas las injusticias que han producido la crisis económica, con sus graves consecuencias sociales: precariedad, desempleo, despidos, un dinero que gobierna en vez de servir, la especulación financiera, los suicidios de los empresarios, la corrupción y la usura, con las empresas que dejan el propio país".
En la siguiente estación, se ha podido escuchar sobre la fragilidad que nos abre a la acogida, "con la fuerza interior que le viene del Padre, Jesús nos ayuda también a acoger la fragilidad de los otros, a no ser cruel con quien ha caído, a no ser indiferente hacia quien cae".
A continuación se ha detenido en las "lágrimas solidarias". En esta estación se recogen "todas las lágrimas de cada madre por los hijos lejanos, por los jóvenes condenados a muerte, muertos o partidos a la guerra, especialmente los niños soldado". Así como se ha pensado en las "madres vigilantes en la noche con las lámparas encendidas, con ansia por los jóvenes abrumados por la precariedad o consumidos por la droga o el alcohol, ¡especialmene el sábado por la noche!"
En la quinta estación se ha podido oír la mediación sobre la mano amiga que alivia. "Solo abriendo el corazón al amor divino, soy empujado a buscar la felicidad de los otros en tantos gestos de voluntariado: una noche en el hospital, un préstamo sin interés, una lágrima secada en familia, la gratuidad sincera, el compromiso a largo plazo del bien común, el compartir el pan y el trabajo, venciendo cualquier forma de celos o envidia".
Siguiente estación, la sexta: la ternura femenina. "La Verónica consigue tocar el dulce Jesús", "no solo para aliviar sino para participar en su sufrir".
Séptima estación: la angustia de la cárcel y la tortura. En esta ocasión se ha escuchado que "en cada cárcel, junto a todo torturado, está siempre Él, el Cristo que sufre, encarcelado y torturado".
Y a continuación ha llegado la octava estación "compartir y no conmiseración". En esta ocasión "lloramos por esos hombres que descargan sobre las mujeres la violencia que tienen dentro. Lloramos por las mujeres esclavizadas por el miedo y la explotación". Añadiendo que "las mujeres son tranquilizadas como hizo Él, son amadas como un don inviolable para toda la humanidad".
En la novena estación: "vencer la nociva nostalgia", donde se ha pedido que "nos ayude la contemplación de Jesús desplomado, pero capaz de alzarse, a saber vencer las clausuras que el miedo del mañana imprime en nuestro corazón, especialmente en este tiempo de crisis. Superemos la nociva nostalgia del pasado, la comodidad del inmovilismo, del ¡siempre se ha hecho así!".
Y ha llegado la décima estación y la reflexión sobre la unidad y la dignidad. "En Jesús, inocente, desnudado y torturado, reconocemos la dignidad violada de todos los inocentes, especialmente de pequeños".
En la undécima estación, "en la cama de los enfermos", se ha escuchado que "solo si encontramos, junto a nosotros, alguno que nos escucha, nos está cerca, se sienta en nuestra cama... entonces la enfermedad se puede convertir en una gran escuela de sabiduría, encuentro con el Dios paciente".
"El gemido de las siete palabras", motivo de reflexión en la estación duodécima. Estas siete palabra de Jesús en la Cruz, "son una obra maestra de esperanza. Jesús, lentamente, con pasos que son también los nuestros, atraviesa toda la oscuridad de la noche, para abandonarse, confiado, en los brazos del Padre. Es el gemido de los moribundos, el grito de los desesperados, la invocación de los perdedores. ¡Es Jesús!"
A continuación, decimotercera estación: "el amor es más fuerte que la muerte". Y aquí, se ha reflexionado que la piedad "significa hacer prójimo a los hermanos que están en luto y no se resignan. Es gran caridad cuidar a quien está sufriendo en el cuerpo herido, en la mente deprimida, en el alma desesperada". Y es que "amar hasta el final es la enseñanza suprema que nos han dejado Jesús y María".
Y finalmente, decimocuarta estación, "el jardín nuevo". En la última parada del Vía Crucis se ha escuchado que "la muerte nos desarma, nos hace entender que estamos expuestos a una existencia terrena que tiene un final. Pero es delante de este cuerpo de Jesús, depuesto en el sepulcro, que tomamos conciencia de quién somos. Criaturas que, para no morir, necesitan a su Creador".
Notitarde 18-04-14
Estudiantes protestaron recordando la Pasión de Cristo
“Vía Crucis de los Venezolanos” recorrió el sur de Valencia
Valencia,
abril 18 (Ylián Terán Flores).- Cientos de carabobeños participaron el
día de ayer en el denominado “Vía Crucis de los Venezolanos
Vía Crucis del venezolano
MARÍA DENISSE FANIANOS DE CAPRILES
| EL UNIVERSAL
miércoles 16 de abril de 2014 12:00 AM
I Estación: Estamos
como condenados a muerte. No necesitamos una sentencia formal para saber
que en cualquier momento cada uno de nosotros, o aún peor un hijo o un
nieto, podemos morir en la calle por culpa de la delincuencia o de la
represión. Sólo Dios nos protege.
II Estación: Cargando esa cruz de muerte, y de una gran lista de injusticias producto de la corrupción, caminamos nuestro calvario del día a día... el de la comida, de las medicinas, de la inflación, de los colapsados servicios públicos...
III Estación: Cansados de tantos problemas nos caemos. Pero nos paramos ¡y seguimos! porque sabemos que somos hijos de Dios y que Él nos ayuda en nuestra lucha. Sabemos que otros dependen de nosotros, que tenemos que ser fuertes y resistir hasta el final.
IV Estación: Cuántas madres venezolanas no han visto en su hijo injustamente apresado, maltratado, asesinado... a nuestro amado Jesucristo. No hay dolor como el de la Virgen. Ella entiende el sufrimiento de cada madre venezolana y también sufre con las atrocidades que se cometen con sus hijos venezolanos.
V Estación: Una de las cosas que más nos ayuda a cargar esa enorme cruz de injusticias es que aquí hay muchos cirineos, que nos apoyamos y animamos cuando creemos que no podremos más. Ese cirineo venezolano que nos hacer reír con un chiste, que nos presta su hombro para llorar, que nos da un cafecito, que reza con nosotros y por nosotros...
VI Estación: Aquí también hay muchas Verónicas que ayudan a limpiar los rostros de sudor, de lágrimas, de sangre... Muchas Verónicas que no voltean hacia otro lado sino que son capaces de arriesgarse y comprometerse por ayudar para que brille la verdad, la justicia y la paz en nuestro país.
VII Estación: La cruz cada día, cada hora, cada minuto... pesa más. No vemos salida a tanta mentira, a tanta injusticia. Sentimos una gran impotencia. Y volvemos a caer. Pero a nuestro alrededor hay tantos niños, tantos jóvenes ejemplares, que nos animan a seguir con esperanza ¡Y nos volvemos a parar!
VIII Estación: Muchos lloramos al ver la descarada corrupción que destroza nuestro país. Pero sabemos que hay un cielo que espera por sus hijos fieles y un infierno donde se pagará todo el mal que se ha hecho. Eso nos ayuda a secar las lágrimas y a seguir.
IX Estación: Volvemos a caer exhaustos de cansancio. Ahora si pensamos que "ya no podemos más", pero Dios nos saca una fuerza de donde nunca pensábamos tenerla y nos volvemos a parar. Este calvario nos ha hecho muy fuertes y lo seguiremos hasta que Dios quiera. Él nos está ayudando a cargar la cruz, aunque no lo veamos.
X Estación: Qué duro es que nos vayan despojando de lo que nos ha costado tanto esfuerzo... Todo lo material nos lo podrán quitar. Pero de lo único que no nos podrán despojar nunca es de nuestra libertad interior y de nuestra dignidad. Esa dignidad que no tiene precio y que no la podrán tener nunca aquéllos que se dejaron comprar.
XI Estación: Somos clavados en la cruz, con los clavos de la injusticia, de la mentira, del odio, de la violencia... Estamos colgados en la cruz, como nuestro amado Jesucristo, porque Dios quiere algo grande de nosotros. Esos clavos duelen mucho, pero Cristo y su verdad son nuestra esperanza.
XII Estación: No sabemos cuánto tiempo de agonía tendremos que soportar. Pero vemos a Cristo, quien siendo Dios, no se bajó de la cruz. ¡Podía hacerlo y no lo hizo! Seguiremos aquí defendiendo la verdad por encima de todo. Y lo hacemos pensando en lo que vendrá después. Cristo también pensaba en lo que vendría, en su Resurrección. Cristo murió por cada uno de nosotros, para salvarnos, porque nos ama con locura. Nosotros "moriremos" por Dios y por nuestra patria, a la que también amamos.
XIII Estación: Así como a Jesús lo ponen en los brazos de su madre, nosotros nos ponemos en sus brazos. Madre Nuestra, ¡cúbrenos con tu manto y ayúdanos a seguir en este valle de lágrimas, con alegría y fortaleza!
XIV Estación: Cada muerto asesinado en nuestra tierra nos recuerda a Cristo. Esas vidas sepultadas, que han causado un dolor infinito a tantas madres, padres, familiares y amigos son la sangre derramada producto del olvido de Dios. Son un grito a nuestra vida, que aún la tenemos, para meter a Dios en nuestro corazón y para llevarlo a todas partes. Esa sangre derramada se convertirá en río de esperanza, si no dejamos que nuestro corazón se llene de odio y rencor ¡Si llevamos el Amor de Dios a Todos!
XV Estación: Y Jesucristo resucitó. ¡Cristo vive entre nosotros! ¡Está con nosotros en el sagrario! Él y Su Santísima Madre nos acompañan en este Vía Crucis de dolor pero también de esperanza, porque sabemos que el calvario que tenemos que caminar para recuperar la verdad, la justicia, la libertad y la paz no es en vano. ¡Dios está con nosotros y a nada vamos a temer! ¡Dios ama con locura a sus hijos venezolanos y nos está ayudando! ¡Vendrá un nuevo amanecer y el bien triunfará sobre el mal!
mariadenissecapriles@gmail.com
@VzlaEntrelineas
II Estación: Cargando esa cruz de muerte, y de una gran lista de injusticias producto de la corrupción, caminamos nuestro calvario del día a día... el de la comida, de las medicinas, de la inflación, de los colapsados servicios públicos...
III Estación: Cansados de tantos problemas nos caemos. Pero nos paramos ¡y seguimos! porque sabemos que somos hijos de Dios y que Él nos ayuda en nuestra lucha. Sabemos que otros dependen de nosotros, que tenemos que ser fuertes y resistir hasta el final.
IV Estación: Cuántas madres venezolanas no han visto en su hijo injustamente apresado, maltratado, asesinado... a nuestro amado Jesucristo. No hay dolor como el de la Virgen. Ella entiende el sufrimiento de cada madre venezolana y también sufre con las atrocidades que se cometen con sus hijos venezolanos.
V Estación: Una de las cosas que más nos ayuda a cargar esa enorme cruz de injusticias es que aquí hay muchos cirineos, que nos apoyamos y animamos cuando creemos que no podremos más. Ese cirineo venezolano que nos hacer reír con un chiste, que nos presta su hombro para llorar, que nos da un cafecito, que reza con nosotros y por nosotros...
VI Estación: Aquí también hay muchas Verónicas que ayudan a limpiar los rostros de sudor, de lágrimas, de sangre... Muchas Verónicas que no voltean hacia otro lado sino que son capaces de arriesgarse y comprometerse por ayudar para que brille la verdad, la justicia y la paz en nuestro país.
VII Estación: La cruz cada día, cada hora, cada minuto... pesa más. No vemos salida a tanta mentira, a tanta injusticia. Sentimos una gran impotencia. Y volvemos a caer. Pero a nuestro alrededor hay tantos niños, tantos jóvenes ejemplares, que nos animan a seguir con esperanza ¡Y nos volvemos a parar!
VIII Estación: Muchos lloramos al ver la descarada corrupción que destroza nuestro país. Pero sabemos que hay un cielo que espera por sus hijos fieles y un infierno donde se pagará todo el mal que se ha hecho. Eso nos ayuda a secar las lágrimas y a seguir.
IX Estación: Volvemos a caer exhaustos de cansancio. Ahora si pensamos que "ya no podemos más", pero Dios nos saca una fuerza de donde nunca pensábamos tenerla y nos volvemos a parar. Este calvario nos ha hecho muy fuertes y lo seguiremos hasta que Dios quiera. Él nos está ayudando a cargar la cruz, aunque no lo veamos.
X Estación: Qué duro es que nos vayan despojando de lo que nos ha costado tanto esfuerzo... Todo lo material nos lo podrán quitar. Pero de lo único que no nos podrán despojar nunca es de nuestra libertad interior y de nuestra dignidad. Esa dignidad que no tiene precio y que no la podrán tener nunca aquéllos que se dejaron comprar.
XI Estación: Somos clavados en la cruz, con los clavos de la injusticia, de la mentira, del odio, de la violencia... Estamos colgados en la cruz, como nuestro amado Jesucristo, porque Dios quiere algo grande de nosotros. Esos clavos duelen mucho, pero Cristo y su verdad son nuestra esperanza.
XII Estación: No sabemos cuánto tiempo de agonía tendremos que soportar. Pero vemos a Cristo, quien siendo Dios, no se bajó de la cruz. ¡Podía hacerlo y no lo hizo! Seguiremos aquí defendiendo la verdad por encima de todo. Y lo hacemos pensando en lo que vendrá después. Cristo también pensaba en lo que vendría, en su Resurrección. Cristo murió por cada uno de nosotros, para salvarnos, porque nos ama con locura. Nosotros "moriremos" por Dios y por nuestra patria, a la que también amamos.
XIII Estación: Así como a Jesús lo ponen en los brazos de su madre, nosotros nos ponemos en sus brazos. Madre Nuestra, ¡cúbrenos con tu manto y ayúdanos a seguir en este valle de lágrimas, con alegría y fortaleza!
XIV Estación: Cada muerto asesinado en nuestra tierra nos recuerda a Cristo. Esas vidas sepultadas, que han causado un dolor infinito a tantas madres, padres, familiares y amigos son la sangre derramada producto del olvido de Dios. Son un grito a nuestra vida, que aún la tenemos, para meter a Dios en nuestro corazón y para llevarlo a todas partes. Esa sangre derramada se convertirá en río de esperanza, si no dejamos que nuestro corazón se llene de odio y rencor ¡Si llevamos el Amor de Dios a Todos!
XV Estación: Y Jesucristo resucitó. ¡Cristo vive entre nosotros! ¡Está con nosotros en el sagrario! Él y Su Santísima Madre nos acompañan en este Vía Crucis de dolor pero también de esperanza, porque sabemos que el calvario que tenemos que caminar para recuperar la verdad, la justicia, la libertad y la paz no es en vano. ¡Dios está con nosotros y a nada vamos a temer! ¡Dios ama con locura a sus hijos venezolanos y nos está ayudando! ¡Vendrá un nuevo amanecer y el bien triunfará sobre el mal!
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